Página/12
Entre los aplausos y los gritos de apoyo, un exultante Obama llamó a la unidad de su partido. “No podemos seguir así. Empecemos a trabajar juntos”, declaró, en alusión a la prolongada interna demócrata que mantuvo con la senadora por Nueva York, Hillary Clinton. Antes, Obama había tenido palabras elogiosas para su contendiente. “Es una mujer que hizo historia, no sólo porque logró lo que ninguna mujer logró antes, sino por el coraje y la inspiración que significó para el resto del país.”
Obama, de 46 años, es el primer afroamericano que llegó tan lejos en la carrera presidencial y desde ayer puede dedicar toda su atención y sus fuerzas a competir con McCain, el candidato republicano. Obama eligió un lugar simbólico para sus palabras triunfales: el estado donde se realizará la convención republicana el próximo septiembre. El senador por Illinois agradeció a su equipo de campaña, a los voluntarios, y especialmente a su abuela oriunda de Kenia “por hacerme ser el hombre que soy hoy”. También, por supuesto, a los votantes demócratas. “Ustedes eligieron no escuchar las dudas y apostar por el cambio. Marcamos el final de un viaje.”
Con la difusión de los resultados de Dakota del Sur y Montana, la cadena CNN proyectó que Obama había alcanzado la cifra gloriosa: los 2118 delegados que se necesitaban para obtener la nominación. Durante el día, Obama fue acortando la distancia hacia la meta. Cada hora un superdelegado salía a oficializar su apoyo a Obama o a adelantar que lo haría en cuanto se conocieron los resultados de las dos últimas primarias. Uno de ellos fue el ex presidente Jimmy Carter, quien se reunió ayer con Obama para garantizarle en persona su voto como superdelegado.
Un par de horas antes del cierre de los comicios, el senador de Illinois ya había sumado cerca de 30 nuevos superdelegados, lo que lo dejaba a sólo 12 votos de la nominación. Media hora antes del cierre de los comicios en Dakota del Sur, la diferencia se había reducido a apenas cuatro delgados. Sólo Dakota del Sur y Montana, en donde se descontaba su victoria, suman 31 delegados.
Aunque los números, los discursos y los globos estaban listos para coronar a Obama, el equipo de Clinton y la propia candidata se negaban a dar luz verde a los festejos. Ayer a la mañana Terry McAuliffe, el jefe de la campaña de Clinton, rechazó las versiones periodísticas que aseguraban que la ex primera dama estaba lista para bajarse. Según dijo, ella y sus asesores se tomarían los próximos tres días para hacer su último esfuerzo y convencer a los 200 superdelegados que todavía no se han pronunciado. Ayer dirigentes allegados a la senadora, que no quisieron revelar sus nombres, le dijeron al diario The New York Times que Clinton no se convertirá en la pesadilla del partido, arrastrando la pelea electoral hasta la Convención Nacional en agosto próximo, en Denver.
Fue la interna más costosa, más competitiva y más apasionante, en términos de participación, de los últimos tiempos. Pero también dañó la imagen partidaria y perjudicó sus chances de cara a la elección general de noviembre. Fueron sus correligionarios y no los republicanos los que pusieron en el centro del debate la cuestión racial. Tanto las elites universitarias como los electores negros quedaron deslumbrados por la pasión de Obama, su pensamiento y su brillante retórica. Pero para los trabajadores blancos sigue siendo una figura difícil de descifrar. Esto podría ser muy peligroso en los estados oscilantes como Ohio y Pennsylvania, donde McCain descuenta ganar votos con sus antecedentes militares y su historia de héroe de Vietnam.
Más allá de la puesta en escena que mostraron los candidatos, las decisiones de fondo se realizarán detrás de cámara, donde sus asesores ya están armando la coreografía para relanzar la campaña demócrata y reunirse en la Convención de agosto. Ayer se empezaron a ver algunas señales en esta dirección, como la teleconferencia de Clinton ante un grupo de legisladores de Nueva York. La senadora sólo dijo que estaría dispuesta a ir como vice.
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