En los años cuarenta México entra a una nueva etapa al comenzar los movimientos estudiantiles que luchaban en contra de las políticas educativas de las autoridades como fue el intento de clausura del politécnico o el intento de imitar a las universidades estadounidenses con la implantación de sus modelos administrativos, dando como resultado el movimiento por la defensa de las instituciones, como las normales rurales en las que se pretendía eliminar el internado movilizando a más de 120 mil estudiantes comprometidos con la lucha por una educación técnico-popular de acuerdo a las necesidades que tuviera la nación. A finales de la década de los sesenta a la sociedad mexicana se le imponía una doble moral; se prohibía la edición de libros que “ofendieran” las concepciones trasnochadas de políticos, curas y maestros (al extremo de despedir a Arnaldo Orfila de la dirección del Fondo de Cultura Económica por haber editado el libro Los hijos de Sánchez del antropólogo Oscar Lewis). El mismo presidente Díaz Ordas era un anticomunista recalcitrante que gobernaba con arbitrariedad e intolerancia.
Como en otras sociedades, en México la lucha de clases vivía momentos de intensidad y de tragedia: en Morelos se asesinó al líder campesino Rubén Jaramillo y a su familia por órdenes del Presidente López Mateos; la insurgencia obrera y campesina estaba desarticulada por la represión; en las cárceles había numerosos presos políticos como Valentín Campa y Demetrio Vallejo; el ejército era utilizado como instrumento para reprimir las luchas campesinas y las huelgas obreras; la injusticia condujo a levantamientos armados como los dirigidos por los profesores rurales Genaro Vázquez Rojas y Lucio Cabañas Barrientos en el estado de Guerrero. “Se declara la huelga por el comité ejecutivo de la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM, el 24 de julio de 1968 los granaderos invaden la Vocacional 5 después de que junto con alumnos de la Vocacional 2 provocados por las pandillas de los araños y cuidadelos lapidan el edificio de la preparatoria Issac Ochoterena que tiene incorporación a la UNAM”. Eran estos los encabezados que se leían en los diarios del 1968, en donde los granaderos van a provocar a los estudiantes sin imaginar el movimiento que se despertaría.
Virtualmente todas las escuelas públicas de la UNAM, Chapingo, Normal, IPN, y algunas privadas como la Iberoamericana se declaran en huelga; las sociedades de alumnos son rebasadas por los Comités de Lucha a nivel local y el Consejo Nacional de Huelga, integrado por representantes elegidos en cada escuela con la finalidad de orientar las acciones contra del gobierno. En el movimiento estudiantil se sintetiza la lucha de lo nuevo, de una nueva clase política contra la vieja sociedad política que se niega a reformarse y mucho más a morir arrastrando las almas de quienes cayeron en la batalla en pos de un cambio, que son consecuencia de los problemas estructurales en la economía, la falta de libertad política, la existencia de una doble moral enmascarada de hipocresía, la continua represión de un sistema en manos del monopolio mas tradicional y represivo nacido en las entrañas de un partido de traiciones a los principios revolucionarios.
La juventud de finales de los sesenta cargaba bajo sus hombros una enseñanza tradicional fuertemente influenciada por la iglesia a conveniencia del gobierno, para evitar movimientos como el que estaba por despertar. Los jóvenes, con las contradicciones de su entorno, comienzan a reflexionar y cuestionarse el rumbo no sólo de su sociedad sino de la política que se estaba desarrollando en el país. El descubrimiento y comercialización de la píldora anticonceptiva colocó por primera vez a las mujeres en la posibilidad de controlar su cuerpo, de hacer el amor con quien quisieran sin el temor de quedar embarazadas, constituyó una verdadera revolución en las relaciones sociales y en la moral de la época. El rock con representantes como Elvis, Jannis Joplin, los Beatles, los Rolling Stones y los interpretes nacionales se convierten en el himno y bandera de esta explosión contracultural.
En el panorama internacional se tenía un reciente recuerdo de la revolución cubana, el comienzo de la mistificación de Ernesto Che Guevara por su muerte trágica en la aventura boliviana, el repudio a los Estados Unidos por el intervencionismo en Latinoamérica así como en Vietnam, la defensa de la reivindicación de los derechos de los negros a cargo de las Panteras Negras, etc. La tranquilidad de la nación mexicana es interrumpida por las jornadas de lucha estudiantil con manifestaciones, brigadas, mítines relámpagos en los puntos estratégicos de la ciudad como mercados, escuelas, transporte público, fabricas, en las terminales autobuses; esta urbe luce sus paredes y camiones con las consignas del pliego petitorio, apoderándose de la atención de la sociedad por medio de la prensa donde se refleja la lucha entre el gobierno descalificando, amenazando o calumniando a los estudiantes o en muy pocos casos abriendo un foro para la discusión.
La iglesia se alinea con el gobierno condenando a los participantes del movimiento, lo cual era otra forma de mantener el control del pensamiento de los jovenes o de los padres de estos, siendo una forma de dominación en el entorno familiar, puesto que era la iglesia quien determinaba si las conductas eran buenas o malas. En México como en Francia e Italia el movimiento estudiantil tenía como eje motriz la política impugnándole al gobierno su mala forma de actuar frente a la nación y reivindicando una serie de medidas de carácter democrático. El 2 de Octubre de 1968 en Tlatelolco hubo un parteaguas en la historia de los movimientos sociales cuando se tendió una emboscada en contra de quienes el gobierno califico como “enemigos de México” al pretender justificar su proceder. Se calculan 500 los muertos, más de 300 los encarcelados y un número indefinido de desaparecidos, acabando con el sueño de libertad y democracia estudiantil. Esto convierte al hecho en un análisis obligatorio para entender el comportamiento del gobierno y del partido en el poder durante las crisis no solo económicas sino políticas que ha tenido el país.
Otros partidos políticos como el Partido Popular Socialista (PPS) para quienes los estudiantes eran manejados por la extrema izquierda y derecha para desestabilizar al país, afirmando que la CIA azuzaba a los estudiantes para evitar la realización de las olimpiadas, demostrando que se alejaban de la realidad y de los problemas nacionales; el Partido de Acción Nacional (PAN) mantenía la misma posición del gobierno declarando que era inexplicable la etiqueta de comunistas puesta al movimiento estudiantil por lo que se preparaba una represión; el Partido Comunista Mexicano que era clandestino por la negación del registro como organización política, apoyó al movimiento solidarizándose con los estudiantes, captando las nuevas exigencias de la política con la idea de defender dignamente los derechos democráticos del pueblo, y estando en contra de la legalización e instauración de una dictadura reaccionaria.
A juzgar por el contenido y alcance del pliego petitorio, en realidad el movimiento estudiantil era en cierta forma, inofensivo; sólo tenía exigencias relacionadas con las libertades democráticas, su satisfacción no hubiera provocado un mayor problema. Sin embargo, en virtud de que atentaba contra el “sagrado principio de autoridad”, fue enfrentado con la torpeza, a través de la represión policiaca y militar, en vez de buscar una salida política que tanto bien hubiera hecho al país. La lucha por la democracia por parte del movimiento estudiantil es un aviso al gobierno de que su sistema está caduco, que los ideales por los que se luchó en la revolución fueron abandonados para acoger los principios de una élite en el poder, dando muestras de que el país se ha vuelto desigual y lleno de contradicciones; es la lucha del gobierno de Díaz Ordaz vendiendo la imagen no solo a extranjeros sino a los nacionales, de que el progreso y el desarrollo van cambiando a México, con la censura a toda la crítica, contra la resistencia de los jóvenes estudiantes que empezaban a ver los peligros de un gobierno casi absolutista, siendo la figura presidencial intocable e inamovible.
El movimiento estudiantil despertó a la sociedad de un letargo donde sólo se había ocupado de vivir una realidad fantasma en un país en el que nada pasa, a una realidad combativa, enfrentándose a la violencia de un Estado paternalista, combatiendo con el arma más importante que poseía la juventud de esa época que es la imaginación de la cual nos quedan legados como el cancionero del movimiento estudiantil que cumple dos funciones importantes: guardar la historia en su lírica para que las generaciones posteriores conozcan de la realidad que se vivía en aquellos momentos de represión, y ser una memoria a veces dolorosa que ayuda a concientizar a la población en general de la opresión en la que se vive. Las clases en las escuelas fueron sustituidas por un intenso activismo político que duró 160 días de movilizaciones. Al principio los medios de comunicación censuraban todas las noticias, por lo que existía la necesidad de transmitir los hechos de diversas formas ya fuera con boletines repartidos casi en la clandestinidad o haciendo uso de la música mexicana para tener sus propios corridos adaptados a la música de los ya tradicionales, donde se plasma la intensa lucha no solo en los sitios donde se informaba a la gente, o en las manifestaciones, sino también en las escuelas.
La intolerancia del gobierno de Dia Ordaz es la respuesta al conflicto en el que estaba inmerso, justificando la violencia en pos de una imagen de estabilidad en el país, donde la juventud que valía la pena era la que se formaba para ser parte del ejercito mexicano, con los valores mas altos de lealtad, honestidad y patriotismo que se resaltaban al no caer en la provocación de esos que se llamaban estudiantes y que en realidad eran “delincuentes sociales” al perturbar la paz en la que vivía la sociedad. Ante el mundo se intentó justificar la matanza de estudiantes como el único recurso, pues se decía que era imposible dialogar con los jóvenes, pero la sociedad nacional e internacional se dio cuenta de la intolerancia de la clase política en el poder, que por movimiento social veía centros subversivos, de vicios o prostíbulos donde se les atacaba su forma de ejercer el poder desde el punto de vista de los estudiantes, quienes se preparaban para forjar un futuro basado en la democracia, abriendo un camino diferente a las clases sociales del país diciéndoles que su papel no era el de sumisión y de ejercer el papel oficial que dictaba la historia de la revolución, adoptando papeles que denigran y empobrecen más a la población tanto urbana como rural.
La represión como única solución a las exigencias de los movimientos sociales es la característica principal de una clase monopolizadora del poder, un sistema de gobierno que dice estar sustentado en la Revolución Mexicana, que no acepta las criticas que se le hacen, deseando tener las manos libres para hacer del país lo que quiera en materia económica, social y política, sin importarle las consecuencias a la población. La sociedad quedó así con una herida que no termina de sangrar; aun subsiste esa memoria que demuestra la intolerancia del partido en el poder y pone en alerta de lo que puede pasar con otros movimientos, que con ayuda de la prensa son descalificados para que la gente siga creyendo en las verdades mentirosas que responden a los intereses de unos cuantos. Luis Echeverría Alvarez intentó dar a su gobierno un giro distinto al de su antecesor. El homenaje que rindió a los caídos del 2 de octubre durante su campaña en la Universidad de Michoacán, la incorporación de políticos recién egresados de la universidad a su gabinete, la aplicación de una política tendiente a recuperar la legitimidad entre campesinos y sectores medios además de la ampliación sustancial de los recursos destinados a la educación pública y el estímulo al crecimiento de la matrícula en las escuelas públicas, hablan de esa profunda consecuencia del movimiento de 1968.
Sin el movimiento estudiantil de 1968 no sería explicable la reforma política de 1977 con la que el PCM obtuvo su registro electoral, ni tampoco la excarcelación de Valentin Campa y Demetrio Vallejo, ni la incorporación del marxismo a los planteles y programas de estudio de muchas universidades, la derogación de los artículos 145 y 145 bis del Código Penal. El desenlace sangriento del movimiento estudiantil perpretado por el entonces presidente de México, Gustavo Diaz Ordaz, y la brutal represión a la manifestación del 10 de junio de 1971 en la presidencia de Luis Echeverría en virtud de la falta de voluntad por parte del gobierno de la República para emprender los cambios tanto de tipo económico como político, social y cultural ya maduros de la sociedad mexicana, dan lugar a que diversos grupos de estudiantes, profesores universitarios, normalistas y otras personas de la clase media decidan emprender una lucha armada en contra del Estado mexicano.
Mención especial merecen los grupos de liderados por profesores rurales como Genaro Vázquez Rojas y Lucio Cabañas Barrientos, quienes enfrentaban al gobierno con motivaciones locales, pero que expresaban también la asfixia política en la que vivía el país. El gobierno adoptó como estrategia para enfrentar a esos grupos guerrilleros el exterminio físico y la guerra sucia. Este es uno de los periodos más negros que ha vivido el país a consecuencia de las limitaciones e incapacidades de sus elites gobernantes. No es ninguna coincidencia que el comportamiento sea el mismo, porque sigue siendo la misma elite la que monopoliza el gobierno; no hay un cambio dentro de la política centralista, pese a que en experiencias amargas como las del 68 o 71 la represión ha estado presente con el fin de diezmar a los combatientes. En la visión del general Marcelino García Barragán, Secretario de la Defensa del gobierno de Gustavo Díaz Ordas, con la matanza de Tlatelolco se consuma la tercera traición que tiene lugar en el ejército en la historia moderna de México.
En efecto, a través de la Operación Galeana, como se conoce la coordinación de las fuerzas militares en aquel aciago 2 de octubre de 1968, el Batallón Olimpia integrado por miembros del Estado Mayor Presidencial que acudió al mitin vestido de civil abrió fuego contra tres regimientos del ejército mexicano. Este hecho es conocido como la tercera traición dentro del ejército y con ello se inicia la balacera que terminó como agresión criminal en contra de los asistentes al mitin. La primera traición es en Tlaxcalantongo, Puebla, donde es asesinado el presidente Venustiano Carranza; la segunda en Huitzilac donde fueron asesinados los generales Arnulfo R. Gómez y Serrano. El escenario de la tercera traición, la Plaza de las Tres Culturas; la fecha, dos de octubre de 1968; el motivo, la rebeldía y la combatividad por parte del CNH que celebraba un mitin en ese sitio. Las razones tal vez no se sepan nunca, aunque los culpables tengan nombres y apellidos, y la verdad sea un secreto a voces.
Desde el punto de vista del gobierno, la matanza de Tlatelolco era respuesta a la supuesta agresión por parte de los estudiantes, pero en realidad esa era la única forma de controlar a ese sector de la población que se había salido de las estructuras marcadas y determinadas por el Estado, de cómo se tiene que comportar el pueblo. Era la matanza el ejemplo más ilustrativo –aunque él más sangriento- de lo que podía pasarle a toda la nación si levantaba la voz para manifestarse en contra de las políticas instauradas por el gobierno. Pero también dentro del Estado, con uno de sus ejes de poder que es el ejército, internamente se luchaba por alcanzar un mayor poder, y el medio de ganarle al enemigo era eliminarlo. Es así como comienza una de las escenas más dolorosas para la sociedad mexicana.
El 2 de octubre había en la Plaza de Tlatelolco cuatro batallones: uno apostado en la Plaza casi junto a los estudiantes; el otro sobre la avenida Reforma; otro en calles aledañas a la Plaza para formar una tijera para que tomaran prisioneros a los integrantes del Consejo Nacional de Huelga con la orden de no disparar a menos que los estudiantes comenzaran la agresión; pero también se encontraba el Batallón Olimpia vestido de civil pero con la distinción de portar una pañoleta blanca en el brazo o tener un guante blanco. Estos estaban distribuidos como francotiradores por todos lados, dentro de la iglesia, en los edificios, en pasillos, marquesinas, en toda la Unidad Habitacional y sus alrededores. Son estos quienes, cuando cae una luz de bengala, comienzan a disparar, mientras los soldados cuyo General a cargo cae herido responden a esta agresión, quedado los estudiantes del mítin entre dos fuegos. Todos huían, todo era confusión, los mismos soldados detienen a sus compañeros del Batallón Olimpia por andar de civiles, pero estos se logran identificar y continúan sus acciones.
La narrativa mexicana recreó el movimiento estudiantil de manera brillante alcanzando niveles memorables con autores como Luis González de Alba, Elena Poniatowska, Carlos Monsivais, Gustavo Hirales, Carlos Fuentes, Octavio Paz, entre otros. Pero también fue el cine el que lo hizo con trabajos de Leobardo López y su cinta El Grito, así como El Apando, Rojo Amanecer, y Canoa donde son abordados los trágicos sucesos con el rechazo de la gente de provincia influida por la iglesia que lleva al pueblo a masacrar a estudiantes. Asímismo es importante el reciente documental elaborado por la productora Canal 6 de julio, denominado Operación Galeana.
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