Cada uno de estos conceptos intenta dar cuenta de las tendencias de socialidad en las comunidades contemporáneas. En esta entrega se busca abordar el tema del tribalismo de manera más detallada, ejemplificando el concepto con el fenómeno de las llamadas “tribus urbanas”. Para ello nos remitiremos al artículo de Michel Maffesoli titulado “Tribalismo posmoderno. De la identidad a las identificaciones”. Para abordar el tema de las tribus urbanas abordaremos los siguientes textos: Feixa, C. De jóvenes, bandas y tribus; Oriol Costa, P., Pérez Tornero, J.M., Tropea, F., Tribus Urbanas (el ansia de identidad juvenil: entre el culto a la imagen y la autoafirmación a través de la violencia); Chihu Amparán, A., (coord) Sociología de la Identidad [la bibliografía completa de estos textos se indica al final].
Tribalismo
El tribalismo es, según Maffesoli, un fenómeno cultural. Esto quiere decir que se trata de un movimiento de amplio espectro que inunda todos los ámbitos de la vida social (política, filosofía, religión, economía, artes, costumbres, lenguaje, modas, patrones de conducta…etc) y que, a su vez, se influenciado por todos ellos. El tribalismo está enclavado dentro de los procesos de la posmodernidadDefinir la posmodernidad o, como muchos pensadores prefieren llamarla, la “condición” posmoderna, nos llevaría un trabajo aparte (nada sencillo, por cierto).
Pero podemos decir, grosso modo, que la posmodernidad es una época que inicia aproximadamente a mediados del siglo XIX, con la caída de los grandes paradigmas de pensamiento, racionalistas, universalistas y fundacionistas. Los mitos únicos o dominantes de la filosofía, la religión y la ciencia, se dispersan en multitud de mitos, de verdades y concepciones posibles del mundo. La experiencia del hombre se transforma radicalmente y con ello, las maneras en las que los hombres se piensan y configuran a sí y a sus sociedades. Pues bien, el tribalismo, para Maffesoli, es la expresión social dominante de las sociedades posmodernas. Es decir, las sociedades actuales tienden al tribalismo.
Pero, ¿qué es exactamente el tribalismo?, ¿cuáles son sus rasgos característicos?, ¿cuál es su lógica? En una entrega anterior enumeramos las características del tribalismo de Maffesoli, según él mismo lo hiciera en su texto Tiempo de las tribus. Para no repetirnos, ahora daremos la definición que Maffesoli maneja en el artículo que aquí tomamos como referencia: “El tribalismo es un fenómeno cultural, antes que político, económico o social. Es una auténtica revolución espiritual; es una revolución de los sentimientos que pone énfasis en la alegría de la vida primitiva, de la vida nativa. Es una revolución que exacerba lo fundamental, lo estructural, lo primordial del arcaísmo.
Cabe admitir que todo ello se aleja mucho de los valores universalistas o racionalistas que caracterizan a los detentores de los poderes actuales”. (Maffesoli, 2002. Pág. 227-228) El tribalismo es, pues, una revolución. ¿Contra qué se levanta esta revolución? Contra la antigua lógica que regía el mundo de las ideas y que justificaba ciertas prácticas de dominio entre los hombres: la lógica del principio de la identidad. Maffesoli opone la lógica regida por dicho principio a la lógica del tribalismo, que es la lógica regida por el “principio de Eros”. (Ibid., pág. 227).
La lógica del principio de identidad podemos entenderla como aquel discurso que, en todos los ámbitos del saber y del hacer humanos, tiende a la unidad de lo múltiple en Uno. Y ese Uno es idéntico consigo mismo. ¿Qué quiere decir esto? Que según los antiguos paradigmas de pensamiento (anteriores a la posmodernidad), las cosas del mundo, incluidos los hombres dentro de él, podían ser comprendidos y aprehendidos desde una idea (única, uniforme, fundamento de sí misma que funda a su vez todo lo demás) que los abarcaba a todos. Dios tuvo su momento. Todas las cosas se reducían finalmente a él.
La naturaleza y el hombre tomaron después, respectivamente, el lugar de Dios. La lógica del principio de identidad puede ser concebida también, según lo explica el mismo Maffesoli, como una ontología sustancialista, que pone a la base de sus consideraciones un elemento como conformador y ordenador de la realidad, llámese el hombre, el Estado, la ley…etc. (Cfr. Maffesoli, 2002, pág. 237) Cuando la sustancia hombre tomó el lugar del fundamento, del origen de toda verdad, se forjó al individuo moderno, el individuo autónomo que adquiere su fisonomía más clara con el ego cogito cartesiano. Un sujeto capaz de todo con el sólo poder de su razón. En lo político, éste hombre, este individuo clama por su libertad.
Es el siglo XVIII y sus revoluciones burguesas liberales, dentro de cuyo estrépito se forjan las ideas políticas más aplaudidas de las sociedades actuales: libertad, igualdad, contrato social, soberanía, autonomía, democracia, república, estado de derecho…etc. Las sociedades construidas por esos hombres son precisamente aquellas contra las cuales se dirige la nueva lógica, la lógica que sigue el tribalismo. Para Maffesoli, las sociedades y las formas societales de tipo moderno –con los individuos autónomos como elementos constitutivos de las mismas-, han llegado al hartazgo de sí, están profundamente aburridas. En el seno de dichas sociedades ha sucedido un fenómeno que aún hace falta pensar, y del que no todo está dicho todavía: las sociedad actuales, posmodernas, viven un regreso a las formas arcaicas de cultura. Para Maffesoli, el regreso al arcaísmo es precisamente un signo preclaro de la posmodernidad.
Sin embargo, para él este regreso a formas primitivas de cultura no es algo necesariamente negativo. Por el contrario, dicho regreso puede significar para las sociedades actuales un proceso de revitalización, de gestación de nuevas formas de vínculos entre los hombres; el regreso a las formas arcaicas de cultura puede significar para las sociedades actuales, posmodernas, un momento ético. Las sociedades actuales llegaron a un punto límite de asepsia, de desprecio por lo que de animal hay en el hombre. Las ideas paradigmática de los siglos anteriores y, podríamos decir, toda la filosofía dominante al menos hasta Hegel, desprecio profundamente todo rasgo lúdico, sensual, salvaje. Condenó como “irracional”, como “incivilizado” todo aquello que no se ajustaba a los estándares de su cultura.
El resultado fue, en términos nietzscheanos, el dominio de Apolo sobre Dionisos; el triunfo de la racionalidad, del logos universalista y racionalista sobre los aspectos lúdicos, vitales, arcaicos del hombre. Pues bien, la posmodernidad con su tendencia hacia los arcaísmos, ha despertado el fenómeno tribal como forma dominante de asociación entre los hombres. El tribalismo es una respuesta a las formas de socialidad impuesta por los viejos paradigmas. Las sociedades del individuo moderno son sociedades individualistas, aislantes, segregativas. Los individuos reprimen su deseo de fundirse con otros sujetos, reprimen sus tendencias lúdicas y dionisíacas. Pero no más. O al menos eso es lo que Maffesoli no sólo pronostica, sino observa en las sociedades de todo el orbe.
Se trata, en otros términos, del enfrentamiento –un enfrentamiento que por cierto siempre ha existido y funciona siempre- entre el poder instituido y el poder instituyente. (Cfr. Maffesoli, 2002, pág. 223) El primero está constituido por una minoría, la élite que impone o trata de imponer sus formas de cultura; el segundo por la mayoría, que construye de manera paralela nuevas formas de cultura que eventualmente se tocan con las del poder instituido. El tribalismo pertenece a esta última forma de poder. Muchos no pueden concebir que las tendencias arcaicas –el tribalismo entre ellas- se apoderen de las sociedades, bien o por temor o por miopía, según se queja Maffesoli.
Los que siguen pensando que el individualismo la forma de socialidad dominante de las sociedades posmodernas no hacen sino enfatizar el abismo existente entre la realidad y sus estudiosos de élite, encerrados, dice, en sus gabinetes universitarios. El tribalismo posee aspectos “arcaicos” y “juveniles” (Cfr. Maffesoli, 2002, pág. 226). Además, posee una “dimensión comunitaria” que “pone en evidencia la saturación del concepto de individuo, así como de la lógica de identidad”. (Maffesoli, pág. 226). Se trata de un verdadero cambio de paradigma, de una revolución cultural. Su envergadura, parece querernos decir Maffesoli, es comparable a la que sobrevendría al triunfo cultural de Dionisos sobre Apolo [1]. (Cfr. Maffesoli, 2002, pág. 227).
Dentro de las formas de sociedad tribales se privilegia estructuras horizontales y fraternales de poder, frente a las estructuras verticales y patriarcales que predominan en las sociedades individualistas modernas (Cfr. Maffesoli, 2002, pág. 230). Dichas estructuras horizontales son “causa y efecto” de lo que Maffesoli llama la “erótica social” (Maffesoli, 2002, pág. 239). Hay un despertar de la vitalidad, de los impulsos lúdicos, sexuales, comunitarios primitivos. El tribalismo posmoderno se caracteriza también por la anomia (a = sin; nomos= ley; carencia de ley), la espontaneidad, el deprecio por el futuro, el goce inmediato y el disfrute del presente. Hay algo que es característico del tribalismo posmoderno como vuelta de lo arcaico: se busca la “pérdida de sí en el otro”.
Es decir, los individuos posmodernos hartos de la asepsia a la que sus sociedades los han limitado, hartos del aislamiento, de la falta de contacto, buscan ahora fundirse con los demás de diversas formas. Puede ser a través del contacto físico, sexual. A través de la identificación como grupo mediante ciertos atavíos, conductas… etc. Esta pérdida de sí en el otro puede entenderse también, y así la entiende el propio Maffesoli, como una añoranza de fusión preindividual. Un retorno a la infancia o a los aspectos juveniles de la vida, anteriores quizá a la conformación del individuo psicológico. Ciertamente hay en el individuo tribal posmoderno, que Mafesoli llama el “niño eterno” (puer aeternus), cierta inmoralidad.
Pero para Maffesoli esta inmoralidad sólo es tal si se la mira con los viejos cristales de las ideas modernas. La “inmoralidad” del individuo tribal posmoderno puede originar precisamente nuevas formas de vinculación con los otros que resulten éticas en un mayor grado al logrado por las antiguas sociedades. Puede lograr un verdadero acercamiento al otro, sea el otro-naturaleza, o el otro-hombre. Por ello, Maffesoli descubre en el ecologismo actual una forma en la que las tendencias tribales de los individuos y sus sociedades se manifiestan. Pero hemos hablado de “individuo” tribal posmoderno. Permítasenos corregir: Maffesoli ya no habla de individuos, sino de “personas”. Ser persona es representar un rol, y no una esencia o una sustancia. Ser persona y no sólo individuo es un rasgo característico de los miembros de la tribu posmoderna.
El tribalismo también: “Se trata pues, con las correspondientes consecuencias sociológicas que ello conlleva, de un desplazamiento que va del individuo con una identidad estable, que ejerce su función dentro de conjuntos contractuales, hacia la persona, con identificaciones múltiples, que desempeña papeles es tribus determinadas por sus elementos afectivos”. (Maffesoli, 2002, pág. 238) Algo que es importante resaltar es que el tribalismo posmoderno implica en él al nomadismo. El nomadismo es “el rechazo a la asignación de residencia”, pero también el rechazo a las “identidades únicas”. “Las generaciones jóvenes de dispersas partes del mundo tienden a preferir la errancia a diferentes niveles: en las elecciones de pareja, en las elecciones de trabajo, en la elección de habitación”. (Maffesoli, 2002, pág. 249). Hay un vínculo entre tribalismo, nomadismo y Dionisos, según Maffesoli. El vínculo consiste en que los tres “son anómicos y ponen énfasis en el aspecto pagano, lúdico y desordenado, de la existencia”. (Maffesoli, 2002, pág. 232)
Tribus Urbanas
Es dentro del contexto teórico del tribalismo de Michel Maffesoli que abordaremos la temática de las “tribus urbanas”. Desde luego la aproximación entre estos dos conceptos con es nueva y ha sido ya muy trabajada. Cabe resaltar que muchos de los investigadores que se han dedicado al estudio del fenómeno de de las tribus urbanas parten explícitamente de las tesis expuestas por Maffesoli en sus investigaciones. Dice Maffesoli: “[…] las tribus urbanas subrayan la urgencia de una sociedad empática, donde las emociones y los estados afectivos elementales sean compartidos”. (Maffesoli, 2002, pág. 233)
Pero, ¿qué es una tribu urbana? Según Oriol, Pérez y Tropea, “tribus urbanas” son “agrupaciones de jóvenes y adolescentes, que se visten de modo parecido y llamativo, siguen hábitos comunes y se hacen visibles, sobre todo en las grandes ciudades” [2]. Las tribus urbanas están conformadas mayoritariamente de jóvenes y adolescentes, ésa es una de las características centrales de dicho fenómeno. El papel de la juventud, su concepto mismo, ha cambiado con el tiempo. Explica Carlos Feixa: “Si la adolescencia fue descubierta a finales del siglo XIX, y se democratizó en la primera mitad del XX, la segunda mitad del siglo ha presenciado la irrupción de la juventud, ya no como sujeto pasivo, sino como actor protagonista en la escena pública”. (Feixa, 1999, pág. 41) La crisis de posguerra (desde la Primera Guerra Mundial) con su caída estrepitosa de todos los valores tradicionales de Occidente, significó también una crisis de la autoridad patriarcal. “[…] la crisis de la autoridad patriarcal conllevó una rápida ampliación de la esferas de la libertad juvenil: la <> era una revuelta contra todas las formas de autoritarismo” (Feixa, 1999, pág. 43).
Los jóvenes buscaron voluntariamente y con una rebeldía conciente, un espacio exterior a las instituciones y al discurso oficial. La juventud dejó de ser vista como grupo social “políticamente pasivo y dócil” (Feixa, 1999, pág. 41), y se politizó. Muchos movimientos sociales revolucionarios fueron expresamente convocados y encabezados por jóvenes, en su mayoría estudiantes. La configuración de la juventud como grupo social participativo, conciente y autoconciente de su poder y de su rol dentro de las sociedades posmodernas, fue gestando cultura: cultura juvenil. “En un sentido amplio, las culturas juveniles se refieren a la manera en que las experiencias sociales de los jóvenes son expresadas colectivamente mediante la construcción de estilos de vida distintivos, localizados fundamentalmente en el tiempo libre, o en espacios intersticiales de la vida institucional”. (Feixa, 1999, pág. 84)
A ello también coadyuvó, nos explica Feixa, el nacimiento del teenage market. Éste, “ofreció por primera vez un espacio de consumo específicamente destinado a los jóvenes, que se habían convertido en un grupo con creciente capacidad adquisitiva”. (Feixa, 1999, pág. 43). La cultura joven o juvenil se vio ampliada en sus alcances a través de los mass media, “que hacía que los jóvenes empezaran a identificarse más con sus coetáneos que con los miembros de su clase o etnia”. (Feixa, 1999, pág. 43). La aparición de una “cultura juvenil” no hacía sino hacer eco de la tendencia creciente de la juvenilización de la sociedad. (Cfr. Feixa, 1999, pág. 42). Esta observación, que Feixa retoma de un trabajo de José Luis Aranguren (1961), es perfectamente compatible con las observaciones hechas por Michel Maffesoli, quien, como ya hemos apuntado, observa en la tendencia social tribal posmoderna elementos arcaicos y “juveniles”.
A diferencia de la cultura hegemónica, institucionalizada y regulada por el Estado, las culturas juveniles –caracterizadas por la heterogeneidad-, se originan la mayoría de las veces al margen de la oficialidad cultural, en las capas sociales no pertenecientes a la élite social (algunos autores no están de acuerdo con esto, y creen que la razón de la preeminencia de miembros de capas sociales más bajas en las agrupaciones neotribales urbanas se debe tan sólo al hecho de que dichos grupos son más numerosos en las sociedades. Cfr. Oriol, Pérez y Tropea, 1996, pág. 34). Se trata de culturas subalternas. (Cfr., Feixe, 199, pág. 85). Muchos prefieren llamarlas culturas alternativas o “contracultura”, por tratarse de movimientos culturales cuya envergadura e influencia es de magnitud tal que efectivamente representan una forma de oposición a la cultura dominante.
Las culturas juveniles se relacionan con elementos como el género, el territorio, la etnia, la clase social, la generación, el estilo. (Cfr. Feixa, 1999, pp. 88-97). Al producir precisamente “cultura”, generan una imagen propia del mundo, una manera de acercarse a los demás, un lenguaje, símbolos, vestimenta, hábitos, música e imágenes, literatura. Generan un discurso desde el cual configuran la experiencia del mundo circundante y desde el que se interpretan. Las tribus urbanas son parte de la cultura juvenil. Son la expresión del fenómeno neotribal posmoderno en la juventud. Esta neotribalización juvenil “Se presenta como una respuesta, social y simbólica, frente a la excesiva racionalidad burocrática de la vida actual, al asilamiento individualista a que nos someten las grandes ciudades, y a la frialdad de una sociedad extremadamente competitiva”. (Oriol, Pérez y Tropea, 1996, pág. 13).
La gran profusión de tribus urbanas en la actualidad sería un ejemplo, en general, de neotribalización de las sociedades, diagnosticada por Maffesoli. Las características tribales conceptuadas por Maffesoli, son las mismas que las tribus urbanas actuales poseen. Algunos rasgos compartidos por las todas las tribus urbanas son: gusto por el disfraz, vitalismo rebelde y marginación deseada del grupo social más amplio. (Oriol, Pérez y Tropea, 1996, pág. 27). Además, y lo que es típico del tribalismo de Maffesoli, en las tribus urbanas los miembros de las mismas “hacen proclamación expresa del sentido comunitario y grupal por encima de lo individual”. (Oriol, Pérez y Tropea, 1996, pág. 27).
Las tribus urbanas, como toda forma de organización tribal, “potencia[n] las pulsiones gregarias y asociativas del sujeto […], [d]efienden presuntos intereses comunes […] y estrechan vínculos gregarios basados en valores específicos”. (Oriol, Pérez y Tropea, 1996, pág. 27). Correspondiéndose con las tendencias dominantes del tribalismo posmoderno observado por Maffesoli en las sociedades actuales, en las tribus urbanas –según Oriol, Pérez y tropea (1996, pág.34) -, hay tres valores específicos: a) afirmación del yo, en y con el grupo b) defensa de valores y territorios propios y exclusivos A través de la constitución y pertenencia a una tribu, la persona construye identidad. Además, “Los elementos tribales son un oportunidad para provocar o distanciarse de las instituciones, tanto como un mecanismo a través de del cual crear una nueva socialidad”. (Oriol, Pérez Tornero y Tropea, 1996, pág. 11).
Los miembros de las tribus urbanas presentan ciertos intereses comunes que están dispuestos a defender frente a imposiciones o represiones externas. Desarrollan una conciencia de grupo que les permite configurar un sentido de pertenencia. Frente a las formas oficiales e instituidas de socialidad, el neotribalismo de las tribus urbanas busca el contacto y la fusión, la identificación entre sus miembros. Se trata de un espacio de pertenencia, donde se juega un rol, donde se tiene un papel que desempeñar. Otra característica que los autores observan dentro del orden de las tribus urbanas es que son “profundamente interclasistas”. Aunque la neotribalización juvenil, dicen, no existe al margen de las diferencias de clases, su “dinámica básica” no se encuentra en la división, sino en la “comunicabilidad entre clases y grupos”. (Oriol, Pérez Tornero y Tropea, 1996, pág. 37).
Esto concuerda con la tendencia gregaria y fraternal de la que habla Maffesoli; con la suplantación de las estructuras verticales por las horizontales de poder. Al interior de muchas tribus urbanas, la tacticidad de las experiencias, las reuniones masivas lúdicas y de fusión interpersonal son frecuentes y características (Cfr. Oriol, Pérez Tornero y Tropea, 1996, pág. 46). La importancia de la apariencia, la libre elección del rol jugado y hasta el cambio permanente de tribu, son todos elementos propios del tribalismo posmoderno. Cobra especial importancia la apariencia el atavío, la conducta y lenguaje corporal. Una tribu urbana “se construye como un conjunto de reglas específicas” (Oriol, Pérez Tornero y Tropea, 1996, pág.91), configura una imagen del mundo y una experiencia del mundo desde y con la cual sus miembros dotan de algún sentido la realidad circundante.
Las tribus urbanas representas espacios en rebeldía respecto de las normas oficiales de conducta y de las formas de cultura establecidas. Buscan, conciente o inconscientemente, ser un espacio para lo anormal. Constituyen un factor potencial de agitación social, por lo que ponen muy de nervios a las autoridades. Por ello, los miembros de las tribus urbanas y las formas de cultura alternativa que desarrollan al interior de sus sociedades, han sido perseguidas, marginadas, reprimidas y hasta violentadas. El mundo adulto, el mundo inmerso en el discurso oficial, institucionalizado, ordenado, “normal”, condena dichos movimientos contraculturales regularmente. Originalmente, las tribus urbanas se gestaban al margen de la oficialidad. Sin embargo, los medios masivos de comunicación, al servicio de dicha oficialidad, se apoderan poco a poco de la formas de cultura alternativa de las tribus urbanas, transformándolas en objetos de consumo a disposición de todos aquellos en buscan de una identidad en el mercado.
La rebeldía contenida en su origen se mediatiza y pervierte en objeto consumo. Pero la cultura juvenil también se sirvió de los medios masivos para constituirse como movimiento de amplio alcance internacional. “[…] os medios son los difusores básicos de modelos de conducta y valores en nuestra sociedad […] encuentran en las tribus un objeto noticioso […]”. (Oriol, Pérez Tornero y Tropea, 1996, pág. 14). Al capturar su estilo, su apariencia, su lenguaje, su música, los medios introducen las culturas alternativas generadas al interior de las tribus urbanas (o bien, conformadoras de las tribus urbanas. El proceso es recíproco) al discurso de la cultura dominante. Lo que se logra con ello es la neutralización de los elementos contestatarios de dichas culturas alternas.
La contracultura, paradójicamente, se convierte en un moda, desprovista de cualquier impulso de cambio u objeción contra el statu quo. Los jóvenes son captados por dichas modas, vendidas como contracultura, pero en realidad ya descarnada de sus contenidos más interesantes y rebeldes. Ahora bien, no toda forma neotribal (tribal posmoderna) de organización o vinculación social constituye una tribu urbana. Como su nombre lo indica, la tribu urbana se genera en las ciudades, aunque después su alcance e influencia se vea extendida incluso al ámbito rural (adquiriendo en este medio rasgos específicos y adaptándose a la vida juvenil de maneras muy diferentes a como lo hace en la urbe).
Las tribus urbanas son parte de la cultura juvenil, y generan cultura musical, literaria, política….. Crean movimientos contraculturales a veces de gran importancia. Sin embargo, es también un fenómenos notorio el hecho de que la mayoría de sus miembros, al crecer y entrar a la “vida adulta”, se instalan dentro de una vida “normal”, y son captados por los sistemas de vida regulados de las sociedades. Pero no todas las formas neotribales de asociación juvenil llevan implicados aspectos positivos o contestatarios. El porrismo –fenómeno cada vez más violento en las instancias de educación media superior en México, como la UNAM y el IPN-, es un claro ejemplo de organización neotribal que, sin embargo, no constituye una tribu urbana, no genera cultura, y no está conformado por elementos contestatarios.
El porrismo está, aunque la mayoría de sus miembros ni siquiera lo sepan - al servicio del discurso oficial. Son tolerados por las autoridades porque sirven como medio de represión y hostigamiento contra grupos estudiantiles politizados y activos (entre otras cosas). Pero éste no es lugar para ahondar en tan vergonzoso y nefasto fenómeno. No ha sido nuestro interés aquí estudiar el fenómeno de las tribus urbanas en específico, retomando a ésta o aquella “tribu”. Tampoco hemos querido reducir el rico espectro de movimiento y efervescencia juvenil al estudio de la “juventud” desde algún punto de vista en específico (sea sociológico, antropológico, psicológico…etc.), o al estudio del tribalismo, tal y como Maffesoli lo ha conceptuado en sus diversos elementos.
* Ximena Franco Guzmán , Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM)
Referencias bibliográficas:
Maffesoli, M. [2002] “Tribalismo posmoderno. De la identidad a las identificaciones”, en Chihu, Aquiles (coord). Sociología de la identidad. UAM Iztapalapa/Porrúa, México, 2002.
El tiempo de las tribus. El ocaso del individualismo en las sociedades posmodernas. S.XXI, México, 2001
Bauman, Z. La sociedad Individualizada. Cátedra, Madrid, 2001.
Costa, P., Pérez T., José M., Tropea, Fabio. [1996] Tribus urbanas. El ansia de identidad juvenil: entre el culto a la imagen y la autoafirmación a través de la violencia. Paidós, Barcelona, 1996.
Feixa, Carles. [1999] De jóvenes, bandas y tribus. Ariel, Barcelona, 1999. Hay un texto ameno y bien documentado sobre la contracultura urbana en México: Agustín, José. La contracultura en México (La historia y le significado de los rebeldes sin causa, los jipitecas, los punks y las bandas). Grijalbo, México, 1996.
Hola, estudio la carrera de arquitectura y me tengo una exposicion, mi tema a exponer es "tendencias urbanas actuales" y la unidad se llama "Supramodernidad", no encuentro informacion sobre este tema, si no es mucho pedir me puedes ayudar para saber como buscar mi tema a exponer, te lo agradeceri mucho, gracias por tu tiempo que tengas un buen dia.
ResponderEliminargracias por publicar estos temas que son de interes. me podrian enviar mas informacion sobre los emo. mi correo es: princesa4131@hotmail.com
ResponderEliminarexcelente ensayo
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