18 de junio de 2008

EL MOVIMIENTO ESTUDIANTIL: AMENAZAS Y DESAFIOS, E. Aquevedo


Los estudiantes secundarios y universitarios que continúan movilizados contra la LGE y por avanzar hacias cambios de fondo en la educación chilena, han reforzado su movilización en estas semanas, pero al mismo tiempo comienzan a enfrentar una resistencia política y mediática cada vez mejor orquestada y organizada. La ministra ya demanda detener la movilización, pidiendo que se confíe en el parlamento para introducir modificaciones cosméticas, y José J. Brunner hace el mismo llamado, porque a su juicio seria "absurdo no respetar los acuerdos logrados a fines del 2007 entre la Alianza y la Concertación". Al mismo tiempo, el ministro Vidal se molesta que estudiantes protesten y manifiesten en las calles y sobre todo dentro de la Moneda, como si el propio gobiernos y carabineros reprimieran con respeto y cortesía, y más aún como si los más imprtantes logros en este país no se hubiesen conseguido sin movilizacíon, protestas y luchas sociales.

El grueso de los medios de comunicación inician igualmente una campaña para desmovilizar o dividir. Los estudiantes mejor informados comienzan seguramente a percibir que ese frente anti-estudiantil inicia su movilización, con todos los medios a su alcance, y que estos medios son cuantiosos. Nuevas maniobras políticas, nuevas negociaciones entre gobierno y derecha, operaciones represivas para amedrentar a los estudiantes, aumento de las presiones del gobiernos a los sostenedores de colegios, y de éstos en contra de padres y estudiantes, etc. Ningún medio se escatimara sin duda para frenar o dividir y desmovilizar.

Las protestas y movilizaciones constantes y masivas, este año y los anteriores, de estudiantes, docentes y trabajadores del país,
parecen secundarias e incluso despreciables para la derecha y para sectores importantes del gobierno; lo decisivo para ellos es salvar y proteger como sea un modelo educacional que cuenta con poderosos apoyos en esos sectores, por la muy simple razón de que es funcional a los intereses de los grupos dominantes en este país. Hay un detalle que ya parece evidenciarse: a esta altura, sobre la base de maniobras políticas diversas y represión creciente, el nivel de apoyo de los padres y apoderados a los estudiantes secundarios en particular es menor al del 2006, y, como consecuencia, la campaña que viene, probablemente lo transformara crecientemente en presión familiar contra los estudiantes moviliados. La contra-ofensiva ya en marcha del campo conservador quizás debiera conducir a los estudiantes a reflexionar sobre la táctica a seguir, a partir de cuatro datos básicos.

Primero, que la relación de fuerzas es aún claramente desfavorable para una "victoria decisiva" de los estudiantes en esta coyuntura, y que lo que corresponde es antes que nada "evitar una derrota". Segundo, que los tiempos están corriendo ya en contra de la movilización, con riesgos de desgaste, de debilitamiento progresivo del contingente movilizado, de alargues de semestre o peor aún si el movimiento se prolonga excesivamente, sin desembocar en logros importantes, aunque es evidente de todos modos que "la guerra" no pueda ser ganada en el corto plazo. Tercero, que la estrategia de marchas y tomas tiene limites (en efecto, todo tiene "flujos y reflujos"), y lo peor seria para los estudiantes que el reflujo que vendrá, con la ayuda de la mencionada contra-ofensiva conservadora y con apoyo o complicidad del Gobierno para desmovilizar o dividir al movimiento, disloque la organización estudiantil y su lucha sin alcanzar logros significativos (en Valdivia, Concepción y en algunas universidades de Santiago, como la Usach, ese proceso de repliegue ya comenzó, incluyendo los desalojos violentos de esas universidades en los últimos días). Y cuarto, los estudiantes debieran reflexionar en que, sin afianzar una alianza con los sectores mas amplios de docentes, universitarios o secundarios, el aislamiento y el debilitamiento progresivo del movimiento puede comenzar a manifestarse antes de lo imaginable.

En consecuencia, lo inteligente quizás sería considerar esos datos de la realidad, y que por lo demás forman parte de la experiencia y lecciones del movimiento estudiantil. Una vía consistente de reorientar la lucha, al menos en las universidades, podría ser concentrar fuerzas en un objetivo concreto: promover rápidamente claustros triestamentales, exclusivamente destinados a discutir sobre la realidad de la educación chilena, y lograr resoluciones en favor de los grandes objetivos del movimiento, que se podría traducir en la lucha por una nueva Reforma Universitaria, que en alguna medida siga la senda de las reformas de los años 20 o 60, como lo proclamaron ya los universitarios del continente reunidos recientemente en Colombia, en el marco de la Conferencia Regional de Educación Superior, CRES 2008
. Ese objetivo podría motivar un trabajo conjunto de mediano y largo plazo entre estudiantes y amplios sectores de académicos, que se identifican con ese mismo objetivo central. Ello implica, para restablecer un vínculo adecuado con los docentes, bajar las tomas y volcarse a un trabajo de reflexión y de construcción de una plataforma sólida que permita continuar la lucha por otros medios, creando conciencia y organizando y acumulando fuerzas para potenciar nuevas moviliaciones en el mediano plazo. Con una orientación de ese carácter podría lograrse dar un cauce realista y ambicioso al movimiento, revitalizandolo con el debate, la reflexión y la clarificación de objetivos, y se evitaría entrar en "el callejón sin salida" a que quieren conducirlo los generales del conservadurismo.

Mientras tanto, no olvidemos las grandes coordenadas en que se inscribe el movimiento actual, y los desafíos que debe enfrentar. Eso es lo que queremos subrayar a continuación.

El poder que se opone a la reforma

Lo que debemos subrayar de partida es que, en este caso como en otros, las soluciones y transformaciones que requiere la educación nacional nunca vendrán de la pura inercia o de iniciativas gubernamentales, prisioneras de todo tipo de "amarres" y obstáculos, empezando por estructuras y políticas impuestas por la dictadura, y posteriormente por visiones mercantilistas ancladas tanto en sectores decisivos de la Concertación como, prácticamente, en el conjunto de la oposición de derecha que simplemente busca perpetuar la obra del régimen militar en este aspecto decisivo. Nadie ignora por lo demás que, detrás de esa derecha política, se encubren poderosos grupos económicos, los mas importantes del país, y fuerzas ideológico-religiosas orgánicamente vinculadas a dichos grupos, como el Opus Dei y los Legionarios de Cristo. Estos conglomerados socio-económicos e ideológicos son, por lo demás, el centro del verdadero poder en Chile, con evidentes influencias transversales tanto en la Concertación como, principalmente, en la derecha tradicional expresada a través de la Alianza.

Es el mismo poder real que impuso recientemente su dictado en el TC en el caso de la “píldora del día después”, a través de sus representantes o redes internas. Pero esa era una batalla secundaria, en comparación con lo que ahora está en juego en el campo de la educación chilena. En este último, es auténticamente el futuro del país y de la sociedad chilena lo que debe decidirse, comenzando por la conformación de las elites dirigentes de la sociedad para las próximas décadas. Por ello es que esta batalla sólo está comenzando y que serán necesarios muchos combates antes que el problema quede resuelto. Lo más problemático es que, como dijo Churchill durante la segunda guerra, “los que deben ganarla (la guerra), aun la están perdiendo”. La derecha chilena tiene en efecto hasta ahora el control de la situación, mediante reformas y leyes impuestas bajo la dictadura, en virtud de las cuales se privatizó gran parte del sistema educacional, y su mercantilización continuó reproduciéndose y ampliándose bajo los gobiernos de la Concertación en cuyo seno la ideología neoliberal se instaló con fuerza, pero no de manera homogénea y las contradicciones en este plano seguirán manifestándose en el proceso en curso. Pero lo más decisivo, y que puede cambiar la relación de fuerzas a favor de un gran cambio del sistema educacional chileno, es la fuerza creciente del movimiento estudiantil. Este es el nuevo actor que emerge y que se construye día a día, y que no cesa de perturbar el statu quo. Esto es lo que ocasiona la inquietud mayor del bloque conservador representado por la Alianza, y lo que agudiza las incoherencias y conflictos dentro de la Concertación.

La experiencia está del lado de los estudiantes....

Porque si la experiencia histórica demuestra algo indesmentible en este plano, en efecto, es que sólo de la movilización estudiantil persistente, constante, inteligente, crítica y propositiva, aunque sea con altos y bajos, podrá nacer la fuerza y la energía necesarias para modificar el inmovilismo, el conservadurismo o el conformismo de las fuerzas dominantes. Así quedó ya en evidencia desde el "grito de Córdoba" en 1918, que recorrió durante las décadas siguientes a las sociedades latinoamericanas, introduciendo cambios democratizadores de gran envergadura en los sistemas educacionales en un gran número de países. También quedó en evidenció esa lección histórica con la potente movilización de la juventud, de los estudiantes y trabajadores que se expresaron notoriamente en el "mayo francés", en 1968, así como en muchos otros países de Europa y de América del norte y del sur, con reformas pero también con costos brutales (en México, con la masacre de Tlatelolco el 2 de octubre de 1968, que se saldó con el asesinato de aproximadamente 500 estudiantes), o con nuevos movimientos menos confrontacionales en EE.UU. (Berkeley, en especial), o más masivos y profundos más al sur, especialmente en Argentina, Brasil y Chile en esos mismos años. En Chile, en particular, ello se manifestó, desde 1968, cuando los estudiantes universitarios de todo el país, especialmente en Santiago, Concepción y Valparaíso, se alzaron contra un sistema absolutamente anacrónico, imponiendo una profunda reforma universitaria democratizadora y participativa, que sólo la dictadura de Pinochet logró revertir. En todos estos movimientos de reforma, que cambiaron buena parte de las sociedades en que tuvieron lugar, nada cayó del cielo, y menos de la iniciativa de las clases dominantes o de los gobiernos de turno. La fuerza transformadora surgió del movimiento estudiantil, en alianza con sectores asalariados importantes (docentes, trabajadores de diferentes sectores), y apoyados posteriormente por sectores políticos progresistas o de izquierda.

En definitiva, del estudiantado y de su movilización depende también en el Chile de hoy que se erosione el conservadurismo mercantilista heredado de la dictadura, que quede aún más de manifiesto para todos que la vía mercantil en educación no es sustentable, ni en el mediano ni en el largo plazo, y que al contrario ella conduce inevitablemente a reproducir y profundizar las grandes precariedades del sistema educacional existente, así como las ya excesivas desigualdades y exclusiones sociales de hoy. De la fuerza y persistencia de la movilización estudiantil en curso, independientemente de sus normales flujos y reflujos, dependerá igualmente que se sumen nuevas fuerzas, empezando por los docentes de todos los escalones del sistema, en favor de un proyecto de reformas de fondo del sistema educacional.

Reivindicaciones y desafíos...

Este proyecto, dicho muy en síntesis, debiera incluir la reivindicación básica de gratuidad para la gran mayoría de los estudiantes, el reforzamiento decisivo de la educación pública gratuita, el apoyo o subvención pública a los establecimientos universitarios o pre-universitarios privados que efectivamente no tengan fines de lucro, la calidad docente o académica verificable, el término a la municipalización de la educación que reproduce precariedad y desigualdad, el incremento sustancial de los recursos para investigación e innovación científica (no inferior al 1% del PIB en lo inmediato), la real participación estudiantil en todos los establecimientos públicos y privados y en todos los niveles, etc., por nombrar las reivindicaciones más decisivas de un programa de reformas sustantivas, que pudiera denominarse de tercera generación. Esto es, una Reforma que retome las reivindicaciones democratizadoras y participativas de los años 20 y 60, pero que también incluya reivindicaciones más cualitativas como la calidad de la enseñanza y un salto indispensable en investigación y desarrollo (o innovación científica), exigidas por los procesos de desarrollo social y nacional de la época actual, como lo muestran países de vanguardia en el plano educacional como Finlandia, Noruega, Singapur o Corea del Sur.

De la fuerza que acumule el movimiento estudiantil, a partir de reivindicaciones consistentes que interpreten el interés de la gran mayoría de los estudiantes y de la sociedad chilena, dependerá, en fin, que el poder no pueda sino asumir ese reclamo mayoritario e irreversible de los estudiantes y de la sociedad, so pena de sufrir el más grave aislamiento y rechazo de parte de dichos sectores. A los estudiantes, así como a los trabajadores, nada les será regalado. Por eso la lucha debe continuar, y obviamente ella cuenta con nuestro modesto respaldo.

2 comentarios:

  1. Hola Profeso Aquevedo, sus articulos son muy buenos , asi es que decidi subir un link en mi facebook
    que este muy bien
    Mauro

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  2. Gracias Mauro por tu comentario. Tus opiniones y sugerencias serán siempre bienvenidas.
    Eduardo

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