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21 de julio de 2008

FORO MUNDIAL DE SOCIOECONOMIA: CRITICA AL NEOLIBERALISMO


Foro mundial formula críticas al neoliberalismo en Costa Rica

Un análisis crítico de las políticas neoliberales emprenden más de 400 especialistas de todo el mundo que se reúnen a partir de este lunes en San José, en la XX Conferencia anual de la Sociedad para el Avance de la Socioeconomía (SASE).

Economistas, sociólogos y otros especialistas de las ciencias sociales, en su mayoría académicos, participarán en el foro que será inaugurado con una conferencia magistral por el presidente de Costa Rica y Premio Nobel de la Paz, Oscar Arias. "Flexibilidad económica y estabilidad social en la era de la globalización" es el tema central de la conferencia de este año, que se celebra por vigésima ocasión "y por primera vez en un país del hemisferio sur", explicó a AFP el coordinador del comité local, Roger Churnside. "No se trata de proponer ningún modelo específico alternativo al neoliberalismo, porque no es ese el objetivo de la organización, sino de formular críticas al enfoque neoliberal", señaló Churnside.

La XX Conferencia de la SASE abordará un total de 14 subtemas relacionados con el tema general y se han programado alrededor de 100 paneles durante los tres días del foro, que concluye el miércoles. La mayoría de las actividades tendrán lugar en el campus de la Universidad de Costa Rica, en el sector este de San José. Entre los participantes se menciona a académicos de reconocida trayectoria internacional como José Antonio Ocampo, profesor de la Universidad de Columbia en Estados Unidos, quien ha fungido como subsecretario general de las Naciones Unidas para Asuntos Sociales y Económicos, entre otros cargos internacionales y en su país de origen, Colombia.

Otros destacados panelistas son los sociólogos Arlie Hochschild, de la Universidad de California en Berkeley; Alejandro Portes, de la Universidad de Princeton; y Michael Storper, del Instituto de Estudios Políticos de París y de la Escuela de Economía de Londres. "La SASE es una organización fundada en 1989 por economistas y sociólogos de fama mundial y que comparten la filosofía de que la ciencia social es una y que debe la economía tiene que complementarse con la sociología, la historia, las ciencias políticas y otras", explicó Churnside.

Pierre Bourdieu, uno de los fundadores y miembros del Comite Internacional Patrocinador de la SASE, antes de morir en 2002.

16 de junio de 2008

PIERRE BOURDIEU: ¿GUARDAR SILENCIO, O CRITICAR Y ANTICIPAR PROCESOS?. Entrevista, Martín Granovsky

“En la diferencia está el gusto”, sostiene, y no habla sólo de cepajes para un buen tinto. Así dice Pierre Bourdieu, sociólogo, uno de los investigadores sociales más importantes de la actualidad, en una entrevista en París para discutir el papel del intelectual, su obligación de anticipar las nuevas tendencias y el deber de ponerse en una posición crítica. La conversación resultó un viaje a fenómenos muy evidentes sin el aburrimiento de las respuestas previsibles.

Publicado en Pagina/12

La pila de libros sobre historia, sociología, delito, lingüística o movimientos sociales deja ver sólo algunos retazos de la enorme mesa de madera negra. Pierre Bourdieu, profesor del Collège de Francia, habla mirando de reojo al ventanal con su vista de árboles en primavera. Saco y pantalón sport, camisa de jean, tiene un aspecto juvenil que lo ayuda a quitarle tono apocalíptico a sus propios anticipos del futuro.

Bourdieu, que analizó en sus libros desde la televisión hasta la “dominación masculina”, acaba de publicar Las estructuras sociales de la economía. No es un sociólogo corporativo, que defiende a su profesión como una secta. “La mayor parte de los intelectuales europeos están sometidos a la visión dominante”, dice. Pero, ¿lo contrario no equivaldría a dejar de ser sociólogo para transformarse en profeta? “La gente comprende la dirección de los acontecimientos, pero muchas veces lo hace tarde”, explica. “Y a veces, entiende cuando ya no hay mucho que hacer.”

–¿Su función como intelectual es adelantarse?
–Como sociólogo tengo más información que la mayoría de la gente, y puedo anticipar cosas que hoy no son visibles. Por ejemplo: en los últimos tiempos hubo la mayor concentración de estos días en Francia en protesta por una serie de despidos (Bourdieu se refiere a las empresas Danone y Mark & Spencer). Yo lo había previsto, y cuando lo hice me dijeron que era un pájaro de mal agüero. Pero ocurrió. O sea que no fui el culpable de la mala suerte. Naturalmente creo en las excepciones, pero me interesa atisbar cómo serán las tendencias futuras.

–¿Cuál tendencia pesa hoy?
–En su momento escribí que quienes detentaban el poder querían aumentar sus ganancias a niveles increíbles. Por ejemplo, a un 10 o 15 por ciento anual. Por eso consideré que es la tasa de ganancia la que gobierna el mundo y, cuando lo dije, me acusaron de exagerado. Pues bien: Danone despidió muchos empleados argumentando que debía asegurar una tasa de ganancia del 15 por ciento a sus accionistas.

–¿Usted cree que no lo toman en cuenta?
–En cuestiones sociales, la gente necesita mucho tiempo para comprender. Pasó con la educación: llevó muchos años darse cuenta de que la institución escolar estaba cambiando. En los años ‘60, las clases populares aún soñaban con el milagro del bachillerato.

–¿Estaba mal que se esperanzaran?
–La realidad es que, muy lentamente, fueron descubriendo que las cosas cambiaban pero que el bachillerato no garantizaba nada por sí mismo. A veces temo que la gente se despierte cuando sea demasiado tarde.

–¿Por qué sería tarde?
–La profundidad de cambios en Inglaterra, Francia o Alemania hace difícil volver atrás. Incluso para los sindicatos todo es más complejo. Hoy hay una conferencia europea de sindicatos. Durante mucho tiempo, la Confederación General del Trabajo, una de las centrales sindicales francesas, quiso entrar al organismo. No lo dejaban. Estaba excluida por razones ideológicas. Y bien: ahora pudo. Pero resulta que los sindicatos a nivel europeo se convirtieron en un lobby regional para discutir problemas tecnocráticos. Y cuando se planteó la movilización contra los despidos de los últimos tiempos la protesta surgió de los movimientos marginales, más que de los sindicatos.

–¿La protesta está condenada a ser débil?
–Yo señalo la nueva realidad. Lo que seguro es falso es pensar que la superexplotación puede provocar reacciones por sí misma. Eso es una ilusión. Las fuerzas de protesta hoy son débiles.

–¿Por qué?
–Un ejemplo: los jóvenes entran más fácilmente en las nuevas formas de trabajo.
–¿Cómo son esas nuevas formas? –El oficio específico importa menos que antes. Hay discontinuidad en la misma tarea dentro de la empresa. El empleo muchas veces es temporario.

–¿Eso lleva a que los jóvenes choquen?
–Bueno, en la empresa suele haber conflictos intergeneracionales.

–¿Es creíble la teoría según la cual desaparecerá el trabajo?
–No. Pertenece a la utopía. Las estadísticas muestran que la gente nunca trabajó tanto. En los Estados Unidos, para poner un caso, nunca había aumentado tanto la jornada laboral. Y también aumenta la edad de jubilación. Y se incrementa la precariedad.

–¿En qué se nota?
–Para llegar a un salario que dé para vivir las mismas personas se ven obligadas a trabajar mucho, mucho más. Eso, para no hablar de incomodidades como el tiempo de viaje de casa al trabajo.

–¿Aumenta?
–Un amigo mío hizo un estudio sobre la distancia entre el hogar y el empleo en Normandía. Descubrió que a medida que pasaban los años los obreros vivían más lejos del trabajo. Y quizás esto sea deliberado.

–¿Deliberado?
–Tal vez estemos en presencia de nuevas formas de gestión para cambiar el sistema de trabajo y hacer más difícil cualquier tipo de resistencia.

–Profesor, ¿es inevitable la forma actual de mundialización?
–Describir las cosas como fatales es algo deliberado. Apunta a destruir barreras, incluso intelectuales. Si usted destruye barreras, cada vez encontrará menos resistencias.

–Pero el tipo de resistencia también cambia.
–Sí. Las nuevas formas de resistencia son discontinuas, aunque en su favor hay que decir que tienen, eso sí, un gran efecto simbólico.

–¿Y podrían ser eficaces?
–Yo apoyo la formación de una corriente social europea para coordinar los sindicatos y los movimientos sociales.

–¿Cómo son esos movimientos hoy?
–Nuclean a los sin techo, a los desempleados, a las feministas, y muchas veces plantean problemas ajenos a las organizaciones sindicales. Problemas más afines a los izquierdistas, en el sentido antiguo de la palabra.

–¿A los ultraizquierdistas?
–Más bien a los anarcosindicalistas. Pero en la propia CGT existe una tradición anarcosindicalista.
–Estos movimientos, ¿pueden compararse con los del Mayo Francés de 1968?
–Los actuales tienen más raíces sociales, y esgrimen reivindicaciones olvidadas, en parte, por los partidos socialdemócratas, cosa que naturalmente inquieta al gobierno socialista. También sus métodos son nuevos: las acciones son cada vez más espectaculares, los protagonistas suelen tener más instrucción que los de los sindicatos tradicionales y emplean un compromiso físico cada vez mayor.

–¿Tienen futuro?
–La unificación de los movimientos es difícil e improbable, pero debo decir que avanza más rápido de lo que yo mismo pensaba. Y es porque hay elementos concretos contra los que protestar. Pongamos el caso de los artistas. La cultura y la salud están amenazadas, y experimentarán a largo plazo consecuencias hoy invisibles de medidas visibles. Lo mismo pasa con la agricultura y la biotecnología.

–¿En qué perjudica la mundialización?
–Hace muchos años dijeron que yo exageraba porque expliqué en una conferencia que si continuaban practicando la agricultura actual desaparecerían las diferencias. Borgoña sería lo mismo que Bordeaux, y hasta los vinos terminarían pareciéndose.

–¿Cómo sucedería eso?
–Por la destrucción de la capa superficial de la tierra. Bueno, resulta que eso empezó a pasar. La gente pregunta: ¿ahora qué hacemos? Les contesto: reconstruyamos el suelo, pongamos gusanos.

–¿Por qué le interesa tanto mantener las diferencias?
–Porque sería una lástima perderlas.

–¿Por qué un francés debería preocuparse tanto como usted de conservar las diferencias entre Borgoña y Bordeaux?
–Porque en la diferencia está el gusto. A más diferencia, más gusto. ¿Acaso a alguien le gusta comer un solo tipo de manzana?

–Usted dice que presentar la mundialización como algo fatal es un acto deliberado. ¿Cómo podría generarse una oposición a los efectos más dañinos de la mundialización? ¿Quiénes deberían empezar?
–Los que se den cuenta de los costos escondidos de la ganancia maximizada. Antes en los Estados Unidos decían: “Lo que es bueno para Ford, es bueno para los norteamericanos”. Ahora en todo el mundo se dice: “Lo que es bueno para la economía es bueno para todos”. Y no es así. No hay provecho para todos.

–¿Qué costos notorios hay?
–Los que mencioné antes. Y el daño ecológico. Pero también la violencia. Hay relaciones muy obvias. En los Estados Unidos, la política neoliberal extrema y la cantidad de cárceles son correlativos. Lo mismo ocurre con la relación entre la miseria y el sida. A más neoliberalismo, más cárceles, y más encarcelados. A más pobres, más sida.

–¿No es un planteo maniqueísta? ¿La mundialización no tiene ninguna ventaja?
–En todo caso, no tiene sólo ventajas.

–Pero usted plantea sólo las desventajas.
–No hay que olvidarse de que yo hablo en reacción al discurso dominante. Y el discurso dominante no dice nunca lo que yo digo. Algunos me acusan de parcialidad. Es una paradoja que sea yo el que suene parcial. Claro, quedo como un excéntrico porque el otro discurso aparece como universal. No sólo soy excéntrico, según ese criterio. También bizarro. Y exagerado.

–¿La suya es una posición moral?
–Digamos que fui pasando de una actitud profesional a una actitud pública. Hice público lo que estaba aprendiendo en mi vida profesional. Me parece que ése era mi deber.

–¿Por qué un deber?
–Si sé que ocurrirá una catástrofe y no lo aviso, estoy cometiendo algo parecido a un delito de no asistencia a una persona en peligro. Hace un tiempo tuve la oportunidad de discutir el problema de la mundialización de la cultura con productores y gente del sector. Muchos de ellos pensaban de buena fe que la concentración de empresas formaría conglomerados poderosos, y que ese poder contribuiría a la difusión de la cultura. Yo les dije que estaban equivocados. En el cine las diferencias se están borrando igual que entre Borgoña y Bordeaux. Ya no hay más cine italiano, no hay cine húngaro, hay cine francés solo por ayuda del Estado. Lo mismo pasa con las editoriales, cada vez más concentradas. Bertelsman, la alemana, puso un piso de ganancias que debe obtener. Por eso algunos libros no serán publicados por ellos, y una segunda categoría será la de los libros que se publiquen pero sean menos difundidos. En general, la concentración destruye las condiciones de producción cultural de productos sin mercado amplio y seguro. Volvemos al pasado, cuando en la historia de la humanidad las grandes obras tuvieron mercado póstumo y éxito póstumo. Sus autores no lo vivieron.

–¿No hay, al mismo tiempo, un acceso cada vez más masivo a la cultura?
–Sí, pero sólo en apariencia. Todo está amenazado por el proceso de concentración económica.

–Usted investigó mucho sobre educación, según comentó antes. ¿También allí se registra el mismo proceso? –El número de escolarizados aumentó y eso tuvo consecuencias profundas, no buscadas, en todos los ámbitos. Cuando Francia y Alemania se sintieron al borde de la explosión de alumnos, en lugar de inventar nuevas formas educativas solo se preocuparon de bajar costos y exigencias. De ese modo empezó a haber, y la tendencia parece profundizarse, dos velocidades educativas.

–¿Incluso en la educación estatal?
–Sí.

–¿Cuáles son las dos velocidades?
–Una de mayor exigencia. Otra, de exigencia menor. Si esto no se revierte, habrá un sistema internacional de mayor velocidad, dominado por las instituciones con matriz en los Estados Unidos, y otro de menor velocidad, y de segundo nivel, con base en los sistemas educativos nacionales. Como en todo, ¿no? Lo que digo es una constatación...

–¿Y no es fatal?
–No. Con las constataciones ocurre que uno puede quedarse en ellas o puede tomarlas como punto de partida para implementar una política distinta. O se refuerza la tendencia social, o se la combate. Está muy bien saber inglés, pero, ¿en este mundo todos tendremos que jugar al golf y al criquet?

10 de junio de 2008

HOMO ACADEMICUS, Pierre Bourdieu


Siglo Veintiuno Editores publica por primera vez en castellano esta obra en la cual Pierre Bourdieu detiene su lúcida mirada en el mundo universitario para señalar y describir la lucha de poderes constante en el campo académico. Para el autor, esta lucha se desarrolla siguiendo una lógica específica, donde el poder académico y el prestigio intelectual ó científico son los dos polos opuestos, mientras que las disciplinas y las prácticas dominantes y dominadas se distribuyen en torno a ellos.¿Cómo se manifiesta este juego de fuerzas e intereses? Según Bourdieu, esto ocurre en los conflictos entre facultades o entre disciplinas; en las pujas por lograr horarios de clases, recursos económicos y humanos; en la reproducción del cuerpo docente, en la endogamia de ese cuerpo y en sus modos de reclutamiento y selección; y en la exclusión de los adversarios.

Es una ilusión pensar que la producción intelectual está exenta de determinismos o que surge del ejercicio libre e independiente del pensamiento, sostiene Bourdieu. Por el contrario, asegura que esa producción está condicionada por la ubicación y la trayectoria en el espacio académico, y quienes se consagran al saber (los que lo construyen y lo transmiten, pero también los estudiantes) no deberían soslayar esta evidencia.

30 de mayo de 2008

M. PORTER, EXPERTO EN COMPETITIVIDAD, CRITICA ECONOMIA CHILENA POR CARECER DE UNA ESTRATEGIA DE DESARROLLO

Mala educación pública, rigidez laboral y falta de una política energética de largo plazo son algunos frenos estructurales. "Vine a Chile hace tres años y quedé preocupado. Vuelvo hoy y ahora sí que estoy muy preocupado, porque no veo que Chile tenga una estrategia de país". La frase fue una de las primeras que usó ayer Michael Porter -profesor titular de Harvard y "gurú" mundial de la competitividad- cuando comenzó su análisis sobre la realidad chilena.

C. Rodríguez y R. Hirigoyen, El Mercurio

¿El resultado? Un diagnóstico crudo y crítico, que se extendió por más de una hora y media y que fue seguido atentamente por las más de ochocientas personas que repletaron el centro de eventos Espacio Riesco para asistir al seminario organizado por la Universidad del Desarrollo y la revista Capital. Sus planteamientos -adelantados en parte por "El Mercurio" en la entrevista publicada el domingo pasado- se centraron principalmente en la ausencia de una estrategia a nivel de país, lo que repercute directamente en las cotas de crecimiento de largo plazo.

El experto cuestionó tanto al Gobierno como al sector privado de que Chile no aborde en su agenda los temas de mayor importancia con propuestas de gran envergadura, sino sólo con políticas pequeñas, que pese a estar bien enfocadas, no dan soluciones integrales a los problemas. "Hay que plantear un escenario de amplio debate público-privado sobre el futuro y el desarrollo económico. Pero no lo veo", dijo Porter a los asistentes. Sostuvo que nuestro país cumplió muy bien la definición de una estrategia primaria hace algunas décadas, como es el ordenamiento macroeconómico, la apertura comercial y la fortaleza de sus instituciones. Pero todavía no ha dado el salto a una segunda etapa.

"Cada vez que vengo hay más tratados de libre comercio, pero no hay nada nuevo que vender. Siguen vendiendo lo mismo", ironizó, ante la risa cómplice de varios destacados ejecutivos asistentes a la presentación. En su análisis, el académico y autor, a comienzos de los ochenta, del libro "La Ventaja Competitiva" -el más importante en esta área de la administración de los últimos treinta años- enumeró los problemas estructurales de la economía chilena que, a su juicio, están frenando la competitividad y, así, el crecimiento.

En concreto, dijo que las debilidades vienen por la mala educación pública, las rigideces laborales, las deficientes políticas energéticas -que no han dado paso a una estrategia de largo plazo- y la sobreponderación del Estado y del centralismo en la toma de decisiones. Porter explicó que si estos problemas no se enfrentan de manera profunda y radical, no se podrá mejorar la competitividad. "No se puede esperar que las cosas se solucionen solas".

Incluso -y respecto de las rigideces laborales-, Porter cuestionó expresamente los últimos cambios aplicados en materia de subcontratación. "¿De quién fue la idea de la subcontratación? ¿Por qué queremos bloquearla? ¿Cuál es el raciocinio?, ¿qué es lo que están pensando en Chile?", les preguntó a los asistentes. A juicio del "gurú", estas fallas estructurales hacen que Chile esté creciendo sistemáticamente menos que el promedio de la región en los últimos años. Y lanzó una crítica sin anestesia a las explicaciones del equipo económico de la Presidenta Michelle Bachelet. "Cuando se crece 4% con el mejor precio histórico del cobre, no se está creciendo... se va para abajo".

Culpó también de esta situación a la baja productividad. Mostrando gráficos con cifras muy coincidentes con las reveladas recientemente por economistas y gremios empresariales, Porter evidenció el casi nulo crecimiento de la productividad en los últimos años. "La competitividad se basa en la productividad. Y en esto Chile no está bien", manifestó. "Chile debería ser como los países del este europeo o Asia". En cuanto a propuestas, planteó la necesidad de crear clústeres -conjuntos de negocios de una misma industria- en las áreas en las que Chile es competitivo, como cobre o agricultura, destacando el caso del vino. A nivel internacional, dijo que un ejemplo a seguir es Singapur.

El legado

Porter creó varios conceptos clave, como la "ventaja competitiva" y el análisis de fortalezas, oportunidades, debilidades y amenazas (FODA) para evaluar un negocio.

Por qué importa tanto la visión de Porter

Carlos Cáceres, ex ministro de Hacienda y académico de la Universidad del Desarrollo, explica que las teorías de Michael Porter han marcado la discusión mundial sobre competitividad en las últimas tres décadas. Su aporte, dice, viene de la creación del concepto de "ventaja competitiva", que primero formuló para las empresas y después aplicó para las economías de los países. Cáceres plantea que Porter revolucionó la mirada de la competitividad al obligar a las empresas y naciones a definir sus estrategias incorporando las ideas de ventajas y desventajas, tanto para ellos como para sus competidores.

Según él, Porter renovó la óptica de la competitividad, haciéndola dinámica y no estática, como se percibía hasta entonces. "Hasta ese momento, la mirada estaba puesta desde la perspectiva de los recursos naturales y de los recursos humanos", dice, agregando que el experto propuso una teoría en las que las ventajas competitivas pueden también crearse.

Jorge Tarziján, director del Instituto de Administración de la Universidad Católica, plantea que el modelo estratégico desarrollado por Porter es ampliamente utilizado tanto en las empresas como en las universidades. Uno de los aspectos más importantes para el académico chileno es que se logró sistematizar el análisis del entorno competitivo de las empresas, agregando una serie de herramientas de la microeconomía al análisis estratégico. De este punto surge el reconocido modelo de las cinco fuerzas de Porter, explica.

Otro punto relevante dentro del conocimiento desarrollado por Porter, según Tarziján, es su definición de las ventajas competitivas a partir de dos estrategias genéricas: diferenciación por costos y diferenciación por calidad. Cómo -explica el profesor de la UC- la investigación del economista estadounidense evolucionó hacia la exploración de las ventajas competitivas de los países y en qué se originan y sustentan.

Ismael Oliva, director del Programa de Alta Dirección de la Universidad de Chile, dice que Porter dio un salto importantísimo en el modelo de las organizaciones y de cómo se debe dirigir la estrategia de una empresa. Oliva explica que Porter tomó el análisis industrial que existía en su época y lo utilizó como herramienta para crear la estrategia de las empresas, pudiendo generar nuevas ventajas para el negocio.

Además de estos aportes, otro de los puntos más relevantes en la carrera del académico estadounidense fue la forma en la que "empaquetó" sus teorías, haciéndolas más cercanas para los ejecutivos. Esto logró que las ideas de Porter se expandieran a las empresas de todo el mundo. En este proceso también ayudó el hecho de que los planteamientos de estas teorías eran aplicables a diversas regiones, productos y situaciones, por lo que fue fácil llevarlas efectivamente a la práctica, explica el economista chileno.

24 de mayo de 2008

PIERRE BOURDIEU: CONFERENCIA MAGISTRAL SOBRE SU TRAYECTORIA INTELECTUAL.

Primero, quiero decir cuan feliz me siento de tener la ocasión de dirigirme a un público mexicano. Voy a intentar hablar en castellano y, si no acierto, o si se me hace demasiado difícil, volveré al francés y pediré la ayuda de los intérpretes. Antes de describir las grandes etapas de mi itinerario, como me lo pidió uno de ustedes, quisiera señalar las intenciones mayores que, desde el principio, inspiraron mi trabajo.

En primer lugar, he intentado abordar siempre de manera fría, fríamente científica, problemas políticamente candentes, es decir, a la vez importantes y difíciles: ello, contra la idea de "neutralidad axiológica" que siempre me pareció una hipocresía conservadora, y a fin de profesionalizar el pensamiento crítico (contra la sociología crítica de la escuela de Frankfurt y su radicalismo "chic" y contra el "izquierdismo a lo francés" —gauchisme à la française—). He trabajado sucesivamente en Argelia, durante la guerra de liberación; en Francia, sobre los estudiantes y los profesores de la universidad en vísperas del movimiento de mayo del ’68, etc., etc. Las implicaciones políticas de mis investigaciones no eran visibles, especialmente cuando uno estaba encerrado en dicha problemática progresista tradicional (ponía el acento en la dimensión simbólica de las prácticas, pensando —y lo pienso todavía— que éste era el punto ciego del marxismo y de todo el movimiento social, y, por consiguiente, aparecía como una especie de idealista, mientras intentaba producir una teoría materialista de lo simbólico).
Además, la nueva manera de hacer sociología exigía mucho trabajo, de parte del productor y también del lector... Exigía una verdadera conversión del modo de pensar, una ruptura con la manera de pensar más común entre los especialistas de ciencias sociales. Por ejemplo, la insistencia en la construcción del objeto implicaba una ruptura con el modo de pensar que era común a la mayor parte de los marxistas (por ejemplo, en Francia hubo quienes contaron muy precisamente el número exacto de pequeños burgueses) y a los investigadores dominados por el modelo americano de la investigación empírica, como Lazarsfeld. Y así, hubo investigadores norteamericanos de inspiración marxista (Erik Olin Wright, Classes, 1985) que combinaron el marxismo a la manera de Poulantzas con el empiricismo positivista a la manera de Lazarsfeld para producir estudios empíricos de las clases muy abstractos y poco instructivos. Otra dificultad de la empresa era entrar en una verdadera competencia con la sociología dominante, representada en ese momento por tres nombres: Parsons, Merton y Lazarsfeld; había que reconquistar, si se puede decir así, las armas científicas monopolizadas por la sociología norteamericana, en aquel entonces dominante.
En segundo lugar, he invertido siempre en mi trabajo, aún en el más concreto, más estrictamente empírico, grandes problemas teóricos, sobre los cuales los filósofos, hasta los marxistas, se contentaban sólo con discutir. Por ejemplo, una de las intenciones mayores de mi trabajo en Argelia fue la de hacer empíricamente la distinción, muy importante en aquel entonces, y también ahora, entre el subproletariado, dedicado a imaginaciones milenaristas y el proletariado, la clase obrera abierta a esperanzas revolucionarias (en lugar de aspiraciones milenaristas). Más generalmente, quería escapar a la alternativa teórica entre el objetivismo, en aquel tiempo dominante en sociología, en etnología (con Lévi-Strauss), y el subjetivismo, que dominaba la filosofía de inspiración fenomenológica, como la de Jean-Paul Sartre.
Si hay algo en mi trabajo que merece ser imitado (y no sólo discutido) es el esfuerzo para superar la oposición entre teoría y empiria, entre la reflexión teórica pura y la investigación empírica. Los instrumentos teóricos que he producido o perfeccionado deben su fuerza y su interés para la ciencia al hecho de que he practicado, como todo científico, un eclecticismo selectivo y acumulativo y he intentado totalizar las conquistas mayores de la ciencia social ignorando oposiciones y divisiones más religiosas que científicas, como entre marxismo y weberianismo, o entre marxismo y durkheimismo, o entre estructuralismo y fenomenología (o etnometodología).

Nota bibliográfica

Sergio Lorenzo Sandoval Aragón

Las siguientes, son las referencias bibliográficas mencionadas por Bourdieu en su conferencia y que aquí ofrecemos para que el lector pueda profundizar. Listamos aquí las más fáciles de encontrar; para una panorámica de la obra de este autor, hasta 1990, así como sobre sus estudios etnológicos en Argelia, se puede consultar la bibliografía que aparece en: Pierre Bourdieu, Sociología y cultura, Grijalbo/CONACULTA, México, 1990; algunas de las obras más importantes publicadas entre 1990 y 1999 que se encuentran en español y que no aparecen en la lista de abajo, son: Las reglas del arte (Seuil: 1992; Anagrama: 1995), La miseria del mundo (Seuil: 1993; FCE: 1999), Las meditaciones pascalianas (Seuil: 1997; Anagrama: 1999), La dominación masculina (Seuil: 1998; Anagrama: 2000), Contrafuegos (Raisons d’agir: 1998; Anagrama: 2000), Sobre la televisión (Liber: 1996, Anagrama, 1997), Poder, derecho y clases sociales (Desclée de Brower, Bilbao: 2000).

Referencias bibliográficas citadas por el conferenciante
P. Bourdieu, Boltanski, Chamboredon, Castel, Lagneau y Schnapper. La fotografía: un arte intermedio. Nueva Imagen. México, 1989. (Antecedente de La distinción).
P. Bourdieu, Alain Darbel y D. Schnapper. L’amour de l’art, Les musées auropéens et leur public. Minuit. París, 1969. (Antecedente de La distinción).
Bourdieu, Pierre y J-C Passeron. La reproducción: elementos para una teoría del sistema de enseñanza. Fontamara. México, 1995.
P. Bourdieu. El sentido práctico, Taurus, Madrid, 1991. (Etnología en Argelia).
_________. La distinción, criterios y bases sociales del gusto. Taurus, Madrid, 1998.
_________. Homo Academicus. Les Éditions de Minuit. Paris, 1984. (Hay traducción al inglés: Homo Academicus, Stanford University Press, California, 1988. Accesible en el CIESAS de Occidente, Guadalajara).
_________. Las reglas del arte. Anagrama. Barcelona, 1995.
_________. La ontología política de Martin Heidegger. Paidós. Barcelona, 1991.
_________. "Sur le pouvoir symbolique", en: Annales, núm. 3, mayo-junio de 1977. pp. 405-411. (El conferenciante se refiere a este texto bajo su título inglés y dice desconocer "dónde" está publicado en español; la referencia exacta es: P. Bourdieu, "Sobre el poder simbólico", en: Intelectuales, política y poder. Eudeba/Universidad de Buenos Aires, 2000. pp. 65-73.
_________. Razones prácticas. Sobre la teoría de la acción. Anagrama. Barcelona, 1999.
La obra más reciente de este autor es: Les structures sociales de l’économie. Seuil. París, mayo de 2000. 289 pp. [Colección Liber]. (Se puede adquirir en el sitio: www.librairieonline.com).

La primera fase de mi trabajo en Argelia se orientó por el lado de la etnología. Estudié principalmente la lógica de la economía precapitalista (especialmente la postura en relación con el tiempo que pide y que favorece); el rechazo del cálculo, especialmente en los intercambios internos, etc. En una segunda fase, estudié las estructuras del parentesco, problema exaltado por las investigaciones de Lévi-Strauss; y en un tercer momento, los sistemas mítico-rituales. Sobre los problemas de parentesco, las sociedades árabobereberes constituyen un desafío para la teoría levistraussiana del intercambio: el casamiento con la prima paralela, hija del hermano del padre, que es casi una hermana, no juega el rol de instrumento de circulación de las mujeres y de los bienes que le es impartido1 en el modelo levistraussiano.
Muchas razones me indujeron a cuestionar este modelo: 1). Utilizando la estadística —que no se utiliza casi entre los etnólogos—, descubro que la tasa de casamientos conforme a la "regla", es inferior al 5%; 2). Las reflexiones de los filósofos, y en particular de Wittgenstein, sobre lo que significa "seguir una regla" me ayudan a alejarme de la teoría estructuralista de la acción (de la cual Althusser ha dado la formulación más extrema y más absurda, reduciendo al agente al rol de Träger,
2 portador de la estructura); 3). Las investigaciones que llevo sobre el matrimonio en Béarn, provincia del Sur de Francia de la que provengo, lo que me permite dirigir sobre las prácticas una mirada menos alejada que la del etnólogo estructuralista; ello me indujo a descubrir que los agentes pueden ser dirigidos, en sus elecciones matrimoniales, por intereses en el sentido amplio del término. En resumen, fui guiado a pasar de una explicación del casamiento por la obediencia a la regla a una descripción del casamiento como una estrategia de reproducción, orientada por intereses materiales y simbólicos, y explicable —en cuanto tal—, por un conjunto de factores. Los análisis de las estructuras mítico-rituales que realicé en la misma época, me conducen a cuestionar la visión estructuralista: los sistemas míticos y las prácticas rituales, obedecen a lógicas prácticas que es necesario analizar lógicamente sin reducirlas a lo puramente lógico.
Paralelamente, y esto ha sido sin duda la oportunidad de mi vida, emprendo investigaciones sociológicas más clásicas sobre la estructura social de la sociedad argelina. Descubro en esta ocasión lo absurdo de la división entre etnología y sociología. ¿Cómo comprender por ejemplo las conductas económicas de los trabajadores lanzados directamente del mundo precapitalista, dominado por el rechazo del cálculo, al mundo capitalista importado e impuesto por la colonización? Empresa tanto más difícil cuanto que la mayor parte de los trabajadores (y, a fortiori, los desempleados o los trabajadores precarios) no disponen de las condiciones económicas y sociales que son necesarias para adaptarse a un cosmos económico dominado por la previsibilidad y la calculabilidad: los subproletarios no tienen bastante asidero sobre el presente para poder considerar tomar asidero sobre el futuro por un proyecto cualquiera que fuera, y en particular un proyecto revolucionario colectivo. De allí la paradoja: es necesario disponer de un mínimo de seguridad y de certeza para estar en condiciones de acceder al proyecto revolucionario de cambiar la sociedad. Debajo del umbral de seguridad, se está condenando a las esperanzas milenaristas que proporcionan una presa fácil a las políticas populistas. (Este trabajo, muy antiguo, ha retomado súbitamente toda su actualidad, hasta para las sociedades económicamente más avanzadas donde los progresos del trabajo temporario y de los empleos precarios remiten a una fracción cada vez más grande de los trabajadores a una situación cercana a la de los subproletarios argelinos, puestos en la imposibilidad de hacer un plan de vida práctico y de comprometerse en una acción colectiva orientada por fines racionales).
3
Todavía tendría mucho que decir, pero paso a las investigaciones, sin duda mejor conocidas por ustedes, sobre la educación y la cultura. Contrariamente a la ilusión según la cual la escuela cumple una función liberadora, ilusión vehiculizada y antaño defendida por los partidos progresistas, las encuestas empíricas muestran que la institución escolar contribuye a la reproducción de las desigualdades sociales. Digo bien contribuye: la escuela es uno de los lugares donde actúan ciertos mecanismos de reproducción (entre otros). En una serie de trabajos posteriores, intentaré describir el sistema de las estrategias de reproducción a través de las cuales los grupos (y en particular las familias) trabajan, consciente e inconscientemente para reproducir su posición en la estructura social y por ello esta estructura misma. Las sociedades económicamente avanzadas se caracterizan por el hecho de que la transmisión del capital cultural juega un rol determinante en la reproducción de la estructura social. Reproducción, no implica de ninguna manera ausencia de resistencia, de cambio, de distorsión, sino permanencia de una estructura de diferencia y de distancias.
Paralelamente a estas investigaciones sobre el sistema escolar, dirigí un conjunto de trabajos que apuntan a establecer las condiciones de la adquisición de la cultura y los efectos de la herencia cultural sobre las prácticas. Luego de un estudio sobre el público de los museos europeos, realizado en colaboración con Alain Darbel y Dominique Schnapper, y un estudio sobre la práctica fotográfica al cual estaban asociados Luc Boltanski, Jean-Claude Chamboredon y Robert Castel, publiqué en La distinción. Criterio y bases sociales del gusto
4 un modelo global de las prácticas sociales del cual quisiera expresar el principio, porque ha sido frecuentemente mal comprendido. En primer lugar, por los que tendrían dificultades con la particularidad nacional de las prácticas analizadas, en materia de consumos culturales (los nombres de los cantantes o de los actores o de los actores favoritos son frecuentemente franceses) o de consumos a secas (la petanca5 o el whisky) o aún de prácticas deportivas (el rugby o la equitación) y de opiniones políticas, los remito a Razones prácticas, sobre la teoría de la acción, donde intento mostrar, en una conferencia destinada a un público japonés, como se puede desprender de este libro una enseñanza universal a costa de una lectura (relacional y no sustancialista) y de un trabajo de transposición. Así, mis análisis, aparentemente limitados al caso francés, se revelaron capaces de proporcionar el menos sistemas de hipótesis a verificar en el caso particular de México.
Pero paso a la enseñanza esencial de este libro: el espacio social es un espacio de diferencias, de distinciones entre posiciones sociales (susceptibles de ser caracterizadas por nombres de categorías profesionales definidas), que se expresa, se retraduce, se manifiesta, se proyecta, en un espacio de diferencias, de distinciones simbólicas, que hacen que la "sociedad" en su conjunto funcione como un lenguaje. Esto significa que la topología social, que describe la estructura del espacio, es inseparablemente una semiología social, que describe el mundo social como un sistema de signos, un lenguaje (que somos capaces de leerlo prácticamente, sin poseer explícitamente la gramática, desprendida por el análisis sociológico, a través de las intuiciones del habitus, como sistema de esquemas de percepción y de apreciación, que nos permite relacionar inmediatamente un acento, o un traje, o una práctica alimentaria, con una posición social, y, al mismo tiempo que se le confiere un cierto valor, positivo o negativo).
El pasaje del espacio de las posiciones económicas y sociales al espacio de la toma de posiciones simbólicas, de los signos sociales de distinción (que no son signos distinguidos sino para una pequeña parte de la sociedad, los dominantes), se cumple por la intermediación del habitus: el habitus como sistema de disposiciones es el producto de la incorporación de la estructura social a través de la posición ocupada en esta estructura (y, en cuanto tal, es una estructura estructurada), y al mismo tiempo estructura las prácticas y las representaciones, actuando como estructura estructurante, es decir como sistema de esquema práctico que estructura las percepciones, las apreciaciones y las acciones. De manera más simple, los agentes tienen tomas de posición, gustos en pintura, en literatura o en música, pero también en cocina o en materia de pareja sexual o aún de opiniones políticas que corresponden a su posición en el espacio social, por consiguiente al sistema de disposiciones, al habitus, que está asociado, por la intermediación de los acondicionamientos sociales, a esta posición. La ilustración más sorprendente de estos mecanismos está constituida por el fenómeno de homogamia, que, en ausencia de coacciones directas que ejercieran antaño familias cuidadosas de evitar las mésalliances,
6 no puede explicarse sino por la afinidad espontánea de los habitus, de los gustos.
Es necesario detenerse un momento sobre la noción de espacio social. En cuanto sistema de diferencias, de puntos o de posiciones separadas, no confundidas, retiene una de las propiedades esenciales del mundo social que querían afirmar aquellos que hablan de clases sociales o de sociedades divididas en clases, diferenciadas. Pero deja de lado las clases en el sentido de grupos separados y opuestos que existirían en la realidad, incluso independientemente de la intervención del investigador. Si existe algo como clases sociales, en el sentido tradicional (marxista) del término, es en la medida, y solamente en esa medida, de que ellas han sido hechas, construidas por un trabajo histórico del tipo del que describe E. P. Thompson en The making of English Working Class. Ese trabajo a un tiempo teórico y práctico —militante—, que es necesario para transformar las afinidades de interés y de disposiciones ligadas a la proximidad en el espacio social en un proyecto consciente y colectivo de defender o de promover esos intereses y ese estilo de vida contra los de la clase opuesta.
Las clases, cuando existen como tales, se fabrican por el trabajo de "group making" que se realiza principalmente en los campos de producción cultural y especialmente en el campo político. Esta noción de campo, he sido inducido a construirla con motivo de un conjunto de estudios llevados a cabo sobre diferentes espacios de producción cultural: la religión, la política, el arte, la literatura, la filosofía, el derecho, la ciencia, etc. Un campo es un subespacio social relativamente autónomo, un microcosmos al interior del macrocosmos social, que puede ser definido como un campo de fuerzas (en el sentido estricto de la física einsteniana) y un campo de luchas para conservar o transformar la relación de fuerzas. Esta definición abstracta trae a la luz una realidad de la cual tenemos la intuición práctica pero cuya ausencia, flagrante en todos los trabajos consagrados a los diferentes objetos que he nombrado: religión, arte, literatura, derecho, etc., impide la construcción adecuada, apropiada, del objeto considerado. Por falta de la noción de campo como instrumento de construcción, la discusión científica está condenada a permanecer encerrada en la alternativa del análisis interno de las obras y del análisis externo. El análisis interno considera los textos en sí mismos y para sí mismos, sin referencia alguna al contexto, como la tradición semiológica o hermenéutica. El análisis externo, frecuentemente asociado a la tradición marxista o a la sociología (de la religión, del arte, de la ciencia, etc.), relaciona directamente las obras con el contexto social, a la situación económica global, o a una clase social particular (por ejemplo, en la historia del arte, la de los comanditarios de las obras), sin tomar en cuenta el campo, es decir el microcosmos social en el interior del cual ellas son producidas, y la lógica específica del funcionamiento de ese campo. Esto quiere decir que para comprender, por ejemplo, las obras sociológicas que se escriben hoy en Argentina, en Bolivia, en Brasil o en México, es necesario tener en cuenta: primeramente, la posición de cada autor en el interior del campo de producción sociológica nacional (es lo que traté de hacer, para el campo universitario en mi libro Homo Academicus o para el campo literario en Las reglas del arte); en segundo lugar, como Pascale Casanova lo ha mostrado, a propósito de la literatura, en La République mondiale des lettres, la posición de tal o cual campo nacional en el campo mundial (por ejemplo ciertas naciones, ciertos campos nacionales, son sometidos a efectos de doble dominación, que, si pueden acarrear un doble aplastamiento
7, pueden hacer posible estrategias consistentes en jugar de alguna manera una dominación contra otra).
La noción de campo es particularmente potente y fecunda, especialmente en tanto que permite escapar a toda una serie de falsos debates y acumular, como lo he hecho por ejemplo en mi lectura de Heidegger, todo lo que el texto revela sobre el contexto histórico (había mostrado, a partir de los textos que Heidegger había permanecido nazi hasta el fin, lo que ha sido probado después por los historiadores) y todo lo que el contexto revela sobre el texto (por ejemplo el rol de "pensadores" que los historiadores de la filosofía excluyen espontáneamente, como Spengler o Jünger, en la formación del pensamiento de Heidegger). Otra ventaja de la noción de campo: permite derrumbar las barreras entre los diferentes objetos, religión, arte, derecho, etc., y fertilizar la investigación en cada sector con el producto de la investigación en los otros.
Los campos de producción cultural están asociados a un poder de un tipo particular que llamo el poder simbólico, poder que ejercen los detentores de un capital simbólico. La forma por excelencia de este poder es la que se ejerce, en las relaciones entre los sexos, es decir la dominación masculina. Este poder se ejerce sobre los (o las) que sufren, es decir las mujeres y los homosexuales, masculinos o femeninos, a través de la complicidad arrancada que ellos le acuerdan del hecho de que le aplican a la relación entre los sexos categorías de percepción y de apreciación que son producto de la incorporación de la estructura de esta relación. Sería necesario dar ejemplos como el hecho de que, grosso modo, todo lo que es del orden de lo pequeño es bueno y está bien, cuando se trata del cuerpo femenino; y malo y mal, cuando se trata del cuerpo masculino. Pero sería necesario explicar aquí los fundamentos teóricos de la noción de poder simbólico que, como lo he mostrado en un artículo aparecido bajo este título en los Annales, en 1977, integra tradiciones teóricas consideradas como incompatibles, kantianas (con la teoría de las formas simbólicas), estructuralistas o, mejor, durkheimiana, marxista y weberiana. No puedo sino remitirlos a este artículo, aparecido en inglés en Language and Symbolic Power (en castellano no sé dónde).
8 Esta noción es muy necesaria científicamente (y políticamente) porque permite asir y comprender la dimensión de la más invisible de las relaciones de dominación, de las relaciones entre dominantes y dominados según el género (el sexo), como venimos de verlo, pero también según la étnia (entre blancos y negros especialmente, o entre ladinos y mestizos), o según la posición en el espacio social. Es así que el sistema escolar, a través de las clasificaciones que opera y que se imponen a aquellos mismos que allí son víctimas (se sabe que la ideología del don es cada vez más aceptada a medida que se desciende en la jerarquía social) cumple una función de sociodicea, de justificación del orden establecido, incomparablemente más importante que todas las formas de propaganda. Es decir de paso, que la sociología del sistema de enseñanza es una parte capital de la sociología política, casi siempre olvidada por la "ciencia política".
Puede verse como se pasa muy naturalmente de la ciencia del mundo social a la acción política; porque he rechazado siempre, como lo decía al comienzo, el mito conservador de la "neutralidad ética" (los que denuncian la ciencia social como culpable de denunciar tienen por propiedad esencial no tener nada que enunciar de esencial sobre el funcionamiento del mundo social). Una parte muy importante de la producción sociológica es conservadora, sin tener necesidad de inspirarse en una intención de conservar, porque es mala y porque, por omisión, omitiendo plantear la cuestión o describir el fenómeno pertinente, contribuye a la perpetuación del orden social tal como es. Es el caso hoy en día de una buena parte de la producción mundial de discursos sobre el mundo social que, como lo he mostrado con Loïc Wacquant, en un artículo titulado "Las astucias de la razón imperialista" ("Les ruses de la raison impérialiste"), acepta, las más de las veces sin saberlo (es un caso típico de la dominación simbólica), principios de visión y de división, problemáticas, conceptos, etc... Estos principios, aunque sean el producto de una visión (académica) particular de una sociedad particular, los Estados Unidos, se presentan como universales mientras reproducen y vehiculizan categorías particulares, nacionales, de percepción y de apreciación. El reconocimiento mundial de palabras como mundialización, o globalización, flexibilidad (flexibility), multiculturalismo, comunitarismo, minoridad, etc., se acompaña de la ignorancia, del desconocimiento, de sus límites sociales e históricos, como consecuencia de la circulación sin control, ligada a los efectos de dominación. La difusión de aquella doxa planetaria, falsamente internacional, es hoy uno de los mayores obstáculos a una verdadera internacionalización del pensamiento sociológico que es, hoy más que nunca, necesaria para pensar los cambios actuales.
La lucha política es, en lo esencial, una lucha para imponer, en el seno de una nación o a escala internacional, el principio de visión y de división dominante, y desconocido (méconnu) como tal, pues es reconocido como legítimo. Es el caso de hoy de la visión neoliberal del mundo económico y social. El sociólogo interviene en esta lucha por el solo hecho de develarla como tal, ofreciendo así la posibilidad de un uso liberador del conocimiento de las estrategias y de los mecanismos de dominación. Va de suyo que, incluso si la revelación debilita automáticamente mecanismos cuya eficacia descansa por una parte sobre su ocultamiento, y sobre el desconocimiento que de allí resulta, no puede por sí sola contrarrestarlos completamente, menos todavía neutralizarlos o aniquilarlos. No solamente porque, como se le ve bien con la dominación masculina, las disposiciones y los esquemas de pensamiento cómplices del orden establecido están inscritos muy profundamente, y desde hace mucho tiempo, en los cuerpos o, si se prefiere, en los inconscientes. Ellos son constantemente reforzados por los que tienen el poder de hablar públicamente sobre el mundo social, en el primer rango, entre los cuales están los periodistas, pero también muchos intelectuales y hombres políticos: esos no tienen sino que dejarse llevar por sus automatismos de pensamiento para contribuir al reforzamiento de las rutinas de pensamiento que fundan el orden simbólico.
Se llega así, inevitablemente, a la cuestión del rol de los intelectuales o, más precisamente, de los sociólogos, y más generalmente, de los especialistas del análisis del mundo social. ¿Cómo podrían ellos no trabajar con todos los medios de los cuales disponen, para su diseminación?, si están convencidos de haber descubierto verdades dignas de ser ampliamente conocidas sobre el funcionamiento del mundo social. Guardar silencio o reservar sus revelaciones sólo al mundo erudito (savant) sería, en más de un caso, una forma de no brindar asistencia a la persona en peligro. Por esta razón, deben superar las prudencias y también las perezas ligadas a la pertenencia al campo científico, dominado por la creencia de que la "neutralidad" es por sí una garantía de objetividad, para trabajar colectivamente (como la asociación internacional Raisons d’agir)
9 a difundir los conocimientos y los útiles de conocimiento que la ciencia social produce, y que son necesarios para resistir a los nuevos oscurantismos, que hoy se presentan frecuentemente bajo las apariencias más racionales y más ilustradas, oponiéndoles la crítica de una razón científica tan lúcida como sea posible sobre el mundo social y sobre todo sobre ella misma.

Notas
1. Parece ser que quiso decir "asignado" o "atribuido".
2. Träger: vocablo alemán que significa "cargar".
3. Sobre este asunto, se puede leer del autor: Contrafuegos (ver bibliografía).
4. Ver bibliografía.
5. Juego también conocido como bolos franceses.
6. Es decir, que no favorece una alianza entre familias.
7. En otras partes se refiere a estos términos como doble constricción.
8. Ver nota bibliográfica (recuadro).
9. Ver la Página web: www.zeg.org/raison-dagir/start.htm

(Conferencia magistral para la "Cátedra Michel Foucault" de la Universidad Autónoma Metropolitana (Valle de México), sustentada el martes 22 de junio de 1999. Las aclaraciones y notas contenidas en este texto son de Sergio Lorenzo Sandoval Aragón; también la nota bibliográfica que se intercala como recuadro de este trabajo)

5 de mayo de 2008

Más del 50% del PIB a gasto público en Suecia, Francia, Dinamarca y Finlandia

París, 17 ene (EFECOM).-

Suecia, Francia, Dinamarca y Finlandia fueron los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) que el pasado año dedicaron más de la mitad de su Producto Interior Bruto (PIB) al gasto público y social. Este es uno de los puntos destacados de un informe publicado hoy por el gabinete Ernst & Young dedicado a analizar las políticas presupuestarias y fiscales, que señala que la media de la OCDE del gasto público se situó muy ligeramente por encima del 40% y la de la zona euro por encima del 45%.

Por encima del umbral del 50%, Suecia consagró un 55% de su riqueza, Francia un 54%, Dinamarca un 50,8% y Finlandia un 50,5%. Seguían por orden decreciente, pero con más del 40% Austria, Bélgica, Italia, Holanda, Reino Unido y Alemania. España se situaba en el grupo de los Estados con un gasto público entre el 35% y el 40%, entre los que estaban Canadá, Luxemburgo, Estados Unidos, Japón, Suiza o Irlanda.

Dentro de la OCDE, el peso más elevado de los impuestos y las cotizaciones sociales en 2006 se dio en Suecia, el único Estado que franqueó el umbral del 50% del PIB, y a continuación venían Dinamarca, Bélgica, Francia, Noruega, Finlandia, Italia y Austria, todos ellos por encima del 40%.

En el otro extremo de la lista, México apenas superó el 20% y tampoco llegaron al 30% Corea del Sur, Japón, Grecia, Estados Unidos y Eslovaquia.

Ernst & Young, constató que los países de la OCDE que entre 2000 y 2006 más aumentaron sus impuestos y cotizaciones sociales en puntos de PIB fueron Corea del Sur (3,2 puntos), Nueva Zelanda (2,9 puntos), España (2,5) y México (1,5).

Por el contrario, las mayores disminuciones entre esas dos fechas se registraron en Finlandia (-3,7 puntos de PIB), Eslovaquia (3,3 puntos), Luxemburgo (2,8 puntos), Suecia (2,5), Grecia (2,3), Canadá (2,2), Estados Unidos (1,7) y Alemania (1,5). EFECOM

6 de abril de 2008

7 preguntas y respuestas sobre el Uruguay de Tabaré Vázquez, J.Natanson

NOTA SOBRE LAS NUEVAS IZQUIERDAS EN LATINOAMERICA


Por José Natanson, Página/12

1 ¿El gobierno de Tabaré Vázquez es neoliberal?

Como ocurrió con Lula en Brasil, el ascenso al poder de la izquierda uruguaya estuvo precedido por una crisis económica gravísima, que comenzó en 1998 y se extendió durante cuatro largos años, hasta que finalmente estalló en el 2002: en ese año fatal, el impacto combinado del colapso argentino y la inestabilidad brasileña provocó un efecto catastrófico en la frágil economía uruguaya, cuyo resultado más visible fue una caída del PBI del 11 por ciento y una corrida bancaria sin precedentes, que hizo que en poco tiempo se retiraran la mitad de los depósitos. El gobierno, aturdido, reprogramó los pagos de la banca pública –una especie de default amistoso– y trató de controlar una devaluación imparable, hasta que un oportuno salvataje estadounidense en la forma de un crédito de 1500 millones de dólares le permitió superar el golpe.

Por poco, Uruguay logró evitar un colapso total al estilo argentino, pero el panorama que emergió después de la tormenta era negro: la deuda externa superaba el total del PBI, el desempleo arañaba el 20 por ciento y la cohesionada sociedad uruguaya lucía fracturada, con los barrios precarios alterando, por primera vez en la historia, la fisonomía elegante de Montevideo. “Terminó de descorrerse el velo que ocultaba al país distinto que la mayoría de los uruguayos se resistía a ver”, escribió el politólogo Gerardo Caetano (Nueva Sociedad 184, marzo-abril 2003).

Después de tocar fondo, la economía uruguaya comenzó lentamente a revivir. Pero era una recuperación frágil y precaria, que convenció a Tabaré Vázquez de que era necesario moverse con cautela de cara a las elecciones presidenciales del 2004: el candidato se reunió con empresarios y banqueros, esquivó algunas cuestiones delicadas (nunca aclaró del todo, por ejemplo, si pensaba renegociar la deuda externa) y ofreció la mejor prueba de confiabilidad al alcance de su mano: el anuncio de que el prestigioso economista Danilo Astori, referente del ala moderada del Frente Amplio, se convertiría, en caso de que llegara al poder, en su ministro de Economía.

2 ¿Fue buena idea no patear el tablero de la economía?

Férreamente manejada por Astori, la política económica del gobierno del Frente Amplio incluyó la firma inmediata de un acuerdo con el FMI, un gasto público controlado y una tibia reforma impositiva, mucho menos radical que la insinuada en la campaña. Las tensiones que generó esta estrategia no tardaron en notarse en un gabinete que incluía a los referentes de las principales facciones de la coalición. De hecho, Vázquez tuvo que desautorizar a su ministro de Economía en dos oportunidades: cuando se resistió a que el Congreso cumpliera la promesa de campaña de elevar el presupuesto educativo al 4,5 por ciento del PBI, y cuando se opuso a la creación del impuesto a las rentas de las personas físicas, un reclamo histórico de la izquierda uruguaya.

Pero las líneas maestras del plan económico no se alteraron en lo esencial y el peso interno de Astori fue creciendo en simultáneo con el despegue de la economía, favorecida por el incremento de los precios de los principales productos de exportación (carne, lácteos, cereales), por el regreso de los turistas argentinos y brasileños a las soleadas playas de Punta del Este y por la puesta en marcha de proyectos largamente esperados, como la papelera Botnia. En este marco, Uruguay creció 6,6 por ciento en el 2005, 7 en el 2006, 7,5 en el 2007 y se estima un 7 para el 2008. A la abrumadora evidencia estadística podría agregársele un argumento cualtitativo: la recuperación, aunque liderada por los sectores tradicionales, como el turismo y el campo, incluye también una expansión de la industria manufacturara.

Todo esto es verdad, pero no es menos cierto que la primarización de la estructura económica, mal endémico uruguayo, no sólo se mantuvo, sino que se profundizó en los últimos años: según los últimos datos de la Cepal, más de dos tercios de las exportaciones se concentran en los sectores tradicionales, básicamente en el agropecuario, en tanto que la proclamada recuperación industrial se apoya sobre todo en las ramas vinculadas con la base primaria, como frigoríficos, arroz, curtiembres, madera y pasta de celulosa. El turismo, por su parte, sigue siendo la principal fuente de ingreso de divisas. Todo esto expone a la economía uruguaya, pequeña y relativamente abierta, a los vaivenes de los precios internacionales y, sobre todo, a la inestabilidad crónica de sus dos grandes vecinos.

3 ¿La política económica ayudó a mejorar la situación social?

Junto a Costa Rica (y hasta mediados de los ’70 también Argentina), Uruguay había logrado el notable record de mantenerse como uno de los pocos países latinoamericanos con bajos niveles de desigualdad social. Para ello resultó clave una geografía sin grandes accidentes, que evita por ejemplo las típicas divisiones sierra-costa de los países andinos, y una dimensión reducida, con sólo tres millones y medio de habitantes. Pero la relativa integración social de Uruguay no es sólo una bendición de la naturaleza sino el producto de una sociedad, tal vez la más europea –y europeizada– de América latina, que valora la cultura de clase media y que ya a principios de siglo XX, con José Batlle, había comenzado a construir el Estado de Bienestar más avanzado de la región.

Todo esto, sin embargo, había cambiado en marzo del 2005, cuando Tabaré Vázquez asumió el gobierno después de la crisis económica más profunda de la historia nacional. La pobreza, tras arañar el 35 por ciento, todavía rondaba el 30, según el Instituto Nacional de Estadística, y el desempleo superaba el 10 por ciento. Frente a esta situación, el gobierno apostó, por un lado, a la creación de empleo y al incremento del salario real, como derrame de la expansión económica y como resultado de las políticas de fomento industrial y agrícola. Al mismo tiempo, se creó el Ministerio de Desarrollo Social, que nunca había sido considerado necesario en un país como Uruguay, y se ampliaron los programas de asistencia con el lanzamiento del Plan Nacional de Emergencia Social, cuyo programa principal, el Ingreso Ciudadano, hoy beneficia a 300 mil personas. Estos esfuerzos han dado sus primeros resultados: la pobreza bajó al 25 por ciento y el desempleo al 9,7.

Pero la pobreza no sólo se expandió; también cambió su cara. La crisis que estalló en el 2002 alumbró un nuevo cuadro social: la indigencia, que antes prácticamente no existía, hoy afecta al 3,5 por ciento de la población. Al mismo tiempo, se verificó un proceso de infantilización de la pobreza que hizo que hoy el 50 por ciento de los menores de 12 años sean pobres. Esto crea situaciones estructuralmente difíciles de cambiar y que parece imposible atacar solo con políticas sociales, por más eficientes que sean, ya que involucran cuestiones muy complejas, como la segregación residencial, las nuevas condiciones de los mercados laborales flexibilizados, la tercerización en el sector servicios y otros tantos etcéteras. “Es el desafío más importante y más difícil de nuestro gobierno”, me dijo Felipe Michelini, subsecretario de Educación y Cultura de Uruguay, cuando conversé con él luego de un seminario en Buenos Aires.

4 ¿El gobierno de Vázquez ha avanzado en otros aspectos?

Los derechos humanos eran uno de los grandes ítem de la agenda de campaña. El nuevo gobierno impulsó la aprobación legislativa de los tratados internacionales, creó un programa sobre el tema en las escuelas y promovió la investigación de los crímenes de la dictadura aprovechando los agujeros jurídicos de la Ley de Caducidad, la norma sancionada en 1989 –y ratificada en un plebiscito– para frenar las causas por violaciones a los derechos humanos. Sin embargo, pese a que en su momento el Frente Amplio lideró la campaña contra la ley, el gobierno de Vázquez cumplió lo prometido en la campaña y se negó a derogarla.

Otro de los ejes programáticos de la coalición, las políticas de salud reproductiva, avanzó parcialmente, con el impulso a algunas medidas de educación sexual y anticoncepción responsable. Sin embargo, el gobierno se negó a enfrentar el siempre postergado debate acerca de la despenalización del aborto. En febrero de 2006, un grupo de legisladores presentó un proyecto para autorizar la interrupción voluntaria del embarazo hasta las doce semanas desde la gestación. La idea era aprobarlo en el Congreso y luego someterlo a un plebiscito, lo que convertiría a Uruguay en el primer país de América latina en plantear seriamente una discusión sobre el tema. Pero Vázquez, de fuerte formación católica, amenazó no sólo con vetar la ley, sino con disolver las cámaras, un recurso institucional extremo, si éstas insistían. “Estoy dispuesto a hacer todo lo necesario”, advirtió el presidente.

5 ¿El de Tabaré Vázquez es un gobierno timorato?

La pregunta no es mera provocación. Algunos, sobre todo en la orilla argentina del Río de la Plata, seguramente piensan eso. Y es que al lado de los cambios abruptos que se vivieron en Argentina, que pasó del neoliberalismo más intenso del continente a la crisis más profunda y de ahí a un gobierno furiosamente antineoliberal (al menos en el discurso), lo de Uruguay parece siempre poca cosa.

Pero habría que ver, en primer lugar, si este estilo de cambio lento es tan negativo como piensan algunos. En todo caso, es parte de una cultura política que detesta los giros bruscos y avanza siempre con movimientos amortiguados, para bien y para mal. En 1992, por ejemplo, mientras el resto de América Latina giraba decididamente hacia la ortodoxia económica, Uruguay les ponía un freno popular a las reformas de mercado rechazando en un plebiscito las privatizaciones. Y más tarde, cuando se anunció la privatización parcial del sistema jubilatorio, un 60 por ciento de los uruguayos eligió mantenerse dentro del sistema estatal de reparto.

El ascenso político de la izquierda no tenía por qué romper esta tradición. Al fin y al cabo, el Frente Amplio nació en 1972 y recién después de tres décadas, tras perder dos elecciones presidenciales y demostrar que era capaz de gobernar Montevideo, pudo llegar al poder. En este sentido, contra lo que piensan algunos desprevenidos, el éxito electoral no fue resultado de una aspiración de cambio total sino, por el contrario, de la capacidad de Tabaré Vázquez para combinar un mensaje de esperanza difusa con las necesarias señales de las tranquilidad que exigía una sociedad que, aunque decidida a pasar a otra etapa, no parecía muy dispuesta a cambiar la tradición reformista tan arraigada en el país.

6 ¿Uruguay va a dejar el Mercosur?

El conflicto con Argentina por la instalación de la papelera Botnia reavivó la discusión acerca de las ventajas y desventajas del Mercosur y estuvo a punto de terminar con la salida del bloque. Al igual que Paraguay, Uruguay se queja de que Argentina y Brasil no lo tienen en cuenta a la hora de tomar las grandes decisiones, como el ingreso de Venezuela como miembro pleno, y que hacen poco y nada para limitar las asimetrías.

De los cuatro socios, Uruguay es por lejos el que cuenta con un mayor porcentaje de mercoescépticos. Un sector importante de la clase política, junto a buena parte de la sociedad y de los medios de comunicación, defiende la idea de diversificar la política de integración para vincularse con nuevos mercados. El debate divide también al Frente Amplio. De hecho, Astori impulsó en su momento un acuerdo comercial con Estados Unidos que habría implicado la salida de Uruguay del Mercosur y que finalmente se convirtió en un mucho más suave Tratado de Protección de Inversiones. En la oposición, la mayoría apoya la idea, como me explicó el ex presidente Luis Alberto Lacalle, uno de los principales referentes conservadores de su país, en una entrevista en Buenos Aires. “Tenemos que dejar de perder el tiempo con pavadas como el Parlamento del Mercosur, que sólo sirve para generar viáticos. Hay que volver a un acuerdo de libre comercio, que era la idea original, para que podamos explorar otras alternativas complementarias.”

La opinión de Lacalle no debería descartarse con el argumento de que es un neoliberal y punto. El diagnóstico tiene su lógica: típico caso de un país chico, Uruguay produce mucho de pocas cosas y consume poco de muchas. Como diría un economista, es una economía estructuralmente especializada y, por lo tanto, vulnerable a las fluctuaciones de los precios de los pocos productos que exporta. Quienes sugieren avanzar en un regionalismo abierto al estilo de Chile argumentan que la única forma de evitar las variaciones de los precios internacionales es diversificar las exportaciones –y sus mercados de destino– a través de acuerdos con otros países y bloques, para lo cual el país cuenta con algunas ventajas invaluables: una ubicación estratégica, materias primas abundantes y una tradición de estabilidad institucional adecuada para atraer inversiones extranjeras.

Pero esta propuesta ignora el hecho de que Uruguay ya se encuentra estrechamente vinculado con sus vecinos, especialmente Argentina y Brasil, que constituyen sus dos principales socios comerciales y que, sumados, representan casi el 50 por ciento de su comercio exterior. Ambos países son responsables, además, de algunos movimientos clave de la economía uruguaya, como el flujo de turistas. Por más que busque otras opciones, Uruguay, guste o no, tiene su futuro irremediablemente atado al de sus vecinos. Los defensores del Mercosur sostienen, por lo tanto, que la estrategia debería consistir en fortalecer y mejorar el bloque, no en debilitarlo.

7 ¿Tiene futuro la izquierda uruguaya?

Tras mucho dudar, Vázquez descartó la posibilidad de buscar una reforma constitucional para habilitar su reelección en el 2009. Si estuviera habilitado, su triunfo se da por seguro, pero con el líder máximo fuera de carrera el panorama es menos claro: el candidato más popular en las filas del Frente Amplio, José Mujica, genera resistencia en importantes sectores de la sociedad, un poco por su estilo desenfadado, que contrasta con el atildado y circunspecto Tabaré, pero también por su pasado guerrillero (que de todos modos no le ha impedido garantizar con su apoyo la moderación del gobierno). Al superministro Astori le ocurre exactamente lo contrario: tiene una alta intención de voto, pero despierta fuertes rechazos internos. En este juego complicado, todos esperan una definición de Tabaré, cuyo dedo mágico aún no ha señalado a su favorito. Un gobierno de Astori implicaría una clara continuidad económica y, quizás, un viraje parcial en política internacional hacia un mayor acercamiento con Estados Unidos. La perspectiva de Mujica es incierta y ni él mismo parece muy convencido de una eventual candidatura. Otros posibles postulantes, como el vicepresidente Rodolfo Nin Novoa, parecen por el momento un poco débiles para enfrentar a una oposición probablemente unificada. En cualquier caso, lo que es seguro es que ninguno intentará un cambio radical, ni a la izquierda ni a la derecha, en un país acostumbrado desde siempre a avanzar como si caminara debajo del agua.

4 de abril de 2008

NOTAS SOBRE SOCIOECONOMIA, E. Aquevedo.

(Notas preliminares)

  1. ¿Qué es la socioeconomía? Se trata de una nueva propuesta y corriente integradora del análisis económico vinculado orgánicamente a la sociología, en particular, pero con importantes puentes hacia la antropología, la ciencia política, la psicología y la historia. Su finalidad es analizar y comprender los hechos económicos esenciales (producción, consumo, distribución, mercado, salarios, empleo, ingresos, crecimiento, desarrollo, etc.) dentro de su contexto pluridimensional, donde las estructuras socio-políticas y culturales juegan roles decisivos. En este sentido es un enfoque innovador además de integrador, que se sustenta en diversas corrientes de pensamiento dentro de la tradición económica heterodoxa (escuela de la regulación, institucionalismo, convencionalismo, marxismo, etc.), que hasta hace menos de dos décadas existían de modo disperso o diferenciado. Ahora, integrados en el marco de la socioeconomía, no solo cuestionan la visión neoclásica como en el pasado, sino que además buscan generar nuevos análisis y conocimientos sobre la realidad económico-social y elaborar propuestas y soluciones en este mismo ámbito.
  2. En el año de 1989 se funda en la Universidad de Harvard la Sociedad para el Avance de la Socioeconomía, SASE (Society for the Advancement of Socioeconomics). Esta sociedad cuenta entre sus miembros de honor a economistas y sociólogos del más alto prestigio internacional como K.Boulding, A. Hirchman, J. Galbraith, A. Sen, H.Simon, P. Bourdieu, M. Douglas, N. Smelser y Robert Boyer. La sociedad cuenta como órgano de difusión del resultado de las investigación del campo con el The Journal of Socioeconomics.
  1. Los propósitos de la SASE son en síntesis los siguientes:

1.- Promover una mayor comprensión del comportamiento económico y sobre todo de los mecanismos de decisión a través de una amplia y variada selección de disciplinas académicas.

2.- Promover el estudio y la investigación de las implicaciones políticas y culturales que se derivan de un entendimiento pluricontextual (social, psicológico, histórico, filosófico y ético) del comportamiento económico dentro de comunidades.

3.- Servir de espacio de intercambio de ideas y experiencias a nivel global.


La Sociedad para el Avance de la Socioeconomía (SASE) está presente en más de 30 países. La sede central de la SASE está en los Estados Unidos y en diversos países, en Europa en particular, existen ya cátedras de socioeconomía, tanto a nivel de pregrado y de postgrado. En chile, en la Universidad de Valparaíso, fue creada recientemente la primera Licenciatura en Socioeconomía.

  1. ¿Cual es entonces el campo de actividad disciplinaria y las problemáticas que aborda la Socioeconomía? Como se desprende de su desarrollo en otros países, su campo de actividad y preocupación es el conjunto de temáticas económicas clásicas, desde la producción y el consumo, hasta la formación de los salarios y la distribución del ingreso, pasando por la organización y dinámicas del mercado de trabajo, así como la problemática del crecimiento y del desarrollo, integrados y sobredeterminados por sus particulares contextos socio-políticos y culturales, como ya se dijo antes. En esta integración interdisciplinar es posible comprender de manera más real cada uno de esos fenómenos económicos clásicos, interactuando con procesos regulatorios, de convenciones socio-institucionales, o de intereses sociales y políticos subyacentes. Así cobran relevancia especial, por ejemplo, temas como el capital social y cultural en los procesos de desarrollo, las redes y vínculos sociales, así como los conflictos políticos y los intereses y pugnas de las diferentes clases sociales en la formulación e implementación de las políticas socio-económicas.
  1. ¿Cual podría ser, en fin, su orientación profesional y perspectivas laborales? Un socioeconomista es entonces aquel profesional que, armado de una sólida formación teórica interdisciplinaria (económica y sociológica en particular), metodológica e instrumental, puede asumir roles y funciones en un mercado laboral exigente, tales como:

1) Elaboración de diagnósticos sobre procesos socioeconómicos locales, regionales o nacionales;

2) Elaboración de propuestas o soluciones post diagnóstico en esos mismos ámbitos;

3) Diseño y evaluación de proyectos económico-sociales;

4) Diseño y evaluación de proyectos de desarrollo económico y social local o regional;

5) Consultorías y estudios de mercado y de opinión pública;

6) Análisis, diseño y seguimiento de políticas públicas de carácter socio-económico en particular;

7) Responsables de áreas en organismos públicos o privados, como relaciones laborales, recursos humanos, evaluación de fuentes y puestos de trabajo, relaciones con la comunidad, desarrollo comunitario, etc.

1 de abril de 2008

Desigualdad de ingresos en Chile, R. González

Economía, Política y Cultura de la Desigualdad de Ingresos en Chile.

Raúl González Meyer[1], Académico Universidad Academia de Humanismo Cristiano, Chile, Doctor en Ciencias Sociales, Universidad de Louvaine.

Para disponer del texto completo, contactarse con el autor (ragonzalez@academia.cl)

Presentación

El trabajo presente explora las causas de la desigualdad del ingreso en Chile, buscando ampliar el panorama de factores existentes y enfatizando algunos poco tratados en la actualidad –al menos en Chile- ya sea por sesgos ideológicos o por sus significados políticos más cuestionadores del status quo.

En una primera sección introduce a la magnitud y el carácter de la desigualdad de ingresos en Chile. Luego en las secciones 2 a 8 identifica un conjunto de factores y su presencia en el cado chileno. Ello se refiere en forma secuencial a las cuestiones de la concentración patrimonial y de la riqueza; a la repartición de las ganancias de la productividad y el pago a los "factores productivos"; a la posesión de capital humano; a la heterogeneidad de la estructura productiva y de empleo; a las estructuras familiares y sus tasas de dependencia; a las estructuras impositivas y de gasto social; a las discriminaciones socio-culturales; y a los poderes de los agentes en el mercado y en la fijación de las reglas que encuadran su accionar. Finalmente, concluye en la multiplicidad de factores que intervienen en producir la desigualdad .

En términos de los énfasis que el trabajo quiere destacar, está, primero, el de la fuerte relación entre concentración patrimonial o de la riqueza con la distribución del ingreso; segundo, la trayectoria que siga la repartición de los aumentos del producto y la productividad entre ganancias y remuneraciones y su relación con las condiciones de negociación; y, tercero, retomar el clásico análisis estructuralista latinoamericano de los efectos que sobre los diferenciales de ingreso tienen las distintas heterogeneidades de la estructura productiva y de empleos .

Con todo ello se pretende moderar -más allá de reconocer el rol que juegue- la consideración de la educación o el capital humano como el único eje desde el cual aproximarse a entender la mala distribución de ingresos y a pensar la política necesaria para mejorarla. En particular, si se considera, además, que la cantidad y calidad de la educación recibida tiende a estar "distribuida" por los niveles previos de ingreso de las personas.

También el artículo busca reponer factores que juegan un rol en la reproducción de los diferenciales de ingreso y que deben ser sometidos a cuestionamientos y cambios en función de producir inflexiones en aquellos, como el de la estructura tributaria. Pero también, aspectos menos conectados con los análisis distributivos como el de las diversas discriminaciones económico culturales que intervienen en el mercado del trabajo. Asimismo, la importancia que pueden tener los tamaños y las composiciones de las familias en términos etáreos y, sobre todo, de tasa de participación en el trabajo remunerado.

Finalmente, el artículo busca enfatizar la relación entre política, poder y distribución del ingreso dado los impactos distributivos que pueden tener las distintas reglas del juego que en un plano macrosocial y de funcionamiento concreto del mercado, enmarcan la actividad económica y del trabajo. Esto, a su vez, no puede sino entenderse como algo dinámico y resultado de poderes negociadores en distintas escalas y esferas.

Todo esto termina llevando a destacar una conclusión final acerca de que la desigualdad de ingresos se mueve en las dimensiones múltiples de la economía, la cultura y la política y tiene retroalimentaciones con los pesos relativos de los agentes en el sistema de poder.

1.- Introducción a la desigualdad del ingreso en Chile. .

Los antecedentes sobre la desigualdad de ingresos personales en Chile durante las últimas décadas, son elocuentes. Esta desigualdad ha sido un rasgo ligado a una época no caracterizada por el estancamiento sino de expansión económica de los últimos 20 años, configurando un "estilo o patrón de crecimiento económico", con una "desigualdad concentrada"[2].

Datos recientes muestran que el 10% más rico recibe el 40% de los ingresos autónomos y el 10% más pobre el 1.7%. En términos de ventiles, las personas pertenecientes al 5% más rico recibían un ingreso autónomo promedio equivalente a 100 veces al del 5% más pobre.

La desigualdad es también llamativa en términos comparativos. Chile figura con un índice de Gini[3] de 57.5 y en algunos años solo ha sido superado en desigualdad por Paraguay, Bolivia, Honduras, Brasil, Sudáfrica, Nicaragua. Otros países conocidos por su alto grado de desigualdad lo son menos que Chile como Colombia, Zimbabwe, Guinea-Bissau, Guatemala, Zambia, El Salvador, Nigeria, Rusia y otros.( Human Development Report, 2001).

Algo importante es que la desigualdad presenta una enorme concentración en el pequeñísimo grupo más rico de la población (Schatan, 2005: 18). Representa una concentración "de elite" y permite hablar no solo de un nivel (índice) de desigualdad sino también de un "patrón de desigualdad", en que la razón entre el decil más rico y el decil siguiente es la mayor de América Latina. Como contraparte de ello, la no consideración de aquel 10% más rico reduce enormemente la desigualdad y deja a Chile como el país más igualitario de A. Latina. (Torche, 2005: 9)

Chile muestra, además, una situación muy baja de movilidad social intergeneracional en cuanto a los empleos e ingresos. Las personas tienden a persistir en las situaciones "de partida" u "origen", lo que significa que hay una transmisión de padres a hijos de las condiciones socio-económicas, predominando claramente las movilidades horizontales por sobre las verticales. Esto puede leerse como una desigual distribución de oportunidades que se agrega a la desigualdad de resultados (ingresos). (Núñez y Risco, 2004: 12).

2.- El diferencial en la propiedad de los activos físicos y financieros: riqueza e ingresos.

Una constatación inicial para fines de comprender el fenómeno de la alta desigualdad es que los ingresos del 10% más rico de chilenos se derivan en gran medida de la propiedad de activos físicos y financieros: empresas, tierras, dinero líquido[4]. Sabemos que dichos activos permiten generar ingresos que denominamos rentas, utilidades o intereses. De esto se deriva que una distribución muy desigual (concentración) del capital físico y financiero tenderá a da lugar a una desigualdad correspondiente de los ingresos.

La información disponible muestra que las rentas de la propiedad constituyen casi el 30% de los ingresos del 10% más rico y que el 95% del total de ese tipo de ingresos es obtenido por aquel segmento social. Además cerca del 80% de los ingresos de los empleadores es recibido por el grupo de éstos que se ubica en el 10% más rico.

En este sentido, la "extrema riqueza" (propiedades, medios físicos de producción, capital financiero) es uno de los ejes que explican la regresiva distribución del ingreso (Fazio, s/f: 24). Esta concentración patrimonial está asociada a familias y grupos económicos que operan en todos los sectores de la actividad económica: en los exportadores como el forestal, pesquero, minero; en el financiero como los bancos y la administración de fondos de pensiones; en el social como la instituciones de salud previsional; y en otros de gran dinamismo comercial, como las farmacias y los supermercados. (Fazio, 1997)

La concentración de la riqueza, en tanto fuente de la desigualdad de los ingresos es, simultáneamente, acrecentada por esta última, a la manera de una "causación circular acumulativa", siguiendo la clásica expresión de G. Myrdal. En efecto, la corriente de ingresos que se obtiene a partir de un conjunto de activos puede convertirse en la base del aumento de dicha posesión de activos y, por tanto, a su turno, del aumento de los niveles de ingresos recibidos. Este puede constituir un círculo vicioso de concentración de riqueza e ingresos, sino existen factores inhibidores o compensadores[5].

Orígenes y mecanismos de la concentración de los activos: economía, política e ideología.

Es importante preguntarse por los factores que han influido en esta concentración patrimonial nacional[6]. Uno importante fue la venta de empresas públicas que actuó como generadora de bases patrimoniales privadas. El primer hito fue en 1975, en que se venden las empresas públicas –estatizadas durante el gobierno de la U. Popular- bajo modalidades de información privilegiada a la que acceden muy pocos agentes económicos ligados directamente al régimen militar y a la política de privatización. (Meller; 1997). En el mismo sentido actuó la privatización de empresas públicas en la segunda mitad de la década del 80 y que permitió la entrada del capital privado nacional e internacional en actividades actividad generadas -total o parcialmente- por el sector público a partir de los años 30/40 del siglo pasado. Ello incluyó empresas que clásicamente se habían considerado públicas por constituir "monopolios naturales" y que se desenvolvían ya con alta rentabilidad. (Amaro s/f.:26-40).

Algo que acompañó ambos momentos de privatización es la venta bajo el valor real de las empresas lo que fue un importante factor de concentración patrimonial[7]. Esto muestra la presencia de factores de orden político –no de mercado- que han estado presentes en dicha concentración y su impacto en la distribución de los ingresos. Se debe decir que el efecto que sobre la concentración de activos tuvieron aquellas privatizaciones no fue una consideración central en la decisión de realizarlas. Mucho más importante apareció el objetivo de privatizar la economía, disminuir el aparato estatal y generar un empresariado poderoso[8].

También otros factores de orden ideológico jugaron a favor de que no se generaran fuerzas desconcentradoras al interior de quienes poseían el poder político en los años 80. Adquirió dominio la postura de que frente a la existencia de monopolios naturales siempre era preferible la propiedad privada que la pública. Fue además primando la justificación -ampliamente dominante entre el gran empresariado - de que la competencia real se da entre unos pocos agentes grandes en cada mercado y que eso era lo único posible como condición para entrar en la globalización. El argumento señala que siendo Chile un país pequeño, la posibilidad que tienen las empresas con economías de escala es alcanzar volúmenes que signifiquen participaciones muy altas de mercado[9]. Esta lógica y "realismo" en importante grado abarcó también a las fuerzas políticas gobernantes post régimen militar lo que determinó una "mano blanda" a la concentración patrimonial y en la que implícitamente se entiende que ella es condición de competitividad. Las leyes antimonopólicas y el tribunal de la competencia, por tanto, han quedado como instituciones decorativas frente a dicha realidad.

Sobre estas bases patrimoniales concentradas y regulaciones insuficientes, los procesos de mercado van intensificando esa orientación. La economía se reproduce, entonces, con una enorme brecha patrimonial entre los grupos y familias que concentran los activos y el patrimonio de los pequeños empresarios[10]. La alta generación de ingresos (utilidades), a partir de la posesión concentrada de activos permite, a la vez, pagar un ingreso alto a una pequeña alta gerencia administradora de dichos activos. Esto explica una parte del 10% más rico que no son solo propietarios, sino también altos directivos de grandes empresas, universitarios y empleados directamente vinculados a la gestión de la actividad.


3.- repartición del valor producido: dinámica de las ganancias y de los salarios
.

La distribución de los ingresos, aun dentro del marco que proviene de la concentración de la riqueza antes señalada, es dependiente también de la manera en que el valor económico producido se transforma en ganancias (excedente de explotación), remuneraciones y otros componentes. Esta distribución funcional de los ingresos es una base de la distribución personal.

Lo que muestra la economía chilena es que dentro de un aumento general de los excedentes de explotación, las remuneraciones, la masa de impuestos y los gastos en consumo de capital fijo (depreciación), la participación de los asalariados en relación a décadas pasadas ha tendido a bajar respecto al valor total producido. (ver tabla 3). Esto dentro de procesos que no son completamente lineales y están afectados por ciclos económicos que en ciertos casos, incluso pueden afectar más fuertemente la participación de las ganancias, como el período inmediatamente posterior a 1998, y en que hubo disminución del producto ("crisis asiática"). En general, sin embargo, se puede observar que el crecimiento del producto que fue más o menos sostenido desde la mitad de los años 80 hasta 1997 fue más apropiado por las ganancias y el consumo de capital fijo que por las remuneraciones, las que se apropiaron solo de partes del aumento de la productividad del trabajo.

En ello influyen factores como el grado de concentración en la economía y las condiciones contractuales en el mercado del trabajo –aumento del trabajo a plazo fijo, subcontratación, externalización y no existencia de negociación por rama- que generan condiciones de negociación desfavorables para parte importante de los asalariados. Sin duda, estos son aspectos fundamentales en relación a la distribución del ingreso y que han estado escasamente tratadas en el análisis de su desigualdad por la economía liberal.

¿escasez relativa de los factores?

Lo anterior podría intentar explicarse desde la teoría convencional por la escasez relativa que presenten los "factores productivos". Las diferencias provendrían de una escasez de capital y una abundancia del trabajo que redundaría en altas ganancias per/cápita para los propietarios y una baja remuneración per/cápita para los asalariados y, de allí, una gran brecha en la distribución personal de ingresos. Sin embargo, esta interpretación parece parcial de acuerdo a las características de la economía chilena de las últimas décadas.

La escasez del capital puede ser puesta en duda en la medida que ha existido una masa inmensa producida por la propia dinámica productiva y a través de la captura de las cotizaciones obligatorias que recauda el sistema privado de Fondos de Pensiones bajo la modalidad de la capitalización individual y que las transforma en capital disponible. La propia masa internacional de capitales que busca lugares de realización y la imagen de Chile ante las elites empresariales y financieras internacionales, contribuyen en la misma dirección[11]. Respecto de una sobre abundancia de oferta de trabajo ello no aparece algo real en la medida de que el empleo aumentó con cierto dinamismo en los años 90 y, en relación a esto, la tasa de crecimiento de la fuerza de trabajo no fue desproporcionadamente alta. Ello, aunque se considere el aumento de la tasa de participación producto de de la mayor incorporación de la mujer al mercado laboral (Valenzuela, 2000: 9-27).

De todas formas se debe reconocer la menor elasticidad producto-empleo que ha ido teniendo la economía. Es decir, como agregado, esta crece con un menor volumen de trabajo por unidad de producto. Esto puede ejercer un "control estructural" al aumento de las remuneraciones al generarse un "ejercito de reserva" mayor –situación generada a partir del ciclo depresivo de fines de los años 90- y con ello influir negativamente en la posibilidad de mejoras distributivas. (González, 2001a: 3)

4.- Las diferencias de productividad del trabajo: ¿capital humano y/o heterogeneidades estructurales?

Las diferencias entre las remuneraciones del trabajo es otro componente de la desigualdad de los ingresos personales. Los distintos salarios presentan alguna relación con el valor económico que crean, según la cantidad y los precios de mercado existentes, lo que es asociado a la productividad del trabajo efectuado[12]. Esto nos lleva al análisis de dos factores, complementarios hasta cierto grado, pero también contradictorios en cuanto a la importancia relativa que se le concedan dentro de un marco explicativo: el de la posesión de "capital humano" y el de las heterogeneidades productivas y de los empleos, en la economía.

La explicación actualmente en boga en Chile, especialmente en los círculos liberales, es que la diferencia de la educación es la fuente original –fundacional- de la diferencia de los ingresos recibidos (Lehman y Hinzpeter: 2001). Aquella determina los niveles de productividad que cada uno tiene en el trabajo y de esto se derivan los ingresos que se reciben. Sin embargo, esto constituye una parte de la explicación y seguidamente no la más importante.

Diferenciales de acumulación del "capital humano": educación y desigualdad de ingresos.

Tomando la educación formal como referencia efectivamente se observa una relación entre el volumen en que se posee y los diferenciales de ingresos. A más años de estudios hay un mayor ingreso.

La relación educación-ingresos presenta tres rasgos destacados. El primero es que a mayor educación aumenta el ingreso y que en el decil más pobre, por tanto, se concentran las personas con menos educación formal. Segundo, que el aumento de ingreso no es muy alto en la medida que se avanza en la escala de escolaridad. Lo tercero, es que aquella progresividad lenta entre ingreso y educación se acelera extraordinariamente cuando se entra en la educación universitaria. Por un lado, casi el 50% de los que tienen ese grado de educación son parte del decil más rico y constituyen las ¾ partes del quintil más rico. Asimismo es más de tres veces el promedio de los ingresos medios de los ocupados con educación media profesional. ¿Es entonces la posesión y a la vez escasez de capital humano lo que explicaría estos diferenciales?

Lo primero a advertir es que la generalizada reducción a la educación como "el" factor explicativo de (la desigualdad de) los ingresos no advierte que el acceso y el rendimiento educacional están influidos, a la vez, por la desigualdad en los ingresos. La manera en que las condiciones y realidades de ingreso condicionan el "capital humano" que se adquiere, es doble. Por un lado influyen en las condiciones adversas en que quienes tienen niveles de ingreso bajos acceden a la recepción de dicho capital. Así, hijos e hijas de hogares de padres con bajos ingresos y niveles educacionales y con difíciles condiciones de vida, también en lo emocional, reflejan aquello en el rendimiento escolar.

Por otro lado, el contar con menos ingresos impide acceder a una educación de alta calidad. El costo de la educación privada escolar está por sobre las posibilidades de la mayoría de la población y el financiamiento de la educación pública es muy baja en relación a aquella. Las diferencias de ingresos, entonces, producen diferencias de educación con lo que se reproduce o amplifica la desigualdad inicial.

Heterogeneidad productiva y diferenciales de productividad: los viejos temas estructurales.

Sin embargo, la apuesta a veces unilateral en la educación para producir más equidad también debe ser discutida cuando se observa que la productividad de los trabajos en una economía no está determinada sólo por la cantidad de capital humano que cada trabajador posee sino, de manera muy central, por los tipos de empleos y trabajos existentes en la economía. Esto es un aporte esencial realizado por los análisis estructuralistas en América Latina en décadas pasadas (Pinto, 1970)

Las diferencias de productividad y de ingresos pueden estar fuertemente determinadas por las heterogeneidades que cristalizan en la economía. La creación de muchos trabajos o empleos precarios y de productividad baja tiende a hacer estéril o incierta la formación de capital humano como factor igualitario de los ingresos. Esta heterogeneidad productiva es alta en Chile y no es de un solo tipo sino que esta presente en dimensiones diferentes que se combinan y la hacen un fenómeno "duro".

La primera es de tipo sectorial. La economía chilena muestra sectores que son dinámicos, altamente intensivos en capital y que pagan remuneraciones relativamente altas y que han crecido relativamente más rápidas, como la gran minería del cobre. Otros sectores son más intensivos en mano de obra y las remuneraciones han crecido mucho más lentas o decrecen, como en la agricultura de secano. Esto se relaciona con la manera en que se distribuye el progreso técnico entre los sectores de la economía, el que pasa así a tener un impacto directo sobre la estructura de empleos y de ingresos.

Se podría señalar que esto se resuelve automáticamente con el traspaso de trabajadores desde los sectores de baja productividad hacia los de más alta productividad, atraídos por mejores remuneraciones. Sin embargo, ello suele ocurrir muy parcialmente y los últimos sectores suelen caracterizarse por absorber pocos trabajadores. Un ejemplo es el de los campesinos pobres y pequeños productores marginales no funcionales al modelo competitivo exportador que no tienen otro destino que dejar el campo para convertirse en pobres urbanos.

Como se observa en el cuadro siguiente, los sectores más expansivos y de mayor productividad media pueden tener límites en cuanto a la demanda y absorción de trabajo que poseen. Las condiciones de competencia y los estándares tecnológicos pueden ser más importantes que el nivel bajo de salarios en cuanto a la demanda de trabajo. Adicionalmente se puede observar que sectores con bajas remuneraciones medias, como el comercio, constituyen proporciones altas de los ocupados.

Esta heterogeneidad es también intra-sectorial. En caso de que esta sea muy alta, se tendrá una base estructural de mala distribución de ingresos[14]. Así, a nivel de cada sector productivo se configuran mercados primarios y secundarios del trabajo –mercados segmentados- con condiciones de trabajo y salariales muy desiguales. (Agacino y Echeverría, 1995: 5-17).

Esto se conecta con las diferenciaciones que se van produciendo entre tipos de ocupaciones y que distinguen calificaciones, responsabilidades y estatus dentro de las instituciones y empresas y de la sociedad. La estructura productiva existente puede generar una expansión mayor o menor de cada tipo de ocupaciones y, como en el caso chileno, generar una alta presencia de aquellas de poca calificación, aumentando las distancias salariales[15].

Otra heterogeneidad es la territorial, referida a que los sectores con mayor productividad y remuneraciones se localizan en algunos puntos del país[16]. Por ejemplo, en ciertos territorios es más posible tener producciones con posibilidades exportadoras y con ello permitir algunos mejores ingresos en la zona, aunque sean limitados. Asimismo, se producen concentraciones de oportunidades en la Región Metropolitana (de Mattos, 2003: 33). En el caso agrícola, por ejemplo, existen dos grandes zonas agrícolas: la zona centro norte que tiene condiciones naturales, favorables para los productos de exportación y la zona centro sur destinada principalmente al mercado interno: cereales, carnes, leche, remolacha y una serie de productos que tienen posibilidades marginales de exportación y alta competencia externa. Entre ambas zonas agrícolas se dan diferencias amplias de productividad e ingresos.

Por último, está la heterogeneidad empresarial que evidencia condiciones diferentes entre las grandes, medianas, pequeñas y microempresas. La masa de ingresos producidos en las más pequeñas en relación a la masa de participantes en ellas muestra una extraordinaria desproporción en relación a las más grandes. El total de trabajadores de microempresas y por cuenta propia representaban el 54.4% del empleo total (Casen, 2000), sin embargo, representan solo poco más del 3% de las ventas totales, aunque sin considerar las microempresas informales, que podrían añadir algunos puntos adicionales. Complementariamente, las empresas grandes que son el 1% de empresas formalizadas del país explican el 96% de las exportaciones. Las micro y pequeñas, que son el 97% de las empresas formales totales solo tienen una participación del 1.1%. Todos estos datos permiten imaginar que las condiciones de generación de valor económico entre los distintos tipos de empresas es muy diferenciada, y, por tanto, los ingresos de quienes están en ellas.


5.- Composición familiar y perceptores de ingresos.

La distribución personal del ingreso está también asociada a la tasa de participación y tasa de dependencia dentro de las familias[17]. Es decir a la composición familiar en términos de personas generadoras de ingresos y dependientes (no generadoras de ingresos monetarios). El ingreso per-cápita de una familia va a ser menor si la relación activas/dependientes es bajo, y viceversa. Los datos en Chile en la década del 90 fueron ilustrativos de cómo cambia el ingreso familiar cuando en el hogar hay un segundo perceptor de ingresos. La mayor igualdad o desigualdad de ingresos va a tener que ver, entonces, con lo que esté pasando al respecto entre las familias más ricas y las más pobres. La mayor cifra que alcance la tasa de dependencia puede estar a la base de una situación de bajo ingreso per-cápita por parte de ciertas familias.

En los sectores de mayores ingresos existe un mayor número promedio de perceptores de ingreso por hogar. Por su parte, los hogares más ricos son más pequeños. Por su lado, una característica de los sectores de pobreza mayor es, en el límite, que son hogares monoparentales, con mujeres jefas de hogar y con un número alto de hijos. Es decir, con una alta tasa de dependencia. Ello se agrava al existir inestabilidad laboral y que hace que en el período de un año el número de ocupados promedio del hogar pueda ser menor que uno.

A nivel general del país, el 57% de las personas que están en edad de trabajar –entre 15 y 65 años- tienen empleo o lo buscan, son parte de la fuerza de trabajo. Pero si consideramos al 20% de menores ingresos, solo el 44% forma parte de la fuerza de trabajo. Esto muestra correlación entre la estructura de la distribución de los ingresos y el número de miembros de la familia que esta en la fuerza de trabajo. En buena medida, lo anterior está relacionado con la desigual entrada de la mujer en el trabajo según estratos de ingreso. Su participación está sesgada hacia la incorporación de las mujeres con mayores niveles de ingreso y educacionales. Las mujeres con menores ingresos tienen más dificultades para salir a trabajar a causa de los hijos y con ello tienen dificultades para aumentar dichos ingresos familiares.

Dejando libre la decisión del número de hijos de las familias, el costado problemático y objeto de la política pública es remover situaciones en que una alta tasa de dependencia puede deberse a que miembros del hogar experimenten dificultades (desigualdades) para insertarse en el trabajo remunerado, que es lo que muestra el análisis del mercado laboral chileno.

6.- Discriminaciones y desigualdad de ingresos.

A diferencia de aproximaciones simplificadoras del mercado del trabajo este muestra que las dimensiones que intervienen son múltiples y diversas. Así, hay ingresos de las personas que están asociados a ciertas pertenencias a grupos de la sociedad lo que incide en los ingresos que reciben. Uno de los aspectos presentes es el de las discriminaciones, lo que puede estar a la base de desigualdades de ingresos personales en tanto afecte principalmente a quienes ya están en desventaja.

Una es la discriminación de género. Estudios en Chile muestran que la mujer, a iguales capacidades, antecedentes educacionales y para realizar las mismas funciones, recibe en promedio un 30% menos que los hombres. Esta brecha salarial se va ampliando a medida que aumenta el nivel de escolaridad, así hombres y mujeres de bajos niveles de educación tienen menos diferencias relativas en sus remuneraciones, que hombres y mujeres con ocupaciones más calificadas. En el 2003, además, mientras el 15.8% de los hombres ocupados estaba en el tramo menor de ingresos esa cifra era del 24.5% para las mujeres. Estos mayores ingresos de los hombres parecían explicarse solo en pequeña proporción por mayores horas trabajadas.

Otra es la discriminación de clase o grupo social de referencia. Baste aquí un ejemplo como evidencia. Un estudio reciente analizó 12 promociones de egresados de la Facultad de Economía de la Universidad de Chile, correlacionando los ingresos que habían tenido en sus trabajos con las notas que habían obtenido -por tanto comportamiento y rendimiento académico- y con manejo de idiomas. Se detectó que, provenientes de la misma Facultad, de la misma escuela, con niveles académicos comparables, con el mismo nivel de manejo de idiomas, había diferenciales de hasta un 35% en las remuneraciones debido a dos factores que se repetían: comuna de origen y apellido. (Facultad de Economía de la Universidad de Chile: 2003).

También está presente la discriminación étnica. En un estudio realizado en la Región Metropolitana y Región del Bío-Bío se pudo determinar, que para iguales condiciones y capacidades y funciones, las personas de origen mapuche recibían una menor remuneración. Al igual que en el caso de la diferencia de género, ello era creciente en la medida que se avanzaba en la escala profesional (Corporación Nacional de Desarrollo Indígena, 1999)

Todo esto muestra algo normalmente velado en los estudios de salarios que son las condiciones sociales y culturales dentro de las cuales aquellos se determinan. Muestra además la relación de doble implicancia entre ingresos y otras dimensiones de la realidad, en que aquellos determinan calidades y condiciones de vida, pero en que también son determinados por características socio-culturales que presenta la sociedad.

Aunque tiene una característica diferente, también pueden ser asociadas a la discriminación las dificultades desiguales que algunos grupos tienen para insertarse en el trabajo y que condicionan la regularidad con la que pueden procurarse ingresos. Esto lo podemos ilustrar con la tasa diferenciada de desocupación que dichos grupos presentan. Lo que muestran las cifras son ciertas regularidades sistemáticas en que ciertos grupos (y ciertos territorios) muestren tasas de desocupación más altas y que establecen un círculo vicioso con situaciones previas de menores ingresos[18].

7.- Tributación y gasto, públicos: regresividad y progresividad.

La tributación también ha influido en la distribución de ingresos. Chile ha construido una estructura tributaria que grava relativamente más a quienes tienen menos ingresos. Es decir, desde el punto de vista de la fuente de ingresos tributarios del Estado lo que existe es un "aporte" a la desigualdad de los ingresos. Lo anterior se debe a que la fuente tributaria mayor es el "impuesto al valor agregado" (IVA) que representa alrededor del 50% de los impuestos totales. El IVA es considerado un impuesto regresivo en la medida que está incluido en los precios de venta de los productos; es decir, grava al consumo. De acuerdo a la teoría y a los datos empíricos, son los ingresos menores los que se consagran en mayor proporción al consumo. Solo los ingresos mayores pueden consagrar una parte al ahorro, en el caso de Chile, solo el 20% con más ingresos. (INE, 2003)

La otra cara de lo anterior es que Chile presenta un porcentaje comparativamente bajo dentro del total de los impuestos a los correspondientes a la renta de las personas y a las utilidades de las empresas. Sin embargo, son dos situaciones diferentes. En el caso de las empresas hay un impuesto bajo a las utilidades (17%), que proviene de condiciones favorables de principio de los años 80 y que buscó el aumento de las inversiones reales y financieras, que pagaran sus endeudamientos y aumentaran sus exportaciones. Dicha reforma entiende más el nivel y la estructura, tributarios, en términos de favorecer las utilidades e inversiones empresariales que una distribución más igualitaria de los ingresos. El manejo de posibilidades legales como la depreciación acelerada y los costos financieros contables han permitido acentuar la baja carga tributaria a las empresas mayores, destacando la situación de las empresas mineras.

Sin embargo, el impuesto al ingreso de las personas mantiene un carácter progresivo y afecta marginalmente de manera creciente a las rentas más altas[19]. Por ello, ha conducido a una estrategia de "elusión" de impuestos de las personas de más altas rentas transformando, legalmente, rentas personales en utilidades de sociedades sujetas a menores impuestos, reduciendo su efecto progresivo.

Aunque no es principalmente bajo la forma de ingresos monetarios, se debe considerar en el análisis de la distribución de ingresos el consumo de bienes y servicios brindado por el Estado. Esto puede ser valorizado e integrado a los flujos de ingresos que las personas reciben. Esto cambia la distribución de los ingresos una vez aplicada y valorizada la política social[20]. Los antecedentes muestran que el significado de la política social es importante sobre todo para el decil más pobre. El total de subsidios en dinero, en educación y en salud a las familias que componen el 10% más pobre hace que la distribución del ingreso una vez realizada las políticas del Estado mejore. Si se consideran los ingresos autónomos del 20% más rico y del 20% más pobre, entre 1990 y 2003 se mantienen una diferencia de alrededor de 15 veces en el período. Pero si se consideran las políticas públicas en salud y educación –valorizadas monetariamente- esa diferencia se reduce a cerca de 8 veces. En el mismo sentido, si se consideran los ingresos del 10% más rico y del 40% más pobre, la razón de 3,3 veces en los ingresos autónomos, se reduce a 2,3 veces, considerando todas las transferencias sociales. (Casen, 2000) [21]

En una evaluación general, la política social de los años 90 ha sido evitar que las tendencias del mercado aumenten más las distancias de ingreso. Si se eliminara la política social se podría pronosticar que la distribución del ingreso se haría más desigual. Sin embargo, no permite una inflexión hacia una igualdad más importante de los ingresos. Ello muestra, a la vez, las potencialidades y la importancia de la acción del sistema político (Estado) y sus límites en términos de reestructuraciones más decisivas de ciertos fenómenos.


8.- Poderes, desequilibrios y negociación.

Los fenómenos económicos están también producidos por los pesos relativos que tienen los agentes sociales. En este sentido, se puede decir que la esfera de lo económico está imbricada de las relaciones de poder social. Estas pueden, entonces, ser funcionales a trayectorias más igualitarias o des-igualitarias del ingreso. La mejor lectura de lo que actualmente ocurre es la de un desequilibrio en esa negociación social y de una baja capacidad de presión o fuerza relativa de algunos agentes.

poder y relaciones de mercado.

En las relaciones de mercado siempre existe disputa y/o negociación por los ingresos que se producen en una economía. Ellos pueden ser más formales y transparentes o más informales y poco visibles. Los agentes al entrar en una relación mercantil definen precios de acuerdo que obedecen dentro de ciertos rangos, al poder y a la lógica de acción que tengan. Esto significaría que el valor que se crea en el proceso productivo es apropiado en mayor medida por algunos agentes haciendo que esa "porción negociable" del ingreso (valor) producido lo es en condiciones favorable para aquellos.

Se podría decir que hay dos tipos de desequilibrios negociadores que han actuado a favor de la concentración de ingresos en el caso chileno. El primero sería la transferencia desde los trabajadores a los empresarios. Lo que parece decisivo son las circunstancias desmedradas en que negocian buena parte de los asalariados y que producen una brecha mayor entre el valor que crean y los salarios que reciben. Un ejemplo, dentro de múltiples, es la existencia importante de temporeros en la agricultura que son trabajadores rurales sin tierra, una parte importante de los cuales son mujeres. El aumento de las externalizaciones y terciarizaciones laborales han afectado las condiciones de negociación en ese mismo sentido.

Pero también se produce este fenómeno en la relación entre empresas mayores y empresas pequeñas. Como hemos visto, la economía chilena es muy heterogénea y tenemos una vasta cantidad de pequeñas y medianas empresas que están en una posición desmedrada. Por ejemplo, el gran supermercado le pone las condiciones a los abastecedores pequeños, obligando a determinados precios, formas de pago y otras condiciones. Se produce una relación entre el capital grande y la empresa pequeña que significa transferencia de valores hacia la grande y baja de los ingresos a recibir y repartir en la pequeña empresa.

poder, normas y regulaciones macrosociales.

Las relaciones sociales a nivel nacional producen también reglas y normas generales que juegan un rol en cuanto a la manera en que se distribuyen los ingresos generados en el proceso productivo. Los efectos de estas pueden ser vistos desde dos ángulos. El primero es el de las normas explicitas existentes que definen activamente la manera en que ocurren las relaciones mercantiles en cuanto a los ingresos de los agentes que participan en ellas. El segundo es el de la inexistencia de normas en determinados aspectos lo que puede también tener, por ausencia, implicancias en la forma en que se distribuyen los ingresos

Estamos, entonces, en un plano de la regulación macrosocial que genera un marco normativo y legal dentro del cual se da esa repartición de ingresos. Este marco es resultante de las relaciones de fuerza e ideologías que existan en la sociedad. Un agente importante en esto son las organizaciones generales del empresariado y de los trabajadores y los partidos políticos. Asimismo la composición del poder legislativo. Todos esos factores tienen relaciones e influencias recíprocas.

Algunas de estas normas juegan roles hacia una mayor equidad de ingresos y otras hacia una mayor desigualdad. Por ejemplo, la existencia de normas que establecen los salarios mínimos, en la medida que definan un carácter progresivo, juegan un rol de mayor equidad en los años 90 respecto de los años 80, dado que han aumentado más que los salarios medios. También el mejoramiento de las condiciones de las indemnizaciones en cuanto al número de años que comprenden. Pero también normas que permitan una mayor flexibilidad laboral solo desde la óptica empresarial influyen en que los trabajadores sean usados solo en los momentos estrictamente necesarios y que asuman directamente el costo de las caídas de las ventas en los ciclos de la economía.

A su vez, lo que suele darse es la relación acumulativa entre mala distribución del ingreso y otras inequidades, como la del peso político y la influencia social. Puede haber círculos viciosos en que una situación de ingresos bajos debilite también la capacidad de lazos políticos y sociales como para influir en la sociedad en términos de política. Al contrario, quienes tienen mayores ingresos y riqueza pueden tener un peso mayor en decisiones macrosociales, por ejemplo, a través de la influencia del dinero en el juego político.

En este plano, lo que muestra la realidad chilena es un desequilibrio de los poderes al nivel macrosocial que guarda una correspondencia con la inequitativa distribución del ingreso, en particular relativas al patrón concentrado de la desigualdad señalado en las primeras secciones. A su vez, esa mala distribución del ingreso tiene efectos negativos para el logro de otras igualdades en el plano político y social.

9.- Nota reflexiva final.

El conjunto de factores antes considerados muestran la complejidad de causas que influyen en la (mala) distribución del ingreso. Mirado desde la acción política se define un conjunto amplio de campos de acción que deben estar presentes si se desea intervenir sobre la situación presente.

Con ese telón de fondo no puede sino considerarse reduccionista la baja o nula consideración en la discusión pública sobre distribución de los ingresos y equidad a factores como el de la concentración de los activos económicos o el de la estructura productiva o de empleos que genera la dinámica económica. Si a ello agregamos la casi imposibilidad de tocar aspectos como la estructura tributaria, finalmente los campos efectivos de discusión acerca de posibles políticas de equidad se hacen estrechos y, las más de las veces, bastante retóricos.

En ese contexto estrechado de análisis y propuestas suele, además, haber un centramiento unilateral en la esfera de la educación. Este suele, por un lado, desconocer el rol reproductor de desigualdad que ella también juega. Por otro, desde el enunciado de una política de "capital humano con efectos igualadores, se la trata de manera desconectada con estrategias que se propongan, explícitamente, cambios en las estructuras productivas y de empleo, que ataquen las "heterogeneidades estructurales" y aumenten la demanda de calificación del conjunto del aparato productivo.

Algo importante de lo señalado es también que la desigualdad de ingresos no puede ser comprendida como un fenómeno puramente de mercado o de la pura esfera de lo económico. Aspectos socio-culturales y políticos están presentes y en interacción. En este sentido, la posibilidad de cambios más radicales en la distribución del ingreso probablemente supone ambientes en que los sectores más afectados aumenten sus capacidades de expresión y de regulación de la sociedad. Solo un contexto tal abrirá más claramente un campo de acción ampliado para propuestas políticas y técnicas.

CONCEPTOS CLAVES.

Distribución de ingresos, concentración de la riqueza, desigualdad económica, heterogeneidad productiva, capital humano, discriminaciones socio-económicas, estructura tributaria, composición familiar, poder de negociación.

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[1] Académico Universidad Academia de Humanismo Cristiano. Economista U. de Chile; Magíster en Desarrollo Urbano U.C. de Chile y Doctor en Ciencias Sociales U.C. de Lovaina. Docente de las asignaturas "Economía de Chile"; "Teorías del Desarrollo Económico"; "Teorías del Desarrollo Regional y Local"; "Economía del Trabajo".

[2] Lo que situaría a Chile en el tipo de países que combina crecimiento con desigualdad dentro de las combinaciones popularizadas por F. Fanjzilber respecto de la manera en que se combinaban ambos aspectos y en que el "casillero vacío" de A. Latina lo constituía la combinación de crecimiento con equidad. (Fajnzylber, 1990: 38). El caso chileno, por tanto, no es posible de leer desde la perspectiva del estancamiento económico como problemática sino por la del "estilo de crecimiento". Ello recuerda los planteamientos sobre Brasil desarrollados hace varias décadas y que buscaron mostrar en el milagro brasileño no la falta de dinamismo sino el carácter de ese dinamismo. (Tavares, Serra, 1971)

[3] Dicho índice mide la desigualdad en la distribución del ingreso o el consumo. Puede ir de un valor "cero" que significa igual repartición entre todos los miembros y 100 que expresa una total o perfecta desigualdad. Puede decirse que expresa la dispersión respecto de los ingresos medios.

[4] En los ranking de la revista Forbes, los empresarios A. Angelini, A. Luksic y A. Matte, aparecen entre los mayores millonarios del mundo y, naturalmente, de América Latina. Esto no es algo menor dado que Chile es un país de ingreso medio en el concierto mundial.

[5]El efecto de desigualdad en la propiedad de los activos o patrimonio puede ejercer efectos análogos sobre los ingresos también por medio de hacer más costoso su acceso a quienes no poseen los primeros. Así, por ejemplo, si alguien tiene pocos activos físicos, para acceder a activos financieros es posible que tenga que pagar más intereses o, si se poseen menos activos financieros y se quiere acceder a un activo o capital físico es probable que deba acceder en condiciones de pago que pueden encarecerlo

[6] En Chile, como en América Latina, en el pasado una gran fuente de concentración patrimonial fue la propiedad de la tierra constituida en el período colonial. Sin embargo, en Chile ello fue fuertemente disminuido por la reforma agraria -mitad de los años 60 hasta principios de los años 70- la que produjo una importante re-distribución de dicha riqueza.

[7] Según datos de la investigación en la Cámara de Diputados hubo una enorme pérdida patrimonial de parte del Estado chileno. Dando algunos ejemplos, la privatización de la Compañía Acero del Pacífico (CAP) significó una pérdida neta de unos 700 millones de dólares: se vendió en 105 millones de dólares y su valor era de 811. En la Empresa de Electricidad (ENDESA) la pérdida patrimonial se calcula en de 895 millones de dólares, en Chilgener 171, Chilectra de 96, Banco Chile 66.(Cámara de diputados, 2004).

[8] En la segunda ola de privatización (1985-89), sin embargo, la preocupación por una cierta diseminación de la propiedad estuvo presente y se expresó en la idea del llamado "capitalismo popular y laboral" que persiguió el acceso a un número mayor de accionistas en la propiedad de las empresas privatizadas, en particular de accionistas más pequeños y el acceso a la calidad de propietarios de los trabajadores de esas empresas a través de pagos de indemnizaciones en paquetes de acciones. Sin embargo, la distribución más amplia de la propiedad no tuvo mayor alcance al no existir una institucionalidad más sólida que la protegiera y los procesos de concentración siguieron su curso. Los "capitalistas populares" fueron propietarios efímeros. La mayoría vendió sus acciones a grupos económicos que recibieron con ello un aporte a su enriquecimiento (Cámara de Diputados: 2004).

[9] "Si tuviésemos muchas empresas chicas no podríamos competir. ¿sabe porqué podemos llegar con pollos y cerdos, a China y Japón?: porque somos grandes. Y por eso podemos importar un barco completo de maíz y abaratar el flete. "Si en Chile no tuviésemos Falabella, Ripley o A. París tendríamos aquí el Corte Inglés (Capital, 2005: entrevista a Ignacio Cueto, gerente general de pasajeros de Lan Chile). "La curva de costos medios es descendente ( ) sobre todo en el tramo en que Chile se encuentra. Entonces si uno quiere ser eficiente y tener costos bajos requiere de cierta concentración. Dos o tres competidores en una industria basta y sobra" (Capital, 2005: entrevista a F. Pérez Mackenna, Gerente general de Quiñenco, Holding)

[10] Nada más lejos, por tanto, de una especie de democratización de la propiedad que actuase como base material de una equidad de ingresos. El patrimonio de los pequeños productores y comerciantes urbanos, de los pescadores artesanales; de los pequeños productores forestales; de los campesinos se hace menor en términos relativos. Por ejemplo, en la propiedad de la tierra, agentes exitosos van comprando nuevas extensiones de tierra, concentrando su propiedad, desplazando a otros menores y revirtiendo parcialmente el proceso de reforma agraria (UAHC-ULB, 1997).

[11] Ello puede verificarse en que la economía chilena según los indicadores convencionales en la década en curso aparece como la cuarta economía más transnacionalizada en el mundo y se expresa entre otros fenómenos en un dólar relativamente bajo y decreciente en términos reales. (Dirección del Trabajo, 2005: 10)

[12] No se está aseverando que el salario corresponda, exactamente, a la productividad marginal de cada uno, lo que pertenece al campo de las deducciones lógicas de un modelo formal y a-histórico como el neoclásico; pero sí que en la medida que la productividad posible es mayor o es menor en un sector, creará condiciones para que los salarios sean mayores o menores, respectivamente.

[13] US$1=$530

[14] Esto significa que una tendencia hacia una mayor igualdad de ingresos depende no solo de que exista una tendencia de traslado generalizado de los trabajadores hacia los sectores de mayor productividad sino también que en estos últimos exista una estructura interna de empleos y productividad más igualitaria respecto de los sectores en disminución.

[15] Estos empleos u ocupaciones de productividad baja también se puede pesquisar entre los trabajadores por cuenta propia. Estos tienen una alta presencia entre los deciles más pobres. Representaban el 27 y el 21% de los ingresos de los hogares pertenecientes al decil más pobre y al siguiente, respectivamente. (2003)

[16] Las regiones de Magallanes, Antofagasta y Metropolitana (Santiago) tienen un ingreso promedio mensual (en miles de $) de: 726; 617; y 618, respectivamente. En el otro extremo, las regiones de La Araucanía, Bío-Bío, Los Lagos y del Maule: 374; 414; 348; 405, respectivamente.(Encuesta de Caracterización Socio-Económica, CASEN, 2000)

[17] Sin duda este hay que tomarlo como un factor no suficiente por si mismo, pero si agravante de una situación de bajo ingreso per-cápita y que en ciertos casos puede tener mucha importancia. Su consideración aislada o unilateral puede llevar a una visión puramente "demográfica" de la pobreza y la distribución de ingresos.

[18] Por ejemplo, en la penúltima encuesta de caracterización socio-económica de los hogares chilenos mostró que mientras el 9,8% de las personas estaban desocupadas, para el 20% más pobre de los hogares chilenos esa tasa de desempleo subía al 25.5% y para el 20% de más altos ingresos, esa cifra era solo el 3%. (Casen, 2003). A la vez mientras el desempleo para el grupo etario entre 45-64 años era del 4.8%, entre 15 y 24 años era de 18.7%, el que en el caso de las mujeres aumentaba a un 24.6%.

[19] Esto ha sido motivo de crítica por economistas liberales y políticos del espectro de derecha y centro. Ello condujo, incluso, a que en años recientes (2001) ese impuesto fuese rebajado bajo el argumento que afectaba principalmente a la "clase media", lo que era empíricamente falso (González, 2001b).

[20] Podemos hablar de tres áreas principales de políticas sociales para un análisis de distribución de los Ingresos: los subsidios monetarios que se transfieren a la familia; los subsidios en educación básica, media y prebásica que se transfieren a la familia; y los subsidios en salud que se transfieren a la familia. También hay otros subsidios que tienen un peso menor como los de la vivienda, de programas de riego, de fomento agrícola, para la educación superior.

[21] Debe sí señalarse que esta es una manera reducida de tratar la relación entre gasto estatal y distribución del ingreso. Más allá de las políticas sociales directas que significan ingresos monetarios y transferencias de bienes y servicios, es el conjunto de aquel gasto estatal el que puede y debe ser analizado en términos de sus impactos distributivos. Por ejemplo, las políticas de obras públicas o de vivienda y urbanismo.