12 de mayo de 2008

UNA DERROTA RECIENTE DE LA CONCERTACION: ALGUNAS LECCIONES, Eduardo Aquevedo.

La concertación sufrió en abril pasado una significativa derrota al imponerse en el Senado la destitución de la Ministra de Educación Yasna Provoste. Parece claro que no fué sólo un problema de simple persecución de una ministra por parte de la derecha, sino el resultado final de un conflicto político con varios episodios y de una cierta relación de fuerzas construida. También es un revelador del estado de esa relación de fuerzas, no sólo en el Congreso.

La política es, como señala P. Bourdieu, un campo de batalla permanente, donde la posibilidad de convivencia armónica es una ilusión. Y quienes se enfrentan y dan batallas son fuerzas políticas que expresan intereses sociales, fuerzas que tienen como norte conquistar o controlar el poder para servir esos intereses. De ahí que la intervención de cada fuerza o alianza política en cada coyuntura es decisiva para modificar, en su favor, la relación entre dichas fuerzas.

En la situación chilena, la intervención de la Concertación o de sus componentes ha registrado, al enfrentar ciertos problemas claves, una secuencia de errores que han generado hasta hoy un debilitamiento de sus fuerzas en beneficios de la oposición de derecha. Señalemos cuatro problemas y errores básicos en el último periodo.

PROBLEMAS Y RESPUESTAS QUE DEBILITAN...

El primero se refiere al problema de la educación nacional heredado del pasado mediato e inmediato. En un contexto de descontento estudiantil persistente de más de una década y de precariedades múltiples del sistema educacional, en el primer año (2006) de gobierno de Michelle Bachelet, la fuerte movilización de los estudiantes secundarios (la llamada “revolución de los pingüinos”) puso aún más en evidencia la crisis del sistema educacional, a la cual el Gobierno responde sin audacia, no ataca ni resuelve los problemas de fondo denunciados hasta la saciedad, con lo cual mantiene e incrementa el descontento estudiantil y social referido al tema educacional. En concreto, se promueve (y sigue promoviendose con la Nueva Ley de Educación concertada con la derecha) una respuesta dentro del marco neoliberal vigente, cuando el movimiento social y la solución de la crisis (traducido en educación gratuita y de alta calidad para la gran mayoría) exigen una ruptura de ese esquema. Este primer conflicto y respuesta constituye un factor inicial de deterioro del apoyo y legitimidad de las fuerzas concertacionistas, que sigue operando hasta el presente en un amplio sector social.

Un segundo problema, planteado desde comienzos del año 2007 (Febrero), se origina cuando se implementa de la peor manera política y técnica imaginable una importantísima política pública, el Transantiago. Esta política fue un fracaso con fuerte y negativo impacto socio-político, que erosionó de nuevo y considerablemente el apoyo social y la legitimidad política del Gobierno y de la Concertación. No obstante las correcciones ulteriores, el problema sigue en gran medida sin resolverse, porque continúa dependiendo de una lógica privada, en circunstancias que se trata de un servicio público que debiera ser asumido resueltamente por el Estado, como lo muestran los numerosos países donde el sistema funciona adecuadamente. También este problema exigía una solución fuera de la camisa de fuerza neoliberal, y en esa coyuntura la situación política lo permitía (incluso un sector importante de la derecha apoyaba la propuesta del senador Frei de estatizar el servicio de transporte). Este segundo factor interacciona negativamente con el anterior, incrementando el descontento social, como se verifica en todas las encuestas de opinión, no obstante recuperaciones parciales de apoyo al gobierno cuando despues de un año de esfuerzos considerables logra frenarse la debacle del transantigo mediante la gestión de Cortázar.

Un tercer problema mal resuelto es el de la ineficacia, anacronismo y focos de corrupción surgidos en el aparato estatal. Este problema grave es enfrentado también erróneamente por el Gobierno, posponiendo medidas profundas de modernización del estado y el establecimiento de sistemas de regulación y control que limitaran al máximo las diversas irregularidades y desórdenes administrativos recurrentes en el último tiempo. Este ha sido otro de los caballos de batalla de la derecha, con impacto también decisivo en el campo de fuerzas políticas, como lo muestra la acusación constitucional contra la ministra de educación y su reciente destitución por el senado. El conflicto tensionó al máximo las fuerzas políticas y evidenció una agresividad particular de la oposición de derecha, lo que movilizó apoyos sociales en favor del gobierno expresado en encuestas de opinión de los últimos días que indican un rechazo mayoritario al ensañamiento de la oposición contra la ministra.

En fin, el cuarto problema mal resuelto es el de las contradicciones al interior de los partidos de la concertación, especialmente en el PPD y en el PDC. En ambos organizaciones, conflictos y disidencias que no tienen necesariamente un trasfondo ideológico, sino pugnas por posiciones de poder interno, se transforman en situaciones antagónicas y catastróficas. Como lo señalamos ya en otra nota, esta gestión de los conflictos internos por parte de la dirección de esos partidos ha sido de una gran miopía o amateurismo. En organizaciones políticas modernas las disidencias internas son normalmente permitidas, reguladas e incluso institucionalizadas a través de tendencias, que normalmente expresan propuestas tácticas o liderazgos diferenciados, que pueden reforzar la fuerza y representatividad de una organización. Que un conflicto originado en liderazgos diferentes, y no en divergencias ideológicas profundas, concluya en la expulsión de uno de ellos (incluyendo a un importante grupo de parlamentarios, encabezados por Flores y Zaldívar), solo muestra debilidad política de la organización. Lo grave en este caso es que las crisis partidarias terminaron modificando la relación de fuerzas en el parlamento entre los dos grandes bloques políticos, en desmedro de la Concertación. La votación de la acusación constitucional contra la ministra Yasna Provoste fue la manifestación más ostensible de la pérdida de la mayoría de la concertación, como consecuencia de dichos conflictos mal resueltos.

Sobre este último aspecto, un dirigente conocido de la DC, Jaime Ravinet, concuerda con lo que se afirma aqui en lo que se refiere a ese partido: "la conducción del partido no ha sido buena. La salida de Adolfo Zaldívar se pudo haber evitado, o generado condiciones para frenar el nuevo éxodo de varios dirigentes anunciado para estos días. La conducción de Alvear ha sido muy excluyente y no ha tenido la amplitud necesaria" (Entrevista en La Nación del Domingo, 11/05/2008).

UN CAMBIO DE POLITICA DIFICIL PERO NECESARIO

Estos cuatro problemas han interactuado, están obviamente interconectados, continúan retroalimentándose, y marcan en esencia orientaciones de fondo de la Concertación (fuertes lógicas y visiones neoliberales, especialmente en los tres primeros), así como cuestiones de cultura política, que erosionan el apoyo y la legitimidad social del bloque político en el poder. Mientras los cambios en esos ámbitos sólo se limiten a ajustes secundarios, y la decisión política de dar un giro más de fondo siga ausente, las fuerzas de la Concertación en el tablero de ajedrez de la política nacional seguirán deteriorándose, perdiendo el potencial estructural o sociológico de apoyo que este bloque ha tenido desde sus orígenes, esto es, representar a lo esencial de los sectores medios y populares del país.

La derrota política de la Concertación en el Senado el 16 de abril no podría explicarse adecuadamente sin considerar este contexto de conflictos, respuestas y errores del gobierno en los dos últimos dos años. Podría decirse que es al menos un “efecto colateral” de tal contexto. Pero es también una derrota con posible efecto boomerang para la derecha, que en la opinión pública sera probablemente penalizada, al menos en lo inmediato, por las apariencias de "venganza" y de" ajuste de cuentas" que este episodio revistió. Pero sería un grave error de la concertación apostar significativamente a una cierta victimización ante la opinión pública para modificar el cuadro de fuerzas en su favor a mediano y largo plazo. La clave de un cambio real solo radica en modificaciones importantes de su política general, al menos en los aspectos indicados, pero igualmente en otro pendiente desde hace demasiado tiempo, : la brutal desigualdad social y de ingresos en la sociedad chilena, como ya todo el mundo lo sabe.

El problema es que un cambio de política, frente al transfuguismo del núcleo de centro-derecha representado por Flores y Zaldívar que ahora refuerza al bloque opositor, exige a la concertación reforzar su sustento político y social, y lo más lógico sería para ella en este sentido promover y establecer una alianza sólida con la izquieda extraparlamentarias representadas principalmente por el Juntos Podemos, que en últimas encuestas parece reforzar su influencia electoral situandose en un 13% de preferencias. Si el segmento de centro de la concertación se deteriora Sería una salida audaz a la impasse actual, que si bien no modificaría de inmediato la situación en el parlamento, otorgaría legitimidad y apoyos sociales nuevos para sostener políticas efectivamente de centro-izquierda en los ámbitos indicados. ¿Tendrá la concertación la audacia política para implementar este viraje, o buscará inutilmente sobrevivir y recuperar fuerzas mediante acciones timoratas como las registradas hasta hoy?

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