Dos periodistas de la Universidad de Chile acaban de publicar un libro sobre el movimiento que hace dos años logró que todo el mundo se preocupara de la educación. Hoy, con los estudiantes en la calle y la LGE tambaleando en el Congreso, analizan a la nueva generación traicionada, sin líderes mediáticos pero más radical que antes.
Felipe Saleh, El Mostrador.cl
Felipe Saleh, El Mostrador.cl
Las más de 100 indicaciones que se han agregado al proyecto de Ley General de Educación (LGE) demuestran que el acuerdo suscrito en noviembre de 2007, no es más que una bonita foto. Algunos de los tópicos que impulsaron las movilizaciones de mayo de 2006, apenas están incorporados al proyecto. Según escribió ayer en La Tercera el diputado Carlos Montes, no hay una definición clara sobre la educación pública y la tan manida equidad aparece consignada apenas en tres líneas.
Según informaciones que circulan vía correo electrónico hay cerca de 150 colegios tomados a lo largo de Chile, a la par de al menos 4 universidades del Consejo de Rectores que están en la misma situación. Pero las cosas no son como hace dos años, cuando las demandas estudiantiles lograron impactar en toda la comunidad, haciendo que la televisión se fijara en los líderes emblemáticos y los diarios cubrieran hasta los romances al interior de las tomas.
Ahora, la buena onda se acabó. El Liceo de Aplicación ha sido desalojado doce veces (y sigue en toma) y la manifestación ocurrida antes de ayer terminó con un profesor herido y 81 detenidos a lo largo del país, sin que se vea una solución en el corto plazo.
Los reaccionarios
Las periodistas de la Universidad de Chile, Andrea Domedel y Macarena Peñailillo trabajaron cerca de un año y medio escribiendo “El mayo de los Pinguinos”, una ágil y pormenorizada crónica sobre el primer estallido social en el Chile del siglo XXI. Con la investigación en el cuerpo tienen cierta autoridad para opinar sobre esta nueva versión del alzamiento estudiantil. “Esta nueva movilización es más reaccionaria porque se les prometió que iba a cambiar la educación y al cabo de dos años, los cabros se sienten traicionados, en realidad ha sido una traición para todos los que de alguna manera estuvieron involucrados en el movimiento”, asegura Peña y Lillo.
Cuando comenzaron a escribir el libro, tardaron meses en quitarse el prejuicio impulsado por las editoriales de los diarios, que veían detrás de la movilización a los partidos políticos tradicionales. “Descubrimos que desde 2001 fueron apareciendo muchos colectivos pequeños, celulitas como dicen los comunistas, y desde ahí surge esta organización horizontal y abierta que causa tanta empatía y sorpresa en los políticos y en la ciudadanía, cuyo primer logro fue traspasar de los micreros al Estado la administración del Pase Escolar”, dice Andrea Domedel Las autoras dividieron estos grupos pequeños en “sistémicos” y “antisistémicos”. Los primeros dispuestos a negociar y a bajarse de la movilización una vez que sus demandas iniciales (gratuidad de la PSU y pase escolar todos los días las 24 hrs) fueran satisfechas. Los segundos, más radicales están dispuestos a marchar en la calle, no transan y están dispuesto a todo con tal de cambiar el mundo. En una maniobra muy inteligente, ambos grupos logran unirse y vincular un tema muy abstracto como la Ley Orgánica Constitucional de Enseñanza con los problemas más urgentes de los alumnos, desde baños sucios hasta la debilidad de los programas y la falta de materiales de estudio.
“Cuando se bajan los sistémicos, porque para ellos estaba todo dicho, muchos quedaron marcados y son esos los que empiezan la movilización ahora. Los que estaban en segundo medio y ahora están en cuarto, o los que en ese tiempo no fueron conocidos y ahora están en la universidad. De los que nosotros conocemos en la Chile, ahora están en la toma”, afirma Macarena Peñailillo.
El gran movimiento social
Precisamente lo que diferencia al movimiento de ahora con el de antes, es que se han sumado otros actores como los universitarios y los profesores, entendiendo que es necesario socializar el problema e instalarlo como un reflejo de todo lo que no ha funcionado bien en Chile al cabo de 18 años con la Concertación. Pero hasta ahora, eso no se ha logrado. Si a principios del 2006, los “pinguinos” sorprendieron a un gobierno en formación que fue tomado por sorpresa y que no supo reaccionar con velocidad a la embestida colegial, “ahora están todos blindados, aprendieron a neutralizarlos rápidamente. Los desalojos han sido más violentos. Ahora se impone el estilo de tipos duros como Vidal o Harboe. La buena onda se acabó”, dice Macarena Peña y Lillo.
Las periodistas quisieron presentar el libro en el liceo Carmela Carvajal de Prat (de donde Peña y Lillo fue alumna) pero la directora no deja entrar a nadie. “Si tienen ganas de que esto tenga impacto es necesario que articulen una organización potente con los universitarios y los profesores que haga ver la movilización como un asunto de importancia social, para todo el país. De otra forma no van a poder contrarrestar lo que se viene en los medios ahora, donde ya los muestran como cabros desinformados que no saben por qué se movilizan”, concluye Andrea Domedel.
Según informaciones que circulan vía correo electrónico hay cerca de 150 colegios tomados a lo largo de Chile, a la par de al menos 4 universidades del Consejo de Rectores que están en la misma situación. Pero las cosas no son como hace dos años, cuando las demandas estudiantiles lograron impactar en toda la comunidad, haciendo que la televisión se fijara en los líderes emblemáticos y los diarios cubrieran hasta los romances al interior de las tomas.
Ahora, la buena onda se acabó. El Liceo de Aplicación ha sido desalojado doce veces (y sigue en toma) y la manifestación ocurrida antes de ayer terminó con un profesor herido y 81 detenidos a lo largo del país, sin que se vea una solución en el corto plazo.
Los reaccionarios
Las periodistas de la Universidad de Chile, Andrea Domedel y Macarena Peñailillo trabajaron cerca de un año y medio escribiendo “El mayo de los Pinguinos”, una ágil y pormenorizada crónica sobre el primer estallido social en el Chile del siglo XXI. Con la investigación en el cuerpo tienen cierta autoridad para opinar sobre esta nueva versión del alzamiento estudiantil. “Esta nueva movilización es más reaccionaria porque se les prometió que iba a cambiar la educación y al cabo de dos años, los cabros se sienten traicionados, en realidad ha sido una traición para todos los que de alguna manera estuvieron involucrados en el movimiento”, asegura Peña y Lillo.
Cuando comenzaron a escribir el libro, tardaron meses en quitarse el prejuicio impulsado por las editoriales de los diarios, que veían detrás de la movilización a los partidos políticos tradicionales. “Descubrimos que desde 2001 fueron apareciendo muchos colectivos pequeños, celulitas como dicen los comunistas, y desde ahí surge esta organización horizontal y abierta que causa tanta empatía y sorpresa en los políticos y en la ciudadanía, cuyo primer logro fue traspasar de los micreros al Estado la administración del Pase Escolar”, dice Andrea Domedel Las autoras dividieron estos grupos pequeños en “sistémicos” y “antisistémicos”. Los primeros dispuestos a negociar y a bajarse de la movilización una vez que sus demandas iniciales (gratuidad de la PSU y pase escolar todos los días las 24 hrs) fueran satisfechas. Los segundos, más radicales están dispuestos a marchar en la calle, no transan y están dispuesto a todo con tal de cambiar el mundo. En una maniobra muy inteligente, ambos grupos logran unirse y vincular un tema muy abstracto como la Ley Orgánica Constitucional de Enseñanza con los problemas más urgentes de los alumnos, desde baños sucios hasta la debilidad de los programas y la falta de materiales de estudio.
“Cuando se bajan los sistémicos, porque para ellos estaba todo dicho, muchos quedaron marcados y son esos los que empiezan la movilización ahora. Los que estaban en segundo medio y ahora están en cuarto, o los que en ese tiempo no fueron conocidos y ahora están en la universidad. De los que nosotros conocemos en la Chile, ahora están en la toma”, afirma Macarena Peñailillo.
El gran movimiento social
Precisamente lo que diferencia al movimiento de ahora con el de antes, es que se han sumado otros actores como los universitarios y los profesores, entendiendo que es necesario socializar el problema e instalarlo como un reflejo de todo lo que no ha funcionado bien en Chile al cabo de 18 años con la Concertación. Pero hasta ahora, eso no se ha logrado. Si a principios del 2006, los “pinguinos” sorprendieron a un gobierno en formación que fue tomado por sorpresa y que no supo reaccionar con velocidad a la embestida colegial, “ahora están todos blindados, aprendieron a neutralizarlos rápidamente. Los desalojos han sido más violentos. Ahora se impone el estilo de tipos duros como Vidal o Harboe. La buena onda se acabó”, dice Macarena Peña y Lillo.
Las periodistas quisieron presentar el libro en el liceo Carmela Carvajal de Prat (de donde Peña y Lillo fue alumna) pero la directora no deja entrar a nadie. “Si tienen ganas de que esto tenga impacto es necesario que articulen una organización potente con los universitarios y los profesores que haga ver la movilización como un asunto de importancia social, para todo el país. De otra forma no van a poder contrarrestar lo que se viene en los medios ahora, donde ya los muestran como cabros desinformados que no saben por qué se movilizan”, concluye Andrea Domedel.
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