17 de marzo de 2008

LOS INTELECTUALES Y LA POLITICA, por P. Bourdieu

¿Qué pasa con los intelectuales y la política?

Conferencia dictada en la convención de la Asociación de Lenguas Modernas (MLA, Chicago, 1999).


¿Pueden los intelectuales, especialmente aquellos que pertenecen a instituciones académicas intervenir en la esfera política? ¿Deben intervenir en debates políticos? Si respondemos que sí, ¿en qué condiciones pueden insertarse eficazmente? ¿Qué rol pueden jugar los investigadores en los diferentes movimientos sociales tanto a nivel nacional como (y principalmente) a nivel internacional, ya que es ése el espacio en que se decide el destino de los individuos y las sociedades? ¿Pueden contribuir los intelectuales a inventar nuevos mapas que hagan que la política se ajuste a los problemas de nuestra época?

Primero que nada, para evitar malentendidos, debo decir que los investigadores, artistas o escritores que intervienen en el mundo político no se convierten inmediatamente en políticos. Siguiendo el modelo creado por Emile Zola a propósito del caso Dreyfus, los investigadores se vuelven intelectuales o intelectuales públicos cuando invierten su autoridad específica y los valores asociados al ejercicio de su arte en una lucha política... Al invertir la competencia artística o científica en debates cívicos, los intelectuales corren riesgo de desilusionar a otros. Por un lado, pueden desilusionar a aquellos que en su universo académico cerrado eligen el camino virtuoso de permanecer encerrados en la torre de marfil y que ven en el compromiso una violación de la famosa "neutralidad" (erróneamente igualada a objetividad científica cuando es algo inevitable, es decir, un hecho, que el escapismo es siempre imposible).

Por otro lado, pueden desilusionar a aquellos que en el campo del periodismo y la política ven la práctica intelectual como una amenaza a su monopolio sobre la opinión pública... Acusar el anti-intelectualismo no excluye a los intelectuales de la crítica al intelectualismo: todos los intelectuales deben realizar una práctica de auto-crítica. La reflexividad crítica es un prerrequisito de toda acción política de los intelectuales. Estos deben llevar a cabo una crítica permanente de los abusos de poder o de autoridad que se realizan en nombre de la autoridad intelectual; o si se prefiere, deben someterse a sí mismos a la crítica del uso de la autoridad intelectual como arma política dentro del campo intelectual mismo (enseñanza, investigación, etc). Todo académico debe también someter a crítica los prejuicios escolásticos cuya forma más persuasiva es la propensión a tomar como meta una serie de revoluciones de papel. Este impulso generoso pero poco realista ha llevado a muchos intelectuales de mi generación a someterse ... a un radicalismo de papel, esto es, la tendencia a confundir las cosas de lógica por la lógica de las cosas...

Habiendo postulado estas notas preliminares, puedo entonces afirmar que los intelectuales (artistas, escritores, científicos, etc. que ingresan a la acción política en base a su competencia en sus áreas de especialización) son indispensables para las luchas sociales, especialmente en el presente dadas las formas que la dominación asume. Trabajos históricos recientes y mucha inercia intelectual, han cumplido un rol fundamental para la producción e imposición de la ideología neoliberal que regula el mundo. A la producción de estos pensamientos reaccionarios debemos oponer la producción de redes críticas que ha convertido a los intelectuales específicos (en el sentido que expone Foucault) en un colectivo intelectual capaz de definirse por sí mismos los temas y fines de sus reflexiones y acciones.

Este colectivo intelectual puede y debe rellenar funciones negativas: debe trabajar para producir y diseminar instrumentos de defensa contra la dominación simbólica que descansa cada vez más en la autoridad de la ciencia. El colectivo-intelectual puede someter al discurso dominante a una crítica sin merced del léxico abstracto (globalización, flexibilidad, empleo) razonando sus usos específicos y metáforas. El colectivo-intelectual debe también someter su discurso a una crítica sociológica que extiende la crítica discursiva y desmantela las determinantes sociológicas que minan al discurso dominante (comenzando con los medios de prensa, y especialmente con los periódicos de economía). Finalmente, pueden contraponer a la autoridad pseudo-científica de los expertos, una crítica científica de los presupuestos escondidos en tales discursos.

Este colectivo puede cumplir una función positiva al contribuir al trabajo colectivo de invención política. Las consecuencias que produjo el colapso de la Unión Soviética en el mundo ha dejado un vacío que la doxa neoliberal ha llenado, y la universidad poco ha contribuido para crear una crítica social... Necesitamos reconstruir una edificio crítico y esta reconstrucción no puede ser hecha por un solo intelectual aislado....

1 comentario:

  1. putos amafrodditas esto no tiene la puta palabra pobreza !coño¡

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