8 de Marzo de 2008
El Mostrador.cl
Marzo en tres actos: Adolfo, la Alvear y la corrupción
La primera semana oficial del año político ha tenido una agenda intensa y aclaratoria. La senadora gana por abandono de sus contrincantes la presidencia de la DC, el colorín se convertirá en la máxima autoridad del Senado y la corrupción pasa a ser el principal debate entre oposición y oficialismo (y también al interior de la Concertación).
La lucha por la DC
El triunfo de Soledad Alvear, si bien se asienta en la clara expectativa de una mayoría en la base de militantes, se produce como resultado de un acuerdo cupular. La relojería fina del aparato burocrático DC, que tan bien controla Gutenberg Martínez, ya había producido el hecho esencial en diciembre pasado con la expulsión de Adolfo Zaldívar.
Tal decisión, drástica y rápidamente ejecutada, prácticamente no tuvo oposición interna y tomó de sorpresa a los colorines. Sin prever bien sus alternativas, ellos se fragmentaron y una parte pequeña se fue del partido. La otra quedó navegando entre tímidas tentativas de levantar alternativas al alvearismo que no tuvieron respaldo.
La tarea de Soledad Alvear es ser ungida candidata presidencial de la DC y de la Concertación. Para lograrlo, al parecer, no bastaría el espíritu concertacionista de la nueva directiva. Su principal tarea será convencer a sus aliados de la legitimidad de las aspiraciones DC. Primero, “ganando” las elecciones municipales, sea aumentado o al menos manteniendo su actual participación electoral.
Tal tarea de Alvear no es fácil. Si bien no existe un escenario complejo en las relaciones con el gobierno, a excepción del tema corrupción (que en el caso EFE ha tocado intensamente a la DC, incluso rozando a la propia Alvear), su partido necesita perfilar una cierta independencia crítica para aspirar a su tradicional electorado de centro. La evolución del escenario económico y la sombra política de Eduardo Frei no facilitan la tarea y son parte de la incertidumbre.
Adolfo Zaldívar: el llanero solitario
El senador por Aysén transformó su salida de la DC en un potencial factor de cambio en el escenario político en curso. Habló de un nuevo referente, logró la renuncia de 5 diputados, se unió al resto de los senadores díscolos, se impuso a Fernando Flores y consiguió un acuerdo con la oposición para ser, a partir del martes 11 de marzo, el nuevo Presidente del Senado.
Una apuesta fuerte y de alto riesgo político. Particularmente porque no esperó a nadie para hacerlo. Simplemente se desplegó para revertir una situación negativa y situarse nuevamente en el centro del sistema político. Con ello derrotó incluso a la opción de Sebastián Piñera al interior de RN, quien prefería a Fernando Flores en la testera del Senado.
El ministro del Interior, Edmundo Pérez Yoma, que hace poco lo calificó como ” tumor maligno” que había que extirpar, se apresuró a declarar que trabajaría bien con él, como lo había hecho con Pinochet (cuando el DC era ministro de Defensa y el ex dictador era comandante en jefe del Ejército). Hasta el momento no hay respuesta de Zaldívar a tal comparación, que seguramente no le gustó, ya que fue un acérrimo opositor durante los años duros.
A quienes más incomoda la elección de Zaldívar es al alvearismo. Implica una derrota, pues Zaldívar se fue del partido con directas alusiones a la connivencia de la actual directiva con la corrupción. Seguramente este tema será el gran caballo de batalla de su presidencia. Porque tiene una alta preocupación entre la ciudadanía y parece ser el cemento político que articuló su elección. Para la derecha, nadie mejor que un ex líder concertacionista, para dar credibilidad a sus acusaciones.
La corrupción
Con todo, llama la atención la extrema ambigüedad de la elite política gubernamental y de oposición en torno al tema, que sin lugar a dudas es el hecho social más relevante de los últimos años.
En muchos aspectos es comparable a lo que ocurrió con los derechos humanos durante la dictadura, donde siempre los hechos eran errores administrativos, excesos de funcionarios menores, falsedades o situaciones aisladas, hasta que finalmente la fuerza de los hechos obligó a reconocer la vastedad trágica del tema.
La corrupción se ha hecho masiva, visible y preocupante, y mal hacen tanto las autoridades como la oposición en transformar algo que ya es patología social en una guerra de efectos comunicacionales y políticos.
Los hechos del ministerio de Educación, denunciados primeramente por este medio, indican la existencia de un gran vacío regulatorio y un desorden generalizado, aprovechado por moros y cristianos para ganancias personales. Con cifras tan lesivas para el erario público que serían un escándalo en cualquier parte del mundo.
Es larga la cadena de acciones u omisiones funcionarias que han permitido se instale en el Mineduc un ambiente favorable al aprovechamiento de ilícitos. Ha habido resistencia a toda acción rectificadora, y a todos y cada uno de los programas de reforma o modernización del Estado. La crisis estalló por el propio peso de la situación y no por una rutina de control y probidad funcionaria al interior de la institución. Por lo tanto, a lo menos, existe responsabilidad funcionaria grave.
De ahí que no resulta razonable envolver la situación con gestos dramáticos, cámara mediante, de apoyo a funcionarios de exclusiva confianza presidencial, que si siguen en los cargos es porque la mantienen. Al hacerlo, queda flotando en el ambiente la percepción de que existen poderes políticos fuertes encubriendo el desorden y los aprovechamientos que son permitidos.
La acusación constitucional tampoco es el mejor mecanismo para determinar los alcances del tema. Sería más prudente profundizar las fiscalizaciones de la Contraloría y, para aquellas situaciones flagrantes, ampliar las investigaciones judiciales en torno a la eventual comisión de delitos, con una activa participación del Consejo de Defensa del Estado en el tema.
En medio de tal agenda, todos los actores parecen estar satisfechos. Como en la vieja Roma, pareciera que es tiempo de buenos augurios. Pero no hay que confiarse. Según relata Plutarco, Julio César -camino al Senado, donde caería asesinado- hizo traer al ciego que le había prevenido sobre el peligro, para decirle sonriente: “Los idus de marzo ya han llegado”, a lo que éste habría contestado: “Si, pero todavía no se han ido”.
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