18 de mayo de 2008

Entrevista al Dalai Lama sobre el Tibet y relaciones con China

Desde su exilio en India, el líder del pueblo tibetano se refiere al levantamiento de su país natal, a por qué no apoya las protestas contra el traslado de la antorcha olímpica y a sus propuestas para un compromiso con Beijing. A poco más de dos meses de la inauguración de los Juegos Olímpicos de Beijing, Tenzin Gyatso, conocido también como el Dalai Lama, se refiere al reciente levantamiento de los tibetanos contra las autoridades chinas y a las posibilidades de un diálogo constructivo con Beijing.

Por Erich Follath y Padma Rao, La Nación del Domingo

¿Ha recibido ya su invitación a la ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos?
Los chinos han preferido una opción diferente: no invitarme, sino excluirme. Y culparme. Recién ayer, el "Tibet Daily" de Lhasa escribió duras palabras sobre mí, nuevamente. Allí, sus colegas periodistas son muy inventivos.

Algunas expresiones de las últimas semanas fueron criminal, traidor, separatista y además, de parte del jefe del PC de la Región Autónoma del Tíbet, "un lobo en hábitos de monje, un demonio con rostro humano pero con el corazón de una bestia". ¿Le duelen estos apelativos?
No, para nada... No son más que palabras vacías. Si el uso de este tipo de lenguaje para describirme hace felices a los funcionarios chinos, debieran seguir con él. También entregaré con gusto una muestra de sangre para que los científicos determinen si soy un hombre o una bestia. Pero lo que sí condeno completamente y considero una grave violación de los derechos humanos es que las autoridades chinas obliguen a los tibetanos a envilecerme y amenacen para denunciarme por escrito.

Beijing admite este enfoque, llamándolo una "campaña de educación patriótica".
Lo que, en verdad, es una violación de la libertad religiosa y, por ende, de las leyes de la República Popular.

Pese a calificarlo así, el liderazgo político chino ha hecho aperturas hacia usted. ¿Esto le hace sentido? ¿Siente usted que los líderes del PC creen de verdad que usted ha agitado al pueblo en Lhasa o los ha incitado a la violencia?
No sé si lo creen, pero si lo hacen, quizá debieran ir a Oslo a recibir el Premio Nobel de la Paz en lugar mío. No, por supuesto que estoy comprometido con la no violencia, lo he estado toda mi vida y siempre lo estaré.

Usted no puede negar que, además de las manifestaciones pacíficas de los monjes, brutalmente reprimidas, los jóvenes tibetanos de Lhasa han sido también culpables de saqueos e incendios.
Supongo que así fue. Lo condeno y me entristece ver a mis compatriotas actuar de esta manera, pese a que fue casi con certeza el resultado de una desilusión y una desesperanza profundamente arraigadas por ser ciudadanos de segunda clase en su propio país. Pero esto no es excusa para la violencia. He propuesto una investigación internacional de los sucesos del Tíbet, a cargo de una institución reconocida e independiente. Pero una cosa es segura: fueron en su mayoría tibetanos inocentes los que sufrieron la brutalidad de la policía y los militares. Pero también nosotros carecemos de un cuadro completo y detallado de lo que ocurrió y sigue ocurriendo en el Tíbet.

¿De dónde obtiene su información?
Tenemos poca información exclusiva: la ocasional llamada por un teléfono celular o algún e-mail. Estos nuevos medios están fuertemente censurados, pero es difícil para Beijing tenerlos bajo completo control.

¿Cuál fue su reacción con los primeros informes de las atrocidades y las imágenes de los muertos?
Lloré. Estaba con el primer ministro de nuestro gobierno en el exilio y ambos derramamos lágrimas. Tanto sufrimiento, tanta desesperanza. Me sentí triste, profundamente triste.

¿No sintió ira?
A veces se escapa una palabra iracunda, lo que es malo. Pero no, la ira me es ajena, porque significa querer dañar a alguien. Mi fe me ayuda a superar esas emociones tan negativas y a encontrar mi equilibrio. Cada uno de mis rituales budistas es parte de un proceso de dar y tomar. Recibo desconfianza china y devuelvo compasión. Debo admitir que no siempre ha sido fácil para mí en las semanas recientes.

¿Ha rezado también por los chinos, incluyendo los perpetradores?
Pese a todos los temores y las preocupaciones, estoy en paz con mi subconsciente, por lo que puedo desempeñar mis deberes con bastante normalidad. No tengo problemas para dormir. Quizás esto se debe a que rezo también por los chinos, por supuesto. Por su liderazgo. Y también por los que tienen sangre en sus manos.

Usted no sólo está rezando por los chinos; también está negociando con ellos, a través de dos representantes que vinieron a Dharamsala a entregarle su informe de las conversaciones que sostuvieron con negociadores chinos en Shenzhen. ¿Cuál es su evaluación de la reunión?
Durante este encuentro informal de un día, mis dos enviados y sus contrapartes chinas acordaron realizar una séptima ronda de conversaciones formales lo antes posible. En los próximos días se fijará una fecha, tras consultas mutuas. En el encuentro hubo diferencias considerables respecto de la causa y la naturaleza de la reciente perturbación en el Tíbet. Pero pese a sus puntos de vista divergentes, ambas partes mostraron disposición a un enfoque común para superar los problemas.

Esto suena más a una discusión sobre procedimiento.
En este espíritu, las dos partes plantearon propuestas concretas que pueden servir de base para la próxima ronda de conversaciones formales.

¿Es eso un avance?
Debemos buscar la verdad en los hechos, como con razón le gustaba decir a Deng Xiaoping. En cualquier caso, esta vez el ambiente fue agradable. La otra parte asumió una actitud respetuosa y no agresiva. Pero esto todavía está lejos de ser un paso adelante. La reunión en Shenzhen fue sólo un diálogo, pero al menos la parte china, por primera vez, buscó este acercamiento con anticipación y lo anunció en la prensa.

Muchos suponen que Beijing hizo la oferta de diálogo sólo por razones tácticas, para detener las críticas y realizar las Olimpiadas sin protestas. Y para poder decir a los líderes occidentales: vean, estamos negociando. ¿Está usted siendo engatusado por el liderazgo del PC?
Conversar por conversar es inconducente. Sólo me interesan discusiones serias, que aborden la esencia de los problemas; son bienvenidas y sin precondiciones. Pero se deben llevar de una manera transparente. Ya está bueno de conversaciones a puertas cerradas. Por supuesto, la presión internacional sobre Beijing ha tenido efecto. El mundo entero debe ayudarnos. Los chinos están muy preocupados por su reputación internacional.

¿Y qué quiere usted, específicamente, de China?
Los chinos deben admitir que hay un problema tibetano. Se supone que este es el foco de las nuevas conversaciones. Esta vez, las protestas no sólo afectaron a Lhasa y la llamada Región Autónoma del Tíbet; abarcaron todas las partes de habla tibetana de China. Hasta los estudiantes tibetanos en Beijing se manifestaron. El abrumador y completo rechazo al Gobierno del PC y sus políticas no puede ser ignorado. Beijing debe saber que algo ha andado terriblemente mal en los últimos 50 años.

¿Qué?
Todo lo que han intentado. La opresión y la tortura no hicieron ningún bien en el Tíbet, y la reeducación política ha fracasado. El adoctrinamiento político y el reasentamiento de más y más inmigrantes de la etnia china Han en el Tíbet no lograron amordazar a los tibetanos. Entonces, los líderes del PC intentaron programas para mejorar el nivel de vida e inyectaron dinero en proyectos de infraestructura, sólo para descubrir que los tibetanos valoraban mucho más su independencia cultural y su espiritualidad. Después de años de opresión, los tibetanos simplemente ya no confían en los chinos. Ahora, la gente en el poder en Beijing, esos nueve miembros del Politburó cuyas decisiones afectan a 1.300 millones de personas, está en una encrucijada. Espero que opten por una nueva política, una política realista.

¿Ve soluciones potenciales? ¿En qué dirección piensa que irá Beijing?
Nuestra política de autonomía amplia para el Tíbet ofrece las mejores posibilidades. Los tibetanos deben tener la capacidad de decidir en todos los temas relativos a la cultura, la religión y el medio ambiente. Esto es muy diferente a ser un Estado independiente. Bajo el derecho internacional, este nuevo Tíbet también sería parte de la República Popular China, que seguiría a cargo de la política exterior y de seguridad. Si Beijing aceptara este modelo, puedo garantizarles que ya no habría las protestas y la crisis que tenemos ahora. Esta es la única alternativa, la alternativa positiva.

¿Hay una alternativa negativa?
El riesgo es que el liderazgo chino crea que ya no puede pacificar al Tíbet y ha perdido para siempre la lealtad de los tibetanos. Al mismo tiempo, los chinos quieren controlar completamente un país que tiene tantas riquezas naturales. En ese caso, oprimirán a nuestro pueblo en forma aún más brutal, convirtiéndolo en una minoría insignificante en su propia patria. La otra alternativa es un Tíbet para los chinos Han. Sería el fin de todo diálogo y de todas nuestras medidas para construir confianza.

¿Qué camino elegirá Beijing? ¿Se le podrá advertir el 20 de junio, cuando la antorcha olímpica sea transportada por Lhasa, con la posibilidad de más manifestaciones?
He aconsejado a mis compatriotas en Lhasa y otras partes que no se manifiesten contra la antorcha olímpica. No sé qué sentido tendría. Quizás haré otro llamado. Los chinos me acusan de sabotear los Juegos Olímpicos y el traslado de la antorcha. La verdad es que acogí desde un comienzo el otorgamiento de los Juegos a Beijing.

Muchos tibetanos ven el paso de la antorcha olímpica por el monte Everest, sagrado para los tibetanos, y a lo largo de la ruta a Lhasa, por su ex sede de gobierno, el Palacio de Potala, como una provocación. ¿Lo siente usted así?
Si los tiempos fueran de calma, eso no me inquietaría. Pero entiendo ahora las protestas, sin apoyarlas, por supuesto. Aconsejé también a los organizadores de la llamada Marcha por la Paz, desde aquí en Dharamsala a la frontera de la República Popular, que cancelaran el plan porque podría conducir a enfrentamientos con los guardias fronterizos. Pero sólo puedo brindar consejos, no puedo suprimir las opiniones de los otros. Espero que los chinos no utilicen todo esto como excusa para otro baño de sangre.

Su vía no violenta está perdiendo apoyo entre sus compatriotas en el exilio, aunque usted siga siendo venerado como un símbolo del Tíbet. Los militantes del Congreso de la Juventud Tibetana (CJT), que insisten en luchar por la independencia, están ganando influencia. El liderazgo chino calificó recientemente al CJT de "organización terrorista".
Por supuesto entiendo la impaciencia de los jóvenes. Pero no tienen un concepto, sólo emociones. He conocido esos sueños por muchos años y esperaba que se hubiesen disipado. Aparte del tema moral, ¿qué significaría esto? ¿Que los tibetanos debieran tomar las armas para lograr la independencia? ¿Qué armas y de dónde provendrían? ¿Quizá de los muyahidines de Pakistán? Y si obtenemos las armas, ¿cómo llevarlas al Tíbet? Y una vez que haya empezado la guerra armada por la independencia, ¿vendrán en nuestra ayuda los estadounidenses? ¿O los alemanes?

Algunos tibetanos creen que usted está demasiado dispuesto a conciliar. Su modelo, Mahatma Gandhi, predicó la resistencia no violenta y la desobediencia civil. La no cooperación con los ocupantes y las marchas le parecían a él una buena idea.
Tiene razón, pero hay una gran diferencia: Gandhi era libre para alegar su caso ante un tribunal. ¡Trate de hacer eso en Lhasa! Los imperialistas británicos eran malos, pero no se comparan con los chinos de hoy, que son mucho peores. Y, además, creo que una huelga de hambre hasta la muerte sería un acto inadmisible de violencia. Uno no tiene posibilidades contra los chinos con ese tipo de cosas.

Der Spiegel

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