Las recientes agresiones físicas y verbales –en sus lugares de reunión y estudio, a través del Internet o en la calle– contra los jóvenes que se identifican como parte del movimiento emo, trascienden la habitual rivalidad de quienes conforman las numerosas expresiones de las llamadas subculturas urbanas, que se identifican por una amplia gama de preferencias musicales y modas. Para estudiosos de los fenómenos juveniles, la violencia hacia los emos es resultado de un conservadurismo violento, fomentado incluso desde el poder, ante la falta de expectativas laborales y educativas.
“Los emos, querámoslo o no, son una nueva generación, pero no creo que sean los anarco-punk ni los darkis quienes los agreden. Lo que veo es una connotación muy conservadora, el objetivo deliberado es dividirlos, porque no les pueden ofrecer expectativas de futuro”, plantea Ignacio Pineda, coordinador del Foro Cultural Alicia, espacio de convergencia de numerosos grupos juveniles.
Emo proviene del vocablo anglo emotion, y quienes ahí se ubican aseguran ser depresivos, melancólicos y bipolares. Surgen a partir de alguna música de los años 80 a la que definen como una ramificación del hardcore y hacen suyo el llamado punk-rock, que es menos duro que el de los anarquistas reivindicados como tales. Hace cuatro años surgió un nuevo estilo emo, “que nada tiene que ver con el de los años 80. El actual es un rollo más comercial que empezó con clasemedieros, pero se ha popularizado”, dice Pineda. Pero ante todo, puntualiza que “nada justifica la violencia contra estos chavos”.
Édgar Morín, académico de la Facultad de Estudios Superiores Acatlán de la Universidad Nacional Autónoma de México, indica que a diferencia de otros grupos de jóvenes, los emos aún no realizan producción cultural. “Es un estilo juvenil que se caracteriza por una estética con mezclas de lo punk y lo dark, pero que al final son reapropiaciones de movimientos que se generaron en otro país”. Tanto los emos como quienes a diario conviven con todas las corrientes juveniles, afirman que la violencia proviene de pousers, esto es, gente que se dice punks o darketos, pero que al final “son pose” y sólo están en esos movimientos por moda.
“El odio en México contra los emos significa un crecimiento del conservadurismo. La violencia entre diversos grupos juveniles no es nueva, siempre ha existido, pero ahora se ha vuelto masiva. Esta campaña es peligrosa y puede crecer y seguirse por ejemplo contra los negros, los gays, las mujeres... Al gobierno le conviene tener más jóvenes divididos que críticos y demandantes”, señala Pineda. Y Morín subraya que los niveles de frustración e ira están creciendo en el país y “de repente se busca no quién me la hizo, sino quién la pague. En América Latina hay casi 30 millones de jóvenes que no tienen la posibilidad de estudiar ni trabajar, y su lógica, más por considerarlo sobrevivencia que crimen, se inclina hacia el narcomenudeo, la piratería o el contrabando. Mientras el Estado no empiece a solucionar el problema del empleo y la educación habrá más conflictos”.
El antropólogo coincide que la violencia juvenil no es nueva, e inclusive se da más entre las porras de equipos de futbol. Sin embargo lo nuevo es llamar a una campaña de linchamiento contra los emo a través de sitios como Internet. “Es algo así como violencia organizada; ya no son las banditas que se madrean como en la época de los Panchitos en los 70”. Subraya que en la sociedad mexicana, obsesionada con la apariencia, racista y de doble moral, las agresiones contra los emo “son sólo un reflejo de la intolerancia que se agudizó con el pasado proceso electoral”. Además, en un mundo violento ser emotivo no es bien visto porque “aquí sólo sobreviven los fuertes”.
El estilo emo es andrógino: pantalones oscuros entallados, camisetas y sudaderas de colores llamativos como rosa o morado; pueden usar hasta dos cinturones. De las presillas les cuelgan cadenas y pequeños muñecos de peluche. Usan el cabello en forma de crepe. Se infringen cortes con navajas y se dicen incomprendidos.
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