19 de abril de 2008

LA VENGANZA DE LOS TRANSFUGAS, J. SHARPE

La Nación.cl

Para saber que la democracia es el menos malo de los sistemas los chilenos no necesitamos recordar a Winston Churchill. Nos basta con mirar a la diestra del Congreso y sus designados por el dedo binominal. Churchill, un típico patriota pedante del siglo XX, defendía la democracia de Hitler y otras pestes, en esa época en que los humanos creían en la ciencia, la economía y algunas artimañas más de los siglos ingenuos. Ahora ya sabemos que esos paradigmas servían para perpetuar castas en el poder, mezclarlas endogámicamente y mantener al gentío en la ignorancia y la exclusión, como en casa nuestra.

Cuando la democracia es un préstamo de las dictaduras, los tránsfugas elegidos pueden traicionar a sus secretarios generales y a sus electores, tal como han hecho Fernando Flores, ex ministro de Allende, y Adolfo Zaldívar, el profeta que se distinguió por atacar a los escolásticos neoliberales para corregir el modelo y que ahora sabemos que sólo quería que lo sentaran en la testera del Senado con los dueños del modelo.

Puercas mentiras. Queremos verlos en las próximas elecciones, ver si les bastan las fortunas acumuladas en sus regias vidas profesionales para conquistar y seducir ciudadanos. Flores y Zaldívar, senadores por la UDI, son dos retratos del binominalismo que la coalición que lleva cuatro mandatos en el poder ha preferido no tocar, satisfecha de sus dietas obesas.

En este siglo cínico y descarado languidecen las certezas. La advertencia de Santos Discépolo sobre la porquería que fue y será el mundo en el quinientos seis y en el dos mil también, es en lo que pensamos los ciudadanos estafados. No se trata de juzgar si Provoste tenía méritos o no para ser sancionada sino en las formas democráticas, perdidas en la noche de las constituciones gorilas, blanqueadas por los dedos democráticos. Los tránsfugas Zaldívar y Flores, jinetes de la venganza de los cuoteos, son perlitas del sistema político que ha producido esta desazón ciudadana, ese desdén del público que sale a ganar sus porotos cada día mientras esta casta escenifica su tragicomedia. Zaldívar y Flores producen el milagro de hacer ganar elecciones a la derecha, un prodigio que no se producía desde 1958, y que el ex ministro de Allende ha decidido romper.

En el siglo pasado, el poeta decía que "los inmorales nos han igualao". En estos tiempos, los "inmorales" se rascan la panza ahíta, mecidos en la brisa de la impunidad que les confiere su casta de privilegiados, que quiere decir con leyes privadas, por cierto.

La mayoría ciudadana desaprueba la forma en que la ministra Provoste ha manejado su propia crisis y otra mayoría -quizá la misma- rechaza la hoguera donde la han cocinado los conjurados del desalojo, una tribu de conveniencia que mezcla a Flores con Jovino Novoa y los bate en la conjura de Allamand

Antes resultaba lo mismo ser derecho que traidor. Ahora esas categorías se han evaporado, los ciudadanos ya no investigan si somos derechos o traidores, asumida en el imaginario la traición como mecanismo de sobrevivencia en la nueva democracia, lejana de aquella pasión pedante de Churchill y sus socios de Yalta.Provoste es efectivamente una diaguita chica que pasaba por ahí, porque nadie se imagina a la Alianza -incluidos Flores y Zaldívar-, acusando a Pérez Yoma, Viera Gallo o Bitar. No tienen arrestos ni cojones para enfrentarse a peces gordos y sí llevan desde la colonia sometiendo a esas minorías. Le pegaron a una mujer chica, como siempre.

En el siglo XX el que no lloraba no mamaba y el que no afanaba era un gil. Ya fuimos afanados, ésta es la sociedad posafano. Aquí están los que lloraron y mamaron, pelucones y pipiolos, escenificando su estelar sin conmover a la audiencia, que apaga la tele y se va a dormir pensando en si mañana pasará o no el bus para llegar a la pega y poder subvencionar a los perlas.


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