Del Golpe en Chile en 1973, pasando por las Torres Gemelas y llegando hasta Irak y Guantánamo. Un hilo de continuidad invisible pero sólido, que se puede resumir en el shock: ese puñetazo de recetas neoliberales que promete libertad pero exige torturas. Esa es la tesis del libro que la superventas anti-globalización presenta en nuestro país por estos días.
Ana Rodríguez Silva, El Mostrador
Ana Rodríguez Silva, El Mostrador
Un “interesante primer día en Chile” tuvo Naomi Klein. El pasado domingo visitó Villa Grimaldi y se entrevistó con la familia de Orlando Letelier, material que formará parte del documental inspirado en su reciente libro “La doctrina del shock. El auge del capitalismo del desastre”, y que realiza junto a los creadores del filme “Road to Guantánamo”, Mat Whitecross y Michael Winterbottom. Este es un libro que partió siendo una cosa y terminó siendo otra, según cuenta Klein. “El libro que terminé escribiendo no es el libro que empecé a escribir”, dice. Inicialmente quería hablar sobre el desastre del capitalismo a partir de los casos de Irak, el huracán Katrina y el tsunami asiático. “La tesis del libro era que la ideología partió muy violentamente en el Cono Sur y ahora ha vuelto a estos métodos duros con Irak usando el shock y sus terapias, como la tortura”, cuenta.
Pero el libro fue cambiando a medida que la autora encontró cada vez más ejemplos que confirmaban su tesis, hasta que en cierto punto “se volvió la historia de los Chicago Boys, simplemente porque aparecían todo el tiempo, inesperadamente”, ríe Klein. A diferencia de su anterior libro, “No Logo”, en que tenía un esbozo definido, en “La doctrina del shock no había ningún lineamiento muy claro, por lo que la investigación duró más tiempo del presupuestado. Un año y medio más. “Fue un proceso caótico”, dice la canadiense. El resultado es una enorme indagación en torno a casos paradójicamente similares. Una especie de patrón que se repite cada vez que un país enfrenta una crisis, ya sea política, económica, o un desastre natural que deje la moral –y las precauciones- de la gente por los suelos. Chile, Argentina, Uruguay, Brasil, Bolivia, Polonia, Rusia y varias naciones más son ejemplos de ello.
Es ahí cuando el neoliberalismo hace su intervención. Aprovechando golpes de Estado, boeings chocando contra las Torres Gemelas u olas de proporciones, la teoría del laissez faire de Milton Friedman hace su aparición y se vuelve una práctica, anulando restricciones arancelarias, impulsando privatizaciones y eliminando beneficios sociales. Se implanta entonces, así, sin que muchos lo noten, el libre mercado. Ahora: ¿por qué este nuevo modelo entra tan desapercibidamente en un país? Naomi Klein explica esto basada en la teoría del shock. Es decir, que los grandes golpes económicos nunca van solos. Siempre serán acompañados de refinadas técnicas de “persuasión”, llámese torturas, desapariciones y temor popularizado. Fórmulas especialmente diseñadas para extraer ciertos elementos de la sociedad que se resisten a estas nuevas políticas económicas.
“Si un país está muriendo, el país tiene una enfermedad terminal. Entonces no importa qué tratamiento le prescribas, le estás salvando la vida, aunque sea doloroso”, explica Klein.
Los jaguares en la mira
“La historia del neoliberalismo está contada por los vencedores, por los neoliberales, por lo que es más marketing que historia y hay muchas distorsiones en ella”, dice Klein, quien denuncia una enorme manipulación histórica que nos ha llevado a pensar incluso que la intervención de los Chicago Boys en Chile no fue efectiva hasta 1975. “Pero el registro histórico dice otra cosa” afirma, apoyándose en su investigación, donde denuncia que los mentados economistas constituyeron una mitad clave de los planes golpistas locales.
“Esta es nuestra historia contemporánea, nuestro presente, y creo que necesitamos un poco más de perspectiva para ver algunos de estos patrones”, asegura Klein, agregando que “este libro realmente es un ejercicio de reconocer e identificar un patrón o táctica, es ahí cuando comienzas a verlo. El punto es que es sólo un patrón”.
Es así como hasta en casos que parecen tan diametralmente distintos –y distantes- como Chile e Irak, Klein localiza semejanzas. Porque el mismo triple shock que se dio en este país, con las radicales reformas económicas, el nuevo régimen político dictatorial y la sistematización de la tortura, es visible también en Irak.
“En Irak tienes este triple shock”, dice Klein. “En el ataque –estadounidense-, que pretende preparar el terreno para la terapia de shock económico, que es el programa más radical impulsado jamás, con cientos de leyes nuevas, todo de una vez. Cuando eso no funcionó, Irak se rebeló y resistió. Ahí los iraquíes fueron arrestados y la tortura se hizo sistemática”.
La diferencia radica en que en Irak la violencia se usó como una forma de disciplinar a la sociedad, pero no funcionó. “Ninguna de estas tácticas funcionaron, porque Irak era muy difícil de shockear y en cierta forma esto es profundamente trágico. El shock necesita el elemento sorpresa y los iraquíes no estaban sorprendidos de ser atacados por los Estados Unidos, ni tampoco por ser torturados, porque vivieron largo tiempo bajo la violencia de Sadam”, dice Klein, tildando ésta como una forma posmoderna de terapia de shock.
-Luego de observar tanto el caso chileno, ¿cómo ve al país hoy en día?
-Creo que el gobierno de Bachelet representa más la salida del modelo neoliberal ortodoxo, pero todavía Chile está muy adentro de él. Hay más programas sociales destinados a los más pobres, pero el real legado de los Chicago Boys es una inequidad masiva entre los ricos y los excluidos, y eso es algo que necesita ser corregido.
“La genialidad de los Chicago Boys en Chile fue la parte más tardía del proyecto, porque el comienzo fue un desastre, realmente implosionó el ’82. Muchos perdieron su trabajo, hubo juicios de corrupción, pero lo más creativo fue esta idea de proteger el neoliberalismo de la democracia. O sea puedes votar, pero no puedes afectar estos cambios institucionales que ellos mismos bloquearon antes de irse del poder, lo cual es extraordinario. Chile es excepcional dentro de los otros casos, es el país que ha tenido el período más largo de transición, una transición manejada muy herméticamente”.
-Y es un país donde, por ejemplo, el Tribunal Constitucional prohíbe la distribución de la Píldora del día después y donde un Chicago Boy corre la carrera presidencial…
-Es aterrador. El peligro de un gobierno de centro izquierda que no tiene el coraje de producir cambios reales es que la gente termina cansándose de ellos y sólo busca cambiar las caras que están viendo. Hay un peligro real ahí, porque se crea la idea de que esto es una simple continuación. El problema con esto es que cuando un gobierno de ala derechista llega, ¿qué diferencia hace? Y puede ponerse mucho peor, particularmente en cuanto a derechos civiles.
Pero el libro fue cambiando a medida que la autora encontró cada vez más ejemplos que confirmaban su tesis, hasta que en cierto punto “se volvió la historia de los Chicago Boys, simplemente porque aparecían todo el tiempo, inesperadamente”, ríe Klein. A diferencia de su anterior libro, “No Logo”, en que tenía un esbozo definido, en “La doctrina del shock no había ningún lineamiento muy claro, por lo que la investigación duró más tiempo del presupuestado. Un año y medio más. “Fue un proceso caótico”, dice la canadiense. El resultado es una enorme indagación en torno a casos paradójicamente similares. Una especie de patrón que se repite cada vez que un país enfrenta una crisis, ya sea política, económica, o un desastre natural que deje la moral –y las precauciones- de la gente por los suelos. Chile, Argentina, Uruguay, Brasil, Bolivia, Polonia, Rusia y varias naciones más son ejemplos de ello.
Es ahí cuando el neoliberalismo hace su intervención. Aprovechando golpes de Estado, boeings chocando contra las Torres Gemelas u olas de proporciones, la teoría del laissez faire de Milton Friedman hace su aparición y se vuelve una práctica, anulando restricciones arancelarias, impulsando privatizaciones y eliminando beneficios sociales. Se implanta entonces, así, sin que muchos lo noten, el libre mercado. Ahora: ¿por qué este nuevo modelo entra tan desapercibidamente en un país? Naomi Klein explica esto basada en la teoría del shock. Es decir, que los grandes golpes económicos nunca van solos. Siempre serán acompañados de refinadas técnicas de “persuasión”, llámese torturas, desapariciones y temor popularizado. Fórmulas especialmente diseñadas para extraer ciertos elementos de la sociedad que se resisten a estas nuevas políticas económicas.
“Si un país está muriendo, el país tiene una enfermedad terminal. Entonces no importa qué tratamiento le prescribas, le estás salvando la vida, aunque sea doloroso”, explica Klein.
Los jaguares en la mira
“La historia del neoliberalismo está contada por los vencedores, por los neoliberales, por lo que es más marketing que historia y hay muchas distorsiones en ella”, dice Klein, quien denuncia una enorme manipulación histórica que nos ha llevado a pensar incluso que la intervención de los Chicago Boys en Chile no fue efectiva hasta 1975. “Pero el registro histórico dice otra cosa” afirma, apoyándose en su investigación, donde denuncia que los mentados economistas constituyeron una mitad clave de los planes golpistas locales.
“Esta es nuestra historia contemporánea, nuestro presente, y creo que necesitamos un poco más de perspectiva para ver algunos de estos patrones”, asegura Klein, agregando que “este libro realmente es un ejercicio de reconocer e identificar un patrón o táctica, es ahí cuando comienzas a verlo. El punto es que es sólo un patrón”.
Es así como hasta en casos que parecen tan diametralmente distintos –y distantes- como Chile e Irak, Klein localiza semejanzas. Porque el mismo triple shock que se dio en este país, con las radicales reformas económicas, el nuevo régimen político dictatorial y la sistematización de la tortura, es visible también en Irak.
“En Irak tienes este triple shock”, dice Klein. “En el ataque –estadounidense-, que pretende preparar el terreno para la terapia de shock económico, que es el programa más radical impulsado jamás, con cientos de leyes nuevas, todo de una vez. Cuando eso no funcionó, Irak se rebeló y resistió. Ahí los iraquíes fueron arrestados y la tortura se hizo sistemática”.
La diferencia radica en que en Irak la violencia se usó como una forma de disciplinar a la sociedad, pero no funcionó. “Ninguna de estas tácticas funcionaron, porque Irak era muy difícil de shockear y en cierta forma esto es profundamente trágico. El shock necesita el elemento sorpresa y los iraquíes no estaban sorprendidos de ser atacados por los Estados Unidos, ni tampoco por ser torturados, porque vivieron largo tiempo bajo la violencia de Sadam”, dice Klein, tildando ésta como una forma posmoderna de terapia de shock.
-Luego de observar tanto el caso chileno, ¿cómo ve al país hoy en día?
-Creo que el gobierno de Bachelet representa más la salida del modelo neoliberal ortodoxo, pero todavía Chile está muy adentro de él. Hay más programas sociales destinados a los más pobres, pero el real legado de los Chicago Boys es una inequidad masiva entre los ricos y los excluidos, y eso es algo que necesita ser corregido.
“La genialidad de los Chicago Boys en Chile fue la parte más tardía del proyecto, porque el comienzo fue un desastre, realmente implosionó el ’82. Muchos perdieron su trabajo, hubo juicios de corrupción, pero lo más creativo fue esta idea de proteger el neoliberalismo de la democracia. O sea puedes votar, pero no puedes afectar estos cambios institucionales que ellos mismos bloquearon antes de irse del poder, lo cual es extraordinario. Chile es excepcional dentro de los otros casos, es el país que ha tenido el período más largo de transición, una transición manejada muy herméticamente”.
-Y es un país donde, por ejemplo, el Tribunal Constitucional prohíbe la distribución de la Píldora del día después y donde un Chicago Boy corre la carrera presidencial…
-Es aterrador. El peligro de un gobierno de centro izquierda que no tiene el coraje de producir cambios reales es que la gente termina cansándose de ellos y sólo busca cambiar las caras que están viendo. Hay un peligro real ahí, porque se crea la idea de que esto es una simple continuación. El problema con esto es que cuando un gobierno de ala derechista llega, ¿qué diferencia hace? Y puede ponerse mucho peor, particularmente en cuanto a derechos civiles.
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