20 de julio de 2008

LA MINISTRA, EL JARRO DE AGUA Y LA HIPOCRECÍA DE LAS ELITES DIRIGENTES



Compartimos totalmente los juicios de Santiago Escobar en la columna de El Mostrador.cl, que reproducimos aquí. Parece en efecto increíble esta concertadísima condena y demonización de una chica de 14 años, María Música Sepúlveda, que comete el gravísimo "pecado" de lanzar un jarro de agua a la Ministra de Educación. La prensa, ministros, parlamentarios, la iglesia a través de su más importante pastor, la misma presidenta Bachelet, etc., han rasgado vestiduras contra ese acto atrevido y transgresor de la estudiante, que es visto ante todo como un acto contra la "autoridad", de donde procede su enorme "gravedad".


En sí, tirar un vaso de agua a cualquiera, es un acto desmedido y desagradable, inadecuado además. Es un acto de violencia más "simbólica" que real, es una falta de respeto por el otro, es un acto también de impotencia e impaciencia, a menos que se trate también a veces de una simple broma, que evidentemente no era el caso. Por eso no lo justificamos. Pero no exageremos. Se trata, repetimos, de una limitada infración o transgresión, que no merece el gigantesco y concertado griterio que ha ocasionado. Que tampoco merece obviamente la expulsión de su colegio, como lo decretó rapidamente el Alcalde de su Comuna
R. Alcaíno. El Ministro Pérez Yoma, magnánimo, anuncia que el mencionado acto no se judicializará, y que "lo más importante es la sanción social y el repudio generalizado".

Todo ello habla más bien del inmenso autoritarismo de los sectores dirigentes, civiles, policiales o religiosos, de esta sociedad impregnada de hipocrecía y de doble estandar.
Porque, ¿de donde viene ese ejemplo de "irrespeto", de violencia, de desconsideración, de ausencia permanente y grave de diálogo, de malas maneras, de arrogancia, etc., sino del Poder establecido, de las autoridades vigentes, de las instituciones que representan la "autoridad" (carabineros, militares, gobernantes civiles, entre otros), incluso de muchos padres y familiares, que sistematicamente no escuchan, no dialogan, no respetan, sino que reprimen a "los de abajo", a los trabajadores, a los subordinados, a los hijos, a los jóvenes? ¿la autoridad no ha respondido acaso con "guanacos", represión, sordera, descalificaciones, anatemas, amenazas, presiones y chantages a estudiantes que se movilizan, no por "joder", sino en defensa de una mejor educación para ellos y para la sociedad chilena? ¿no es ese el "modelo" de comportamiento que día a día se enseña y muestra como válido y ejemplar a los jóvenes de este país? Ese es el típico doble estandar de nuestra sociedad. "Haz lo que yo digo, no lo que yo hago..." . Doble estandar e hipocrecía, en todos los niveles. E. Aquevedo.


Análisis político
Los poderes omnímodos, la ministra y el jarro de agua

La reacción de las más diversas instituciones estatales, políticas o religiosas para condenar la agresión de la estudiante Música Sepúlveda en contra de la ministra de Educación, asusta. Es la expresión de una elite satisfecha, que ni por un solo instante se pregunta qué cosa ha hecho tan mal para que una niña de solo catorce años rompa el temor reverencial frente a la autoridad y haga lo que hizo.

Santiago Escobar Sepúlveda

La reacción de las más diversas instituciones estatales, políticas o religiosas para condenar la agresión de la estudiante Música Sepúlveda en contra de la ministra de Educación Mónica Jimenez de la Jara, asusta. No solo por ser desproporcionada y estigmatizadora. Sino también por ser la expresión de una elite satisfecha, que ni por un solo instante se pregunta qué cosa ha hecho tan mal para que una niña de solo catorce años rompa el temor reverencial frente a la autoridad y haga lo que hizo.

No se trata estar de acuerdo con lo actuado por la estudiante o de justificar su conducta. Aunque al respecto es necesario recordar que es una niña que está en el borde del discernimiento en términos legales, lo que requiere conductas de diálogo con ella a fin de desarrollar su autocontrol y responsabilidad. Y no como aparece ahora, enfrentarla con actos de sanción o venganza.

Anunciar o pedir su expulsión del colegio, o referirse a ella en medio de una homilía religiosa como si lo actuado fuera pecado y no infracción, o aprovechar cámaras de TV con la ministra ofendida como hacen sus colegas de gabinete o dirigentes políticos es una sanción social anticipada que Música no merece. Y tiene algo de obsceno pues es una exhibición de poderes omnímodos que silencian, humillan e intimidan al agresor en un tema donde existen sobradas razones para que los adultos sintieran vergüenza de todo lo obrado. Más aún, con un poder que no tiene contrapeso.

Tal actuación, totalmente reprobable, amenaza abrir una brecha de incomprensión insalvable entre los jóvenes y el sistema político. Porque la raíz del incidente está en un tema fundamental para los jóvenes, que ellos pusieron en la agenda, y que sienten deben defender frente a la incapacidad de la política: la calidad de la educación.

El lamentable y frustrado diálogo entre la ministra y los jóvenes o la agresión del jarro de agua, expresa una significación simbólica y una intensidad para los jóvenes que los adultos no estamos entendiendo. Tal debate no es entre una estudiante irrespetuosa y una ministra, sino entre sujetos culturales que caminan hacia posiciones irreconciliables, sino se tiene la prudencia de contener los hechos.

Por cierto, la ministra no es responsable de lo que ocurre o de los problemas. No más al menos que cualquier representante de la elite política y gobernante de este país. Pero le toca ser la cabeza que enfrenta la desazón e impotencia que parecen corroer a los jóvenes de nuestro país frente al tema educacional.

El Mostrador.cl

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