20 de julio de 2008

UNA DERROTA DE LA IZQUIERDA ITALIANA: LECCIONES POSIBLES PARA IZQUIERDAS DE AMERICA LATINA, por Mario Tronti

¿Proteo o Anteo? 11 tesis sobre la izquierda italiana después del Tsunami de abril
Mario Tronti · et alteri · · · ·

15/06/08

"La crisis de la política comienza, no cuando la política no sabe ya escuchar, sino cuando la política ya no sabe hablar". Mario Tronti y otros colegas suyos del Centro para la Reforma del estado en Roma ofrecen una importante reflexión sobre la izquierda italiana y su futuro para el inminente Congreso de Rifondazione Comunista. Agradecemos a Rossana Rossanda que nos llamara la atención sobre este texto. SP

1. Paso cambiado. "Por qué no se percibieron los indicios"

Abril 2008: llega un trecho de discontinuidad, acaso de salto. No se puede retomar el discurso del como decíamos ayer. Precisa un cambio de paso; en la indagación, en la iniciativa. No estaba escrito que la transición se cerrara por la derecha. Pero así ha sido. Y sin embargo, el de sorpresa no es el sentimiento dominante: indicios, los había, en el país y también en Roma. Por qué no se percibieron, éste es el problema. Por otra parte, no es el miedo el sentimiento que debe dominarnos. No está Aníbal en puertas; no habrá un cambio de régimen. Es una nueva derecha, de gobierno y de administración; una derecha a la que hay que analizar y cuyas decisiones hay que contrastar, de la mano el pensamiento y la acción.

2. Tras el fracaso. "No se puede ser durante mucho tiempo anticaptalistas, y a la par, débiles".

Se confirma el dato, que viene de lejos, de una mayoría de centro-derecha en el país real. En los últimos quince años, la opinión de centro se ha acercado a la opinión de derecha. Si la DC era un centro que miraba a la izquierda, Forza Italia es un centro que mira a la derecha. Eso ha generado la ilusión de que había un residuo del centro conquistable por la izquierda. Lo había, pero menos consistente de lo que se pensaba. Los movimientos, no registrados, de la sociedad, a escala territorial, han sido más fuertes que la iniciativa política. Dos han sido las respuestas a esas alteraciones del estado de opinión: una, de vocación mayoritaria, la otra, de vocación minoritaria. La primera, una respuesta, dígase así, expansiva: competir por el centro, para arrebatar al centroderecha una porción de consenso. Así los Progresistas, luego, el Olivo, luego, La Unión, luego, el Partido Democrático. Que este último pudiera cumplir esa función por sí sólo y como un todo, se ha demostrado un proyecto, a decir poco, no realista. La segunda, una respuesta, dígase así, defensiva: marcar una posición alternativa, con una gran ambición y una fuerza minúscula. No se puede ser durante demasiado tiempo anticapitalistas y débiles, antagonistas y pocos. Abril, el más cruel de los meses: dos fracasos, del centroizquierda y de la izquierda, del gran partido de centroizquierda y del pequeño agregado de izquierda.

3. Política mutada. "No puedes producir la antipolítica y luego proponerte representarla"

Aquí, un punto teórico-político que hay que afrontar. Se podría llamar el equívoco de la representación. O mejor, la relación entre el equívoco de la representación y lo que se llama la crisis de la política. ¿Qué viene antes, una crisis de la representación social o una crisis de la propuesta política. Tratemos de derrochar sentido común. Y digámoslo así: la crisis de la política comienza, no cuando la política no sabe ya escuchar, sino cuando la política ya no sabe hablar. Es verdad que es necesario escuchar: la representación es esencial, comprender la sociedad, conocerla, pero no es tanto la falta de eso lo que está en el fondo de la crisis de la política. El fondo de la crisis de la política está en el desplome de la subjetividad política, en la caída, relativamente reciente, de la propuesta subjetiva. La política ya no sabe hablar precisamente porque ya no sabe leer, porque ya no sabe interpretar. Y por ende, no sabe orientar, no sabe dirigir. El equívoco de la representación es el hecho de asumir el dato tal como es, también el dato de la sociedad, también el dato de la mayoría de centroderecha de este país. Si lo asumes tal como es, y tratas entonces de corregirlo, en vez de procurarte una propuesta política fuerte, lo que haces es encender la mecha de un proceso que tiene que terminar en la crisis de la política. Primero produces la antipolítica, y luego te propones representarla.

4. Descifrar y traducir. "La tarea de la política consiste en hacer preguntas, más que en dar respuestas".

Cuando la política ya no sabe hablar, entonces sale una clase política, y una clase administrativa, autorreferencial, que habla para sí misma y de sí misma, porque ya no sabe hablar al país, a la sociedad. Esta clase política, empeñada en ocuparse de sí misma, entra en la lógica de cualquier otra clase. Para asegurarse el consenso, secunda las pulsiones de la masa. Cuanto más las representa, más gana. La política no es escuchada por la sociedad civil, está apegada a sí misma. Si la sociedad civil es el campo de los intereses particulares y de los egoísmos corporativos, entonces la política de nuestros días no es que la represente poco, sino que, antes bien, se asemeja demasiado a ella. Esta política es un pedazo de esta sociedad, subalterna a las leyes de los movimientos, nacionales y supranacionales, a través de los cuales se autogobierna. De aquí la crisis de sentido de la acción política, un hecho genuinamente característico de nuestro tiempo. Porque la tarea principal de la política no consiste en dar respuestas; consiste en hacer preguntas. La política tiene que interrogar a la sociedad; y el dato existente, debe, precisamente, saberlo leer, descifrar, traducir, y sólo después de interpretarlo, puede representarlo; pero nunca representarlo como reflejo pasivo, nunca reflejarlo especularmente según se presenta objetivamente, en su juego incontrolado de fuerzas.

5. Construir lo social. "Hacer sociedad, pero con la política"

¿Cuál es, en este punto, la diferencia entre ahora y ayer? En el pasado estaban las grandes clases, que tenían una voz, que hablaban, que expresaban, sí, intereses, pero grandes intereses, reconocibles al pronto. Entonces la política tenía las cosas más fáciles a la hora de representar, de reunir, porque la voz venía de potentes agregados ya autónomamente, en uno u otro grado, organizados. Era menos importante entonces leer e interpretar; la representación directa tenía la vía más expedita. Pero disgregadas las grandes clases, cuando te encuentras ante una sociedad fragmentada, pluralista, corporativizada, estratificada, anárquicamente individualizada, cuando, por lo mismo, no hay ya voz social, se hace más imperiosa la obligación de la voz política. Hablar a esta fragmentación quiere decir elaborar una propuesta reunificadora. Lo social, ahora, en el capitalismo posterior a las grandes clases, se construye, no se describe. Producir vínculos sociales, y producirlos a través del conflicto, o mejor dicho, a través de los conflictos: he aquí el rostro nuevo de la izquierda, después del Movimiento Obrero. La derecha, y no digamos la nueva derecha, puede y sabe hacerlo. La diferencia radica aquí. Hacer sociedad, pero con la política: si tiene la Nueva Izquierda tiene una misión encomendada, es ésta.

6. Malestar y miedo. "La derecha triunfa porque no hay izquierda"

Hay una oleada de derecha que llega a Europa, con el acostumbrado retraso, de la Norteamérica de Bush, cuando allí parece ir de caída. Es una fiebre de revolución conservadora en tono menor, que ataca los maltrechos cuerpos de nuestros sistemas políticos. El esquema es el tradicional: el miedo como respuesta al malestar. Porque el miedo no es la causa desencadenante; la causa desencadenante es el malestar, de sociedad, de humanidad, y por ende, de civilidad. El miedo es un remedio movilizador para quien, sabiéndose sin defensas, las busca, para quien, careciendo de seguridad en el futuro, se afana en tenerla al menos en el presente. La derecha responde más y mejor al lado obscuro del ánimo humano, y la izquierda tiene las Luces, pero, desde hace harto tiempo, apagadas. Una tesis política que, a contracorriente, puede sostenerse con buenas razones podría rezar así: la derecha triunfa porque no hay izquierda. Es una tesis demostrable empíricamente, con los últimos datos electorales en mano, en el país Italia y, sobretodo, en aquel acontecimiento simbólico que es la caída de Roma: no ha arrasado el centroderecha, se ha derrumbado el centroizquierda. La verdad que hay que empezar a decir es que el centroizquierda no tiene futuro, si no se reorganiza en torno a una Gran Izquierda.

7. El convidado de piedra. "Más Anteo y menos Proteo"

Hay un transfondo de este discurso que hace un poco las veces de convidado de piedra de todos nuestros pensamientos. Dice así: la derecha gana porque el capitalismo está fuerte. Lo está aun agotándose el ciclo neoliberal, lo está aun cuando recupera espacio el papel de las políticas públicas, y queda por comprender hacia dónde se decantarán las cosas, si del lado de la crisis o del lado de la reestructuración. El desafío es a escala global, y sería buena cosa no dejar a la derecha toda la denuncia de los efectos perversos de la globalización de mercado. El capitalismo está fuerte porque consigue mantener todavía unidos la innovación del sistema, la democracia política y la hegemonía cultural. Un bloque potente que ha permitido hasta ahora, y a su favor, dos, y sólo dos, soluciones de gobierno: o un centroderecha fuerte o un centroizquierda débil. La virtuosa alternancia en los sistemas bipolares o bipartidistas à la Westminster, tiene ese pequeño vicio de fondo. En esas condiciones, no hay margen ni para una política de pura gestión ni para una política de pura contestación. Sólo hay lugar para una guerra de posiciones, de duración media. La difícil situación económica estallará bajo el gobierno político de la derecha. Y la emergencia, que parecía tener que ser institucional, será, además, social. La historia-mundo, por lo demás, es un campo de acontecimientos impredecibles, si no se la mira con la papila del corazón, sino que se la mira con el almíbar del corazón, sino que se la agarra con la lúcida inteligencia de una política-mundo. Hay aquí un terreno favorable para la izquierda, si acierta ser menos Proteo y más Anteo, si acierta a aparecer menos con múltiples formas y a reencontrar más la única tierra de la que saca la propia fuerza.

8. Izquierda, ¿quién eres?. "Fundar un pueblo".

Hay que decirlo: el pueblo de la izquierda tiene derecho a disponer de una fuerza política. Y luego decir: para estar en Europa y en el mundo, Italia precisa de una izquierda. No de una izquierda pequeña, residual, testimonial, enrocada en los símbolos del pasado y en las viejas identidades, sino de una Gran Izquierda, moderna, crítica, autónoma, autorizada, popular. No es admisible que la anomalía italiana se presente hoy como la excepción de un país sin una gran fuerza política que reivindique con orgullo esta función, en el nombre, en los hechos, en los valores. El problema de hoy no es: qué es la izquierda, sino quién es la izquierda. Más que de conocerlo, de lo que se trata es de ir a reconocer al pueblo de la izquierda. Mas, también aquí, reconocer no quiere decir representar, quiere decir construir, o mejor, reconstruir un campo de fuerzas capaz de sostener un proyecto de transformación estratégicamente pensado y tácticamente actuado. Fundar un pueblo: tal es el Beruf –vocación/profesión— de la política cuando no es cháchara, sino discurso, no imagen, sino idea, no fabulación, sino organización.

9. Trabajo y saber. "Aquí la izquierda se juega su dignidad".

La nueva y la vieja centralidad: dar forma política al pluriverso del trabajo. Se quiere una idea política del trabajo, mejor, del trabajador. Tras la experiencia histórica del movimiento obrero, ¿de qué modo la persona que trabaja, hombre y mujer de manera diferente, puede tener en cuanto tal, no sólo como ciudadano, una función política? ¿Cómo pueden contar políticamente los trabajadores asociados? ¿De qué modo, por qué vías, con qué formas, pueden expresar un proyecto de modelo social, de sistema político, de hegemonía cultural? Y, también aquí, ¿quiénes son hoy los trabajadores? Es esa clase media aculturada de masa, que se ha convertido un poco en la caricatura del bloque histórico para el centroizquierda: porque está aislada y está lejos del resto de la sociedad real. Tiene una parte alta, que tira a las profesiones, una parte baja, que tiende al precariado, y a veces se conjugan las dos cosas. Es trabajo precioso del conocimiento, un trozo decisivo de trabajo inmaterial que tiene en sus manos el futuro de desarrollo del país. Va de consuno con el trabajo material, con el trabajo manual, que se da también cuando se opera con las máquinas, con el trabajo obrero, asalariado. El trabajo sans phrase, diría Marx. Pero aquí la izquierda se juega su dignidad: hay que hacerse cargo de y poner remedio a esa desesperada soledad obrera, que se expresa, como hemos visto, de tantas maneras, a veces desconcertantes, a las que hay que reconocer antes de juzgar. Sólo asumiendo políticamente esta tarea se puede reiniciar el discurso sobre el "nuevo mundo del trabajo". Trabajo y saber, se dice hoy. Más la diferencia de trabajo femenino. El trabajo autónomo, de primera y segunda generación, amalgamado al trabajo dependiente, garantizado o precarizado. Como el centro urbano se amalgama a las periferias metropolitanas. No es posible aceptar como un destino el vuelco de consenso que se ha verificado entre estos espacios de territorio y en estos lugares de lo social. No es posible. Si no, ser de izquierda carecería ya de sentido político. He aquí la verdadera misión de una partido de izquierda fuerte: recuperar el sentido de la propia función en el "hacer pueblo" como "sujeto político". Reaproximar, reanudar y apretar el nudo entre campo social y fuerza política.

10. Lo viejo que avanza. "Lo nuevo a toda costa restaura lo viejo que avanza"

Decía Brecht: "en el muro está escrito 'viva la guerra' / quien lo escribió, ya cayó. Ahora se dice: no se puede volver atrás. Quien lo ha dicho, ya tiene un pie en el vacío. Lo nuevo a toda costa restaura lo viejo que avanza. Hemos recibido en nuestro país, aquí y ahora, y a expensas nuestras, una lección de manual. Calculemos bien los movimientos, tomémonos el tiempo necesario. Pero no excluyamos a priori el hecho de que a veces es necesario dar un paso atrás para dar el salto hacia adelante.

11. Trazas de civilidad. "Que lo viejo quede siempre del lado del adversario".

Aclarémonos sobre esto. No se trata de conjuntar los trozos restantes de la vieja izquierda. Sería una operación fuera de tiempo y sin espacio. Es preciso que lo viejo quede siempre del lado del adversario, nunca del nuestro. Las dos tradiciones, la socialdemócrata y la comunista, están agotadas. Pero no se crea que está viva, para la izquierda, la tradición demoliberal. El partido del pueblo de la izquierda está más allá de toda esta historia. Los componentes populares sufren exfoliaciones, pero sus culturas en sentido amplio, es decir, las trazas de civilidad que han venido depositando en la historia de nuestro país, están aquí, a la espera de ser reconocidas, valoradas, reorganizadas y reunificadas con las nuevas culturas, con los nuevos fermentos de civilidad: las experiencias de organización con las experiencias de movimiento, el socialismo con el feminismo, el catolicismo social con los derechos de la persona, el trabajo asalariado con el ecologismo político, la cultura del conflicto con la cultura de la paz. Todo eso, junto, es pueblo de la izquierda. Y puede llegar a ser partido del pueblo de la izquierda. No es un bloque, es un campo. No se compondrá por sí propio. Precisa componerlo. Se requiere decisión política y pensamiento fuerte. Pero, precisamente: no se pueden tomar a chanza las propias referencias, prácticas y teóricas. Porque entonces uno se convierte en otra cosa.

Mario Tronti es el director del Centro Studi per la Riforma dello Stato en Roma.

Traducción para www.sinpermiso.info: Leonor Març

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