El último tabú de EE.UU. “Existe ese poderoso mito de que los Estados Unidos no tienen clases”. Entrevista |
Barbara Ehrenreich · · · · · |
27/07/08 |
Barbara Ehrenreich ha sido calificada como marxista sólo por escribir que los Estados Unidos no son una sociedad sin clases. Pero las críticas nunca han evitado que pusiera al desnudo la injusticia social. Emma Brockes habla con ella sobre su nuevo libro, Barack Obama y la gran división de la riqueza. Hace veinte años, Barbara Ehrenreich escribió un artículo para el New York Times en el que resaltó la creciente desigualdad de la sociedad norteamericana y fue rápidamente denunciada como marxista por un periódico rival. "El Washington Times es una publicación de extrema derecha", sostiene, de manera que no había allí nada sorprendente. Pero la reacción de este periódico ponía de relieve un principio general: mientras uno puede expresar cosas "medianamente salvajes" sobre la raza y el género en los Estados Unidos, persiste cierta timidez al hablar sobre clase. "Existe este poderoso mito de que los Estados Unidos no tienen clases; de que éstas son algo vetusto inglés o europeo que hemos abolido. Y que si no eres rico, es tu maldita culpa." Con sus 66 años actuales, Ehrenreich ha dedicado la mayor parte de su carrera a desacreditar esta máxima. Su bestseller publicado en 2001, Nickel and Dimed, era un relato del año que pasó intentando sobrevivir con un salario mínimo, lo que provocó que los lectores pudientes de todos lados exclamaran de manera culposa: "¡No teníamos idea!" Sostuvo que las empresas engañan a su personal en materia de salarios (existen 70 demandas judiciales pendientes); limitan el número de pausas para ir al baño que los empleados pueden tomar; les prohíben hablar entre sí o emplear "lenguaje profano" en las instalaciones; y que el empleado de limpieza que uno contrata por medio de una empresa "de buena reputación" probablemente será forzado a limpiar nuestra casa incluso estando enfermo o lesionado. El éxito del libro debe mucho al propio viaje personal de Ehrenreich, quien sugirió la idea a su editor para que un periodista más joven tome ese rol. Pero ella encajaba en el perfil del trabajador invisible: de edad media, mujer y exhausta. Una vez en el lugar, ella fue tratada de modo abusivo por parte de varios jefes, y obligada a dormir en un motel cada noche, dado que no podía costear un apartamento. Su último libro, que en los Estados Unidos lleva por título This Land Is Their Land: Reports from a Divided Nation [Esta tierra es su tierra: reportes desde un país dividido], es la fuerza que anima todo esto, una colección de columnas que representa casi un manifiesto. El título proviene de una canción de Woody Guthrie, que Ehrenreich no puede soportar escuchar en estos días. Ella escribe: "me estremezco cuando escucho a Woody Guthrie cantar 'Esta tierra nos pertenece a ti y a mí'. De algún modo, no creo que fuera escrita para ser cantada por un coro de operadores de fondos de inversión." (La empresa editorial británica del libro evidentemente pensó que la canción de Guthrie quedaba fuera de contexto, y optó en cambio por el título Going to Extremes.) La habilidad de Ehrenreich, además de la enorme calidad de su escritura, es ilustrar sus opiniones con una gran cantidad de ejemplos de disputas laborales e injusticias cotidianas poco atractivas que no concitan mucha atención en ningún lado. A través de estos ejemplos, ella detalla el modo en que la riqueza en los Estados Unidos se ha transferido desde abajo hacia arriba, gracias a los recortes de impuestos para los ricos y la reticencia de Bush de regular los mercados, y desnuda la falacia de que el "crecimiento" medido por el PIB sea, para la mayoría de los norteamericanos, sinónimo de una mejor vida. "Me resultó sencillamente fascinante que sin ser yo una economista, pudiera ver el modo en que en los últimos años el crecimiento se ha desvinculado completamente de los salarios o las condiciones reales de lo que denominamos las personas trabajadoras", sostiene. "Y la razón de que se hayan desvinculado tanto es la enorme desigualdad. De manera que puedes tener muchos indicadores [económicos] que luzcan muy bien, pero estás hablando de una población que está tan dividida que no existe ya un promedio". Un libro sobre el bienestar de la derecha norteamericana debe luchar por evitar vincularla con una letanía de ortodoxias rivales sombrías. Pero Ehrenreich no ha sido nunca taciturna, y en tal sentido tampoco predecible. Vive en la ciudad histórica de Alexandria, justo al sur de Washington DC, en un caos agradable de artículos y revistas. Sobre una repisa, una tarjeta reza: "No soy, luego compro", pero ella es tan suspicaz de la auto-negación como lo es de la auto-indulgencia, rasgos ambos que ve como artificios. En una columna inusual, Ehrenreich ataca a Jane Brody, el editor de salud del New York Times, quien durante la década de los 90 alabó de manera muy influyente las virtudes de las dietas bajas en grasa y altas en carbohidratos. Además de cuestionar los beneficios en materia de salud de los principios de Brody, Ehrenreich sostiene que son una manera de hacer que quienes mejor están se sientan virtuosos meramente mediante la satisfacción de su propio narcisismo. "La dieta baja en grasas ha sido la camiseta de pelo bajo el tapado de piel: la privación cotidiana que compensa la avaricia ilimitada." El "incesante sermoneo" que invade la vida moderna provoca un resonante 'váyanse a cagar' en Ehrenreich. Su última fuente de irritación es el "pensamiento en positivo", la filosofía subyacente de buena parte del entrenamiento de vida [life-coaching] y los discursos sobre la motivación [motivational speaking], con el que se chocó durante la investigación para Bait and Switch, el sucesor de Nickel and Dimed. Durante esa etapa, pasó un año intentando desnudar la vida del trabajo de oficina, pero fue disuadida al no poder conseguir un trabajo. En su lugar, Ehrenreich cayó en manos de los buitres que se alimentan de los desempleados y les venden la tranquilidad de que obtener trabajo es sólo cuestión de actitud. Esto se ve ilustrado en el caso de la alegre Kimberly, la "entrenadora co-activa" que Ehrenreich contrató y a quien terminó por querer asesinar. En la medida en que la economía retrocede, uno se pregunta si Kimberly y sus semejantes desaparecerán. "Tiendo a pensar que las perspectivas irracionales y delirantes persistirán", nos advierte. Ehrenreich está formada como científica, con un título en química y un doctorado en biología celular. Siendo una niña pudo ver ambos lados de la división económica. Su padre era un trabajador minero del cobre del estado de Montana, que obtuvo educación y en cierto momento se calificó como metalúrgico y pudo ascender la escalera empresarial en la empresa Gillette. "Él fue una persona muy excepcional, y él mismo era el primero en decirlo. Pero a la hora de referirse a la gente a la que no le iba tan bien, él nunca dijo –ni tampoco lo hizo mi madre– algo como 'Bueno, nosotros lo logramos, de manera que ellos también pueden'. Ellos reconocían que la suya fue una trayectoria inusual." ¿Se identificaban como de clase obrera? "No. Creo que hubiesen dicho clase media. Pero creo que mi padre siempre pensó que él no encajaba. Era demasiado tosco. Y sentía mucho desprecio por, digamos, los ejemplares Ivy League [N. del T.: la Ivy League es un núcleo tradicional de ocho universidades de élite del noreste norteamericano] o MBA [N. del T.: maestría en administración de empresas, por sus siglas en inglés]." Lo que ella ve como la estigmatización de los enfermos en los Estados Unidos es en parte una reacción a un "pequeño extraño detalle" de su niñez. Su madre, que era políticamente más radical que su padre y a quien la joven Ehrenreich miraba a veces con alarma preguntándose si era una comunista, había sido criada por sus abuelos Cientistas Cristianos [Christian Scientist]. "Y mi madre no siguió siendo una Cientista Cristiana en ningún otro aspecto salvo el siguiente: la salud. Era muy malo enfermarse. "Recuerdo cuando, cerca de séptimo grado, yo tenía dificultades en ver el pizarrón", sostuvo. "La gente de nuestra familia no utilizaba anteojos". Ehrenreich sonríe pesarosamente. Su hijo es escritor y su hija abogada (Ehrenreich está divorciada; se mudó a Alexandria para estar cerca de sus dos nietos), y la mitad de su familia todavía vive de salarios bajos; su hermana y su esposo se han visto hace poco obligados a cancelar su seguro médico. Me pregunto si tuvo problemas éticos a raíz de Nickel and Dimed; ¿no hay algo problemático en que un periodista acomodado simule ser pobre, para luego recibir una buena suma de dinero con el fin de escribir sobre ello? "Bueno, ya sabes, eso nunca entró en mi cabeza… Lo que comenzó a molestarme un poco fue que parte del asunto era un engaño; tuve que decir a la gente que estaba trabajando en esos empleos porque necesitaba el dinero, lo que no era verdad. Pero siempre intenté decir finalmente a la gente que llegué a conocer cuál era la verdad. Y luego uno puede expiar la culpa por haber recibido ese dinero donándolo. Una simple solución." Hasta el éxito de ese libro había sido una periodista independiente, y la seguridad, según dice, ha sido maravillosa. No ha tenido un puesto fijo desde su primer trabajo para el gobierno de la ciudad de New York como planificadora en salud, que dejó luego de siete meses cuando decidió que "el gobierno se estaba vendiendo a intereses privados", para ir a trabajar en una estrategia de cabildeo "radical y colectivo" a favor de una mejor cobertura de salud en la ciudad. "Es allí cuando comencé a escribir, porque teníamos un boletín y yo adoraba escribir artículos de investigación". Hoy en día, mucha gente escribe a Ehrenreich para contarle historias horrorosas en el ambiente de trabajo. La más escandalosa de su nuevo libro proviene de un ex empleado de una empresa grande de ventas, quien contó a Ehrenreich que en 2003 la empresa lo tuvo secuestrado durante seis horas y lo interrogó por haberle dado un descuento a un colega para comprar un videojuego, antes de obligarlo a escribir una confesión falsa y despedirlo. Un ex colega sostuvo que estos incidentes no eran inusuales. Con Obama en ascenso existe la esperanza de un gran cambio, aunque Ehrenreich permanece, como siempre, cautelosa. Lo ve "virar a la derecha", y se vio desilusionada con su elección de Jason Furman como asesor económico, "quien está a la extrema derecha del partido Demócrata e hizo su reputación como defensor de Wal-Mart [uno de los principales blancos de Nickel and Dimed]. De manera que un poco pensé, OK, no voy prestarle [a Obama] atención por un rato". Me pregunto si el enorme éxito de Nickel and Dimed, y la obligación de pagar impuestos que presumiblemente vino asociada con él, no ha empujado un poco a Ehrenreich en esa dirección. "¡Ja! Tengo que mirar ese tipo de cosas. Pero no. Siempre lo digo, si pudiera pagar más impuestos a cambio de que me asegurasen que existirán escuelas decentes para mis nietos, que habrá seguro médico para ellos, que habrá seguridad social, en fin, sería maravilloso si hubiera algo a cambio, y que no sean guerras". Ríe a carcajadas. "Pero tal como están las cosas hoy, sólo me enojo más y más". Traducción para www.sinpermiso.info: Juan F. González Bertomeu |
Hace 4 años
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