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14 de agosto de 2008

CHIINA, POTENCIA CENTRAL DEL SIGLO XXI ?



Los Juegos Olímpicos son el gran escaparate de la China que quiere ser la gran superpotencia del siglo XXI. La nueva generación de líderes comunistas lleva al gigante asiático por la senda del capitalismo bajo el lema del 'ascenso pacífico'. Retos pendientes: desigualdades, corrupción, derechos humanos y falta de democracia. ¿Renunciará el partido a su monopolio del poder?

El País.com

La máxima prioridad del país en este momento es que los Juegos Olímpicos sean un éxito". La frase, pronunciada hace unos días por el presidente chino, Hu Jintao, ante un grupo del Politburó del Partido Comunista Chino (PCCh), no deja lugar a dudas. Pekín debe triunfar ante el mayor evento deportivo que se celebra en el mundo cada cuatro años. Porque los Juegos, con una audiencia global que algunos observadores cifran en 4.000 millones de telespectadores, son la gran ventana al mundo y tienen un efecto para la imagen del país organizador que va mucho más allá de las dos semanas y media que dura la competición. Y si no, que se lo pregunten a Barcelona, cuya resonancia y popularidad se disparó como consecuencia de los Juegos Olímpicos de 1992.

Para los dirigentes chinos es imprescindible que el gran evento sea un éxito de organización, seguridad, medio ambiente y, si es posible, también deportivo, porque esto les permitiría lograr su objetivo: sancionar el ascenso de China en la escena internacional y subir al podio de los países poderosos y respetados. Al mismo tiempo legitimará al régimen ante la población con un baño de nacionalismo.

"Barcelona es una ciudad muy bonita. Me gustaría ir". No lo dice un joven universitario, instruido o viajado, de los que cada vez hay más en China, sino un habitante del Pekín popular que en su vida ha salido del país, pero que, como muchos chinos, sigue con fidelidad la televisión.

Durante los últimos meses, las cadenas oficiales han emitido numerosos reportajes relacionados con los Juegos, y Barcelona ha sido uno de los objetivos de los periodistas. De ahí que cuando se pregunta a los locales qué conocen de España, contestan que los toros (por la televisión), el fútbol (preferentemente, el Real Madrid) y Barcelona (de oídas). "Y las mujeres son muy guapas", añaden. Si tienen más cultura, citan tres artistas: Dalí, Gaudí y, en menor medida, Picasso. Los tres, curiosamente, relacionados con la capital catalana.

Para el Gobierno de Pekín no se trata con los Juegos de impulsar el turismo en un país que ya figura entre los primeros destinos de viaje del mundo, sino de dar una nueva versión de aquella frase que Mao Zedong pronunció el 1 de octubre de 1949 desde lo alto de la Puerta de la Paz Celestial, en la plaza de Tiananmen, cuando proclamó la fundación de la República Popular China: "El pueblo chino se ha puesto en pie".

No es que el pueblo chino no esté ahora en pie. En absoluto. Hace mucho tiempo que las potencias coloniales salieron del país. Y aunque aún subsiste entre la población y los dirigentes cierto complejo de inferioridad, incubado por las largas décadas de invasión extranjera y debilidades política, económica y tecnológica, el complejo se está esfumando a la misma velocidad que China asciende escalones, hasta transformarse, incluso, en altivez. "Los funcionarios chinos se comportan a veces con arrogancia en las reuniones que tenemos en el Ministerio de Exteriores. Son conscientes del poder que ha adquirido su país, y nos lo hacen notar", afirma un diplomático europeo. "¿Hasta cuándo van a utilizar como excusa la humillación colonial?"

Los dirigentes tienen motivos para estar orgullosos de los logros alcanzados. El país asiático es ya la cuarta economía mundial. Su producto interior bruto ascendió a 24,7 billones de yuanes (2,3 billones de euros) en 2007, y este año podría superar a Alemania y situarse como tercera. Adelantar a Japón y luego a Estados Unidos es sólo cuestión de tiempo. Al fin y al cabo, China tiene más de 1.300 millones de habitantes y, aunque en renta per cápita aún esté muy lejos de la cabeza, el valor absoluto de una economía cuenta, y mucho.

El Gobierno del presidente Hu Jintao quiere que sus atletas lleguen a lo más alto en los Juegos Olímpicos, que comenzaron el pasado viernes y concluirán el 24 de agosto. Lo cual significa, sencillamente, superar a Estados Unidos en número de medallas de oro. En Atenas, China obtuvo 32, tres menos que su rival norteamericano, y algunos analistas calculan que en esta edición logrará más de 40, y batirá a Estados Unidos. Pero, sobre todo, los líderes quieren que el evento sea una celebración de las tres décadas de reformas económicas, y muestre la rapidez con que se ha modernizado el país.

La historia de China basculó en diciembre de 1978, dos años después de que Mao falleciera, poniendo fin a la Revolución Cultural (1966-1976), el movimiento radical lanzado por el Gran Timonel para reavivar el espíritu revolucionario y deshacerse de sus enemigos políticos. Fue en diciembre de aquel 1978 cuando su sucesor, Deng Xiaoping, puso en marcha el proceso de apertura y reforma, que sustituyó el sistema de economía planificada de herencia soviética por la llamada economía de mercado socialista, o, lo que es lo mismo, un capitalismo del mejor corte occidental bajo el control absoluto del Partido Comunista Chino.

El Pequeño Timonel -menudo, inteligente y pragmático como pocos- dio al traste con el maoísmo y su herencia, sacó el país del aislamiento, lo abrió a la inversión extranjera y lo lanzó al mayor y más acelerado proceso de cambio que ha vivido una nación en la historia de la humanidad.

Hoy, el comunismo es poco más que una palabra en el nombre del partido único gobernante. La educación y la sanidad son de pago, y nada tiene que ver que sean públicas o privadas. Público no significa gratuito en este país. Así que quien no tiene dinero no se puede permitir estudiar, ni algo más grave, caer enfermo.

Como dicen los chinos, cuando alguien sufre una enfermedad grave, no sólo le afecta a él, sino a toda su familia y su red de amigos, que son quienes tienen que prestar el dinero para hacer frente a las elevadas facturas. Esto sorprende a muchos turistas y hombres y mujeres de negocios cuando llegan a Pekín. "Pero ¿no es China un país comunista?", exclaman.

Desde que Deng lanzó el proceso de cambio, China ha experimentado un desarrollo económico y social extraordinario, que ha recibido el aplauso de organismos internacionales y Gobiernos extranjeros. Durante estas tres décadas, la economía ha crecido a una media anual del 9,7%, y cientos de millones de personas han salido de la pobreza, aunque siga habiendo 318 millones que viven con menos de dos dólares diarios.

Quienes conocieron la China de hace 20 años y conocen la actual creen ver dos países distintos. Miles de kilómetros de autopistas, decenas de puertos y aeropuertos, hospitales, complejos hidroeléctricos y centrales nucleares de última generación han surgido por toda la geografía, mientras las ciudades se han transformado completamente, dando paso a bosques de rascacielos, hoteles de lujo, líneas de metro y anchas avenidas por las que pasean jóvenes vestidos con ropa -verdadera o falsa- de las mejores marcas extranjeras. Jóvenes que poseen coches flamantes se divierten en los karaokes, beben whisky mezclado con té y bailan hasta el amanecer en discotecas en las que suena la última música occidental.

Gran parte de estos jóvenes están orgullosos de su país; de logros chinos como haberse convertido en 2003 en la tercera nación del mundo, tras Estados Unidos y la antigua Unión Soviética, de colocar a un ser humano en órbita terrestre, o de la creciente influencia política y económica china. Por ello, y ayudados por la política nacionalista del Gobierno, han respaldado con pasión la organización de los Juegos y criticado duramente los incidentes que marcaron el recorrido internacional de la antorcha olímpica. Hasta el punto de que -como recogen numerosos blogs y foros de Internet- han interpretado estas protestas como un ataque contra el ascenso chino.

La mayoría desconoce la verdadera situación de los derechos humanos en su país, no le importa, y entre los que tienen una idea, la mayor parte dice: "Ya sé que en China hay problemas, pero la situación está mejorando". Es decir, el discurso oficial de Pekín, que ejerce un control absoluto sobre los medios de comunicación.

El XVI Congreso del PCCh, celebrado en otoño de 2002, marcó la llegada de una nueva generación de líderes, encabezada por Hu Jintao -hoy de 65 años- y el primer ministro, Wen Jiabao, de la misma edad. Llegaron enarbolando la bandera de la defensa de los más desfavorecidos, preocupados por la tremenda brecha social, la corrupción rampante y el deterioro medioambiental que han producido las tres décadas de desarrollo meteórico.

Mientras al anterior presidente, Jiang Zemin, le gustaba codearse con ejecutivos de grandes multinacionales como el presidente de Microsoft, Bill Gates, Hu y Wen luchan por trasladar una imagen de hombres del pueblo. Cada invierno, cuando llega el Año Nuevo chino, a finales de enero, acuden a visitar a campesinos en pueblos polvorientos, a mineros en pozos profundos, y a otros colectivos desfavorecidos, allá donde estén, para compartir, ante las cámaras de televisión, unos cuantos jiaozi, unos raviolis rellenos hervidos, muy populares en esas fiestas. Para la ocasión suelen vestir cazadoras modestas y zapatillas deportivas.

China confía en sí misma, y tiene ambición. Pero no es una ambición imperialista, aseguran sus líderes, que se han esforzado en trasladar al mundo -con irregular éxito- su idea del ascenso pacífico (heping jueqi). La teoría, utilizada por primera vez a finales de 2003 en un discurso del ex subdirector de la Escuela Central del Partido, Zheng Bijian, para contrarrestar la llamada amenaza china, resume el bien aireado objetivo de tener buenas relaciones con el mundo y asumir su responsabilidad global. Ello significa, como Hu y Wen han repetido numerosas veces en sus viajes por Asia y Estados Unidos, que China nunca buscará la hegemonía mundial, aunque no todos lo crean.

Zheng Bijian apuntó en su charla que, en el pasado, el ascenso de una potencia a menudo suponía un cambio drástico del equilibrio geopolítico mundial, e incluso conflictos bélicos. Aseguró que esto ocurría porque los Gobiernos de estos países elegían la vía de la agresión y la expansión, lo que finalmente conducía al fracaso. La situación, dijo, ha cambiado hoy, y la República Popular China debe desarrollarse de forma pacífica, y crear un entorno de estabilidad internacional, con un mensaje muy claro: que el mundo se beneficiará de una China estable y poderosa.

Algunos países recelan. Pekín quiere paz y estabilidad para crecer, pero ¿qué ocurrirá después?, se preguntan. Estados Unidos es consciente de que la máquina asiática es muy potente y, sobre todo, paciente. En definitiva, ¿qué son unas cuantas décadas frente a los 5.000 años de historia que reivindican para su país?, piensan los dirigentes chinos. Washington teme perder su hegemonía global, el liderazgo en el océano Pacífico, y ve con malos ojos el continuo incremento del presupuesto militar chino -muy inferior, en cualquier caso, al suyo- y, sobre todo, la falta de transparencia respecto a en qué lo gasta.

Pero la economía estadounidense está cada vez más entrelazada con la china, y el presidente George W. Bush hace tiempo que dejó de hablar de China como rival estratégico, como hizo en su primera legislatura, y se ha acercado a la visión europea de considerarla un socio. Miles de empresas norteamericanas están instaladas en el país asiático, donde producen desde coches hasta las deportivas que calzan sus ciudadanos. Y qué decir de la lencería, las camisas y los artículos de electrónica, que importan a bajos precios de China para alimentar las prácticas consumistas de su población, desde Oregón hasta Alabama.

Para vecinos como Japón e India, el despertar del dragón chino supone también un desafío, por la búsqueda de recursos energéticos y porque en el pasado se enfrentaron militarmente, y para Europa representa un gran reto para sus empresas, que han visto cómo la competencia asiática ha forzado el cierre de fábricas y el despido de miles de trabajadores.

Los Gobiernos europeos y estadounidense critican que la moneda china está infravalorada, lo que favorece la actividad exportadora de las compañías asiáticas, aunque desde que en julio de 2005 Pekín ligó el yuan -o renminbi- a una cesta de monedas -incluidos el dólar, el euro y el yen-, en lugar de estar unido sólo al billete verde estadounidense, no ha dejado de apreciarse. Las autoridades monetarias dijeron desde un principio que flexibilizarían la tasa de cambio progresivamente, lo repitieron y así lo están haciendo, en buena parte debido a la presión occidental.

Los Gobiernos extranjeros critican también que la nación asiática no ha respetado algunos de los compromisos adquiridos cuando accedió a la Organización Mundial de Comercio (OMC) en 2001, y que el crecimiento de la piratería y la infracción de derechos de propiedad intelectual es rampante. Los sindicatos extranjeros argumentan que las condiciones laborales en China son deplorables, pero lo mismo ocurre en otros países en desarrollo, como India, Vietnam o Camboya, y así sucedió en Europa o EE UU.

El ascenso pacífico, una de las primeras iniciativas puestas en marcha por la cuarta generación de líderes chinos -las tres precedentes fueron las de Mao Zedong, Deng Xiaoping y Jiang Zemin-, encabezada por Hu Jintao, es uno de los principales ejes de la política exterior china. Otro es la conocida como diplomacia del petróleo, según la cual Pekín basa sus relaciones con otros Gobiernos, en buena medida, en sus prioridades económicas, lo que explica los frecuentes viajes de los dirigentes a África o Suramérica.

En una visita realizada por Wen Jiabao a Estados Unidos en diciembre de 2003, el primer ministro afirmó que la política extranjera de un país está cada vez más ligada a lo que percibe que son sus intereses nacionales y a su propio desarrollo, y para China, asegurarse el suministro de recursos energéticos y materias primas -petróleo, cobre, gas o uranio, entre otros-, de las que tanto carece, es clave para seguir creciendo. El país asiático es el segundo mayor consumidor de crudo del mundo después de Estados Unidos

Dos ejemplos de esta táctica se han producido recientemente. En junio pasado, Pekín y Tokio alcanzaron un compromiso para desarrollar conjuntamente campos de gas natural en el mar de China oriental, en una zona que ambos consideran que está dentro de sus fronteras y ha sido durante años fuente de fricciones. El acuerdo ha sido facilitado por la suavización que han experimentado las relaciones entre ambos rivales históricos. Y el mes pasado, China y Rusia firmaron un acuerdo que fijó definitivamente los 4.300 kilómetros de frontera común y puso fin a cuatro décadas de disputas sobre la demarcación de sus territorios. Los intercambios entre los dos Gobiernos han mejorado considerablemente los últimos años, en buena medida por el afán compartido de contrarrestar el peso político y económico de Estados Unidos, pero también por la sed china de gas y petróleo ruso.

En paralelo, el Ejecutivo de Hu Jintao ha multiplicado los esfuerzos para pulir su imagen diplomática internacional y responder a su posición como uno de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU. Para ello, ha dejado, poco a poco, de actuar discretamente en la sombra, como era su tradición, para asumir responsabilidades y un papel bajo los focos, como demuestran su actuación en las negociaciones para resolver la crisis nuclear de Corea del Norte y el envío de soldados en misiones de paz.

Para la diplomacia china, las claves son la "no injerencia en los asuntos internos de otros países", y la construcción de unas relaciones basadas en el beneficio mutuo (win-win, en inglés). Esto lleva emparejado mirar en ocasiones hacia otro lado, y hacer negocios con algunos Gobiernos que violan sistemáticamente los derechos humanos, lo que le ha valido las críticas de Occidente.

Si de puertas afuera el objetivo es mostrar un país pacífico y colaborador, de puertas adentro la prioridad de los dirigentes es lograr para 2020 una "sociedad moderadamente acomodada", o de clase media (xiaokang, término registrado por primera vez en El clásico de los ritos, uno de los cinco libros clásicos chinos asociados a Confucio). Como siempre, los líderes miraron hacia el pasado para construir el futuro.

Al xiaokang se suma el otro objetivo socioeconómico del Ejecutivo de Hu Jintao, la creación de una sociedad armoniosa (hexie shehui, una idea propuesta por el partido comunista en 2005 para bascular del desarrollo a cualquier precio a una economía más equilibrada. Las desigualdades sociales -entre las mayores del mundo-, las diferencias entre las provincias ricas de la costa y las pobres del interior y entre las ciudades y los pueblos han llegado a tal nivel que el Gobierno ha reconocido que suponen un peligro para la supervivencia del PCCh, un partido al que muchos de quienes se afilian lo hacen únicamente para conseguir un puesto en la Administración. La renta per cápita mensual en las zonas urbanas ascendió a 1.148 yuanes (108 euros) en 2007, un 79% más que en 2002, mientras en el campo fue de 345 yuanes (32 euros), un 67% más que cinco años antes.

A la fractura social se suma una larga lista de desafíos: mantener un crecimiento de la economía superior al 7% para proporcionar empleos a la población; atajar la corrupción, que le cuesta el 3% del PIB al año; controlar la inflación y disminuir la polución. El 70% de los ríos chinos está contaminado y la lluvia ácida afecta a un tercio del territorio.

La implantación de una política más igualitaria y respetuosa con el medio ambiente fue refrendada en el XVII congreso del partido, celebrado el pasado octubre

[el cónclave tiene lugar cada cinco años]. La Constitución del PCCh fue modificada para incluir el concepto de desarrollo científico impulsado por Hu Jintao, que impone la necesidad de que los avances económicos no se produzcan a cualquier precio.

Por otro lado, China tiene que gestionar con tiento sus relaciones con Taiwan y hacer frente a las tensiones separatistas en las regiones autónomas de Xinjiang -donde supuestos terroristas musulmanes uigures mataron el lunes pasado a 16 policías de frontera-, y Tíbet, donde en marzo la población local se levantó contra lo que considera la falta de libertad religiosa y el aplastamiento de su cultura por parte del Gobierno central. Las manifestaciones, inicialmente pacíficas, degeneraron en violentas, y fueron reprimidas con dureza por las fuerzas de seguridad, lo cual hizo planear la sombra del boicoteo sobre los Juegos Olímpicos.

Los dirigentes han tomado contundentes medidas para reducir las brechas: han eliminado impuestos milenarios a los campesinos, han invertido miles de millones de euros en construir infraestructuras en las provincias del interior, y están extendiendo la gratuidad de los nueve años de educación obligatoria e implantando un sistema de seguros médicos. Tareas ingentes, y con resultados desiguales, en un país de 1.300 millones de habitantes.

El mantenimiento de la estabilidad y la construcción de una sociedad armoniosa entran a menudo en conflicto con los intereses individuales. Pero en China, lo que el Gobierno considera el bien colectivo pasa por delante del particular. Además, estabilidad significa para el PCCh impedir cualquier disidencia, crisis o levantamientos como los que en el pasado han sacudido el país derribando dinastías o haciendo peligrar la continuidad del partido. Es el caso de las manifestaciones a favor de la democracia de Tiananmen, en 1989, que acabaron en una matanza. Algo que los dirigentes quieren evitar a toda costa en su acelerada marcha para convertir China en una superpotencia. Pekín argumenta también que hay fuerzas que quieren derrocar al Gobierno y acabar con el partido comunista, y liga a algunas organizaciones no gubernamentales, políticos e intelectuales extranjeros con estos intereses.

Las voces que se alzan desde fuera de sus fronteras en contra de las continuas violaciones de los derechos humanos son numerosas: Amnistía Internacional, Human Rights Watch, Human Rights in China, Reporteros Sin Fronteras, defensores de Darfur, organizaciones religiosas, el movimiento de inspiración budista Falun Gong y grupos contrarios a la pena de muerte o defensores de los derechos nacionales de Tíbet, entre otros.

También hay voces disidentes dentro de China, ya sean políticas o de peticionarios que exigen compensaciones justas por las expropiaciones, aunque el Gobierno las reprime con dureza. Uno de los casos más prominentes es el de Hu Jia (activista medioambiental, defensor de los afectados por el sida y altavoz de los disidentes en las cárceles chinas) y su esposa Zeng Jinyan. Hu, de 35 años, fue detenido en diciembre pasado y condenado en abril a tres años y medio de cárcel en un juicio que duró un día, por "incitar a la subversión del poder del Estado". El arresto de Hu ha sido interpretado como una forma de silenciar a uno de los disidentes más críticos con el Gobierno, además de como castigo ejemplificante. Zeng, su mujer, está sometida a vigilancia domiciliaria.

La semana pasada, Amnistía Internacional (AI) acusó a las autoridades chinas de incumplir la promesa que hicieron cuando lograron los Juegos en 2001 de que mejoraría el estado de los derechos humanos en el país. Otras organizaciones se han pronunciado en las últimas semanas en el mismo sentido. Según aseguran, la situación no sólo no ha mejorado ante el evento deportivo, sino todo lo contrario. Desde hace meses, Pekín ha aumentado los controles sobre activistas, que han sido puestos bajo vigilancia, o, directamente, detenidos y acusados de querer "subvertir el poder del Estado" o de "revelar secretos de Estado".

Cuando los Gobiernos extranjeros critican esta situación o la gestión de Tíbet, Pekín replica que son asuntos internos y que ningún país tiene derecho a inmiscuirse en ellos. Un embajador occidental disiente: "Ya no vale decir 'Esto es una cuestión interna'; vivimos en una aldea global, y las acciones hay que justificarlas y argumentarlas".

Pekín asegura que Occidente es injusto, y que la situación de los derechos humanos -el primero de los cuales, según dice, es que la población pueda comer- ha mejorado. Pero, falto ante Occidente de la legitimidad que otorga haber ganado el derecho a gobernar en las urnas, la batalla de las relaciones públicas la tiene perdida de momento.

La gran pregunta que se hacen tanto quienes visitan China por primera vez como quienes llevan años viviendo en ella es si algún día llegará la democracia al Imperio del Centro. Hu Jintao ha prometido reformas controladas y una mayor participación de los ciudadanos en los asuntos políticos del país para 2020, el año que ha fijado para lograr la "sociedad moderadamente acomodada", pero ha advertido que cualquier avance en este sentido será realizado bajo el gobierno absoluto del partido.

Analistas y observadores políticos extranjeros consideran que es imprescindible que China mejore sus estructuras de gobierno para poder seguir avanzando. "La inseguridad judicial y la corrupción son un gran problema. Un país moderno y desarrollado no puede existir sin un Estado de derecho. Ésta es la clave del futuro", afirma el diplomático europeo antes citado.

Los dirigentes chinos han asegurado repetidas veces que nunca adoptarán un modelo de democracia de estilo occidental. Al mismo tiempo caminan hacia una dirección más oligárquica, con un liderazgo basado en la búsqueda de acuerdos y el consenso. Porque los tiempos de grandes figuras históricas como Mao o Deng se acabaron, Se trataría de un sistema de consenso que a partir de 2012 está previsto que sea gestionado por el actual vicepresidente, Xi Jinping, de 55 años, y el viceprimer ministro Li Keqiang, de 53, que deben suceder a Hu y Wen en sus cargos, respectivamente. Xi es el máximo responsable de la organización de los Juegos.

La historia china del último siglo -marcada por la guerra civil, hambrunas, caos político y aislamiento- explica en buena medida por qué la mayoría de la sociedad no reclama cambios políticos y por qué los Juegos Olímpicos son un motivo de celebración para muchos ciudadanos, a pesar de las voces disidentes, debidamente silenciadas. El país es estable y cada vez más rico.

Es imposible entender China sin mirar al pasado. Una anécdota ilustra muy bien este proceder. Preguntada, hace unos años, una profesora de mandarín por su alumno: "¿Por qué los chinos dicen Este-Oeste, Norte-Sur cuando hablan de los puntos cardinales, y no al revés?" Ésta respondió: "La forma de pensar china y la occidental son distintas. ¿Dónde crees tú que están el futuro y el pasado?". El alumno contestó de inmediato: "El futuro está delante, y el pasado, detrás". "No", respondió, ella. "En China, el pasado está delante y el futuro está detrás, porque para ir hacia el futuro debes mirar siempre al pasado". Esto es lo que marca profundamente las decisiones de sus líderes, y explica por qué quieren que los Juegos Olímpicos sean un gran éxito.

9 de agosto de 2008

LA GUERRA ENTRE RUSIA Y GEORGIA: CLAVES



Ninguna de las dos opciones que tenía ayer Rusia era buena y, dentro de su limitado margen de elección, el Kremlin hizo honor a los compromisos que él mismo había contraído con Osetia del Sur, una región que entre 1991 y 1992 rechazó por las armas a los nacionalistas georgianos y se declaró independiente. Aquella independencia no ha sido reconocida por nadie, ni siquiera por Rusia, pero es una de las pruebas de que el fin de la URSS quedó cerrado en falso en varios de sus territorios que, a diferencia de algunas de las 15 repúblicas federadas soviéticas, no tuvieron la arbitraria suerte de convertirse en Estados independientes.

El País.com

La decisión de Rusia no ha sido fácil, porque sus dirigentes (presidencia y ministerios de Exteriores y de Defensa) tenían diferentes posiciones sobre cómo abordar el conflicto. Esta misma semana, esta corresponsal fue testigo de la frustración de un alto cargo de Osetia del Sur que había venido a Moscú a pedir ayuda y deambulaba angustiosamente, sin conseguirla, de un departamento a otro. Ayer por la mañana, el funcionario protegía a su familia en un sótano de Tsjinvali.

El conflicto de Osetia del Sur quedó congelado por los acuerdos avalados por los presidentes Borís Yeltsin y Eduard Shevardnadze. En 2003, Mijaíl Saakashvili llegó al poder en Georgia con la promesa de someter a los separatistas. Con su buen inglés y su hiperactividad, Saakashvili encandiló a sus interlocutores occidentales. El éxito alcanzado al lograr el control de la región de Adzharia sin disparar un tiro le animó.

Osetia de Sur era el eslabón más débil de lo que le quedaba por resolver, ya que ese territorio es un mosaico donde se alternan los pueblos osetios y los georgianos. Tsjinvali es, por otra parte, una ciudad muy vulnerable por estar situada en el fondo de un valle.

El presidente georgiano preparó una estrategia de conquista. Cortejó a la OTAN, sedujo a políticos estadounidenses con invitaciones turísticas a Georgia, apoyó a Washington con uno de los mayores contingentes militares en Irak, se armó hasta los dientes (con ayuda de Ucrania) y ejerció una guerra psicológica contra la población de Osetia del Sur.

Además, Saakashvili quería llegar a diciembre con el conflicto resuelto y obtener luz verde para su plan de acción para el ingreso en la OTAN. El líder georgiano ha insistido en que tenía proyectos pacíficos para los separatistas, pero nunca tuvo paciencia para crear un clima de confianza con ellos. Ni siquiera lo intentó, porque tenía prisa.

Históricamente, el Cáucaso es una zona estratégica clave para Rusia, el equivalente de lo que suponen el Caribe y Centroamérica para EE UU. El norte del Cáucaso, que es territorio ruso, y la transcaucasia, donde están Georgia, Azerbaiyán y Armenia, son una región unida por múltiples vasos comunicantes y lo que sucede en un punto repercute en el resto.

Precisamente el conflicto de Osetia del Sur con Georgia, cuando la URSS se derrumbaba, produjo una riada de refugiados a Rusia que agitaron los ánimos de la población de Osetia del Norte contra sus vecinos ingushes (musulmanes a diferencia de los cristianos osetios). Los ingushes reclamaban tierras (ocupados por los osetios del norte) de los que habían sido deportados por Stalin, pero la llegada de los osetios del sur dificultó su reivindicación.

El resultado fue un estallido de violencia osetio-ingush. Los ingushes crearon una República propia nueva, Ingushetia, producto de dividir lo que antes era Checheno-Ingushetia. Ingushetia es hoy escenario de constantes asesinatos y atentados, que reciben poca cobertura internacional.

Algunos medios rusos aseguran que los georgianos han estado animando a la oposición ingush. Prueba de la interdependencia del Cáucaso fue el papel del valle del Pankisi, en Georgia, que sirvió como refugio a los separatistas chechenos cuando éstos luchaban contra Moscú.

Con la llegada de Putin al poder, Rusia aceleró la entrega de pasaportes rusos a los habitantes de los territorios no reconocidos y se comprometió a velar por la seguridad de sus nuevos ciudadanos.

Si Rusia no hubiera mandado sus tanques a Tsjinvali, Moscú hubiera perdido su credibilidad, y sus compromisos en defensa de los osetios del sur se hubieran convertido en papel mojado. Además de un nuevo torrente de refugiados y un efecto dominó sobre los problemas del Cáucaso del Norte, el Kremlin hubiera tenido que afrontar en breve plazo el mismo problema en la fronteriza y separatista Abjazia, un territorio compacto y con mayor potencial de combate que Osetia del Sur.

Al haber intervenido, el Kremlin se arriesga a ser acusada de practicar una política imperial y a que se enfríen sus relaciones con Occidente, pero ha hecho lo que había dicho y lo que su sociedad le pedía. Está por ver hoy si Rusia se limitará a la ayuda a los separatistas o reconocerá la independencia de Osetia del Sur aduciendo el precedente de Kosovo.

2 de agosto de 2008

OBAMA: ENTRE ESPERANZA Y DESTRUCCION, por Manuel Castells



Publicado en Internacional, Política by reggio en Agosto 2nd, 2008

OBSERVATORIO GLOBAL

En el mundo, incluido Estados Unidos, millones de personas albergan la esperanza de un Obama presidente. Hasta Sarkozy. Su elección tendría trascendencia política, más allá del simbolismo: un presidente mulato en un país cuya historia fue desgarrada por el racismo. Aunque Obama se modere en contacto con la realidad económica y geopolítica que hereda, su inteligencia, su apertura de miras, su audacia y su popularidad pueden representar un cambio decisivo en un país que sigue condicionándonos a todos.

Es seguro que impulsaría las energías renovables y lucharía contra el calentamiento global. Su estrategia económica es crear empresas y empleo en energías renovables y tecnologías verdes, conectando con la nueva ola de innovación e inversión en Silicon Valley. Así se enfrenta con las empresas petroleras donantes de enormes sumas a los republicanos. Pero la gente está tan enfadada con quienes se enriquecen con el precio que pagamos en la gasolinera que los demócratas centran su publicidad electoral en la conexión republicanos-petroleras. En política nacional, la prioridad de Obama será la salud pública. Y prepara un programa de estímulo económico de 70.000 millones devolviendo dinero a los contribuyentes e invirtiendo en infraestructura. El problema es el déficit presupuestario que hereda de Bush, 455.000 millones, el mayor de la historia. Aquí Obama liga política nacional e internacional. Su propuesta es salir de Iraq lo antes posible y destinar el dineral que se gasta en una guerra inútil a cubrir gastos. Es cierto que intensificará las operaciones en Afganistán y Pakistán hasta dar con Bin Laden. Pero se trata de fuerzas especiales más que de ejército de ocupación. Además, espera contar con apoyo de la OTAN.

Partiendo de un desastre en la economía, la salud, la educación y la política exterior, simplemente con sensatez, criterio y renuncia a las ambiciones imperiales (aunque no a la defensa de los intereses nacionales de su país), muy mal lo tendría que hacer Obama para que Estados Unidos y el mundo no mejoraran sustancialmente a corto plazo.Pero esto es el cuento de la lechera. Porque es muy posible que haya un ataque de Israel a Irán con consecuencias imprevisibles. Y no se descarta un atentado de Al Qaeda en Estados Unidos, genuino o inducido. Entonces Mc-Cain podría ganar.

Pero aun en circunstancias normales, la elección no está clara. Teóricamente, con una economía en ruinas, la gente perdiendo sus casas, una guerra impopular, un goteo de escándalos republicanos de corrupción y un Bush rechazado por el 72% de los ciudadanos, Obama debería aplastar en las encuestas. Y no es así: la síntesis de encuestas a finales de julio muestra una ventaja de 45 a 40 a favor de Obama (sin error muestral), con un 15% de indecisos. Además, en la elección puede haber lo que los politólogos llaman efecto Bradley. Gente que se dice tolerante pero cuando hay que votar por un negro se echa atrás. Ocurre también que muchos de los fans de Hillary Clinton odian a Obama. Podría solucionarse con Hillary Clinton de vicepresidenta, pero poner a Bill Clinton en el entorno de la Casa Blanca es un problema, porque Obama no sabe qué hacer con él, sus líos, sus negocios y su resquemor.

Pero el problema que tiene Obama es mucho más profundo.

Mientras ha entusiasmado a la nueva América, joven, profesional, innovadora, tiene desconcertados a los sectores viejos y menos educados, a quienes se les mueve el piso y se agarran al patriotismo. Los sindicatos lo van a ayudar con los obreros, muchos de los cuales desconfían de un Obama que ven como distinto de ellos. Pero menos del 10% de los trabajadores están sindicados en este momento, lo cual limita la influencia sindical. Y luego está el sistema electoral norteamericano, donde no cuenta el voto de conjunto del país sino los puntos obtenidos al ganar en cada estado. Los estados del Medio Oeste son indecisos y por tanto decisivos en la elección, y es ahí donde Obama no casa con el hombre blanco tradicional, atrincherado en sus creencias. Es ese electorado conservador, machista, nacionalista y racista reprimido que los republicanos movilizan contra Obama.

La máquina republicana de ataque político está a punto. Liquidaron a Gore y a Kerry cuando nadie daba un céntimo por Bush y ahora van a por Obama. Tienen material para ello. Internet prolifera con bulos y cuentos de miedo sobre Obama: que si es musulmán, que si juró su cargo sobre el Corán, que amigos suyos fueron terroristas en los sesenta, que estuvo en la corrupción de Chicago, que su mujer odia a Estados Unidos, que Obama no saluda la bandera, que es racista, que es amigo de árabes y odia a los judíos, que se va a rendir en Iraq y plegar a lo que diga Irán, etcétera. Y su conexión con el reverendo Wright, pastor y guía espiritual de Obama durante 20 años cuyos vídeos de teología de liberación negra hicieron estremecer a mucha gente durante las semanas que se repitieron en todas las televisiones. Sobre este terreno abonado, los republicanos preparan anuncios televisivos para sembrar dudas sobre Obama como ciudadano leal a su país.

Atacan siempre el mismo punto: Obama es un negro radical, con pasado musulmán, que se está infiltrando en la Casa Blanca. Es una historia de terror que puede ser eficaz en un paísdonde todavía un tercio de la gente cree que se encontraron armas de destrucción masiva en Iraq. Calumnia que algo queda. Y como la gente tiene miedo de todo (de la crisis económica, de las hipotecas, del terrorismo), no está para aventuras. Esta elección se juega entre la América del futuro y la América aferrada a su pasado. Y entre los intereses del complejo petroleromilitar-industrial y la nueva economía de la innovación. Entre el imperio y la cooperación internacional. La defensa de lo peor de Estados Unidos pasa por la destrucción de Obama. No se extrañen en los próximos meses de la sucesión de escándalos fabricados y tal vez algo más.

1 de agosto de 2008

R. KARADZIC. CRIMINAL DE GUERRA, O MILITAR DERROTADO Y CHIVO EXPIATORIO?



Holanda. Acusado por 11 cargos, afirma que se le ha “secuestrado” y que teme por su vida
Karadzic revela pactos con EU´. El ex líder serbo bosnio afirmó ante el juez del tribunal de La Haya que acordó con Richard Holbrooke poner fin a la guerra a cambio de su retirada pública; el negociador estadounidense lo niega.

El juicio del caso 18/18 comenzó ayer en el Tribunal Penal Internacional de La Haya. El líder serbo bosnio Radovan Karadzic, de 63 años, vestido con traje azul oscuro, camisa blanca, pelo corto peinado hacia atrás y un semblante serio, acusado por once cargos de genocidio y crímenes de guerra, reafirmó la teoría sostenida por su familia de que había llegado a un acuerdo secreto con el negociador estadounidense Richard Holbrooke para poner fin a la guerra de Bosnia a cambio de su retirada de la vida pública. “Mi compromiso era retirarme de la vida pública, incluso de la vida literaria”, indicó Karadzic. “A cambio, Estados Unidos cumpliría con sus obligaciones”, dijo, sin especificar en qué consistían. Holbrooke “hablaba en nombre de Estados Unidos”, aseveró.

La familia de Karadzic defiende que Holbrooke, negociador ante el ex presidente serbio Slobodan Milosevic, prometió no entregar al ex jefe político de los serbo bosnios al tribunal, si desaparecía de la escena pública. Florence Hartmann, consejera y portavoz de la ex fiscal Carla del Ponte, ya había afirmado que antes de 1997, los soldados de la OTAN desplegados en Bosnia no hicieron nada para detener a Karadzic, pese a que éste se desplazaba a sus anchas por Pale, capital de la autoproclamada república serbia de Bosnia.

Holbrooke negó, en entrevista con la CNN, el acuerdo con Karadzic, pero afirmó en cambio que obtuvo de él el compromiso de retirarse de la vida política en julio de 1996. “Negocié un acuerdo muy duro. Tuvo que dimitir inmediatamente de sus dos cargos: el de presidente de la parte serbia de Bosnia y el de presidente de su partido. Y lo hizo”, dijo Holbrooke. “Pero cuando desapareció, hizo circular una información errónea sobre el acuerdo, diciendo que no se le perseguiría si desaparecía”, agregó en serbio, única lengua que usó. Karadzic denunció que su arresto fue un “secuestro” marcado por las “irregularidades” y que teme por su vida. También solicitó hacer uso del plazo legal de 30 días para declararse culpable o no de los cargos de genocidio, crímenes de guerra y contra la humanidad que le imputa el Tribunal Penal Internacional (TPI) para la ex Yugoslavia por su papel en la guerra de Bosnia (1992-1995). Interrogado por el juez Alphons Orie sobre la ausencia de abogados a su alrededor, Karadzic dijo: “Tengo un consejero invisible. He decidido asegurar mi defensa yo mismo, no sólo en mi comparecencia inicial, sino a lo largo de todo el proceso”. Su próxima audiencia tendrá lugar el 29 de agosto, una vez consumido el plazo de 30 días solicitado.

Alphons Orie, el juez,

22 de julio de 2008

¿EE.UU. EN UN FUTURO MUNDO POS-ESTADOUNIDENSE?


(Obvio que no compartimos muchos de los juicios de Fukuyama, pero su opinión simpre vale la pena ser leída y conocida, y más ahora que se ha transformado en un importante crítico de Bush... E.A.).


Estados Unidos no está preparado para enfrentar un mundo post-estadounidense
. Pero sigue siendo la potencia predominante.

Estamos tratando de utilizar un instrumento -el poder militar duro- que empleábamos en el mundo del siglo XX, con grandes potencias y estados centralizados, en un mundo de estados débiles.


FRANCIS FUKUYAMA
Global Viewpoint Exclusivo para El Mercurio


LOS ANGELES.- El columnista de "Newsweek" Fareed Zakaria calificó el futuro como un "mundo post-estadounidense". Tengo claro que las condiciones en la economía global están cambiando muy dramáticamente. Las hipótesis que apuntalaban el mundo de la Guerra Fría, o este período extenso de hegemonía estadounidense desde entonces, no van a ser suficientes para guiar a Estados Unidos en el mundo que está surgiendo.

El primer cambio obvio tiene que ver con el surgimiento de un mundo multipolar. Ésta no es una historia sobre la decadencia norteamericana. Estados Unidos sigue siendo la potencia predominante en el mundo, pero el resto lo está alcanzando. El cambio de poder desde el punto de vista de ganancias económicas es muy dramático. Rusia, China, India y los estados del Golfo Pérsico están creciendo mientras que Estados Unidos se está sumiendo en una recesión. Esto muestra claramente cómo el resto del mundo se ha desacoplado de la economía estadounidense.

Una evidencia son las crecientes deudas de Estados Unidos, y el aumento de las reservas en una cantidad de países.

Este tipo de acumulación de reservas es un fenómeno que en el corto plazo no conlleva un cambio en el poder, porque el dinero de este tipo no se traduce en poder militar. Pero, con el tiempo, esta capacidad para obtener ingresos se traducirá en cambios importantes en la forma en que los países interactúan. Así, las opciones norteamericanas estarán mucho más restringidas.

Se ha comentado mucho sobre el surgimiento de un mundo económico multipolar. Pero hay un segundo aspecto importante en el cual el mundo ha cambiado y que tiene que ver con el carácter mismo de las relaciones internacionales hoy.

El mundo del siglo XX era dominado por estados fuertes, centralizados. La política internacional era la historia de la interacción de estos estados fuertes, centralizados; el Japón imperial, la Alemania nazi, la ex Unión Soviética y similares. Lo que es diferente con respecto al mundo internacional de hoy es que éste está dominado no por estados fuertes, sino por estados débiles y a veces decadentes, donde los instrumentos usuales de poder -en especial, el poder militar duro- no funcionan muy bien.

¿Por qué existe este mundo de estados débiles? Tiene relación con el hecho de que en todo el mundo, a medida que hay desarrollo, se movilizan nuevos actores y grupos sociales que fueron formalmente excluidos del poder, como los chiitas en Líbano. Se extiende a nuestro continente también. Los disturbios en la región andina se dan porque los indígenas en lugares como Bolivia y Ecuador fueron excluidos del poder y ahora exigen su parte.

Este mundo de estados débiles tiene muchas implicancias para el poder estadounidense. Estados Unidos virtualmente gasta tanto en sus fuerzas armadas como todo el resto del mundo junto. Y, sin embargo, en cinco años no hemos logrado una pacificación total de Irak.

Eso se debe a la naturaleza cambiante del poder mismo. Estamos tratando de utilizar un instrumento -poder militar duro- que empleábamos en el mundo del siglo XX, con grandes potencias y estados centralizados, en un mundo de estados débiles. No se puede utilizar el poder duro para crear instituciones legítimas con el fin de construir naciones, y dar estabilidad política.

Durante las últimas dos décadas, otros países se están movilizando contra Estados Unidos. Enfrentamos un mundo en el cual necesitamos una serie muy diferente de habilidades. Tenemos que ser capaces de desplegar y utilizar el poder duro, pero proyectar instituciones y valores norteamericanos necesarios para sustentar el rol de liderazgo continuado de Estados Unidos en el mundo tiene un sinnúmero de aspectos. Los esfuerzos del gobierno de Bill Clinton en los Balcanes, Somalía y Haití tendientes a la construcción de una nación fueron criticados como "trabajo social". La crítica era que los hombres reales y los profesionales de la política exterior no hacen este tipo de construcción de una nación ni despliegan el poder blando, sino más bien abordan el poder duro con fuerza militar.

La política exterior estadounidense tiene que preocuparse de un cierto tipo de trabajo social. Los opositores al poder de Estados Unidos -la Hermandad Musulmana, Hamas en Gaza, Hezbollá en Líbano, Irán, como también los líderes populistas en América Latina como Hugo Chávez, Rafael Correa o Evo Morales- han logrado llegar al poder porque pueden ofrecer servicios sociales directamente a los pobres de su país.

Estados Unidos ha ofrecido poco de eso. Ofrecemos libre comercio y democracia. Pero eso tiende a no interesar a las poblaciones pobres, que son los componentes reales de esta lucha por el poder y la influencia en el mundo.

Por lo tanto, los requisitos para un rol de liderazgo norteamericano son bastante diferentes. "¿Está Estados Unidos preparado para tratar con un mundo en el cual no puede asumir su propia hegemonía?"

No creo en una decadencia estadounidense inevitable. Nuestro país tiene enormes ventajas en tecnología, competitividad, espíritu empresarial; tiene mercados laborales flexibles e instituciones financieras que son en principio fuertes, pero, sí es cierto, están teniendo algunas dificultades en este momento.

Una de las ventajas más grandes de la nación es su habilidad para absorber personas de otros países y culturas. Virtualmente todos los países desarrollados están experimentando una severa declinación demográfica. Un país desarrollado exitoso en el futuro va a tener que dar cabida a inmigrantes y personas de culturas diferentes, y creo que Estados Unidos es único en su habilidad para hacerlo.

Hay tres áreas particulares de debilidad que Estados Unidos debe remediar si desea atravesar la serie de desafíos que tiene. Primero, la capacidad decreciente del sector público; segundo, una cierta complacencia por parte de la ciudadanía con respecto a entender al mundo desde una perspectiva distinta a la de Estados Unidos, y tercero, el sistema político polarizado que es incapaz de discutir soluciones a estos problemas.

Me he centrado aquí en cómo Estados Unidos debe enfrentar el futuro. Pero nadie alrededor del mundo se beneficiará con un Estados Unidos que está mirando hacia adentro, incapaz de ejecutar políticas y demasiado dividido para tomar decisiones importantes. Eso perjudica no sólo a los estadounidenses, sino al resto del mundo también.

No se puede usar el poder duro para crear instituciones legítimas a fin de construir naciones y dar estabilidad política.

20 de julio de 2008

EL PETROLEO, IRAK Y LA POLITICA EXTERIOR DE EE.UU, por Noam Chomsky



Petroleras en Irak, pacto con el diablo



El acuerdo que negocian el Ministerio de Hidrocarburos de Irak y cuatro empresas petroleras occidentales plantea graves cuestiones acerca de la naturaleza de la invasión y ocupación del país árabe por parte de Estados Unidos. Esas cuestiones ciertamente serán presentadas por los candidatos presidenciales, seriamente discutidas en Estados Unidos, y por supuesto en el Irak ocupado, donde al parecer la población tiene un escaso papel en determinar el futuro de su país.

En la actualidad se realizan negociaciones para que Exxon Mobil, Shell, Total y BP –socios originales hace varias décadas en la Compañía de Petróleo de Irak, a los que se han sumado Chevron y compañías petroleras más pequeñas– renueven las concesiones perdidas en el proceso de nacionalización cuando los productores de crudo se hicieron cargo de sus propios recursos. Los contratos, sin licitación, aparentemente redactados por las corporaciones petroleras con la ayuda de funcionarios estadunidenses, prevalecieron sobre ofertas de más de otras 40 compañías, entre ellas empresas de China, India y Rusia.

“Hubo sospechas en muchas partes del mundo árabe y entre sectores del pueblo estadunidense de que Estados Unidos había ido a la guerra con Irak precisamente para asegurarse la riqueza petrolera que esos contratos intentan extraer”, escribió Andrew E. Kramer en el diario The New York Times.

La alusión de Kramer a “sospechas” es el eufemismo del año. Aún más, es bastante probable que la ocupación militar tomó la iniciativa en restablecer las actividades de la odiada Compañía de Petróleo de Irak, que, como señaló Seamus Milne en el London Guardian, fue impuesta durante el mandato británico para “extraer la riqueza de Irak en un acuerdo célebre por su explotación”.

Los últimos informes indican que hay demoras en los acuerdos. Mucho de lo que ocurre está envuelto en el secreto y no sería sorprendente que emerjan nuevos escándalos.

La demanda es muy intensa. En Irak existen posiblemente las segundas reservas más grandes de petróleo del mundo. Además, el petróleo iraquí es barato de extraer. No hay capa de hielo permanente, arenas de alquitrán o prospección en las profundidades marinas. Para los planificadores estadunidenses es imperativo que Irak continúe bajo su control como un obediente Estado dependiente que albergue sus bases militares en el corazón de las importantes reservas energéticas.

Que ésa fue la causa principal de la invasión resultó siempre clara pese a los pretextos sucesivos de las armas de destrucción masiva, los vínculos de Saddam Hussein con Al Qaeda, la promoción de la democracia y la guerra contra el terrorismo que, tal como se pronosticó, se agudizaría drásticamente a raíz de la invasión.

En noviembre, esas preocupaciones se hicieron explícitas cuando el presidente George W. Bush y el primer ministro de Irak, Nuri Maliki firmaron una Declaración de Principios ignorando al Congreso de Estados Unidos y al Parlamento iraquí, así como a la población de ambas naciones.

La declaración dejó abierta la posibilidad de una presencia militar estadunidense en Irak que se prolongaría de manera indefinida. Eso incluiría, al parecer, grandes bases aéreas que están siendo construidas en diferentes partes del país y la “embajada” en Bagdad, una ciudad dentro de una ciudad, que no se parece a ninguna otra sede diplomática en el mundo. Esas instalaciones no van a ser construidas para después abandonarlas.

En la declaración se señaló también, de manera osada, que era necesario explotar los recursos de Irak. Se indicaba que la economía iraquí, esto es sus recursos petroleros, debe abrirse a la inversión extranjera, “especialmente a las inversiones estadunidenses”.

La seriedad de este compromiso quedó subrayada en enero, cuando Bush signó una “declaración firmada” indicando que rechazaría todo proyecto de ley que restrinja el financiamiento “destinado a establecer alguna instalación militar o base con el propósito de proveer el emplazamiento permanente de las fuerzas armadas de Estados Unidos en Irak” o a “ejercer el control de los recursos petroleros de Irak por parte de Estados Unidos”.

No resulta sorprendente que la declaración causó de inmediato objeciones en Irak, entre otros sectores, en los sindicatos, que sobreviven bajo duras leyes antilaborales que Saddam instituyó y que la ocupación preserva.

En la propaganda de Washington, quien está arruinando la dominación de Estados Unidos en Irak es Irán. La secretaria de Estado estadunidense Condoleezza Rice tiene una simple solución: los “ejércitos extranjeros” deben ser retirados de Irak: los de Irán, no los nuestros.

La confrontación por los programas nucleares de Irán aumenta las tensiones. La política de “cambio de régimen” del gobierno de Bush hacia Irán es acompañada de amenazas de fuerza (en ese tema ambos candidatos presidenciales se unen a Bush). La política, según se ha informado, también incluye acciones terroristas dentro de Irán. Según los amos del mundo, esas acciones son legítimas.

La mayoría del pueblo estadunidense está en favor de la diplomacia y se opone a la utilización de la fuerza. Pero la opinión pública parece irrelevante, y no solamente en este caso.

Una ironía es que Irak se está convirtiendo en un condominio estadunidense-iraní. El gobierno de Maliki es el sector de la sociedad iraquí más respaldado por Irán. El llamado ejército iraquí, que es apenas otra milicia, está en buena parte basado en la brigada Badr, que fue entrenada en Irán y luchó junto con los iraníes en la guerra entre Irak e Irán.

Nir Rosen, uno de los más astutos e informados corresponsales en la región, observa que el principal objetivo de los operativos de Estados Unidos y de Maliki, el clérigo Muqtada Sadr, tampoco es visto con simpatía por Irán. Sadr es independiente y tiene apoyo popular. Por lo tanto, es peligroso.

Irán “claramente respaldó al primer ministro Maliki y al gobierno iraquí contra lo que calificó de ‘grupos armados ilegales’ (del Ejército del Mehdi de Sadr) en el reciente conflicto en Basora”, señala Rosen. “Y eso no es sorprendente, dado que su principal representante en Irak, el Consejo Supremo Islámico, domina el Estado iraquí y es el principal respaldo de Maliki.”

En la revista Foreign Affairs, Steven Simon señala que la actual estrategia de contrainsurgencia de Estados Unidos “está acicateando las tres fuerzas que de manera tradicional han amenazado la estabilidad en los países de Medio Oriente: el sectarismo, el caudillismo y la mentalidad tribal”. El resultado podría ser “un Estado fuerte, centralizado, gobernado por una junta militar que recordaría” al régimen de Saddam.

Si Washington concreta sus objetivos, entonces sus acciones se justifican. Las reacciones son muy diferentes cuando Vladimir Putin tiene éxito en pacificar a Chechenia en un grado muy superior al que el general David Petraeus ha alcanzado en Irak. Pero de un lado están ellos, y del otro lado, nosotros. Los criterios son totalmente diferentes.

En Estados Unidos los demócratas se mantienen silenciosos debido al supuesto éxito de la ofensiva militar en Irak. Ese silencio refleja el hecho de que no hay críticas de la guerra basadas en principios. Para ese punto de vista, si alguien concreta sus objetivos, la guerra y la ocupación están justificadas. Y los acuerdos petroleros forman parte de esa justificación.

Pero lo cierto es que toda la invasión fue un crimen de guerra, en realidad, el supremo crimen internacional. Y difiere de otros crímenes de guerra en que abarca toda la maldad que sigue, en términos del juicio de Nuremberg. Ése es uno de los tópicos que no pueden ser discutidos, en el curso de la campaña presidencial, o en otra parte. ¿Por qué estamos en Irak? ¿Qué le debemos a los iraquíes por haber destruido su país? La mayoría del pueblo de Estados Unidos está en favor de la retirada de Irak. ¿Interesa su opinión?

© Noam Chomsky

16 de julio de 2008

MUERE B.GEREMEK. COFUNDADOR DE SOLIDARIDAD


El histórico político polaco Bronislaw Geremek falleció ayer por la tarde a los 76 años en un accidente de tráfico al oeste del país, según informó la policía. Símbolo de la lucha anticomunista de los años ochenta y ministro de Exteriores entre 1997 y 2000, Geremek era europarlamentario desde el año 2004.

"Fue una gran figura de la construcción europea y de la reunificación del continente. Un hombre excepcional", dijo en un comunicado el presidente de turno de la Unión Europea, Nicolas Sarkozy, pocas horas después. Como otras personalidades de la política europea, el dirigente francés recordó su gran labor como cofundador del Sindicato Solidaridad. Creado en 1980 junto al líder polaco Lech Walesa, Solidaridad se consolidó como la oposición no violenta al autoritarismo comunista impuesto en Polonia por la antigua Unión Soviética.

Hijo de un rabino judío ejecutado en Auschwitz, Geremek nació en Varsovia en 1932. Tras sobrevivir a la persecución nazi, estudió Historia e ingresó en el comunista Partido Obrero Unificado Polaco (POUP), que abandonaría más tarde para participar como opositor en el embrión de la democracia.

La caída del comunismo y la independencia de Polonia en 1989 le abrieron las puertas del Parlamento, al que perteneció durante 12 años. Como ministro propició el acceso de su país a la ONU, y luego fue elegido europarlamentario por el partido liberal.

Conservó su acta pese al enfrentamiento que mantuvo en 2007 con el Gobierno de los gemelos Kaczynski (presidente y primer ministro), cuya polémica Ley de Lustración obligaba a políticos y periodistas a revelar su participación en la etapa comunista. Geremek calificó la ley como una "violación de los derechos cívicos". El Tribunal Constitucional de su país le dio la razón.

AGENCIAS - Varsovia - 14/07/2008, El País.

14 de julio de 2008

¿AUTONOMIA O HEGEMONIA?, por Emir Sader



Emir Sader
Director de CLACSO
publicado en Sin Permiso

La resistencia al neoliberalismo, especialmente a lo largo de la década de los 90, fue protagonizada particularmente por los movimientos sociales, sea por la renuncia de muchas fuerzas partidarias a desempeñar ese papel, sea porque los efectos mas crueles del neoliberalismo se dan, precisamente, en el plano social. En ese momento se formuló la expresión "autonomía de los movimientos sociales", con el sentido de luchar contra la subordinación a las fuerzas políticas y luchar por el predominio de las fuerzas que más directamente expresaban los intereses populares.

Pero ¿qué significado puede tener la autonomía social? ¿Autonomía frente a qué? ¿El "otro mundo posible" puede ser construido a partir de la "autonomía social"?

Esa autonomía apunta a la centralidad de la "sociedad civil", para contraponer al Estado, a la política, a los partidos, al poder – conforme fue consagrado en la Carta del Forum Social Mundial. En el límite, se identifica con dos versiones teóricas: la de Toni Negri, por un lado, y la de John Holloway, por el otro, ambas tienen en común la contraposición al Estado, promoviendo, en contraposición, la esfera social.

Esa concepción prevaleció durante la década de los 90 cuando, puestas en defensiva las fuerzas anti-neoliberales se concentraron en el plano social, desde donde lanzaron sus principales movilizaciones. A partir del momento que se puso en evidencia el desgaste precoz del modelo neoliberal – particularmente después de las crisis en las tres mayores economías del continente, México, Brasil y Argentina – la lucha pasó a otra fase: la de construcción de alternativas y de la disputa por una nueva dirección política.

Se fueron sucediendo así las elecciones de presidente, como rechazo a los gobiernos neoliberales, en 8 países del continente – ya con tres reelecciones – marcando la fase de transferencia de la esfera predominante hacia la política.

Quien no entiende esa nueva fase, dejó de captar la marcha de la lucha anti-neoliberal. Quien persiste en la “autonomía de los movimientos sociales” quedó relegado al corporativismo, oponiendo autonomía a hegemonía y renunciando a la lucha por la construcción del “otro mundo posible”, que pasa por la conquista de gobiernos, para afirmar derechos – dado que el neoliberalismo es una máquina de expropiación de derechos. Además de que otros elementos esenciales del anti-neoliberalismo, como la regulación de la circulación del capital financiero, la recuperación de la capacidad reguladora del Estado, el freno a los procesos de privatización, el avance en los procesos de integración regional, entre otros, suponen acciones gubernamentales.

Transformar la autonomía en una categoría absoluta – en cualquier esfera: social, política, económica o ideológica – significa no captar el peso de las otras instancias y entender la política como una esfera entre otras y no como la síntesis de todas ellas. La evaluación de los gobiernos tiene que ser hecha en función de la naturaleza de su programa y de su capacidad de realización, en el caso de nuestro continente, en el período actual, por la acción contra el modelo neoliberal y a favor de los procesos de integración regional y contra los Tratados de Libre Comercio (TLC).

Los movimientos sociales son un componente, muy importante, pero no el único, del campo popular o del campo de la izquierda, como se quiera llamar, al que pertenecen también las fuerzas políticas, gobiernos locales, estaduales (provinciales) o nacionales. Nunca los movimientos sociales, autónomamente, dirigirán o han dirigido un proceso de transformación en la sociedad. Para hacerlo, tuvieron que – como en Bolivia – construir un partido, en este caso el MAS (Movimiento al Socialismo); esto significa restablecer, de una nueva forma, las relaciones con la esfera política, para poder construir una hegemonía alternativa.

La autonomía que tiene sentido en la lucha emancipatoria es aquella que se opone a la subordinación de los intereses populares y no la que se opone a la hegemonía, que articula obligatoriamente las esferas económica, social e ideológica, en el plano político. El paso de la defensiva – concentrada en la resistencia social - a la lucha por una nueva hegemonía, caracteriza la década actual del continente, que se transformó, de laboratorio de experiencias neoliberales, en el eslabón más frágil de la cadena neoliberal del mundo.

12 de julio de 2008

NOTAS DE UNA ANTI-NORTEAMERICANA, por Rossana Rossanda


Cuando Bush prepara una intervención en Iran, después de Irak, discutamos, reflexionemos...

en el original, "Notas de una antiamericana"

Rossana Rossanda*


'O estáis conmigo o estáis con Bin Laden', grita Bush mientras se prepara para castigar a Afganistán, talibán, no talibán y pueblo incluidos. Conozco el chantaje. No lo admito. No tomo partido por Bush y dejo que los necios deduzcan que estoy con Bin Laden. Me gustaría reflexionar sobre lo que ha sucedido, sobre lo que puede suceder y sobre lo que hay que hacer.

El 11 de septiembre del 2001 no estalló una guerra. Las guerras comprometen a las naciones. Fue un acto terrorista y posee todos sus elementos característicos: la prioridad que se ha dado al símbolo, el golpe inesperado, la mano oculta, el cruce homicidio-suicidio, destinados a multiplicar el pánico. No todos los atentados de la historia son terroristas, pero éste sí: quien lo hizo conocía el blanco, las debilidades de su dominio desde el cielo, la segura amplificación de los medios de comunicación. Gracias a ellos, las Torres Gemelas han caído no una sino diez mil veces en las pantallas, ayudando a gritar 'es una guerra' y llamando a la guerra. Seguramente los terroristas lo habían tenido en cuenta.

No ha sido el apocalipsis. No en la acepción ingenua de devastación enorme: en los últimos diez años se han sucedido devastaciones más violentas. Pero no hemos definido como apocalipsis el de los 150.000 degollados en Argelia, el de los 700.000 tutsis asesinados por los hutus, el de las 300.000 personas asesinadas en Irak durante la operación Tormenta del Desierto y el medio millón de niños que mueren, se estima, por el embargo de los medicamentos. Y mucho menos los 35.000 muertos de Turquía y los 70.000 de India, en este mismo año 2001, aunque la especulación no es ajena a estas catástrofes. Entonces, ¿unas masacres pesan como montañas y otras como plumas? Si no es correcto valorar un acontecimiento sólo por el número de víctimas, tampoco es lícito valorarlo sólo por el golpe que se infiere a la idea de sí mismo que tiene aquel a quien se ha herido, en este caso Estados Unidos. Aún más siniestro es el recurso culto del Apocalipsis: enfrentamiento final entre la Bestia y el Cordero. El Bien somos nosotros y la Bestia son ellos. Así lo ha dicho Bush, y ha añadido: 'Dios está con nosotros'.

No ha sido un asalto del Islam contra el cristianismo, como se dijo en un primer momento (venerable contradicción, recuerda Bocca). Después nos retractamos azorados: no es el Islam, sino el fundamentalismo islámico el que golpea al Occidente cristiano. Pero el Islam es un océano y demostrar que tiene sus fundamentalismos es tan fácil como demostrar los del cristianismo y el judaísmo. Y, sin embargo, Ariel Sharon no es 'los judíos', Pío XII no fue 'los católicos' y ni siquiera el necio Bush es 'los norteamericanos', aunque hayan sido líderes designados de estas áreas. Mala polémica, confusión. En realidad, nada hace pensar que el ataque a las dos torres sea un ataque al cristianismo, dudo de que sea un ataque a la democracia, y desde luego no lo es al mundo de las mercancías y del comercio al que nadie se opone en el Islam, ni siquiera los talibán. Quien haya golpeado ha querido golpear la arrogancia de Estados Unidos en Oriente Próximo y poner en apuros a los Estados árabes aliados.

No ha sido una venganza de los pobres. El Islam no habla de cuestión social, pero sin esto los pobres sólo pueden hacer un motín. El ataque a las dos torres es cualquier cosa menos un motín. No es de los pobres ni para los pobres la dirección de la Yihad, que atraviesa todo el Islam sin tener (todavía) un Estado propio y juega también con la desesperación, la ignorancia y la opresión de las masas cuyo consentimiento es necesario para las dictaduras árabes, obligando a estas últimas a tirar la piedra y esconder la mano. La Yihad es obra de potentados políticos y financieros que conocen el funcionamiento y los medios de Estados Unidos, y en este sentido, Osama Bin Laden, saudí, ex agente de la CIA, es un modelo. Procede de una familia que desde 1940 es el grupo más fuerte de construcciones y transportes de Arabia Saudí, pero participa en empresas de electricidad (en Riad y La Meca, en Chipre y Canadá), de petróleo, electrónica, importación y exportación, telecomunicaciones (Nortel y Motorola) y satélites (Iridium). La familia y Arabia Saudí despacharon a Osama con 2.000 millones de dólares que él gestiona en la Bolsa y en una infinidad de sociedades de su familia en paraísos fiscales. Y mantiene a las Organizaciones No Gubernamentales islámicas Relief y Blessed Relief. Éstos son 'ellos', la Bestia contra la que nos alzamos nosotros, el Bien. Son los que Estados Unidos creyó utilizar en Afganistán y en Oriente Próximo y que hoy se rebelan contra él. Es una lucha por el dominio en esa zona. No es uno de los problemas menores de Bush el que los saudíes sean el principal apoyo financiero de la Yihad, sino el que Arabia Saudí sea el país más intrínsecamente ligado a los intereses norteamericanos.

La verdadera pregunta es ¿por qué ahora? Hace diez años, la Yihad no era tan fuerte y hasta el pasado 11 de septiembre actuaba sólo en el interior del Islam, como ala ortodoxa contra las 'desviaciones', y Argelia es el ejemplo más sangriento. Mientras no le ha tocado, Occidente no se ha preocupado en absoluto, favoreciendo las relaciones empresariales, por muy asesinos o fundamentalistas que fueran los que poseen el gas para Europa, las armas frente a la Unión Soviética, o los que alimentaron un contencioso paquistaní contra la India. No se preocupó cuando en los últimos años, y a la vista de todos, fundamentalistas de cualquier procedencia iban a Afganistán a entrenarse.

Y en cambio se tenía que haber visto cómo la Yihad asumía grandes proporciones desde que Oriente Próximo dejó de estar a la vez paralizado y cubierto por las maniobras de disuasión de las dos superpotencias y sólo una quedó en el campo, Estados Unidos, que se convirtió en parte interesada, en animador y patrocinador de todos los conflictos del sector, por sus intereses inmediatos o por falta de comprensión de los procesos. Ni siquiera el agudo Noam Chomski recuerda que antes de 1989 habría sido impensable una guerra del Golfo. Y que a quien llamó a Estados Unidos a los Emiratos, hace tiempo que no le agrada que permanezca allí tan pesadamente. Al mundo árabe no le agrada que Estados Unidos exija a Irak que respete las resoluciones de la ONU, pero no se lo exija (y no haría falta una guerra) a Israel. La Yihad, en resumidas cuentas, creció al aproximarse a cualquier visión laica de rescate de esas poblaciones con la caída de la URSS y con la alianza a la vez accidental y leonina entre dirigentes árabes y el Pentágono. Nacionalismo, fundamentalismo e intereses muy concretos de algunos y desesperación de muchos han hecho de la Yihad la mezcla explosiva que es hoy.

Las acciones y reacciones de Estados Unidos han abonado el terreno de cultivo, igual que lo aumentará la insensata reacción de Bush que hará pedazos a muchos en Afganistán, pero no a Bin Laden, y no se atreverá a invadirlo: los rusos le han explicado que no lo conseguiría. Pero bombardeará Kabul a diestro y siniestro y quizá, según su costumbre, Bagdad. Se ha equivocado aquel de nosotros que pensaba que la unificación capitalista hacía de Estados Unidos un imperio, aunque menos culto del que ya no le gustaba a Tácito, pero que habría sido objetivamente asimilador y mediador. Estados Unidos no es esto. Se mueve de forma todavía más arrogante que Francia o Inglaterra, que dividieron con un hacha la región, y más aún en tiempos que ofrecen a quien se siente humillado y ofendido los medios y los conocimientos para desestabilizar a quien le humilla o le ofende.

No ha habido nada más estúpido que alimentar el terrorismo y pensar servirse de él. El terrorismo es inexpugnable y lo seguirá siendo hasta que pierda el consenso en su propio terreno. Pero desde luego no lo perderá mientras Bush bombardee Afganistán. Es más, con esta acción, Estados Unidos perderá también el apoyo de los Estados árabes que hasta ahora eran amigos. La Liga Árabe ya ha empezado. Bush se sumerge en una guerra en la que se verá en apuros porque se lo ha prometido a sus conciudadanos, que en un 92% también la desean, pero no dividirá a los Estados árabes y aumentará el potencial de venganza de la Yihad. La única guerra que puede vencer es en su casa contra la tan aireada 'sociedad abierta': efecto fatal de las emergencias. Se expone a que le ataquen de nuevo, a no vencer en ningún sitio y a perder poco a poco el consenso que la sacudida del 11 de septiembre le ha dado. Hay errores sin remedio.

Se da cuenta Europa, que tanto le apoya como se mantiene a distancia, firma pactos perversos con la OTAN y después elucubra sobre el artículo 5, no quiere mandar a los soldados de reemplazo a las montañas afganas ni complicar las cosas con los musulmanes que tiene en casa, ni con el Mediterráneo, donde la Italia de la segunda república -dicho sea entre paréntesis- hace todavía menos política que la primera. Deberíamos darnos cuenta también nosotros, que nos encontramos de igual modo entre la espada y la pared, porque no hay ocasión que no sea buena para intentar masacrar la poca izquierda que queda. También nosotros tenemos nuestra parte de culpa, aunque sólo sea por omisión. Escribe Pintor que no nos esperábamos lo que ha ocurrido: es verdad. Pero no es una virtud. Como Estados Unidos, nos hemos mirado a nosotros mismos y no al mundo, donde, sin embargo, no había nada oculto.

Al cubrirnos con las cenizas de los comunismos hemos dejado de mirar a quien estaba atrapado en condiciones materiales más terribles que las nuestras. Tomemos a Palestina: un estado de confusión mental hace oscilar a la izquierda entre sentido de culpa hacia los judíos y coletazos de antisemitismo, y, como ha descubierto Manheimer, nos gustaría mucho que los palestinos dejaran de agitarse. Tal es el peso del fracaso de los socialismos reales que algunos de nosotros nos hemos persuadido de que no hay nada que hacer, hasta tal punto está el mal en el mundo y el mundo es del mal, mientras que otros se han hecho ilusiones sobre las virtudes revolucionarias de identidades arcaicas, que nos parecieron dignas de alabanza porque eran antimodernistas y todas se han encerrado en sí mismas, entre degeneraciones y parálisis. Ahora los acontecimientos nos pasan factura y hay que responder por lo que somos.

No somos todos norteamericanos; yo por lo menos no lo soy. No aprecio los 'valores' del liberalismo económico que Estados Unidos impone, me duele el luto de sus ciudadanos, pero no me gusta que creyeran estar por encima de las consecuencias de lo que hace su país. Me llamarán antiamericana. Sí, lo soy, y me sorprende que duden tanto en serlo muchos amigos que antes lo eran más que yo. Considero que Estados Unidos está haciendo una política imperialista que hiere a otras poblaciones y que se volverá contra él mismo: soy antiimperialista, otra palabra que me parece marcada con el sello del ostracismo.

La verdad es que somos débiles. Pero esto no es una excusa para decir no. Bush es un loco peligroso, no atacará a la Yihad, sino a mucha gente sin culpa, y empujará a Estados Unidos a vivir asediando al mundo y a ser asediado.

*es escritora italiana, cofundadora de Il Manifesto

6 de julio de 2008

BUSH Y LOS INTERESES Y AMENANZAS DE USA EN EL MEDIO ORIENTE


La estrábica visión bushiana de la bancarrota en Oriente Medio

sinpermiso.info


A mediados de Mayo, el presidente Bush viajó a Oriente Medio para asentar más firmemente su legado en aquella parte del mundo que fue el primer centro de atención de su presidencia.

El viaje tuvo dos destinos principales, cada uno de ellos escogido para celebrar un aniversario importante. Israel: el 60 aniversario de su fundación y reconocimiento por los Estados Unidos. Y Arabia Saudita: el 75 aniversario del reconocimiento por los EEUU del reino recién fundado. Las elecciones tienen sentido a la luz de la historia y del carácter constante de la política estadounidense en Oriente Medio: control del petróleo y apoyo a los acólitos que le ayudan a mantenerlo.

Sin embargo, hubo una omisión que no pasó desapercibida a la población de la zona. Si bien Bush celebró la fundación de Israel, no reconoció –ni, menos, conmemoró— el acontecimiento paralelo de hace 60 años: la destrucción de Palestina, la Nakba, como llaman los palestinos a los acontecimientos que los echaron de sus tierras.

Durante sus tres días en Jerusalén, el presidente participó entusiásticamente en pomposas celebraciones y se empecinó en ir a Masada, un lugar semisagrado del nacionalismo judío.

Pero no visitó la sede de la Autoridad Palestina en Ramallah, ni la ciudad de Gaza, ni un solo campo de refugiados, ni la ciudad de Qalqilya, estrangulada por un Muro de la Separación que se está convirtiendo en un verdadero Muro de la Apropiación merced a los programas ilegales israelitas de establecimiento y desarrollo, que Bush ha aceptado oficialmente, siendo el primer presidente que lo hace.

Quedaba, desde luego, excluido cualquier contacto con los líderes y diputados de Hamás –elegidos en las única elecciones libres del mundo árabe—, muchos de los cuales están en las prisiones israelíes sin ninguna perspectiva de procedimientos judiciales. Los pretextos para esta conducta apenas resisten el más mínimo análisis. Como tampoco lo resiste el hecho de que Hamás ha pedido repetidamente un acuerdo que reconozca los dos estados, según el consenso internacional que Estados Unidos e Israel han rechazado, prácticamente en solitario, durante más de 30 años y que continúen rechazando.

Bush permitió al presidente palestino favorito de los US, Mahmoud Abbas, participar en reuniones en Egipto con varios líderes regionales. La última visita de Bush a Arabia Saudita tuvo lugar en enero. En ambos viajes trató sin éxito de arrastrar al reino Saudita a la alianza anti-Irán que había estado intentando forjar. No se trata de una tarea menor, a pesar de la preocupación de los dirigentes sunitas por la “ola shiita” y la creciente influencia iraní, normalmente denominada “agresividad”.

Para los dirigentes sauditas, el compromiso con Irán puede ser preferible a la confrontación. Y aunque la opinión pública es marginada, tampoco puede despreciarse completamente. En una reciente encuesta entre los sauditas, Bush se situaba por encima de Osama Bin Laden en la categoría de “muy desfavorable” y más del doble por encima del presidente iraní Ahmadinejad y de Hassan Nasrallah, líder de Hezbollah, el aliado shiita de Irán en Líbano.

Las relaciones EEUU-Arabia Saudita datan del reconocimiento del reino en 1933, no por casualidad el año en el que la Standard Oil de California obtuvo una concesión de petróleo y los geólogos americanos empezaron a explorar las que resultaron ser las reservas de petróleo más grandes del mundo.

Los Estados Unidos se afanaron si tardanza en asegurarse el control, paso importante de un proceso, al término del cual los Estados Unidos tomaron el relevo de Gran Bretaña en el dominio del mundo, quedando ésta poco a poco esta última reducida a la condición de “socio junior”, como lamentó el Ministerio Británico de Asuntos Exteriores, incapaz de contrarrestar “el imperialismo económico de los intereses empresariales de Norteamérica, que es muy activa bajo el disfraz de un internacionalismo benévolo y paternal” y “está intentando expulsarnos”.

La robusta alianza EEUU-Israel cobró su forma actual en 1967, cuando Israel prestó a los Estados Unidos el gran favor de destruir el principal centro del nacionalismo laico árabe, el Egipto de Nasser, salvaguardando al mismo tiempo a los dirigentes saudíes de la amenaza del nacionalismo laico. Los planificadores estadounidenses habían reconocido una década antes que un “corolario lógico” de la oposición norteamericana al nacionalismo árabe “radical” (o sea, independiente) debería ser “apoyar a Israel como el único poder proeuropeo fuerte que quedaba en Oriente Medio”.

Las inversiones de las corporaciones estadounidenses en la industria high-tech israelí aumentaron drásticamente, entre ellas Intel, Hewlett Packard, Microsoft, Warren Buffett y otras, además de grandes inversores del Japón y la India, siendo este último caso una faceta de la creciente alianza estratégica EEUU-Israel-India.

Para ser exactos hay otros hechos subyacentes en la relación EEUU-Israel. En Jerusalén, Bush invocó “los lazos del Libro”, la fe “compartida por cristianos como él mismo y los judíos”, según informó la prensa australiana, pero aparentemente no compartida por musulmanes o incluso árabes cristianos, como los de Belén, actualmente excluidos de la Jerusalén ocupada, unos kilómetros más allá, por proyectos de construcción ilegales israelíes.

La Gaceta Saudí condenó agriamente la audacia de Bush de llamar a Israel “la tierra del pueblo elegido”, la terminología de los halcones israelíes. La Gaceta añadía que “el tipo particular de degeneración moral de Bush se puso plenamente de manifiesto cuando mencionó solo de paso un estado palestino en su visión de la región dentro de 60 años”.

No es difícil comprender porqué el legado escogido por Bush subraya las relaciones con Israel y Arabia Saudita, con una breve referencia a Egipto, al mismo tiempo que, excepto en unas pocas frases rituales, desprecia a los palestinos y su miserable situación.

No es necesario detenerse a pensar si las elecciones presidenciales tienen algo que ver con la justicia, los derechos humanos o la visión de la “promoción de la democracia” que se apoderaron de su alma tan pronto como los pretextos por la invasión de Irak se vinieron abajo.

No se trata de esto, sino de que las elecciones se corresponden con un principio general observado con una considerable constancia: los derechos se asignan según los servicios prestados al poder.

Los palestinos son pobres, son débiles, están dispersos y son enemigos. Por lo tanto, resulta elemental que no deben tener derechos. Por el contrario, Arabia Saudita tiene unos recursos de energía incomparables, Egipto es el mayor estado árabe e Israel es un rico país occidental y la sede del poder regional, con unas fuerzas armadas y aéreas mayores y más avanzadas tecnológicamente que cualquier poder de la NATO (excepto su patrón) además de cientos de armas nucleares y una economía avanzada y ampliamente militarizada, estrechamente ligada a los Estados Unidos.

Las líneas del legado escogido son por lo tanto bastante predecibles.

Noam Chomsky, el intelectual vivo más citado y figura emblemática de la resistencia antiimperialista mundial, es Profesor emérito de lingüística en el Instituto de Tecnología de Massachussets en Cambridge y autor del libro Imperial Ambitions: Conversations on the Post-9/11 World.

Traducción para www.sinpermiso.info: Anna Garriga Tarrés

3 de julio de 2008

HUGO CHAVEZ LLAMA A LAS FARC A DEPONER LAS ARMAS



Según Hugo Chavez,
"la época de los fusiles ya pasó".


El presidente de Venezuela, Hugo Chávez, felicitó hoy a Colombia por la liberación de los 15 rehenes de las FARC, entre ellos Ingrid Betancourt, y reiteró su llamado a las FARC para que abandonen las armas, al considerar que "la época de los fusiles ya pasó".

"Compartimos el júbilo, estamos alegres y jubilosos por la liberación de esas personas, y más alegres porque la liberación se hizo sin que se derramara una nota de sangre", dijo Chávez en la VII Conferencia de ministros de Información del Movimiento de Países No Alineados (Cominac) que se celebra en Venezuela.

"Felicitamos a Colombia, aquí seguimos a la orden y con la disposición para ayudar a la liberación de hasta el último rehén y más allá para la lograr la paz en Colombia, la plena paz", y recordó que anoche conversó telefónicamente con el presidente colombiano, Álvaro Uribe, para felicitarle personalmente. El mandatario venezolano explicó que se enteró del rescate de Betancourt, los tres estadounidenses y once militares y policías durante la visita a unas obras en las afueras de Caracas porque un trabajador colombiano se lo gritó desde un andamio. "Me quedé frío. En ese momento empiezo a hacer llamadas y me entero de esa feliz noticia".

Chávez recordó el llamado que hizo a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) "para que liberen a todos los secuestrados", al tiempo que expresó que "esa conducta de secuestro no se puede compartir". "Además, dije que las FARC deberían hacer un esfuerzo mayor por la paz y agregué que, desde mi punto de vista, el tiempo de los fusiles ya pasó. Lo creo y lo repito, ojalá no vuelva el tiempo de los fusiles, que no nos obliguen a retornar a esos tiempos".

"Es otra hora la que estamos viviendo. Hago un llamado de nuevo a la guerrilla colombiana para que lo piense (...) Enhorabuena pues a Colombia y ojalá no brote una gota de sangre más, ni en Colombia ni en el mundo. Pido a Dios que así sea", concluyó el mandatario venezolano.

2 de julio de 2008

COLOMBIA: LIBERAN A I. BETANCOURT, EN DURO GOLPE PARA LAS FARC


Obviamente nos alegramos de la liberación de los rehenes de las FARC, hayan sido personajes conocidos o anónimos, porque nada justifica en política el uso de métodos como el secuestro y el uso de rehenes como moneda de cambio o de chantaje, más aún si se trata de civiles. Aún en las peores guerras ello ha sido proscrito, independientemente de que la norma sea atropellada sistematicamente por nazis o agentes del militarismo norteamericano en vietnam, irak o en multiples otros escenarios de guerra.

Pero también llama la atención que las Farc hayan desoido el llamado de Chavez y Correa recientemente a liberar todos los rehenes unilateralmente, lo que habria devuelto parte de la honra perdida a esa organización que en el pasado mereció admiración por su compromiso con la causa emancipadora del pueblo colombiano. Hubiera sido un acierto político de proporciones e interpretado tambien por la opinión pública como un gran acto humanitario. Pero la rigidéz y ceguera burocrática y militarista de las Farc dejaron pasar esa oportunidad, y ahora deben pagar el precio de una nueva derrota. Tiro Fijo y su organización, de defensora de la justicia y la libertad, se metamorfosea en organización corrompida por sus vínculos con el narcotrafico y por el uso cada vez más sistemático de métodos terroristas como el secuestro y la utilización de rehenes civiles para responder al terrorismo de Estado de los gobiernos colombianos, prncipalmente por Uribe en el último tiempo. Ello ahondara su crisis política y militar, y le quitara buena parte de la respetabilidad que aún le quedaba. Del fracaso, pasara quizas progresivamente a la desintegración, sin pena ni gloria. Lamentable. E.A.

BOGOTA, jul 2 (Reuters) - La ex candidata presidencial colombiana Ingrid Betancourt, un símbolo mundial del flagelo del secuestro, fue liberada el miércoles sana y salva por las fuerzas militares de Colombia después de seis años en la selva en manos de la guerrilla de las FARC. Junto a Betancourt, de 46 años y quien también tiene ciudadanía francesa, fueron rescatados en una audaz operativo tres estadounidenses y 11 efectivos del Ejército y de la Policía cautivos de las izquierdistas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).

La liberación de los secuestrados, quienes hacían parte de un grupo de 40 personas que las FARC buscaban intercambiar por 500 rebeldes presos, se constituye en un duro golpe para la guerrilla y un triunfo para la inflexible política de seguridad del presidente Alvaro Uribe apoyada por Estados Unidos. "Nos complace comunicarle a la opinión pública nacional e internacional que en una operación especial de inteligencia planeada y ejecutada por nuestra inteligencia militar, fueron rescatados sanos y salvos 15 de los secuestrados que se encontraban en manos de las FARC", dijo Santos.

En la operación militar "Jaque" que infiltró y engañó a la guerrilla fue capturado un líder de las FARC encargado de la custodia de los rehenes. "Estoy llena de felicidad, estoy que no veo la hora de abrazar a mi hermana. Han sido largos años de espera. Que maravilla que este calvario se haya terminado", agregó Astrid Betancourt, hermana de la ex candidata presidencial.

GOLPES A LAS FARC

La liberación de Betancourt se une a otros golpes recibimos por las FARC en los últimos meses como la muerte de Raúl Reyes, uno de sus máximos líderes, quien pereció en un bombardeo colombiano sobre una zona selvática en Ecuador. A esa situación se suma la muerte de su fundador y máximo líder, Manuel Marulanda, quien falleció en marzo de un ataque al corazón.

Las FARC también han sufrido la deserción de unos 9.000 combatientes desde que Uribe asumió el poder en el 2002. Las últimas imágenes de Betancourt y de los tres estadounidenses se conocieron a finales del año pasado, cuando el Ejército capturó a tres supuestos guerrilleros en Bogotá y les confiscaron videos y fotografías que la guerrilla pretendía enviar como pruebas de vida al presidente de Venezuela, Hugo Chávez. En esas pruebas de vida la política apareció triste, demacrada y muy delgada por lo que meses después surgieron rumores de que estaba gravemente enferma y que corría peligro de morir.

En las mismas pruebas los tres estadounidenses aparecieron en medio de la selva, visiblemente afectados por el prolongado cautiverio. Las FARC liberaron entre y enero y febrero de este año a seis políticos que entregaron en medio de la selva colombiana a misiones humanitarias que organizó Chávez, quien posteriormente pidió a la comunidad internacional reconocer el estado de beligerancia al grupo rebelde, deteriorando las relaciones diplomáticas entre Bogotá y Caracas.

(estractos de Reporte de Luis Jaime Acosta, con la colaboración de Nelson Bocanegra y Javier Mozzo, editado por Alejandro Lifschitz)

REUTERS