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13 de abril de 2008

NUEVAS Y GRAVES VERDADES SOBRE KOSOVO, NUEVA COLONIA DE EE.UU.

Un libro de la ex fiscal de la ONU denuncia que la guerrilla kosovar de Thaçi arrancó vísceras a presos serbios

RODRIGO CARRIZO - Ginebra - 13/04/2008, El País.com

En el verano de 1999, entre 100 y 300 prisioneros serbios en manos de la guerrilla del Ejército de Liberación de Kosovo (UÇK, en sus siglas albanesas) fueron llevados en camiones a una casa de Burrel (Albania), con la complicidad del actual primer ministro kosovar y ex líder guerrillero Hashim Thaçi. Una vez allí, se les extirpaban diversos órganos para ser utilizados en el tráfico internacional, hasta que los prisioneros perdían la vida.

Tales aseveraciones forman parte del libro La caza. Yo y los criminales de guerra, publicado en italiano por Carla del Ponte, ex fiscal del Tribunal Internacional Penal para la ex Yugoslavia, constituido por el Consejo de Seguridad de la ONU para juzgar los crímenes de aquella guerra.

La obra, escrita en colaboración con Chuck Sudetic, ex corresponsal en la zona de The New York Times, se ha publicado esta semana en Milán y ha suscitado inmediatamente la polémica.

Del Ponte cuenta en el libro que la oficina dirigida por ella en el Tribunal para Yugoslavia "comenzó a recibir informaciones a lo largo del verano de 1999 sobre unas 300 personas que habrían sido transportadas en camiones cruzando la frontera hacia el norte de Albania (...) A los prisioneros más jóvenes, sanos, fuertes y mejor alimentados se les evitaban los golpes. Eran atendidos por personal médico y posteriormente transferidos a otras estructuras de detención en Burrel. Allí eran alojados en una casa amarilla utilizada como quirófano clandestino donde les extirpaban órganos".

Una vez extraídos, esos órganos "viajaban al extranjero para ser entregados en clínicas donde los esperaban pacientes de pago (...) Después de extirparles un riñón, algunos prisioneros eran devueltos a la prisión, hasta el momento en que se les extirpaban otros órganos vitales, provocando finalmente la muerte".

Los autores del libro escriben también que "el tráfico de órganos se hacía con el conocimiento y aprobación activa de altos oficiales del Ejército de Liberación de Kosovo (UÇK)".

El descubrimiento de estos presuntos hechos se debe a "oficiales de la ONU, periodistas y un fiscal albanés", según explica a este periódico Chuck Sudetic. Aquellas personas "investigaron en la casa de Burrel y aplicaron al suelo y muros productos químicos que revelaron rastros de sangre. Interrogados, la primera versión de los albaneses fue que una mujer había dado a luz allí. Ante las enormes cantidades de sangre presentes, cambiaron la versión para decir que la casa era utilizada como un matadero".

Una serie de datos escalofriantes chocan con esta versión. "Los investigadores descubrieron un espacio de tres metros por uno en medio del suelo de la habitación que no tenía ninguna mancha de sangre, lo que hizo pensar en una mesa de operaciones cambiada de sitio", explica Sudetic. "También se hallaron instrumentos quirúrgicos, medicinas y relajantes musculares utilizados en cirugía, así como una nevera con órganos destinada al aeropuerto de Rinas". Por la clínica clandestina "pasaron también supuestamente prostitutas de varios países de Europa del Este y de Albania", añade el coautor.

La denuncia forma parte del extenso libro en que Carla del Ponte repasa toda su vida como jurista. Pero, en lo que se refiere a Kosovo, se apoya en testimonios de personas cuya identidad no se revela, ni se aportan pruebas directas de los supuestos crímenes. ¿Y por qué nunca fueron llevados a juicio? Los autores apuntan a un problema de falta de jurisdicción de Del Ponte en la época de los hechos. "No quedaba claro", escriben, "si los crímenes cometidos en ese periodo caían bajo la jurisdicción del Tribunal para Yugoslavia (...) Los pocos albaneses de Kosovo que hubieran estado dispuestos a testificar debían ser protegidos de por vida, lo que implicaba transferir al extranjero a familias enteras (...) Los oficiales de la policía, de Berna a Bruselas pasando por el Bronx, saben cuan frustrante es intentar investigar dentro de las redes criminales albanesas". Carla del Ponte escribe también que algunas autoridades de la Misión de la ONU para Kosovo y de la OTAN "temían por sus vidas y por la de los miembros de sus misiones" y que "algunos de los jueces del Tribunal para la ex Yugoslavia temían ser asesinados".

La ONG Human Rights Watch afirmó el viernes que el libro de Del Ponte aporta "suficientes evidencias" como para exigir a los Gobiernos de Kosovo y Albania "una investigación formal que dictamine sobre la veracidad de las acusaciones".

En el libro, Del Ponte salda cuentas con antiguos adversarios, con una franqueza que ha llevado al Gobierno suizo a solicitarle que se abstenga de presentarlo o de hablar con los medios de comunicación. Ocurre que, desde principios de este año, la ex fiscal es la embajadora en Argentina de Suiza, país que acaba de abrir una Embajada en Kosovo, lo que le convierte en uno de los primeros en establecer lazos diplomáticos con el nuevo Estado.

"La caza fue escrito bajo su responsabilidad como ex fiscal, pero las declaraciones que contiene no son compatibles con su actual función de representante del Gobierno suizo", explica Jean-Philippe Jeannerat, portavoz del Ministerio suizo de Exteriores. "Si Del Ponte habla en público de las acusaciones que plantea en su obra, podría ser interpretado como la posición oficial del Gobierno suizo, lo que sería inaceptable".

El 31 de marzo, antes incluso de la presentación en Milán, Del Ponte fue conminada por su jefa, Micheline Calmy-Rey (ministra suiza de Exteriores), a que emprendiera un retorno rápido a Buenos Aires. Según fuentes cercanas a la ex fiscal, ésta mostró una "relativa incomprensión" por la decisión de silenciarla, pero acató la orden. Sin embargo, no hay constancia de que Del Ponte haya llegado a la capital argentina donde, oficialmente, se la espera para la semana próxima, según informa Jorge Marirrodriga desde Buenos Aires.

La presentación del libro a la prensa en Milán fue anulada en el último momento, tras conocerse la posición del Gobierno suizo. Así lo confirma Lucia Piani, de la editorial Feltrinelli, que ha publicado La caza.

En los Balcanes, el libro ha levantado ampollas. Seguidores de Thaçi, el primer ministro kosovar, aseguran que plantea "una serie de mentiras". El ministro de Justicia de Kosovo, Nekibe Kelmendi, alega por su parte: "Es una invención de Carla del Ponte y los serbios para desacreditar a mi país". Del lado serbio, la visión de las guerrillas kosovares como "banda mafiosa y criminal" ha provocado satisfacción. Del Ponte llevó al banquillo al ex presidente de Serbia, Slobodan Milosevic.

¿Por qué sacar a la luz estas atrocidades tan tarde? Chuk Sudetic explica: "Del Ponte disfruta ahora de una libertad para hablar que no tenía como fiscal general. Ella cree que es mejor explicar los mecanismos ocultos de la justicia internacional con un libro que con un aburrido artículo para una revista de abogados que nadie leería. Es posible que contando esta historia, los testigos finalmente se atrevan a hablar".

28 de febrero de 2008

LA COLONIA DE LA OTAN EN KOSOVO

25-02-2008

Diana Johnstone

“Quienes conocen la compleja verdad de Kosovo saben que las palabras de Aldous Huxley nunca resultaron más apropiadas: ‘sabrás la verdad, y la verdad te volverá loco’.”

A lo largo del pasado fin de semana, la maquinaria propagandística occidental hizo largas horas extra para que pudiéramos celebrar el último milagro de la OTAN : la transformación del Kosovo serbio en el Kosovo albano. El robo desvergonzado, por parte de Estados Unidos, de territorio de alto valor estratégico perteneciente a otro pueblo, robo consumado con el objetivo de instalar una poderosa base militar, “Campo Bondsteel”, en dicho territorio, es transformado, por parte de los influyentes medios de comunicación, en una acto heroico de “liberación nacional” destinado a convertirse en leyenda. Quienes conocen la compleja verdad de Kosovo saben que las palabras de Aldous Huxley nunca resultaron más apropiadas: “sabrás la verdad, y la verdad te volverá loco”.

Y lo cierto es que, en Kosovo, la verdad son letras dibujadas en la arena mientras el tsunami de la propaganda se acerca con estruendo. Sea como sea, la verdad está disponible: por ejemplo, en el texto, profundamente esclarecedor, que George Szanuely publicó en CounterPunch el viernes anterior a la declaración de la independencia. Otras veces, algunos pedazos de verdad pueden hallarse en los medios convencionales, principalmente en las cartas que los lectores envían a los periódicos. Así que, por infructuosa que pueda parecer de antemano la tarea de intentar parar la marea de una leyenda proclamada oficialmente, déjenme examinar, aunque sea sólo a partir de una pequeña gota de agua, este mar imparable de propaganda: me propongo analizar una columna de Roger Cohen titulada “El Nuevo Estado de Europa” y que apareció en la edición del día de San Valentín del International Herald Tribune.

La columna de Cohen es un magnífico ejemplo del tipo de desprecio con el que se despachan los temas que tienen que ver con Milosevic, Rusia y los serbios. Escribe Cohen: “Slobodan Milosevic, el dictador, puso en marcha la marea nacionalista de Serbia el 24 de Abril de 1987, fecha en la que fue a Kosovo a declarar que los antepasados serbios serían deshonrados si los albaneses étnicos se salieran con la suya”. Yo no sé de dónde sacó Roger Cohen esa referencia, pero lo que sí puedo asegurar es que no se encuentra en el discurso que Milosevic pronunció ese día en Kosovo. Y también puedo asegurar que Milosevic no fue a Kosovo a hacer declaraciones de este calibre, sino a discutir con los responsables de la Liga Comunista en la ciudad kosovar de Polje acerca de los serios problemas sociales y económicos de la región: además de problemas crónicos como la pobreza, el desempleo y la mala gestión de los fondos para el desarrollo aportados por el resto de Yugoslavia, la principal dificultad a la que se enfrentaba la provincia por aquel entonces era el éxodo constante de habitantes serbios y montenegrinos bajo la presión de los albaneses kosovares –algo, por cierto, que, en aquel momento, los principales medios de comunicación occidentales no tuvieron inconveniente en difundir.

Por ejemplo, en una fecha tan temprana como la del 12 de Julio de 1982, Marvine Howe, reportero del New York Times, narró cómo decenas de miles de serbios estaban dejando Kosovo como consecuencia de la discriminación y de la intimidación ejercidas por parte de la mayoría étnica albana. Asimismo, Beci Hoti, Secretario del Partido Comunista de Kosovo, aseguraba que “la campaña de los nacionalistas [albanos] persigue dos objetivos […]: primero, establecer lo que ellos denominan una república albana étnicamente limpia; y después, unirse a Albania para formar un Estado albano todavía más grande”. Así, lo que hacía el señor Hoti –albanés, por cierto- era expresar su preocupación con respecto a las presiones políticas que estaban forzando a los serbios a dejar Kosovo. De ahí que asegurara que “lo que importa ahora es establecer una clima de seguridad y crear confianza”.

Asimismo, el 1 de noviembre de 1987, siete mese después de la visita de Milosevic a Kosovo, David Binder, reporto del New York Times, escribía: “los albaneses que ocupan cargos en el Gobierno [de Kosovo] han manipulado regulaciones y fondos públicos con el objetivo de apoderarse de territorio perteneciente a los serbios. Se han destruido banderas, iglesias eslavas ortodoxas han sido atacadas, se han envenenado pozos de agua y se han quemado cosechas. Además, jóvenes eslavos han sido apuñalados y grupos jóvenes de etnia albana han recibido órdenes de sus mayores de violar a chicas serbias”. El objetivo de los nacionalistas radicales, se afirmaba en una entrevista que vio la luz en aquel momento, “[es una] Albania étnica que incluya la Macedonia occidental, el sur de Montenegro, parte del sur de Serbia, Kosovo y la actual Albania”.

De este modo, mientras que los eslavos huían de la violencia, Kosovo se estaba convirtiendo en lo que los albano-kosovares nacionalistas habían estado pidiendo durante años, y de forma especialmente vehemente tras el sangriento motín protagonizado en 1981 por los albaneses de Pristina –región “étnicamente pura” donde las haya—.

Tal como aseguraban el New York Times y otros medios occidentales, en realidad éste fue el primer caso de “limpieza étnica” acaecido en la Yugoslavia posterior a la Segunda Guerra Mundial –una limpieza étnica, cuyas víctimas fueron los serbios—. Pese a que el “culto a la memoria” se ha convertido en la religión contemporánea, parece que unas memorias están más frescas que otras: huelga decir que pasados unos años, durante la década de 1990, el New York Times se había olvidado ya de lo que había contado durante la década anterior. ¿Por qué? Quizás fuera porque el bloque soviético ya se había derrumbado, con lo que la unidad de una Yugoslavia independiente y no alineada dejó de ser de interés estratégico para Estados Unidos.

Pero volvamos a la visita de Milosevic a Polje (Kosovo) el 24 de abril de 1987. Aquel día, se produjo el siguiente incidente: cuando la policía local, que seguía las directrices dictadas por un gobierno de la Liga Comunista dominado por albaneses, cargó contra grupos de serbios que se habían reunido para protestar por la falta de protección legal en la que se encontraban, Milosevic pronunció unas palabras sencillas y espontáneas que iban a cobrar una gran notoriedad: “¡Nadie debería golpearos más!” –afirmó conciso. Si esto es “extremismo nacionalista”, ¡quizás habría que recurrir a él con mayor frecuencia!

Sea como sea, no logró encontrar rastro alguno de la afirmación que Cohen atribuye a Milosevic. En su discurso ante los delegados locales del partido, que se encuentra disponible en los archivos públicos, Milosevic hizo referencia a un “incidente lamentable” y prometió una investigación. Además, destacó que “no deberíamos permitir que las desgracias de la gente sean manipuladas por los nacionalistas, a quienes toda persona honrada debe combatir. No debemos dividir a la gente entre serbios y albaneses; deberíamos limitarnos a distinguir entre gente decente que lucha por la fraternidad, la unidad y la igualdad étnica, y gente contrarrevolucionaria y nacionalista”.

Recurro una vez más a Aldous Huxley en busca de algo de consuelo: “los hechos no dejan de existir por ser ignorados”, escribió el escritor inglés. Sin embargo, también fue Huxley quien nos recordó que “grande es la verdad, pero aún más grande, desde un punto de vista práctico, es el silencio sobre la verdad. Con el sencillo expediente de dejar de mencionar ciertos temas, los propagandistas totalitarios han conformado la opinión de la gente de un modo harto más eficaz que si hubieran recurrido a las más elocuentes fórmulas”.

Sin ir más lejos, el pasado martes, el Ministro de Exteriores ruso, Sergei Lavrov, intentó desde Ginebra comunicar a los periodistas su honda preocupación ante la forma en que Estados Unidos estaba gestionando el problema de Kosovo. “Estamos asistiendo –decía Lavrov— a la subversión de todos los fundamentos y principios de la legalidad internacional, que han sido ganados y establecidos como cimientos para la existencia de Europa con gran esfuerzo y a costa de dolor, sacrificio y sangre. […] Nadie está ofreciendo un plan de acción claro y coordinado en caso de que se produzcan reacciones en cadena [en forma de otras declaraciones unilaterales de independencia]. […] [Estados Unidos y sus aliados de la OTAN ] están actuando calamitosamente en un asunto de suma importancia como el de la independencia de Kosovo. Esto es sencillamente inadmisible e irresponsable”, dijo el ministro ruso. “Sinceramente, no consigo entender los principios que guían a nuestros colegas americanos, como tampoco logro entender a los europeos que han optado por esa misma línea de acción”, añadió.

Pues bien; resulta que, en su artículo del International Herald Tribune, Roger Cohen despacha tales consideraciones con cuatro palabras: “el oso ruso gruñirá”. “Rusia gritará” –asegura. Por lo visto, el problema es que Rusia “ha apostado por el caballo equivocado”. Así pues, parece que en la cuestión de Kosovo ni hay asuntos importantes en juego, ni hay principios que deban ser defendidos o rebatidos. Se trata sólo de gruñidos y apuestas: “Milosevic tiró los dados del nacionalismo genocida, y perdió”, concluye Cohen. Así de fácil.

Y el caso es que todo esto no es sólo una afirmación falsa; es una metáfora grotesca carente de significado. Lo que ocurrió fue que Milosevic intentó contener un movimiento secesionista armado, secreta pero efectivamente apoyado por la vecina Albania, por Estados Unidos y por Alemania, un movimiento que, al asesinar tanto a serbios como a albaneses leales al Gobierno, deliberadamente desencadenó la represión por parte de este último. Lo mismo que los estadounidenses en circunstancias similares, Milosevic confió demasiado en la superioridad militar y desatendió el terreno de la negociación política. Con todo, resulta interesante subrayar que hasta el propio Tribunal Criminal Internacional de la Haya , auspiciado por la OTAN , tuvo que retirar los cargos de “genocidio” que se imputaban a Milosevic por su actuación en Kosovo. Y esto fue así por la sencilla razón de que nunca hubo un ápice de evidencia para tales cargos.

Ahora Milosevic ya no está vivo, y Rusia queda lejos. ¿Qué pasa con los serbios que viven todavía en esa región histórica de Serbia llamada Kosovo? Cohen liquida esta cuestión con pocas palabras: “algunos de los 120.000 serbios de Kosovo deberán ir haciendo las maletas”. Ya lo dijo Huxley: “el propósito del propagandista es hacer que un grupo de gente olvide que otro grupo de gente está formado por seres humanos”. Es en este punto en el que se pueden empezar a decir cosas como que de lo que se trata es de que parte de los serbios de Kosovo “hagan las maletas y se larguen”.

El “caso único”

Rusia ha advertido que la independencia de Kosovo sentará un precedente peligroso, pues puede animar a otras minorías étnicas a seguir el ejemplo de los albaneses y exigir la secesión y la creación de un estado independiente. En cambio, Estados Unidos ha despachado tales temores aduciendo simplemente que el de Kosovo es un “caso único”. Aunque, bien mirado, ¡claro que Kosovo, como todos los casos, es un caso único! De hecho, es el único “caso único” reconocido por Estados Unidos, por lo menos –eso sí— hasta que el próximo “caso único” aparezca. Cuando los criterios legales se tiran por la borda, los “casos únicos” se suceden uno tras otro.

El carácter “único” reivindicado por Estados Unidos es una construcción de la propaganda. El caso de Kosovo echa sus raíces en la supuesta represión “única” de Milosevic contra el movimiento secesionista armado. Pues bien; tal represión en ningún caso fue “única”: el de la represión ha sido un procedimiento corriente y moliente, al que se ha recorrido a lo largo y ancho de la historia y del mundo en circunstancias similares. Se trata de un método deplorable –eso no ofrece duda—, pero en ningún caso “único”. De hecho, fue menos importante en términos de intensidad que otras operaciones anti-insurgencia mucho más sangrientas y duraderas, como las de Colombia, Sri Lanka y Chechenia, por no mencionar Irlanda del Norte, Tailandia y Filipinas. Y, a la inversa de lo que ocurre con las operaciones de contra-insurgencia que se llevan a cabo en Irak y Afganistán, operaciones que se saldan con la muerte de un número de civiles incomparablemente superior, la de Kosovo fue llevada a cabo por el gobierno legal, democráticamente elegido, no por un poder instaurado por fuerzas foráneas.

El carácter “único” que presenta la propaganda, pues, constituye una abstracción completamente alejada de la realidad. Huelga decir que, como cualquier lugar del planeta, Kosovo es ciertamente “único”. Pero lo es en un sentido y bajo un conjunto de circunstancias que nada tienen que ver con las razones aducidas por Estados Unidos para convertir el país en un puesto miliar del Imperio. En cualquier caso, para saber en qué sentido Kosovo puede ser un “caso único”, uno tiene que interesarse por Kosovo. Yo lo he hecho. Visité Kosovo antes de la guerra que inició la OTAN en 1999, cuando recorrí la región, por mi cuenta y con el mero objetivo de ir observando, en un Skoda familiar. Corría el mes de agosto de 1997. Conducir en Kosovo era entonces algo peligroso, en parte por el gran número de perros muertos abandonados en el camino, y en parte también por el hábito de los conductores locales de adelantar a los vehículos lentos en las curvas de las carreteras de montaña. Un día, en el norte de Kosovo, justo a las afueras de la ciudad de Zubin Potok, ocurrió lo inevitable: una colisión entre vehículos dejó tras de sí un alto número de víctimas y ocasionó el corte de la carretera, de sólo dos carriles, durante las largas horas que necesitaron los servicios médicos y la policía para restituir la normalidad en aquel tramo.

Privada de la posibilidad de proseguir hasta Pristina, decidí volver a Zubin Potok para matar el tiempo sentada en la sombra de la terraza de algún restaurante que pudiera encontrar. Y así lo hice. Al cabo de un rato, me encontraba sentada en un establecimiento del que era la única cliente. El solitario camarero, un joven alto y buen mozo llamado Milomir, aceptó amablemente mi invitación de sentarse en mi mesa y charlar mientras bebía vasos y más vasos de un delicioso zumo de fresa.

Milomir se alegró mucho de poder hablar con alguien a quien la ciudad francesa de Metz, que él había visitado como estudiante y recordaba con cariño, le resultara familiar. Le encantaba leer y viajar, pero en 1991 se casó y ahora tenía que trabajar para mantener a sus dos hijas. Milomir me contaba que, aun habiendo estudiado en la universidad, sus perspectivas laborales eran escasas y modestas, lo que lo obligaba a permanecer en Zubin Potok. Y Europa era coto vedado: aun si pudiera conseguir un visado, lo que resultaba prácticamente imposible siendo serbio, se encontraba con la barrera lingüística que supone no hablar otro idioma que el serbo-croata. Había estudiado algo de ruso como lengua extranjera –le encantaba la literatura— y albanés, pero con eso no bastaba. Decía que el albanés lo había aprendido para poder comunicarse con la población albanesa de Kosovo, que era mayoritaria. Pero tal comunicación era difícil. Milomir decía estar a favor de una sociedad bilingüe, y aseguraba que todo el mundo en Kosovo debería aprender serbio y albanés, lo que desagraciadamente no era el caso. En efecto, las generaciones más jóvenes de albaneses rechazaban estudiar serbio y, en su lugar, aprendían inglés.

La ciudad de Zubin Potok se encuentra cerca de una presa sobre el río Ibar construida a finales de los años setenta para generar energía hidráulica. El trayecto de Novi Pazar a Zubin Potok lo había recorrido a través de una carretera que bordea un lago artificial de 35 quilómetros de largo originado por la presa. Iba buscando en vano un lugar agradable para parar a descansar, y advertí que había restos de antiguas villas construidas en la ribera del Ibar antes de que la presa fuera levantada. Pregunté a Milomir sobre estas villas y me dijo que sí, que el lago artificial había anegado un conjunto de pueblos antiguos de población étnicamente mixta pero sobre todo serbia. Las autoridades comunistas albanas de Pristina habían decidido reubicar esta población –unas 10.000 personas— fuera de Kosovo, alrededor de la ciudad de Kraljevo. Este constituía un ejemplo menor de las medidas administrativas tomadas años atrás, antes de que Milosevic ocupara el poder, cuando los albaneses gobernaban la provincia a través de la Liga Comunista local.

Milomir no se estaba lamentando: simplemente contestaba mis preguntas. Me explicaba que iba muy de tarde en tarde –siempre en autobús, porque no tenía coche— a la ciudad más cercana, Mitrovica, pues tenía miedo de ser apaleado por grupos de albaneses. Por lo visto, realidades como ésta eran de lo más común en una época durante la que los medios occidentales nos contaban que los albaneses de Kosovo estaban siendo aterrorizados por la represión serbia.

Mientras charlábamos, llegó un amigo de Milomir y la conversación adquirió tintes más claramente políticos. Se acercaban elecciones presidenciales, y los dos jóvenes querían saber qué candidato era en mi opinión el mejor para Serbia a los ojos del mundo. Milomir se inclinaba por Vuk Draskovic, y su amigo por Vojislav Kostunica. A ninguno de los dos les pasó ni por un instante por la cabeza votar a Milosevic o a Seselj, el líder nacionalista del Partido Radical.

Zubin Potok hoy

No tengo ni idea de lo que ha sucedido con Milomir, su mujer, sus dos hijas y su amigo. Zubin Potok es el municipio más occidental del norte de Kosovo –una región marcadamente serbia—. Leo a través de Internet que la población de Zubin Potok (incluidas las localidades de los alrededores) prácticamente se ha duplicado desde que yo pasé por la zona. Ahora viven allí unos 14.900 habitantes, entre los que se incluyen los cerca de 3.000 serbios expulsados por la mayoría albana de otras aéreas de Kosovo, 220 refugiados serbios de Croacia y 800 albaneses. El gobierno local se encuentra en manos del Partido Democrático serbio de Vojislav Kostunica, pero también forman parte de él dos representantes albaneses.

Hasta la fecha, escuelas, hospitales y otros servicios públicos, al igual que el grueso de la actividad económica local, han funcionado principalmente gracias a los subsidios procedentes de Belgrado. Conviene advertir, pues, que la declaración de independencia de Kosovo puede desatar una verdadera crisis al cerrar el grifo del que manaban tales subsidios, unos subsidios vitales para la salud social y económica de la sociedad kosovar y que un Kosovo “independiente” no puede suministrar. Sorprende, pues, que se den fenómenos como la proliferación de bandas musicales de nacionalistas albaneses que están declarando que Zubin Potok “es albano” y que debe ser “liberado de los serbios” (1).

La Unión Europea , por su parte, está empezando a tomar medidas para garantizar ley y orden en la zona. Pero el “orden” que dice estar garantizando es el definido por los nacionalistas albaneses. ¿Y qué puede significar eso para gente como Milomir y su pequeña familia? La respuesta que Roger Cohen da a esta pregunta es bien fácil: “¡que hagan las maletas y se larguen!”

A todo eso, Serbia se ha convertido ya en el país europeo que acoge a un mayor número de refugiados, por lo general víctimas de la “limpieza étnica” practicada en Croacia y en Kosovo. Y los serbios no pueden obtener visados o gozar de la condición de refugiados en Europa occidental, pues han sido etiquetados como los “tipos malos”. Sólo sus enemigos gozan del derecho a ser “víctimas”.

Antes y Después

Antes de la guerra de la OTAN y de la ocupación, Kosovo era, pese a todo, una sociedad multiétnica. La acusación de estar practicando el apartheid de la que eran objeto los dirigentes serbios era, sencillamente, propaganda albana. Los líderes nacionalistas albaneses escogieron usar ese término de robustas connotaciones para describir su propio boicot a los serbios y a las instituciones serbias. Cualquier acción policial contra un albanés, fuera por la razón que fuera, desde la participación en grupos rebeldes armados hasta la comisión de un crimen común, era descrita por la Red Albana para los Derechos Humanos, que estaba financiada por el gobierno de Estados Unidos, como una “violación de los derechos humanos”.

En este contexto, no deja de resultar sorprendente que los gobiernos serbio y yugoslavo permitieran la constitución de un “gobierno de Kosovo” separatista y rayano en la ilegalidad, el gobierno liderado por Ibrahim Rugosa, y que se estableciera en el centro de Pristina, lo que le permitía ir recibiendo regularmente a periodistas extranjeros, refocilados con historias truculentas que mostraban el grado de opresión de los albaneses bajo la bota de los temibles serbios. Pero conviene no olvidar que las leyes eran las mismas para todos los ciudadanos, y que había un buen número de albaneses en el gobierno local, de modo que, si hubo casos de brutalidad policial –¿en qué país no se dan casos de brutalidad policial?-, los albaneses no se hallaban más desprotegidos que sus vecinos serbios.

Es más: de hecho fueron los serbios quienes desarrollaron cierto temor hacia los albaneses. En efecto, conviene aclarar que sólo fuera de Kosovo podía creerse con un mínimo de seriedad que eran los albaneses los que se hallaban bajo la amenaza de “limpieza étnica” e incluso de “genocidio”. Pues lo cierto es que quienes tenían miedo, quienes hablaban de mandar a sus hijos al extranjero –si tenían medios para hacerlo— o de permanecer en el país “pese a todo” ¡eran los serbios!.

Más adelante, en marzo de 1999, cuando la OTAN empezó a bombardear Kosovo, cientos de miles de albaneses huyeron temporalmente del teatro de la guerra, lo que fue presentado, precisamente, como la justificación del bombardeó que causó tal huída. De lo que en ningún momento se preocupó la prensa fue de relatar la huída a la que se vio empujada también, y por la misma razón, la población serbia.

Una vez, en 1987, observé en Kosovo –en Pristina y en Pec, concretamente— una forma peculiar de comportamiento de grupo que me recordó ciertas pautas de conducta que había visto en los patios de escuela del Maryland de mi niñez. En aquellos patios, se formaba a menudo una panda de chavales que, usando símbolos diversos, determinado lenguaje corporal y un mínimo de palabras, dejaban entender a un determinado grupo de “foráneos” que quedaban excluidos, que eran despreciados por ellos, los dueños del patio. Pues bien; en algunas ocasiones he visto a los albaneses actuar de esta manera con los serbios, especialmente con las mujeres mayores. Y esta variedad de “mobbing”, que no era violenta en 1987, pasó a serlo después de que la OTAN ocupara el territorio de Kosovo. De hecho, fue alentada por el sello oficial de aprobación que supuso el hecho de que la OTAN diera cobertura militar al odio albanés hacia los serbios. Este fue uno de les efectos de las bombas que cayeron en la primavera de 1999.

Por supuesto que habrá habido serbios que odiaran a los albaneses. Pero mi experiencia en la zona, por limitada y ocasional que fuera, me enseña algo sorprendente, a saber: la ausencia de odio hacia los albaneses por parte de los serbios con los que me encontré. Miedo sí; no odio. Y anécdotas como la siguiente le sumen a uno en una gran perplejidad. Una vez, la hermana Fortina, del Monasterio de Gracanica, hacía un análisis muy cristiano: “Nosotros ayudamos a los albaneses a cuidar de sus muchos hijos” –decía-, “y aun así, se volvieron contra nosotros. Debe ser la forma que tiene Dios de castigarnos por habernos alejado del cristianismo durante la época comunista” –concluyó—. La hermana Fortina culpaba más a sus compatriotas serbios que a los albaneses.

Pero el castigo divino no se ha cebado sólo en los cristianos. En el extremo sur de Kosovo vive el antiguo pueblo de los llamados “gorani” –“gente de la montaña”—. Los gorani, como la mayoría de los albaneses, se convirtieron al Islam durante el período de la ocupación otomana. Sin embargo, mantuvieron el serbio como lengua propia, lo que resulta inaceptable para los albaneses. Pues bien; pese a que los cálculos varían ligeramente según los estudios, no se pone ya en duda que al menos dos tercios de los gorani se han ido desde que Kosovo fue “liberado” por la OTAN. No es de extrañar que las cosas sean así, vista la dureza y variedad de las formas de intimidación de que han sido objeto los gorani. Por un lado, los albaneses se han trasladado a las casas temporalmente desocupadas de los gorani que se fueron a Austria y Alemania a ganar algo de dinero para su retiro. Por el otro, las autoridades albanesas, auspiciadas por la OTAN , han encontrado formas de privar a los niños gorani de escolarización en serbio. Por si fuera poco, en la ciudad gorani más importante, Dragash, la muchedumbre albanesa atacó el centro médico y forzó a los trabajadores a huir. Asimismo, el pasado 5 de enero, una fuerte explosión destrozó el banco que, en Dragash, era la última entidad bancaria serbia todavía operativa en el sur de Kosovo y que cumplía la importante función de transferir las pensiones que permiten a los gorani sobrevivir día a día. Huelga decir que dicho acto criminal quedó impune.

David Binder, quien fuera reportero del New York Times en Yugoslavia antes de quedar apartado de su trabajo por saber demasiado, informó el pasado noviembre acerca de la existencia de un exhaustivo trabajo de investigación encargado por las Fuerzas Armadas alemanas sobre la situación en Kosovo (2). La existencia de este informe constituye la prueba de que los gobiernos occidentales, aun proclamando a los cuatro vientos que Kosovo está “preparado para la independencia”, saben perfectamente que lo contrario es lo cierto. Entre otras cosas, Binder revela que los autores del estudio, Mathias Jopp y Sammi Sandawi, pasaron seis meses entrevistando a 70 expertos y estudiando material bibliográfico actual sobre Kosovo. Según su análisis, la inestabilidad política y la guerra de guerrillas de los años noventa condujeron a alteraciones básicas que denominan “giro en las estructuras sociales kosovo-albanesas”. El resultado de tal “giro” es la consolidación de “una sociedad en guerra civil en la que las personas inclinadas a la violencia, escasamente educadas y fácilmente influenciables, pueden ascender socialmente bajo el manto de una estructura militar rápidamente construida”. La kosovar “es una sociedad mafiosa”, basada en la “captura del Estado” por parte de elementos criminales, aseguran los autores.

Siempre según el citado estudio, el crimen organizado de Kosovo “lo constituye un conglomerado de organizaciones multimillonarias con experiencia en la guerrilla y en el espionaje”. En efecto, los autores del estudio citan un informe del servicio de inteligencia alemán sobre los “contactos cercanos entre líderes políticos con alto poder de decisión y la clase criminal dominante”, a la vez que señalan a Ramush Haradinaj, Hashim Thaci y Xhavit Haliti como líderes políticos involucrados en asuntos oscuros y que se encuentran “protegidos, internamente, por la inmunidad parlamentaria, y en el extranjero, por la ley internacional”. Sin ir más lejos, Jopp y Sandawi recuerdan que el responsable de la Misión de Naciones Unidas en Kosovo entre 2004 y 2006, S ø ren Jessen-Petersen, se refirió a Haradinaj como “un amigo personal y cercano”. Asimismo, el estudio critica duramente a los Estados Unidos por “ser cómplices de la huída de los criminales” de Kosovo y por “evitar que los investigadores europeos hagan su trabajo”. En la misma dirección, el informe pone de manifiesto la existencia de “centros secretos de detención de la CIA ” en el Campo Bondsteel y reprende al Pentágono por aprobar el entrenamiento militar de la policía kosovar –albanesa— por parte de Dyncorp (3). Finalmente, en una acotación al margen, el informe reproduce las palabras de un oficial no identificado que se refiere a Steve Schook, actual comandante en jefe de la Misión de Naciones Unidas en Kosovo, como un hombre, “cuya principal tarea consiste en emborracharse una vez a la semana con Ramush Haradinaj”.

Quién se va y quién se queda

Schook ha sido relegado de su puesto por la Misión de Naciones Unidas en Kosovo. Pero la Misión de Naciones Unidas en Kosovo ha ido cediendo espacio y capacidad de maniobra a la Misión de la Unión Europea , que utiliza dicho espacio de un modo harto arbitrario. Y la “misión” de la Unión Europea es una especie de gobierno colonial que, junto con la OTAN , se propone gobernar el ingobernable territorio albanés a su antojo. Sin embargo, movimientos armados de patriotas albaneses están planeando ya su próxima “guerra de liberación”, esta vez contra los intereses europeos y estadounidenses en la zona.

Así las cosas, ¿resultará acaso que tras los serbios, los gitanos y los gorani, tendrán que ser los europeos quienes “hagan las maletas y se larguen”? Lo cierto es que sólo los estadounidenses parecen tener clara la necesidad de permanecer en la zona. Afincados en su gigantesco “Campo Bondsteel”, controlan las rutas estratégicas entre Serbia y Grecia, a la vez que ofrecen a la masa de parados kosovares albaneses la oportunidad de acceder a los empleos mejor pagados posibles, especialmente en forma de trabajos peligrosos y de baja categoría que aquéllos desempeñan en el seno de las fuerzas estadounidenses desplegadas en Irak y Afganistán.

Esta es la realidad de esta obscena apropiación de territorio kosovar por parte de los grandes poderes estratégicos europeos y mundiales. Se trata de una realidad cuyo conocimiento está disponible, bien al alcance de todos. Yo misma he escrito sobre ello; Binder ha escrito sobre ello; Szamuely ha escrito sobre ello; muchos alemanes han escrito sobre ello; los rusos, los griegos, los rumanos, los eslovacos y muchos otros pueblos tienen información sobre ello. Pero en el “Mundo Feliz” global es una realidad que no existe. La gente no sabe que existe. Así que termino cediendo la palabra de nuevo a Aldous Huxley: “Casi toda la ignorancia es ignorancia superable. No sabemos porque no queremos saber”.

NOTAS:

(1) El rap albano de tales grupos, que utilizan la Estatua de la Libertad como estandarte, puede encontrarse en YouTube.

(2) Una presentación de los pormenores del caso Binder puede encontrase en http://www.balkananalysis.com.

(3) Para un análisis del papel de las compañías privadas estadounidenses especializadas en la venta de material bélico y en el adiestramiento militar –entre ellas, Dyncorp-, véase Jeremy Scahill, “ Lo$ negocio$ de Blackwater” (publicado en SinPermiso el 23 de diciembre de 2007) [N. de los T.].

http://www.rebelion.org/noticia.php?id=63700

27 de febrero de 2008

EL FRACASO DE KOSOVO, por E. de Vilar

18-02-2008

Eduard de Vilar i Permanyer


Recuerdo como si fuera ayer el inicio de los bombardeos en Serbia y Kosovo. Coincidió en el momento que desde la Plataforma por Kosovo en Cataluña estábamos organizando una gira informativa con dos representantes de una de las organizaciones que había sido capaz de construir un sistema educativo paralelo para los albanokosovares bajo el régimen de apartheid de Milosevic. Recuerdo que cuando nos enteramos de los bombardeos, interrumpimos la reunión de trabajo que teníamos con Agim (uno de ellos) y representantes de varios sindicatos. Después del nerviosismo y de asumir las noticias nos volvimos locos intentando buscar una vía entre aeropuertos bloqueados para que ellos pudieran regresar con sus familias a Kosovo. Ellos estaban muy preocupados pero agradecieron finalmente ese ataque que pensaron erróneamente que era motivado para proteger a la población albanokosovar. Después de cenar y ya mas calmados esa noche dejamos a Agim solo porque nos pidió poder andar solo por la ciudad por la noche, algo que en Kosovo desde hacia algunos años no era posible hacerlo con garantías de seguridad.

Recuerdo que como no podía dormir me senté enfrente del ordenador a trabajar, me prepare un termo de café y dos paquetes de cigarrillos y en esa sola noche escribí todo un proyecto de mediación en Bosnia que fue todo un éxito (algo bueno tienen que tener los momentos de crisis). Tenía la radio encendida y mi mente también, y de fondo escuchaba a un grupo de tertulianos liderados por un José Maria Mendiluce (todo un símbolo para mi en la denuncia del genocidio Bosnio) defendiendo sin lucidez alguna esa intervención de la OTAN que ya el mismo día siguiente haría agravar el conflicto, activando la limpieza étnica en masa por parte de las fuerzas de Milosevic y llevando a toda la población de Kosovo al estatus actual.

Los días siguientes fueron muy duros, la OTAN atacaba y las fuerzas serbias hacían sus desmanes en Kosovo. Todas las posibilidades diplomáticas de resolver el conflicto de Kosovo fueron eliminadas de cuajo, las olas de refugiados se producían hasta alcanzar los 400.000, perdimos comunicación con contrapartes nuestras en Kosovo y empezaron a llegar cifras del numero de muertos y desaparecidos. La OTAN además había convencido al mundo de que su existencia era necesaria y de que su intervención era legítima y la única salida al conflicto...

Fue en esos días también que nació paralelamente a la Plataforma por Kosovo la Plataforma Aturem la Guerra a Kosovo (exactamente el embrión de lo que después de activarse para otros conflictos se convirtió luego en Aturem la Guerra a Irak). Curiosamente la creamos exactamente por los mismos motivos que en el caso de los bombardeos de Irak: la manipulación en las intenciones del ataque de la OTAN, su dudosa efectividad para resolver el conflicto (es más, la certeza que la intervención podía incluso agravarlo) y por supuesto su ilegalidad ya demostradísima en ambos casos. Los lemas de Aturem la Guerra eran: NO A LOS ATAQUES DE LA OTAN, NO A MILOSEVIC e INDEPENDENCIA PARA KOSOVO. A pesar de que en dos movilizaciones concentramos a más de 10.000 personas tuvimos que enfrentarnos al hueco mediático y al enfrentamiento con dos sectores que nos acusaban sin tregua.

El primero era el sector alineado con el “si” a los bombardeos, mayoritariamente algunas ONG’s humanitarias e intelectuales afines a la posición del gobierno Español, que cometieron el humilde pecado de creerse los argumentos de la OTAN y no analizar las motivaciones reales de esta y sus efectos sobre el conflicto. Estos (incluso el propio José Maria Mendiluce), nos acusaban sabiendo que no era cierto, de ser pro-Milosevic y anti albaneses. Siempre me he preguntado donde están ahora todos ellos cuando se habla de la situación en Kosovo, de su estatus y de su desastre social, y que opción tomaron cuando empezó la segunda guerra de Iraq.

Los segundos eran algunos sectores de la izquierda que tenían una idea equivocada de Milosevic y se pensaban que en verdad Milosevic era socialista y que los ataques eran tan solo un complot imperialista contra el socialismo. Nos llamaban herramientas del imperialismo por defender los derechos de los albanokosovares (sic!). Recuerdo todos los esfuerzos que hicimos y sobretodo el esfuerzo desinteresado de Carlos Taibo y varios miembros de Izquierda Unida para reunir a esos sectores de algunos partidos políticos y convencerles con éxito de la condición de genocida y de oportunista de Milosevic.

Finalmente entraron las tropas de la OTAN, en un paisaje desolado por casas quemadas por las tropas serbias que se retiraban y las fosas comunes de esos albanokosovares que la OTAN no defendió. Volvieron los refugiados albanokosovares y parte de ellos empujados por el odio que les supuso la ultima ofensiva serbia, quemaron las casas de sus vecinos serbios y mataron a tantos otros. Y otra vez filas interminables de otros refugiados se sucedían: esta vez serbios y otras minorías no aceptadas por los albanokosovares. La OTAN, como en el caso de los albanokosovares, tampoco hizo nada para defenderlos en esa caza de brujas.

Luego entraron las tropas y vinieron los funcionarios de los organismos internacionales y los cooperantes de maletín con la intención de desmontar lo existente y crear un gobierno-protectorado nuevo. Lo crearon bajo el nombre de UNMIK (Misión de las Naciones Unidas en Kosovo) y de acuerdo con una resolución de Naciones Unidas que ahora parece que va a ser simplemente ignorada. Prescindieron casi totalmente de las organizaciones ya existentes y montaron su propia estructura, que yo sí me atrevo a decirlo: fue ineficaz, contraproducente y manchada de multitud de casos de corrupción y negligencia. Recuerdo también la decepción de muchos albanokosovares en ese proceso, incluso la de mi amigo Agim. Sus miles y miles de funcionarios y sus millones y millones de euros no fueron capaces ni de reprimir a los radicales (fueran del bando que fueran), ni de reconstruir social ni económicamente el país.

Viví ese proceso también como cooperante de chancleta (para nombrarme de algún modo que me diferencie de los de maletín de las grandes ONG’s que estaban en el engranaje ineficaz de la UNMIK), como responsable de un programa social de retorno en toda la ExYugoslavia financiado por el gobierno español. En el programa tuve que destinar una cantidad ingesta de energías para convencer a mi equipo de que en el caso de Kosovo el retorno de minorías era una utopía y que para que fuera posible era necesaria la voluntad de los administradores de la UNMIK en neutralizar los radicales y resolver la seguridad de los retornados. Mientras, muchas ONG’s reconstruían casas vacías en sitios bien visibles que nunca serían ocupadas por sus antiguos moradores.

Pero sobretodo, si hablamos del posible reconocimiento de la independencia de Kosovo (si ésta según el derecho internacional fuera legal, que no lo es por desgracia de muchos y suerte para otros), esa parte de la comunidad internacional que esta dispuesto a apoyarla ha fracasado en algo principal y requisito indispensable para que esta se produzca: la normalidad social y democrática.

Alguno se preguntará ¿pero es que no hay elecciones? ¿No quiere decir eso que hay democracia? Pues no, no la hay. No la puede haber en un territorio con una gestión caótica en la que un serbokosovar vive en un ghetto rodeado por tanquetas de la OTAN. No la puede haber cuando dirigentes moderados albanokosovares deben ir protegidos por miedo a ser asesinados por los radicales. No en un territorio en la que un albanokosovar o un bosniaco tiene que hablar el serbocroata en voz baja por miedo a ser reprimido, agredido o incluso acuchillado. No es posible en un Kosovo que no es seguro para un serbio, pero que tampoco creo que lo sea para muchos albanokosovares.

Os sorprenderéis al ver que muchos de los que defendimos la independencia de Kosovo en un momento concreto, ahora nuestra posición es contraria a ella... No, no es una contradicción, puesto que los contextos políticos son distintos y me atrevo a decir que los mismos motivos que nos llevaron a defender la independencia son los mismos que nos llevan a criticarla.

Me explicaré: antes de los bombardeos los albanokosovares fueron vetados de muchos de sus derechos, el apartheid no pudo con una sociedad que se organizó en todos los sentidos y que, excepto algunas acciones armadas de un UÇK mas bien minoritario y ineficaz, combatió durante la mayoría del tiempo de un modo pacifico.

En las ultimas negociaciones de Rambouillet, los representantes albanokosovares tenían un proyecto concreto e integrador de tanto la minoría serbia como del resto e incluso llegaron a vincular un Kosovo independiente en una nueva federación de republicas conjunta con Serbia y con Montenegro, con lo cual los albaneses hubiesen tenido su republica al mismo nivel de derechos que el resto y los serbios de Kosovo hubiesen estado en el mismo contexto supraestatal que los serbios de Serbia. Obviamente al rechazar de pleno Milosevic cualquier concesión y dado la opresión de que eran victimas los albanokosovares, la existencia de Kosovo y los derechos de los albanokosovares pasaba por desvincularse totalmente del estado Serbio, es decir independizándose (aunque esta en ese momento fuera tácitamente imposible e igual de ilegal que lo es ahora)

El contexto actual es distinto, Milosevic ya no gobierna (porque el pueblo serbio, y no la OTAN, lo derrocó) y el actual gobierno de Serbia está abierto a conceder la autonomía que gozaba previamente la provincia y si se lo apura incluso a tener una autonomía mucho mas amplia que la anterior. Ahora conceder la independencia a los albanokosovares significa construir un estado étnicamente puro en el que de facto se van a excluir a Serbios y otras minorías puesto que no hay garantías de que estos puedan vivir libremente en un Kosovo independiente. Por el contrario el proyecto de integración actual de los líderes albanokosovares difiere de Rambouillet en muchos aspectos, pues no existen ni intenciones ni recursos materiales y/o económicos que lo hagan creíble. También el reconocimiento a la independencia implica legitimar el derecho de los serbios de Bosnia a declarar la independencia de su Republika Srpska en Bosnia y Herzegovina, destruyendo automáticamente los esfuerzos de todos estos años de reconstrucción material, económica y social en esta republica soberana.

El apoyo a la independencia entonces es solo el símbolo de que la comunidad internacional desiste de resolver nada y se niega a rectificar todos los errores que ha cometido en su gestión del conflicto, en el de la resolución posterior a este y en el de la reconstrucción. La comunidad internacional no solo no ha hecho bien los deberes sino que prueba a irse dejando las cosas peor de lo que ya estaban. La aceptación de la independencia seguramente va a generar la partición del territorio y otro nuevo y muy peligroso conflicto con Serbia y probablemente en Bosnia.

Aunque yo sé que les pesa a muchos albanokosovares (incluso a mi amigo Agim), creo que la UE no se puede permitir apoyar esa independencia, que tiene muchas posibilidades de volver a manchar de sangre las vidas de miles y miles de personas en unos Balcanes donde su población no puede soportar ya mas desastres.

En este contexto y enfrente de una independencia que en breve parece que va a ser apoyada por muchos países de la UE y de fuera de la Unión, es positiva la posición que en este caso, el gobierno español y el ministro Moratinos han tomado, aunque parezca ser mas motivada por cierta demagogia sobre el futuro de Euskadi en época pre-electoral que a un llamamiento a la prudencia y a no respaldar la bomba de relojería que supone la independencia de Kosovo

Veremos quien gana el pulso en el precipicio, la ignorancia o la lucidez.

Espero que pase lo que pase, venza la última.

Eduard de Vilar i Permanyer fue cooperante en Balcanes

http://www.rebelion.org/noticia.php?id=63393

EL DISPARATE DE UN KOSOVO "INDEPENDIENTE"

Una saga de injusticia e hipocresía

George Szamuely

Traducido del inglés por Sinfo Fernández

Con su indefectible pasión por lo inconsecuente y sus enredos para hacer lo que no deben en el momento menos oportuno, los dirigentes de la OTAN parecen determinados a forjar la provincia de Kosovo fuera de Serbia y a concederle la “independencia” (*). Que carezcan de poder físico, legal y moral para otorgar ese carácter de estado independiente a parte de un estado que ni es miembro de la UE ni de la OTAN parece sólo servir para envalentonarles y utilizar esta cuestión para demostrar la determinación de Occidente. Al igual que en la década de 1990, y tan forma tan equivocada como entonces, un Occidente que se cree moralmente superior aprovecha la oportunidad de los Balcanes para hacer alarde ante el mundo de su poco conocida facha de campeón de la democracia, de la autodeterminación nacional y de protector de musulmanes.

Al igual que hizo antes de la invasión de Iraq, EEUU ha lanzado ya la advertencia de que hará lo que le de la gana –es decir, reconocer a un Kosovo independiente- con permiso o sin permiso de Naciones Unidas. Al contrario que en Iraq, esta vez los europeos intentan tomar parte activa en el juego de la búsqueda de los huevos de Pascua y están tan determinados a ignorar a las Naciones Unidas como los estadounidenses. Confían en que el nuevo estado de Kosovo se convertirá en un satélite fiable de la UE/OTAN, de los países europeos con más peso y, especialmente, de los siempre condescendientes británicos, que prometen reconocer la declaración unilateral de independencia de Kosovo el mismo día que se produzca.

La posición de Bruselas y Washington defiende que el statu quo en Kosovo es insostenible y que hay que resolver su estatus de una vez por todas. El estatus final significa “independencia” y sólo “independencia”. A los serbios se les ha dicho que se olviden de Kosovo y toda la charla sobre el patrimonio histórico se centra en cambio en “Europa” (el gran nombre que la Unión Europa se ha arrogado a sí misma). Curiosamente, a los albaneses de Kosovo no se les dicho que se olviden de sus aspiraciones nacionales y se centren en Europa. Incluso su proclama de estatalidad es especialmente dudosa porque ya existe en Europa un estado albanés. No parece haber razón alguna para tener dos estados albaneses.

La Resolución 1244 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, que prevé sólo el autogobierno para Kosovo, reconoce la “soberanía e integridad territorial de la República Federal de Yugoslavia”. No se puede cambiar el estatus de Kosovo sin una nueva Resolución.

Seguramente, el statu quo es insostenible. Pero este statu quo es enteramente obra de la OTAN. Ansiosa por demostrar su importancia aunque la Guerra Fría ha tiempo ya que terminó, la OTAN se dedicó a pulverizar Yugoslavia con bombas de racimo, uranio empobrecido y misiles de crucero durante once semanas, en nombre de su recién proclamada misión de intervención humanitaria. Como los idólatras medios de comunicación contaron en años posteriores, y volvieron a contar una y otra vez, los EEUU y sus supinos aliados europeos eran, al parecer, unos caballeros de brillante armadura que mataban y destruían desinteresadamente para rescatar a los oprimidos albaneses de Kosovo de los serbios sedientos de sangre. Las fuerzas de la OTAN marcharon hacia Kosovo, se mantuvieron impasibles mientras más de 250.000 serbios huían o eran expulsados de la provincia y entonces, en marzo de 2004, acurrucados en la seguridad de sus barracas, vieron como los albaneses de Kosovo emprendían una furiosa y sangrienta campaña contra los serbios.

Mientras tanto, utilizando las técnicas de ingeniería de la filial de Halliburton, Brown & Root Services Corp., los EEUU construyeron una base militar gigante, Campo Bondsteel, que ocupa unos 955 acres o, lo que es lo mismo, 360.000 metros cuadrados. El campo incluye asimismo una prisión. Según Alvaro Gil Robles, el Comisionado para los Derechos Humanos del Consejo de Europa, que visitó la prisión en 2005:

Lo que fui a ver allí, la situación de los prisioneros, era tal que podría absolutamente reconocerse a partir de las fotografías de Guantánamo. Los prisioneros estaban encerrados en barracas pequeñas de madera, algunos en solitario, otros de dos en dos o de tres en tres. Cada barraca estaba rodeada de alambradas de espino, y los guardias patrullaban entre ellas. Alrededor de todas ellas había un muro alto con torres de vigilancia. Como había sido el ejército el que había directamente arrestado a todos aquellos seres, no tenían derecho alguno a acceder al sistema judicial. No tenían abogados. No contaban con la posibilidad de apelar. No había siquiera ordenes exactas acerca de cuánto tiempo tenían que estar allí prisioneros.”

Con todo el cinismo del mundo, aunque esto no supone sorpresa alguna, el establishment político estadounidense, especialmente el ala clintoniana (esa panda que tanto hizo para destruir Yugoslavia), se aprovechó del pogromo anti-serbio de marzo de 2004 como prueba de que los albaneses de Kosovo se merecían inmediatamente un estado independiente. El 28 de marzo de 2004, la columnista Georgie Anne Geyer citaba a Richard Holbrooke diciendo: “’El reconocimiento de un Kosovo independiente y eventual miembro de la Unión europea sería el mejor camino para llevar una paz permanente y estabilidad a los Balcanes.’ Los dirigentes de Belgrado ‘se hicieron finalmente a la idea de la nueva realidad y de que tenían que elegir entre Kosovo o la UE, pero si Serbia elige Kosovo por encima de la UE, acabará sin uno y sin otra.”

Holbrooke, secretario permanente de estado al acecho, negoció un notorio acuerdo con el Presidente Slobodan Milosevic en octubre de 1988. A cambio del acuerdo estadounidense para aplazar el bombardeo de Yugoslavia durante unos cuantos meses, Milosevic acordó retirar las fuerzas de seguridad serbias de Kosovo y permitió la llegada de una misión de la OSCE, la supuesta Misión de Verificación de Kosovo. El acuerdo no era vinculante para el Ejército de Liberación de Kosovo (KLA, en sus siglas en inglés), cuyos miembros se armaron y cometieron ataques terroristas con el propósito de provocar la venganza de las fuerzas serbias y conseguir así un pretexto para los bombardeos que la administración Clinton ansiaba lanzar. Milosevic, muy consciente de la trampa en la que había caído, hizo un esfuerzo especial para evitar provocaciones. La Misión de Verificación de Kosovo no se quedó impasible mientras tanto. Dirigida por William Walter, embajador de EEUU en El Salvador durante la década de 1980, la KVM operó en secreto con el KLA, llegando hasta el extremo de fingir el incidente de Racak que sirvió para desencadenar la furiosa embestida de la OTAN. Por tanto, no es sorprendente que Halbrooke, que jugó un papel tan fundamental en esa primera charada, esté jugando un papel igualmente clave en la actual charada de Kosovo.

Hay otro “defensor de pleitos pobres” en el establishment, en esta ocasión miembro del ala republicana, que tuvo también un peso fundamental en las primeras proclamas de independencia para Kosovo. Frank Carlucci, anterior secretario de defensa y asesor de seguridad nacional en la administración Reagan y antiguo presidente del Grupo Carlyle, empresa global de capital privado que acoge a antiguos funcionarios del gobierno, escribió en el New York Times del 22 de febrero de 2005:

La única solución que tiene sentido a largo plazo es la independencia total para Kosovo y la única pregunta que sigue abierta es cómo lograrla. El enfoque más adecuado para Washington y sus cinco socios en el denominado Grupo de Contacto –Reino Unido-Francia-Alemania-Italia y Rusia- es iniciar un proceso para un acuerdo final o Acuerdo de Kosovo. En primer lugar, las potencias tendrían que establecer un calendario de trabajo y algunas normas básicas. El objetivo sería la independencia para toda la provincia, y todo el resto de opciones –partición o unión con Albania o como parte de otros estados vecinos donde vive la etnia albana- quedarían, desde el principio, fuera de consideración. Teniendo en cuenta los sucesos de marzo del año pasado, se informaría a los albaneses de Kosovo de que se establecería el ritmo de su progreso hacia la independencia dependiendo de su trato con los serbios y otras minorías.

Así, el progreso hacia la independencia dependería de cómo los albaneses trataran a las minorías de Kosovo. Holbrooke no tenía tiempo para hacer comprobaciones. Se burló de la idea de que la independencia tuviera algo que ver en cualquier caso con el trato de los albanos hacia los serbios. “Establecer estándares anteriores al estatus”, comentó despreciativamente en el Washington Post del 20 de abril, no era sino una política dilatoria que “disfrazaba la inactividad burocrática en el interior del galimatías diplomático. Como consecuencia, no iba a haber discusiones serias sobre el futuro de Kosovo”.

Estándares antes del estatus o estatus antes de los estándares, realmente no importa demasiado. EEUU presionó al Secretario General de la ONU Kofi Annan para que lanzara un proceso fraudulento que produciría –así se creía- un Kosovo independiente. En junio de 2005, Annan nombró al embajador de Noruega ante la OTAN, Kai Aide, para que comprobara si Kosovo había hecho suficientes progresos en cuanto a los estándares aceptables en democracia y respeto a los derechos de las minorías para merecer una decisión sobre su estatus final. En octubre de 2005, Aide informó debidamente a Annan que sí, que Kosovo había hecho progresos espléndidos y que cualquier otro retraso en resolver su estatus final llevaría a la catástrofe. En la actualidad, el informe dice que los “serbios de Kosovo temen convertirse en un decorado para cualquier institución política del nivel central con poca capacidad para producir resultados tangibles. Los albaneses de Kosovo han hecho muy poco para disipar ese temor”. El informe concluía que “respecto a los cimientos para una sociedad multiétnica, la situación es sombría”. Sin embargo, no había un momento que perder. “Lo que importa”, dijo Annan, “es que empiecen pronto las conversaciones”.

En efecto, las conversaciones dieron comienzo. Annan nombró al anterior presidente finlandés Marti Ahtisaari como su enviado especial para dirigir las negociaciones sobre el estatuto final de Kosovo. ¡Conversaciones para premiar el terrorismo! Los albaneses de Kosovo habían provocado disturbios callejeros durante varios días en marzo de 2004, pero aquí estaban ahora, 18 meses después, a punto de recibir el regalo de la independencia. Ahtisaari estaba probablemente actuando como mediador de la misma forma que lo hizo Holbrooke. Uno de los puestos que mantiene es el de presidente emérito del International Crisis Group (ICG), una de esas organizaciones financiadas por George Soros provistas de ese respetable personal internacional que anteriormente ocupó una serie de cargos y que habían invariablemente defendido la expansión/intervención de la OTAN, y a quienes no estorbaban las inversiones exteriores de los EEUU y la UE. El ICG ha sido durante mucho tiempo un ferviente propagandista de un Kosovo independiente. En su junta se sientan esos veteranos graduados tras bombardear a los serbios como Wesley Clark, Zbigniew Brzezinski, Joschka Fischer, Morton Abramowitz y Samantha Power.

Inevitablemente, las negociaciones bajo patrocinio de Ahtisari no llegaron a parte alguna, como querían aparentar. Dado que los funcionarios clave de la OTAN y la UE habían ya declarado que la independencia de Kosovo era inevitable, los albaneses de Kosovo sabían que tan sólo tenían que sentarse muy tiesos, rechazar cualquier opción que no fuera la independencia y prepararse para recoger su recompensa en pocos meses.

En marzo de 2007, Ahtisaari informó al nuevo Secretario General de la ONU, Ban Ki-moon, que se había agotado “el potencial de las negociaciones para que producir cualquier resultado mutualmente aceptables sobre el estatuto de Kosovo. Ninguna negociación más, aunque adoptara el formato que fuera, resolvería ese impasse”. Por tanto, anunció:

He llegado a la conclusión de que la única opción viable para Kosovo es la independencia que, durante un período inicial, estaría supervisada por la comunidad internacional. Mi Propuesta Global para el Acuerdo de Estatuto de Kosovo, que expone estructuras internacionales de supervisión, proporciona los cimientos para un futuro Kosovo independiente que sea viable, sostenible y estable, y en el cual todos sus miembros y comunidades puedan vivir una existencia pacífica y digna.”

Washington, Londres, Bruselas y otras capitales abrazaron inmediatamente la propuesta de Ahtisaari y sus nobles, aunque totalmente vacuos, sentimientos. Desde el momento en que una masiva presencia militar de la OTAN no habría bastado para asegurar que las “comunidades de Kosovo y sus miembros” vivieran una incluso mínima “existencia digna y pacífica” (como hasta el enviado de Annan, Kai Aide, había admitido), la idea de que en un Kosovo independiente las minorías de la provincia florecerían era más que irrisoria. Los serbios de Kosovo –los pocos que quedan- viven detrás de alambradas de espino y necesitan escolta armada cada vez que dan un paso fuera de sus enclaves. Según un reciente informe de la Comisión Europea, “sólo el 1% de los jueces pertenecen a un grupo minoritario y menos del 0,5% pertenecen a la minoría serbia. Sólo seis de los 88 fiscales pertenecen a grupos minoritarios.” En general, el informe concluía: “Se han registrado muy pocos progresos en la promoción y aplicación de los derechos humanos”.

Nada de eso importa en realidad. Los EEUU, la UE y el mismo Ahtisaari son tan serios en cuanto a proteger a las minorías de Kosovo como en cuanto a crear allí un estado independiente. De hecho, lo último que uno podría llamar al estado que Ahtisaari imagina es “independiente”.

Seguramente, se le quitaría tierra a Serbia, y los serbios de Kosovo, turcos, rumanos y otras minorías serían expulsados, aunque los funcionarios de la UE y la OTAN sigan sin duda haciendo votos por su compromiso con un multicultural, multiétnico, y multi lo que sea, Kosovo. Seguramente, Bruselas conseguirá triunfar sobornando a unos cuantos serbios para que regresen a –o incluso hagan su hogar en- Kosovo. Se tratará entonces de vender esos “retornados” como prueba de que Kosovo está abrazando los “valores europeos”.

Sin embargo, no hay ningún plan que permita que los albaneses de Kosovo dirijan sus propios asuntos. Lo primero de todo, al igual que en Bosnia, el poder último estará en manos de un burócrata nombrado internacionalmente. Ese puesto de virrey colonial conocido como Representante Civil Internacional (ICR, en sus siglas en inglés) lo ocupará una de esas innumerables e intercambiables viejas glorias políticas que se mueven de una sinecura a otra. El ICR, por ejemplo, tendrá autoridad para “adoptar medidas correctivas para remediar, cuando sea necesario, cualquier acción que las autoridades de Kosovo emprendan y que el ICR estime que suponen una ruptura de ese Acuerdo”. Tales medidas correctivas incluirían la “anulación de leyes o decisiones adoptadas por las autoridades de Kosovo”, “sancionar o apartar del puesto a cualquier funcionario público, o adoptar otras medidas cuando sea necesario para asegurar un respeto total hacia ese Acuerdo y su puesta en práctica”, la última palabra en el nombramiento del “Director General del Servicio de Aduanas, del Director de la Administración de Impuestos, del Director del Tesoro y del Director Administrador de la Autoridad Bancaria Central de Kosovo.” Ahí tienen, pues, democracia a su medida.

Además, la UE tiene que establecer una Misión Política de Defensa y Seguridad Europea (ESDP, en sus siglas en inglés). Esta misión “ayudará a las autoridades de Kosovo para que progresen hacia la sostenibilidad y responsabilidad, y para desarrollar y fortalecer un sistema judicial, policial y de aduanas independiente, asegurando que estas instituciones estén libres de interferencias políticas y proporcionando apoyo, control y asesoramiento en el área del estado de derecho en general, aunque conservando ciertos poderes, en particular respecto a los servicios judiciales, policiales, de aduanas y prisiones”.

La misión del ESDP tendrá “autoridad para asegurar que los casos de crímenes de guerra, terrorismo, crimen organizado, corrupción, crímenes interétnicos, crímenes financieros/económicos y otros delitos graves sean adecuadamente investigados de acuerdo con la ley, incluyendo, cuando se considere conveniente, a investigadores internacionales junto a las autoridades de Kosovo, o bien llevando a cabo investigaciones independientes”. La misión tendrá autoridad para asegurar que los crímenes son “debidamente perseguidos allá donde se considere conveniente por fiscales internacionales, que actuarán conjuntamente con los fiscales de Kosovo o independientemente. La selección de casos para los fiscales internacionales se basará en criterios objetivos y garantías de procedimiento, según determine el Jefe de la Misión ESDP”. La misión tendrá “autoridad para revocar o anular las decisiones operativas adoptadas por las autoridades competentes de Kosovo y, cuando sea necesario, asegurar el mantenimiento y promoción del estado de derecho, orden público y seguridad”. La misión tendrá “autoridad para controlar, apoyar y aconsejar en todas aquellas áreas relativas al imperio de la ley. Las autoridades de Kosovo facilitarán esos esfuerzos y garantizarán el acceso completo e inmediato a cualquier lugar, persona, actividad, procedimiento, documento o cualquier otra cuestión o evento en Kosovo”.

La OTAN estableció también una Presencia Militar Internacional (IMP, en sus siglas en inglés), que tiene que “actuar bajo la autoridad y someterse a la dirección y control político del Consejo de la Alianza del Norte a través de la cadena de mando de la OTAN. La presencia militar de la OTAN en Kosovo no descarta una posible futura misión militar de seguimiento por otra organización internacional de seguridad, sometida a un mandato revisado”. Además, el IMP tiene “la responsabilidad total en el desarrollo y entrenamiento de la Fuerza de Seguridad de Kosovo, y la OTAN tendrá la responsabilidad global en el desarrollo y establecimiento de una organización dirigida por civiles del gobierno para ejercer el control civil sobre esta Fuerza, sin perjuicio de las responsabilidades del ICR”. La IMP será “responsable de: Asistir y asesorar en relación con el proceso de integración en las estructuras Euro-Atlánticas” y asesorar en “la participación de elementos de las fuerzas de seguridad en misiones con mandato internacional”.

Así pues, Kosovo no tendrá nada que decir en materia de impuestos, en política de seguridad y exterior, en temas de aduanas o en la aplicación de la ley. La única cosa independiente en relación con el “independiente” Kosovo es que será independiente de Serbia. En realidad, no hay ni la más leve pretensión de que las debidamente elegidas autoridades de Kosovo tengan algo que decir en relación a nada, a no ser, quizá, negarse a recaudar impuestos, aunque, sin duda, hasta en esto, las autoridades tendrán que seguir las directrices de la UE o pagar una multa.

Nada de toda esa cháchara sobre “apoyar”, “controlar”, “formar”, “ayudar”, “aconsejar” e “investigar” debe ser tomado demasiado en serio. Después de todo, si las Naciones Unidos no lo han tomado muy seriamente durante los pasados ocho años, ¿por qué debería hacerlo entonces la Unión Europea? Teniendo en cuenta el desprecio de la UE hacia el derecho internacional, su arrogancia por la participación de sus países miembros en el bombardeo de Yugoslavia de 1999, su desdeñosa actitud hacia la preocupación de Serbia por la pérdida de su territorio soberano y de su jurisdicción sobre sus nacionales, la idea de que la UE está lista ahora para desenvainar la espada y venir en ayuda de las minorías de Kosovo es ridícula. La creciente retórica sobre el extraordinario supuesto progreso de Kosovo, bajo los auspicios de Naciones Unidas, contrasta crudamente con la realidad. Según un reciente informe de Amnistía Internacional acerca de la justicia estilo Naciones Unidas en Kosovo:

Cientos de casos de crímenes de guerra, desapariciones y crímenes interétnicos siguen sin resolver (a menudo sin que haya habido investigación alguna); cientos de casos han sido cerrados, sin tratar de buscar ni reunir pruebas efectivas. Los familiares de las personas perdidas y ‘desaparecidas’ informan que han sido entrevistadas demasiadas veces por la policía internacional y fiscales sin avance alguno. Respecto al reclutamiento de personal, parece que en ninguna etapa se llevaron a cabo esfuerzos serios para identificar y reclutar para los diversos puestos de trabajo a los candidatos más cualificados y apropiados y con más experiencia en el mundo. Un elemento de preocupación acerca de la equidad de los juicios dirigidos por jueces y fiscales internacionales es la falta de atención concedida a los derechos de la defensa. Gran parte del procedimiento en los juicios se desarrolló en un idioma que el acusado o su abogado no entendían. No había traducción simultánea, sino meros resúmenes. En algunos casos, no se dispuso de las transcripciones de los procedimientos judiciales hasta mucho tiempo después que se hubiera agotado la posibilidad de apelación. Es inquietante que en los casos presentados de crímenes de guerra, sólo uno se refiriera a una víctima no albanesa. En ese caso, una de las 25 víctimas era serbia.”

Algunos de los problemas que Amnistía mencionaba: Los juicios se llevaban a cabo “en ausencia”; se “utilizaban testigos anónimos”; “las reconstrucciones del crimen” tenían lugar “sin que el acusado ni su abogado estuvieran presentes”; “escasa traducción e interpretación y utilización de resúmenes por parte de los intérpretes en lugar de la traducción textual”; “decisiones pobremente razonadas, confusas e ‘incomprensibles’; “juicios basados en testimonios de testigos que entraban en contradicción con las pruebas forenses o con anteriores testimonios de los testigos”; “discrepancias entre la prueba y el veredicto o pruebas insuficientes para apoyar el veredicto”; y “diferencias importantes entre el juicio oral y el juicio escrito.” Por lo demás, la magistratura está en plena forma, y es probable que siga mejorando aún más bajo la guía de la UE.

Ningún informe acerca del sombrío historial de Kosovo en materia de derechos humanos o su fracaso económico y político como distrito electoral de metomentodos internacionales, ninguna invocación de Serbia y Rusia al derecho internacional, al Acta Final de Helsiki o a la Resolución de UN 1244 para marcar alguna diferencia: Washington dice que hará lo mismo que hizo antes de la invasión de Iraq: ignorar a las Naciones Unidas y reconocer a un Kosovo independiente. Bruselas dice que hará otro tanto. Sin embargo, a diferencia de 2003, esta vez los rusos se guardan un as bajo la manga. Si se permite la secesión de Kosovo, los rusos han argumentado que entonces, ¿por qué no también la de otras nacionalidades o grupos étnicos que viven como minorías en cualquier otro estado? Como ejemplo, el Presidente Vladimir Putin señaló Osetia del Sur, Abkhazia, Nagorno-Karabaj y Transnistria. Pero podía mencionar muchos más casos: los húngaros de Eslovaquia y Rumania, los vascos y catalanes en España, los corsos en Francia, los flamencos en Bélgica, los rusos en Estonia y Latvia, los chipriotas turcos.

Occidente respondió con furia al argumento ruso. “La posición de Rusia es cínica. No tiene poder para recuperar Kosovo para Serbia y el Kremlin juega su propio juego secesionista en Georgia y Moldavia. El Presidente Putin ha estado sencillamente utilizando Kosovo como porra útil para golpear Occidente y recordarle al mundo que Rusia todavía dispone de veto en el Consejo de Seguridad”, tronó el New York Times en un editorial el 6 de diciembre de 2007. Holbrooke acusó a Putin de tratar de “reafirmar el papel de Rusia como hegemonía regional”. La sugerencia de que Kosovo está relacionado con cualquier otra disputa territorial era “espuria”, declaró. Kosovo “es un caso único y no supone ningún precedente para otros movimientos separatistas. “¿Por qué?” [Porque en 1999, con el apoyo de Rusia, se dio autoridad a las Naciones Unidas para decidir el futuro de Kosovo”. Esta es una de las descaradas y típicas mentiras de Holbrooke. Las Naciones Unidas estaban autorizadas para montar una administración interina “bajo la cual el pueblo de Kosovo pudiera disfrutar de una autonomía importante dentro de la República Federal de Yugoslavia”.

Además, dado el fracaso total de la administración de Naciones Unidas para cumplir la mayor parte de las disposiciones de la Res. 1244, es especialmente atroz invocar esta resolución como la que autoriza a Naciones Unidas para hacer algo. Según la 1244, entre las responsabilidades de la administración interina estaba la “Desmilitarización del Ejército de Liberación de Kosovo”, “Establecer un entorno seguro en el cual los refugiados y las personas desplazadas puedan retornar a sus hogares con seguridad” y asegurar que “ se le permitirá volver a una cifra determinada de personal yugoslavo y serbio para llevar a cabo las siguientes funciones: Colaboración con la misión civil internacional y la presencia internacional de seguridad. Mantener una presencia en los lugares del patrimonio serbio. Mantener una presencia en los cruces de frontera importantes”. Ni que decir que tiene que nada de esto se cumplió. En cualquier caso, aunque se le hubiera dado autoridad a Naciones Unidad para decidir el futuro de Kosovo, eso es precisamente en lo que Rusia insiste, como miembro permanente con derecho a veto en el Consejo de Seguridad, al rechazar la secesión unilateral.

Eso de que Kosovo era “único” ha sido el mantra de los funcionarios occidentales durante meses. El 19 de diciembre, Zalmay Khalilzad, representante permanente de EEUU ante las Naciones Unidas, dijo en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas que “Kosovo supone una situación única: es una tierra que solía ser parte de un país que ya no existe y que Naciones Unidas ha venido administrando durante ocho años con el objetivo final de resolver de una vez por todas su estatus. Las políticas de limpieza étnica que el gobierno de Milosevic siguió contra el pueblo kosovar aseguraron para siempre que Belgrado no volviera nunca a gobernar en Kosovo. Este es un hecho inevitable y la consecuencia directa de esas políticas bárbaras”.

El 21 de diciembre, el Vicesecretario de Estado para Asuntos Europeos y Euroasiáticos, Daniel Fried, dijo: “Kosovo es obviamente un caso único porque no hay otro lugar en el mundo donde Naciones Unidas haya administrado un territorio en virtud de una Resolución del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Por eso no hay nada parecido, por eso, claramente, no supone ningún precedente. Opinamos que Kosovo no es un precedente para ningún otro lugar. Ni para Osetia del Sur, ni para Abkhazia, ni para Transnistria, ni para Córcega ni para Texas. Para nada. NADA”. El 28 de noviembre, el Subsecretario para Asuntos Políticos, Nicholas Burns, declaró “Es una situación única. Milosevic trató de aniquilar a más de un millón de musulmanes albano-kosovares. La OTAN se opuso. Emprendimos por ello una guerra. Y las Naciones Unidas y la OTAN y la UE han mantenido la paz allí durante ocho años y medio. Y ahora, el 94 ó 95% de la gente que vive allí son musulmanes albano-kosovares.

El absurdo total que representa la histérica declaración de Burns ilustra la extensión a la que están dispuestos a llegar los funcionarios occidentales para justificar lo que, obviamente, no puede justificarse. ¿Milosevic trató de aniquilar a más de un millón de musulmanes albano-kosovares? La Fundación para el Derecho Humanitario, dirigida por Nata_a_Kandi, muy querida y muy financiada por gobiernos y ONGs occidentales, lleva a cabo un proyecto que trata de establecer el número de muertos y desaparecidos en Kosovo. Según un artículo de la revista croata Globus, “El proyecto ha documentado 9.702 personas muertas o desaparecidas durante la guerra en Kosovo desde 1998 a 2000. De esta cifra, según como están ahora las cosas, 4.903 de los asesinados y desaparecidos eran albaneses y 2.322 serbios, mientras el resto pertenecía a otras nacionalidades o se desconoce su identidad étnica”. Uno debería también añadir que estas cifras no dicen nada sobre cómo fue asesinada la gente, si fue en combate o de otra forma y por quién. Y no se clarifica tampoco cuantos fueron asesinados por las bombas de la OTAN. Lo que esas cifras revelan es que fueron los serbios, no los albaneses, los que sufrieron de forma desproporcionada en Kosovo. Si Burns tiene razón y “hasta un 94 ó 95% de la gente que vive allí son musulmanes albano-kosovares”, eso significa que hay 19 veces tantos albaneses como serbios en Kosovo. Entonces, según esos números, las cifras de víctimas albanas son sólo ligeramente dos veces superiores al tamaño de las cifras de víctimas serbias.

La guerra entre Armenia y Azerbaiyán contra Nagorno-Karabaj tuvo cifras de bajas mucho peores. El mismo Departamento de Estado de EEUU admite: “Murieron más de 30.000 personas en los combates entre 1992 y 1994”. Según la CIA, “alrededor de 800.000 personas, de mayoría étnica azerbaiyana fueron expulsados de las tierras ocupadas y de Armenia; alrededor de 230.000 personas de etnia Armenia fueron expulsados de sus hogares desde Azerbaiyán a Armenia.”

En cualquier caso, si el mal trato hacia la población local descalificara a un estado para ejercer la soberanía sobre parte de su territorio, entonces hay un horrible montón de países a los que se podría nombrar para llevar a cabo amputaciones forzosas: A Turquía se le tendría que desgajar el Kurdistán turco; Israel hace tiempo que tendría que haber levantado la bota de Cisjordania y otros territorios ocupados; a Indonesia se le habría denegado Aceh y Papua; Pakistán habría perdido Waziristan.

La declaración de Kosovo como estado independiente se basa en un único acto: Los albanos son abrumadora mayoría en Kosovo. Son musulmanes en un estado cristiano al cual no quieren pertenecer. Pero este argumento sólo sirve para convencer a los que se complacen en mantenerse ignorantes. Primero, puede que la mayoría de Kosovo sea musulmana; pero los albaneses de Kosovo son sólo una pequeña minoría dentro de Serbia considerada como un todo. Kosovo votaría abrumadoramente a favor de la independencia; Serbia votaría abrumadoramente en contra. Serbia es una entidad legal; Kosovo no lo es. Un voto serbio le gana la partida a uno de Kosovo. Segundo, no hay nada raro en que haya una provincia habitada abrumadoramente por musulmanes dentro de un estado que es abrumadoramente no musulmán. Tenemos los moros musulmanes que habitan Mindanao en Filipinas. Tenemos la provincia de Xinjiang en China. Tenemos Cachemira, abrumadoramente musulmana, con muchos de sus habitantes viviendo bajo gobierno indio. Rusia está repleta de provincias en las cuales la población es mayoritariamente musulmana –Tatarstan, Bashkiristán, Daguestan, Chechenia-. El norte de Chipre es abrumadoramente musulmán y, excepto Turquía, ningún país en el mundo lo reconoce como estado independiente. Las provincias musulmanas de Narathiwat, Patán y Yala en Tailandia tienen una insurgencia que trata de liberarse del gobierno budista de Bangkok. Y, por supuesto, tenemos a Cisjordania, otra población musulmana, sometida al yugo de no musulmanes. En todos estos casos, ha habido una insurgencia islámica, una guerra tratando de liberar a los musulmanes del gobierno de los no musulmanes y una represión brutal por parte de los gobiernos. Así es, los dirigentes occidentales no farfullan ni una palabra sobre insostenibles statu quo, no demandan una acción inmediata del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, no insisten en que debe garantizarse inmediatamente la independencia y no amenazan con ignorar a las Naciones Unidas en apoyo de un estado secesionista.

Además, Kosovo supone apenas un caso que ni remotamente resulta convincente por haber conseguido la independencia. En primer lugar, a pesar de toda la cháchara sobre “kosovares” y “kosovanos”, los residentes de Kosovo se identifican a sí mismos como serbios o como albanos; las lenguas que hablan son el serbio o el albanés. Crear un segundo estado albanés en Europa no tiene sentido en ningún caso. No se gobierna a sí mismo. No es más que la oficina de diversas entidades internacionales. Económicamente, es un caso perdido, y se mantiene gracias a inmensas dádivas. Kosovo es un ejemplo de una minoría étnica agarrada a un trozo de territorio, que permite una inmigración sin restricciones a sus co-nacionales desde un país vecino, que limpia étnicamente el territorio del resto de grupos, creando así una abrumadora y artificial mayoría étnica, y reclamando después que esas acciones se vean recompensadas con la concesión de la condición de estado independiente.

Por comparación, las provincias que reclaman ser reconocidas y que Occidente rechaza reconocer han sido entidades con autogobierno desde hace años. Un Kosovo estrenando independencia tendría pobres relaciones con Serbia y se vería sometido a un bloqueo económico. Su red de suministro eléctrico está integrada en la red de Serbia. Serbia se ocupó de atender su deuda.

Comparen Kosovo con Transnistria. Transnistria se declaró independiente de Moldavia en 1990. Transnistria funciona como república presidencial, con su propio gobierno y parlamento. Sus autoridades han adoptado una constitución, una bandera, un himno nacional y un escudo de armas. Tiene moneda propia y sus propias fuerzas policiales y militares. Pero la posición de EEUU/UE es que Transnistria no tiene derecho a la independencia y que debe respetarse la integridad territorial de Moldavia. En 2003, EEUU y la UE anunciaron un boicot de visados contra los 17 dirigentes de Transnistria, acusándoles de “obstruccionismo continuado”. En 2006, Ucrania introdujo nuevas normativas sobre aduanas en su frontera con Transnistria, declarando que sólo importaría productos de allí con documentos que hubieran sido procesados por las oficinas de aduanas moldavas. EEUU, la UE y la OSCE aplaudieron la acción de Ucrania, incluso aunque supuso de hecho la imposición de un bloqueo. En 2006, Transnistria celebró un referéndum en el cual el 97,2 de los electores votó por la independencia. La OSCE se negó a enviar observadores y la UE anunció inmediatamente que no reconocería los resultados del referéndum. Esa es la misma OSCE, UE y EEUU que unos cuantos meses antes habían corrido a reconocer los resultados del referéndum por la independencia de Montenegro, a pesar del hecho de que una escasa mayoría votó a favor de la independencia en vez de los dos tercios que normalmente se requieren para un cambio constitucional, y que a los montenegrinos que viven en Serbia se les negó el derecho a votar en el referéndum.

Comparen Kosovo con Osetia del Sur. Los osetios tienen su propia lengua. El sur de Osetia ha sido un enclave autónomo dentro de la República Socialista Soviética de Georgia. En 1990, el Soviet Supremo de Georgia revocó su autonomía. La OSCE declaró su “firme compromiso a apoyar la soberanía e integridad territorial de Georgia”. En noviembre de 2006, el 99% de los osetios del sur votaron a favor de independizarse de Georgia. La pandilla habitual de entidades internacionales aulló de indignación. La UE, la OSCE, la OTAN y los EEUU condenaron el referéndum. El Consejo de Europa tildó al referéndum de “innecesario, inútil e injusto. Votar no supondrá ningún avance hacia la búsqueda de una solución política pacífica.” La OSCE declaró contraproducente la “intención de llevar a cabo un referéndum. No será reconocido por la comunidad internacional y no será reconocido por la OSCE e impedirá el proceso de paz.” El Secretario General de la OTAN, Jaap de Hoop Scheffer, dijo “En nombre de la OTAN, me uno a otros dirigentes internacionales en el rechazo del supuesto ‘referéndum’. Esas acciones no servirán más que para exacerbar las tensiones en la región del Sur del Cáucaso”.

Nagorno-Karabaj puede suponer también un caso inmensamente más fuerte que Kosovo por la independencia. Desde 1923, el Enclave Autónomo de Nagorno-Karabaj ha sido parte de la República soviética de Azerbaiyán, incluso a pesar del hecho de que el 94% de su población era Armenia. En noviembre de 1991, el parlamento de la RSS de Azaerbaiyán abolió el estatus de autonomía del enclave. En respuesta, en diciembre de 1991, Nagorno-Karabaj celebró un referéndum que aprobó mayoritariamente la creación de un estado independiente. Pero la UE, la OSCE y los EEUU adoptaron la postura de que Nagorno-Karabaj debía seguir siendo parte de Azerbaiyán, sin considerar el hecho de que casi el 100% de la población quería ser independiente. Es interesante señalar que al declararse él mismo independiente en 1991, Azerbaiyán proclamó ser el estado sucesor de la república de Azerbaiyán existente entre 1918 y 1920. Sin embargo, la Liga de Naciones no reconoció la inclusión de Nagorno-Karabaj en Azerbaiyán como parte del territorio reclamado por Azerbaiyán. Esto hace que se cuestione aún más la inclusión de Nagorno-Karabaj dentro de Azerbaiyán. Si se consideran como estados independientes todos los que llevaron a cabo su secesión de la Unión Soviética, no es fácil considerar sobre qué base se les niega el derecho a la independencia a partes de esos estados.

En 2002, Nagorno-Karabaj celebró unas elecciones presidenciales. En respuesta, la presidencia de la Unión Europa declaró: “La Unión Europea confirma su apoyo a la integridad territorial de Azerbaiyán y recuerda que no reconoce la independencia de Nagorno-Karabaj. La Unión Europea no puede considerar legítimas las ‘elecciones presidenciales’… La Unión Europea no cree que esas elecciones tengan un impacto positivo en el proceso de paz”.

En diciembre de 2006, Nagorno-Karabaj celebró otro referéndum sobre su independencia: Alrededor del 98% era partidario de la independencia. La Unión Europea anunció inmediatamente que reconocería los resultados del referéndum y dijo “que sólo un acuerdo negociado entre Azerbaiyán y la etnia armenia que controla la región podía llevar a una solución duradera. La UE reitera que no reconoce la independencia de Nagorno-Karabaj. No reconoce ni el ‘referendum’ ni sus resultados”. La UE añadió que celebrar el referéndum adelantaba el resultado de las negociaciones y que “no contribuía a los esfuerzos constructivos para una resolución pacífica del conflicto”. La actitud de la UE aquí es notablemente diferente de su actitud acerca de Kosovo. Acerca de Kosovo, la UE mantiene que la negativa de Serbia a renunciar a su territorio soberano es la razón del fracaso de las negociaciones, lo que, al parecer, justifica la declaración de independencia de Kosovo.

Todo el enfoque que Occidente da a la cuestión de Kosovo ha venido marcado por una sórdida deshonestidad y mala fe, apoyando la autodeterminación nacional y el derecho a la secesión en un lugar y la integridad territorial en otro, animando la limpieza étnica de un grupo étnico y demandando juicios por crímenes de guerra en otro, alardeando de las virtudes del gobierno mayoritario cuando le conviene hacerlo así y amenazando con imponer sanciones y castigos sobre las mayorías cuando le place. Para los estadounidenses, Kosovo no es más que el lugar recóndito donde han instalado una base militar gigante, una presencia clave en el Mediterráneo Oriental, que ya se encargarán Grecia y Turquía de comprobar lo poco fiable que es. Igual pasa con los debidamente agradecidos albanos, de los que se espera que devuelvan el favor convirtiéndose voluntariamente en la carne de cañón de futuras guerras imperiales. Para los europeos, Kosovo es una oportunidad para mostrar al mundo que Europa cuenta para algo: del orden de dirigir varios experimentos sociales totalmente inútiles sobre multiculturalismo y multiconfesionalismo; especialmente inútiles, ya que Kosovo será uno de los lugares étnicamente más homogéneos de Europa.

N. de la T.:

(*) Este artículo se publicó el día 15 de febrero de 2008, dos días antes de la declaración unilateral de independencia de Kosovo.

George Szamuely es un escritor nacido en Hungría y educado en Inglaterra. Vive habitualmente en Nueva York. Se puede contactar con él en georgeszamuely@aol.com

http://www.rebelion.org/noticia.php?id=63483

Enlace con texto original en inglés:

http://www.counterpunch.org/szamuely02152008.html